Como supondrán
mis avispados lectores, la controversia viene motivada principalmente por las
escenas de sexo explícito, no tanto por la cruda realidad que la película pone
de manifiesto y denuncia. Es decir, estamos en lo de siempre. Veamos: KLIP
está ambientada en un barrio decrépito de una ciudad cualquiera de Serbia y gira
en torno a las vivencias de una adolescente, Jasna (Isadora Simijonovic) que vive con su familia en los umbrales
de la pobreza y que tiene a su padre gravemente enfermo. La situación
deprimente de su hogar, con su madre esclavizada cuidando de su marido y sus
dos hijas y liada con las tareas de la casa, empuja a Jasna, asqueada, a
experimentar con el sexo sin control, las drogas y las juergas salvajes.
Dirigida por la serbia
Maja Milos, lo primero que hay que aclarar es que (como bien se encargan de
remarcar al final de la cinta sus responsables) en ningún momento se utilizaron
a menores para rodar las escenas de sexo y desnudos. Hecha esta importante puntualización, tampoco
voy a comulgar con lo que me temo será una corriente de opinión generalizada
tratando de buscar paralelismos entre A serbian film, aquella película
escándalo tras su exhibición en Sitges, para terminar afirmando que esta nueva
apuesta, proveniente de dicho país, está en la misma onda buscando sólo la
simple provocación por el hecho de relatar historias hirientes, socialmente
incómodas e incluso terroríficas.
Otra cosa será
la calidad de las propuestas, que en el caso de la película de Milos me parece
muy aceptable. Que la función se podía haber rodado sin la necesidad de la
rotunda explicitud de las escenas de sexo, sí claro, también en películas
magistrales como Uno de los nuestros, con escenas brutales de una violencia
descarnada, Martin Scorsese podía haber optado por la sugerencia, el espacio en
“off” o fuera de campo, pero estaremos de acuerdo en que ya no sería la misma
película sino otra distinta. Sigo pensando, como Tarantino, que en el cine el sexo
y la violencia son insustituibles y resultan bellos. Bueno, el sexo también
fuera del cine.
Prohibida en Rusia, ganadora del Tiger Award
en el Festival de Rotterdam y presentada en la sección Zabaltegi del pasado
Festival de San Sebastián, KLIP profundiza en una dolorosa
problemática que puede servir como modelo para el estudio de los códigos de
conducta de la vida de los adolescentes. Por supuesto, siempre resulta injusto
generalizar, pero la acción o desarrollo del film, perfecto en su simpleza, me
resulta muy creíble como documento de esa desorientada juventud con adicción al
móvil y a la que nada le interesa los estudios ni la cultura ni el arte y le
trae al pairo la familia porque no admiten ningún deber ni responsabilidad,
viviendo sólo para las juegas interminables regadas con alcohol, drogas y practicando
el sexo de forma mecánica sin protección.
Milos, sin
concesiones, filma con punzante hiperrealismo la desoladora y alocada
cotidianidad de un grupo de adolescentes que huye de su entorno mísero
sumergiéndose en una espiral autodestructiva y para los que el móvil se ha
convertido en la prótesis necesaria para hacer más manejable su desordenada
existencia (a través del móvil se citan, graban sus hazañas sexuales, sus
patéticas borracheras, sus salvajes peleas e insufribles naderías).
Jasna es una
víctima más colgada de su macho alfa, que la folla y desprecia cuando le viene
en gana: A ver, “si estás deprimida, una rayita de coca te levantará el ánimo”,
“No eres nadie si no me haces bien una mamada”, “Ahora me apetece metértela por
el culo. Vale, pero ve despacio”, “Si me la lías, te reviento la cabeza con mis
botas”. La cuestión es: ¿puede todo lo expuesto servir de alarma para las inútiles
asociaciones de padres, sociólogos, psicólogos y demás estudiosos de la
antropología juvenil?
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