Desde su estreno
en 1979 se ha escrito mucho sobre la calidad tanto técnica como artística de Alien,
el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott), que goza del
estatus de película de culto y clásico imperecedero. Nada extraño, porque Alien
es para este cronista una de las tres mejores películas de ciencia ficción (y
tecno-terror) de la historia, un film que logro hacer converger una serie de
mentes brillantes e imaginativas, un puñado de talentos concentrados que
perseguían crear una obra que marcara una época y supusiera un punto de
inflexión en el género. Así, tanto los productores Walter Hill y David Giler,
el guionista Dan O´Bannon, el diseñador Ron Cobb, el artista gráfico y escultor
H. R. Giger, el director Ridley Scott y el mayúsculo protagonismo de Sigourney
Weaver forman una de las cátedras más compactas y mejor fusionadas del Séptimo
Arte.
Por supuesto, parte del éxito de Alien
se debió a la autenticidad que exhalaban sus personajes, especialmente a la teniente
Ellen Ripley, a la que da oxígeno de forma prodigiosa Sigourney Weaver, que
inicialmente sólo abre la boca para señalar el buen sabor del café, pero que
irá adquiriendo todo el protagonismo a medida que se vayan sucediendo las
muertes dentro de la impresionante nave Nostromo, tomando el mando y
demostrando su capacidad de decisión y coraje, una serenidad pasmosa y un
conocimiento que ya veníamos advirtiendo cuando acertó a traducir los códigos
alienígenas.
Alien nos muestra a una teniente
Ripley de ambigua sexualidad (cuestión que se acentúa cuando está delante de la
hermosa y delicada Verónica Cathwright (Lambert)-, regalándonos escenas
absolutamente turbadoras. Un personaje protagonista femenino pero dotado de la
fuerza, el arrojo y la sangre fría que sólo otorga el afán de supervivencia. Pero
el aficionado siempre recordará sus pucheros, su rostro sudoroso y el
striptease final en la sublime escena que la enfrenta al impresionante alienígena
de más de dos metros. Resulta morboso y emocionante ver a la altísima Sigourney Weaver,
mezcla de guerrera y reina alien, con sus diminutas braguitas y el ajustado top
blanco que sin sostén se pegaba a sus tetitas, con la cara a milímetros de las
fieras mandíbulas y la baba de la atroz bestia extraterrestre. Al salir del
cine, mi amigo Jordi, con el que compartí muchas sesiones cinéfilas, me preguntó:
-Oye tío, ¿el
bulto en las bragas de Sigourney Weaver es vello púbico?
-Claro tío, eso y
que lleva las bragas a medio culo.
Éramos unos
adolescentes y todavía estábamos en la década de los 70. En fin, disfruten del
post.