miércoles, 28 de enero de 2015

JOYAS DEL CINE ERÓTICO: "DIARIO DE UNA NINFÓMANA" (2008)

Falomanía
DIARIO DE UNA NINFÓMANA
DIRECTOR: CHRISTIAN MOLINA.
INTÉRPRETES: BELÉN FABRA, LEONARDO SBARAGLIA, LLUM BARRERA, GERALDINE CHAPLIN.
GÉNERO: DRAMA / ESPAÑA / 2008  DURACIÓN: 105 MINUTOS.
      

      
       Mientras escribo estas líneas tengo entre mis manos el libro de vivencias de Valérie Tasso que ha servido de base para conformar el film que nos ocupa. Aunque en la cinta la protagonista no folla con los sepultureros de un cementerio ni con un policía sin escrúpulos (es imposible coitear con tanta gente en tan sólo 105 minutos), la adaptación cinematográfica de la novela autobiográfica de Tasso podemos considerarla bastante fidedigna. Veamos: Valérie (Belén Fabra) es una joven francesa de 28 años, atractiva, alta, con estudios universitarios y una cómoda situación económica. Sexualmente se muestra muy liberada y busca obsesivamente nuevas experiencias para saciar su curiosidad sexual. Aquí te pillo y aquí te mato, se acuesta con quien le apetece cuando le apetece, pero la muerte de su abuela (Geraldine Chaplin) parece marcar un punto de inflexión en su vida. La dejadez de funciones en su trabajo obliga a su jefe a ponerla de patitas en la calle, algo que no parece inquietarla demasiado. Pronto conoce a su príncipe azul, Jaime (Leonardo Sbaraglia), aunque la relación le sale rana porque el tal Jaime es un tarado-pijotero-gilipollas con un carácter tan bipolar que lo mismo le regala rosas que la maltrata. Val está desesperada, y antes que quitarse la vida, decide trabajar en un prostíbulo de lujo, donde comete el error de enamorarse de uno de sus clientes. Finalmente, la muerte de una de sus compañeras la empuja a abandonar ese mundo con perspectivas de una nueva vida.


      De verga en verga y me lo tiro porque me toca. Ser ninfómana es tan respetable como ser monja o degustadora de pepinos que, extramuros, viene a ser lo mismo, lo que ocurre es que hasta en las prácticas promiscuas se debe hacer un esfuerzo para mantener un cierto control. Aun no siendo así, nada en contra tengo de la libre voluntad de expresión sexual femenina, otra cosa es mi valoración sobre la película firmada por Christian Molina. Diario de una ninfómana parte de una base literaria muy endeble, y el libreto de Cuca Canals está a la altura tan soporífero material, con una estructura que pone énfasis en escenas fácilmente prescindibles y unos diálogos sin puñetera chispa, baldones de una narración acelerada que el espectador no tiene tiempo para canalizar tantos fluidos orgánicos. Puede resultar una pena que su principal protagonista, una morbosa y estilizada Belén Fabra, sólo nos deleite con la visión de su cuerpo y su elasticidad para las posturitas, ya que adivinamos en ella un talento interpretativo aprovechable en empresas mayores.



      
     Tal vez el personaje, algo descerebrado, así lo requería, pues cada paso hacia delante que da en su vida es –y mira que es difícil- más errático que el anterior. Molina intenta dotar al producto de una cierta solidez y elegancia, no lo logra en ningún momento porque el conjunto carece de autenticidad, en parte por la galería de personajes estúpidos que entran y salen de pantalla y en parte por las situaciones aún más estúpidas en que se ven envueltos, y que no acabamos nunca de comprender: Val devora a todo hombre que se cruza en su camino, tras perder a su abuela y el empleo se enamora del tipo más fantoche, celoso e infame de la ciudad, y tras ser por él humillada, encuentra en un burdel de lujo el bálsamo ideal para su insoportable furor uterino… Finalmente, sin que nadie adivine cómo ni por qué, halla la paz espiritual. Una tormentosa odisea patológica no apta ni para pajilleros solitarios.


martes, 27 de enero de 2015

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "LA CINTA BLANCA"

El nido de la serpiente
LA CINTA BLANCA (DAS WEISSE BAND)
DIRECTOR: MICHAEL HANEKE.
INTÉRPRETES: ULRICH TUKUR, BURGHART KLAUSSNER, SUSANNE LOTHAR,  JOSEF BIERBICHLWER, RAINER BOCK.
GÉNERO: DRAMA / AUSTRIA / 2009  DURACIÓN: 144 MINUTOS.           
      

     
         En su magnífico ensayo titulado “El Mal” (Tusquets, 1997), el filósofo alemán Rüdiger Safranski se plantea una investigación a partir de dos preguntas: ¿De dónde surge el Mal y por qué? La primera bucea por los orígenes tanto en los relatos bíblicos como en las teogonías griegas con la gran certeza de que el caos, la violencia y la destrucción son el principio de todas las cosas y siguen latentes en la civilización. La segunda, el por qué del Mal, nos enfrenta al tema de la libertad y al hecho de que el hombre tiene la posibilidad de elegir. El director austriaco Michael Haneke, firmante de las perturbadoras Funny games, Código desconocido, La pianista y Caché, pasa por ser uno de los más precisos radiólogos del Mal, un puntilloso forense que exhuma el cadáver podrido de la sociedad para delatar su escalofriante autopsia. Veamos: La cinta blanca sitúa la acción en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania en 1913, justo un año antes de que comience la Primera Guerra Mundial. Una comunidad aparentemente tranquila y temerosa de Dios que asiste a una serie de sospechosos accidentes (el médico sufre una grave caída al topar su caballo con un cable sujeto entre dos árboles, un granero devorado por las llamas, un niño retrasado es secuestrado y torturado…), desgracias o actos criminales que se suceden como una maldición, un castigo ritual que altera la rutina de unos ciudadanos que intentan seguir con sus vidas. El maestro de la escuela investiga para descubrir la increíble verdad.
      
    
   Filmada en blanco y negro (simbólica lucha entre el Bien y el Mal), con una radiante fotografía con resonancias al estilo expresionista y al cine de Bergman que confiere un aura atmosférico y glacial a ese pueblo perdido de Alemania, microcosmos agobiante construido sobre pilares fácticos arquetípicos: el barón, el pastor, el médico, el maestro, el administrador, y a los que, salvo el maestro, Haneke señala como impulsores de una moral perversa y corrupta, guardianes siniestros de un universo hermético y ortodoxo, de un orden asfixiante y brutal que va a tener demoledores efectos sobre los más pequeños. Es precisamente la nada redundante voz en off del ya anciano maestro el hilo conductor de aquellos atroces acontecimientos vividos cuando era joven, y Haneke, con un estilo austero cargado de sutilezas, nos sumerge lentamente en los dramas cotidianos más insoportables. En la intimidad de unos hogares en donde lejos de las miradas ajenas se ejerce de forma sistemática la represión, la humillación y el castigo, en la impunidad de las sombras el pastor graba con saña el evangelio en la piel de sus hijos, el médico abusa de su hija y, en una de las secuencias más devastadoras que este crítico recuerda, humilla a su amante escupiéndole en la cara el asco que le provoca con una lacerante contaminación acústica para el espectador, sentenciando que lo único que desea es que se muera de una vez. Torturas, adulterio, incesto, vejaciones, un fértil sustrato para que arraigue con vigor el odio y el fanatismo venidero.          
     


      El director austriaco saca punta al lápiz para dibujar con tortuoso esmero la faz de la generación de muchachos que años más tarde empuñaría la bandera del nazismo, los mecanismos elementales del Mal y las pulsiones de una moral demoníaca alimentada en los oscuros meandros de una sociedad corrupta y autoritaria, abriendo en canal las entrañas del monstruo para mostrar sus aspectos más turbios y aterradores, que, por desgracia, todavía subyacen. Y lo hace con una rigurosa línea de diálogos, ejemplar control del ritmo, una composición de planos tan bella como sombría y unos personajes magistralmente perfilados no exentos de cierta carga espectral. Maestro en la creación de ambientes malsanos y opresivos, genial siempre en la utilización de la elipsis y el fuera de campo, con La cinta blanca logra una película mayor que se eleva como una fábula cruel y perfectamente definida: el blanco simboliza la inocencia, la pureza, la virtud y el candor; el negro, por el contrario, oculta en sus sombras el pecado, secretos inasumibles desde un prisma racional. Cercano estaba el tiempo de quemar las máscaras y abandonar la oscuridad, cuando esos cachorros amamantados en un ambiente de ignorancia, sumisión y crueldad exhibieran con orgullo, a plena luz del día, su propia noción de la pureza: El triunfo de la voluntad. Obra maestra absoluta.  


domingo, 25 de enero de 2015

CRÍTICA: "NIGHTCRAWLER"

El derrumbe moral de una sociedad enferma
NIGHTCRAWLER  êêêê
DIRECTOR: DAN GILROY.
INTÉRPRETES: JAKE GILLENHAAL, BILL PAXTON, RENE RUSSO, RIZ AHMED, KEVIN RAHM, ANN CUSACK.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2014. DURACIÓN: 113 MINUTOS


      
     Con un ajustado presupuesto de tan sólo 0cho millones de dólares, el guionista Dan Gilroy (hermano del director Tony Gilroy) firma una de las mejores óperas prima que este cronista ha visto en los últimos años, lo ha hecho a la edad de 55 años, un dato que debería servir para no desanimar a nadie. Su nombre como guionista lo podemos encontrar en films como Apostando al límite (D. J. Caruso, 2005) un aceptable drama deportivo protagonizado por Al Pacino, Matthew McConaughey y la mujer del guionista y director Rene Russo. También en la fallida (por no decir despreciable) comedia dirigida por Dennis Hopper Misión explosiva (1994), nada que veladamente pudiera anticipar esta tremenda sorpresa titulada Nightcrawler, tal vez la auténtica sleeper de la temporada.


    Tras ser testigo de un accidente, Lou Bloom (Jake Gillenhaal) un joven que no consigue encontrar un trabajo estable, descubre el mundo del periodismo freelance en un ambiente nada seguro para esta profesión: el mundo criminal en la ciudad californiana de Los Ángeles. La vida del apasionado joven va a cambiar mucho a partir de entonces, traspasando la difusa línea existente entre el riesgo y la peligrosidad.


     Hay quien ha apreciado en el film algunas resonancias o ecos referenciales de films míticos como Taxi Driver e incluso de la más reciente y magnífica Drive, sin embargo, la historia de este trastornado sociópata sin amigos ni escrúpulos está más cercana a El gran carnaval de Billy Wilder, Network: un mundo implacable de Sidney Lumet y El ojo público de Howard Franklin, tres magníficos relatos que reflejan con poderosa y audaz maestría el estado de una sociedad enferma que alimenta sus espíritu con toneladas de basura servida con el más mínimo y apestoso detalle por unos medios de comunicación que hacen de las miserias cotidianas un espectáculo tan cruel y bochornoso como adictivo, y que sirve para saciar la voracidad insaciable de un mundo corrompido y abonado al éxtasis de la perversidad.


      Jake Gillenhaal, un actor como la copa de un pino que sabe elegir sus papeles y que se merece un reconocimiento mayor que la mayoría de sus contemporáneos, da oxígeno a un tipo, vulgar, torpe, obsesivo y solitario, un espécimen que camina por el abismo de la marginalidad sin saber qué camino elegir, y que encuentra su lugar en el sol como reportero de sucesos en una ciudad, Los Ángeles, que los crea por miles. Nightcrawler ilumina con espeluznante pulcritud los oscuros recovecos de la mente humana y los meandros del alma donde encontramos el espantoso  reflejo de en qué nos hemos convertido.


       A Lou Bloom, un lobo con piel de cordero, nunca le importan los medios para conseguir cualquier fin; trata de manera denigrante a su ayudante, manipula el escenario del crimen, despista a la policía y oculta información para modelar ad hoc sus reportajes, que serán vendidos a los programas amarillistas de televisión ávidos de sensacionalismo sangriento. Al espectador le resulta imposible empatizar con ninguno de los personajes, ni mucho menos con quienes hacen que un sujeto tan depravado como el protagonista sea aceptado socialmente y se imponen como piezas claves para su triunfo profesional, un triunfo que va aumentando en la misma escala proporcional que sus niveles de inmoralidad y degradación. Bloom, queda apuntado, es un tipo mediocre, desalmado, demacrado, ojeroso, con una vida insulsa, monótona, que plancha meticulosamente sus camisas mientras ve viejas películas en blanco y negro y que desea reafirmar su triunfo profesional haciendo realidad su mayor anhelo: follarse a la madura y atractiva productora de televisión interpretada por Rene Russo, al frente de un macabro programa dedicado a mostrar vídeos escabrosos. La fantasía queda en el aire, pero Rene Russo insinúa de forma perceptible el deseo.


        En cualquier caso, el triunfo de Bloom se deja ver cuando cambia su viejo automóvil por un musculoso deportivo como seña de identidad, una herramienta muy práctica para las huidas y persecuciones, un triunfo que se hará más palpable en la elocuente escena final. Nightcrawler actúa como espejo de una sociedad enferma en donde cualquier don nadie puede alcanzar el éxito, el trillado sueño americano sin importar los cadáveres que tengas que pisotear para conseguirlo, todo para lograr mayores índices de audiencia, y Bloom es el estereotipo monstruoso de nuestra era, elevado a los altares por unos medios de comunicación en gran parte culpables de nuestro derrumbe ético y moral.



jueves, 22 de enero de 2015

ME GUSTA NEILL BLOMKAMP


      Me gusta Neill Blomkamp, de ahí que cada estreno de una película firmada por el director sudafricano represente para este cronista todo un acontecimiento. Es el caso de Chappie, que tiene previsto su estreno en nuestro país el 13 de marzo y una semana antes en Estados Unidos. El film nos lo están vendiendo como una fábula de ciencia-ficción que puede ser considerado un remake encubierto de Cortocircuito (John Badham, 1986) y que nos narra el proceso de humanización de un robot, Chappie, en un futuro cercano. Un robot que es como un niño recién nacido que no conoce la maldad y rebosante de conocimientos  a partir de las modificaciones que en él ha realizado un genio de la robótica. El robot pasa los días aprendiendo lo bueno y lo malo, y sobre todo aprendiendo cada día que pasa en convertirse en un ser vivo. La felicidad no durará mucho pues cuando el gobierno se entera de su existencia le encargará a un agente que le de caza y le destruya. El film, protagonizado por Hugh Jackman, Dev Patel y la pareja Ninja y Yolandi Visser, conocidos por liderar el exitoso grupo de rap Die Antwoord, le puede servir a Blomkamp para recuperar el prestigio perdido para una parte de la crítica tras el estreno de Elysium, aunque para mí ese prestigio continúa intacto. 


DISTRICT 9 (2009)
      
      Desde los años 80, la última edad de oro del cine de ciencia-ficción con títulos como E.T., Blade Runner, Terminator, Regreso al futuro, Depredador, Robocop, Akira, Abyss, Alien Nación, Desafío total... este cronista ansiaba topar con un film que renovase la ilusión de los fanáticos del género, a los que en los últimos años se ha maltratado sin piedad y ofrecido con cuentagotas algunas muestras interesantes (Dark City, Gattaca, Matrix). El joven director sudafricano Neill Blomkamp, en uno de los mejores debut que se recuerdan y bajo el padrinazgo de Peter Jackson, lo ha conseguido conformando una espectacular miscelánea que se retroalimenta de algunos clásicos del género, que convirtió su ópera prima en una auténtica sensación. District 9 se eleva como un producto estrella ante su deseoso público potencial, presto para bautizarla como clásico instantáneo para que así que pase el tiempo sea valorada en su justa medida: una propuesta, novedosa y chispeante que integra una fascinante historia narrada de forma hiperrealista y una poderosa ambientación afectada por el imponente sol de Sudáfrica, que imprime una mayor crudeza y desasosiego.


       El film no olvida la conciencia social convirtiéndola en el eje trascendente de la función, así la denuncia implícita y/o explícita sobre el Apartheid que sumió a Sudáfrica en la más absoluta ignominia y vergüenza, males endémicos de nuestra sociedad del bienestar como la segregación racial, la discriminación, los problemas de la inmigración (en este caso extraterrestre como metáfora de la geográfica), el tráfico de armas y los genocidios, están presentes durante todo el metraje (casi 2 millones de aliens malviviendo en barracones a modo de campo de concentración en lamentables condiciones de salubridad, un inmenso basurero del que de vez en cuando son raptados para ser víctimas de crueles experimentos). Perfilados con saña, todos los personajes poseen una tara ética humanamente condenable, asumido esto, nos sentiremos bien empatizando con las extrañas criaturas… Nada extraño si uno contempla la brutal visión que nos devuelve el espejo de nuestra historia. Un film excelente. 


ELYSIUM (2013)

      Tras su celebrado debut con la excelente District 9 (2009), un clásico instantáneo que pasado el tiempo está siendo valorado en su justa medida, el sudafricano Neill Blomkamp, convertido ya en un referente para los aficionados a la Sci-fi y que en aquella realizó una denuncia severa sobre el Apartheid que sumió a Sudáfrica en la más absoluta ignominia y vergüenza, vuelve a la carga con ELYSIUM lanzando otra denuncia social que explora las cada vez más grandes diferencias entre ricos y pobres.   Lo Ángeles, año 2159. Los seres humanos están divididos en dos grupos: los ricos que viven en la estación espacial Elysium, y todos los demás que malviven como pueden en una Tierra devastada y superpoblada. Cuando un obrero con un pasado de delincuente, Max Da Costa (Matt Damon) sufre un accidente y recibe una dosis mortal de radiación, sabe que su única salvación es colarse en Elysium para servirse de las estaciones médicas de alta tecnología que usan sus habitantes y que les mantiene jóvenes y sanos.


      Elysium se eleva como una musculosa fábula distópica en donde la obviedad e ingenuidad de su discurso puede dejar a los espectadores más avezados descolocados. No es mi caso, porque siempre puedo aferrarme a la asombrosa estética ciberpunk de un universo fantástico en donde los escarceos y las peleas entre rebeldes proscritos y cyborgs militarizados nos deparan unas estupendas escenas de acción rodadas a veces con un acertado tono semidocumental que resalta su verismo, y en donde la empatía de la platea con esos revolucionarios añade un plus de emoción y dramatismo, a lo que siempre ayuda una perfecta labor de vestuario y un magnífico diseño de armamento high-tech y artilugios biomecánicos.  La mala baba de Blomkamp se hace notar en detalles que a muchos ignorantes  les parecerán mosqueantes: en Elysium la clase pija y pudiente habla francés, en la Tierra el español es el idioma global. Certera aproximación clasista hacia una de las culturas (la nuestra, es decir, la hispana) de un desarrollo progresivo idiomático brutal y una de las más castigadas por la inmigración, la marginación y las desigualdades sociales, y de la que los destroyers como este cronista extraerán algún apunte positivo: somos muchos, somos fuertes, guerrilleros y orgullosos, y si continuáis discriminándonos y tratándonos como basura, os lo haremos pagar con intereses.

       Personalmente me hubiera gustado un final más agresivo, con más metralla subversiva, pero se adivina con nitidez el aliento al despertar ciudadano, indignados con las disímiles condiciones de vida, la corrupción política y la dictadura de la economía. ¡Tolerancia cero! Sí, para todos esos políticos, banqueros y empresarios corruptos que bajo el pelaje de la democracia han creado un mundo más mísero, inhumano, despiadado, inhabitable y esclavo. 



TRÁILER DE CHAPPIE (NEILL BLOMKAMP, 2015)


               ESTRENO EN ESPAÑA: 13 DE MARZO DE 2015

lunes, 19 de enero de 2015

CRÍTICA: "V3NGANZA"

Fotocopia sin tóner de El Fugitivo
V3NGANZA  ê
DIRECTOR: CHRIS WILLIAMS, DON HALL.
INTÉRPRETES: LIAM NEESON, MAGGIE GRACE, FAMKE JANSSEN, JONNY WESTON, FOREST WHITAKER
GÉNERO: THRILLER /FRANCIA / 2015. DURACIÓN: 109 MINUTOS


      Nadie, ni sus mismos responsables, pensaba que Venganza (Pierre Morel, 2008) iba a ser el éxito en taquilla que fue, recaudando 227 millones de dólares partiendo de un ajustado presupuesto de 25 millones. El resultado fue un film de acción aseado que relanzó la carrera de Liam Neeson como action hero. Con esas cifras, y aunque en un principio no estaba prevista una secuela, estaba cantado que habría una continuación, porque el dinero es el único sentido que tiene Venganza: Conexión Estambul (Olivier Megaton, 2012), que con un presupuesto superior a la película seminal de 45 millones de dólares recaudó 376 a nivel internacional. Es curioso porque incluso Liam Neeson cuando aceptó protagonizar la primera entrega de la franquicia tenía serias dudas y pensaba que el film se lanzaría directamente al mercado del DVD. Otra vez con la dirección del niño mimado de EuropaCorp (la productora de Luc Besson), Olivier Megaton, y con un guión coescrito por el propio Besson y Robert Mark Kamen, la trilogía se cierra con un capítulo final en el que se ha querido dar un giro argumental.


     Cuando el carismático y legendario Bryan Mills (Liam Neeson) pensaba que había dejado atrás  el pasado violento al que se vio arrastrado y ha restablecido una relación más natural con su ex mujer, Leonore (Famke Janssen), ésta es víctima de un brutal asesinato cometido en su propio hogar, convirtiéndose Mills en el principal sospechoso. Es entonces cuando comienza una huída perseguido por la CIA, el FBI y la policía, comandada por el inspector Franck Dotzler (Forest Whitaker). Lleno de rabia, el ex agente especial hará uso de sus habilidades para encontrar a los asesinos de Leonore  e impartir justicia a su manera, pues lo único que en esa situación le importa es proteger a su hija Kim (Maggie Grace).


Olivier Megaton es un director mediocre, películas como Transporter 3, Colombiana o  Venganza: conexión Estambul no pasarán a la historia a la historia del cine como ejemplos de buen cine de acción. Peor, definitivamente, no pasarán a la historia porque es cine de mala calidad, un estilo de montaje frenético y una cámara espasmódica afectada por el Parkinson no es, precisamente un ejemplo de depurada elegancia. Y a Liam Neeson se le ve cansado y lo único que le arranca una sonrisa al ponerse por tercera vez en la piel de este personaje son los 20 millones de dólares que por su trabajo ha ingresado en su cuenta corriente. En fin, menos mal que el invento se acaba aquí, porque salvo la resultona y entretenida película inicial, nada parecía tener ya sentido. De nuevo estamos ante un flojísimo guión de esos que se fabrican como churros, un libreto en el que nada resulta creíble y en el que cada giro es ridículamente previsible. También nos encontramos con la horrible manía del director galo de abusar de la multiplicidad de planos incluso para mostrar algo que carece de importancia, no digamos ya las secuencias de las peleas cuerpo a cuerpo, en las que el letal protagonista ha matado a todos los que se cruzan en su camino y al espectador sólo le ha dado tiempo de ver  una sucesión de vertiginosos movimientos sin posibilidad de distinguir nada. Recursos de un mal director cuyos productos ni siquiera tienen valor como placeres culpables.

        V3enganza es un thriller fallido, un producto fast-food fabricado con la mirada puesta en la taquilla, toda la película está saturada de una diarrea verbal inocua, una verborrea molesta que sólo sirve para que los personajes ofrezcan demasiadas pistas a un público que adivina siempre lo que va a suceder. Ah, pero tenemos a Forest Whitaker, un policía que trata de ser carismático pero que se muestra extrañamente despistado y misterioso, un policía que cuando piensa le da por jugar con una goma y una figura de ajedrez, un personaje tan prototípico y caricaturesco que es imposible de que le tomemos en serio, en sintonía con el subproducto en el que está enredado. La acción tarda en arrancar, pero tampoco importa mucho porque los villanos tienen el mismo carácter de opereta que tenían los malos en las películas (por llamarlas de alguna manera) de Chuck Norris o Steven Seagal, en ésta última entrega todo factor sorpresa se ha diluido y con él cualquier toque de humor involuntario. Los tres ingredientes que el aficionado busca en este tipo de artefactos: acción (rodada con planos muy cerrados y de manera confusa); violencia (ridícula, esperpéntica y sin pizca de originalidad); y humor al estilo de La jungla de cristal (inexistente tal vez por intentar otorgar algo de sensatez al conjunto), penalizan un broche final que realmente apesta y que parece una fotocopia sin tóner de El fugitivo.

viernes, 16 de enero de 2015

DEADLY VIRTUES: LOVE. HONOUR. OBEY.

     

      El film holandés Deadly virtues: Love. Honour. Obey (Ate de Jong, 2014) tal vez sea una excusa para disfrutar de la bella escultura corporal de la actriz norteamericana de 34 años Megan Maczko, pero a la película se le puede echar un vistazo, de ahí que incluya unos tráiler en el post que seguro van a interesar a muchos de esos lectores con mentes enfermas que visitan asiduamente mi blog. Vayamos con la sinopsis: en la oscuridad de la noche, un extraño camina por una calle de una zona residencial. Él está buscando algo; una casa. Entra en la casa con la ayuda de una llave (misterio que se resolverá al final) que da paso a la planta superior. Allí ataca a una pareja que se encuentra practicando sexo en el dormitorio. Hiere al hombre y persigue a la mujer que intenta escapar pero que finalmente es atrapada y pierde el conocimiento. Cuando la mujer despierta se encuentra atada a una silla e imagina que va a pasar el peor fin de semana de su vida.



      La película no descubre la pólvora pero se deja ver y la trama tiene un desarrollo curioso en cuanto al factor morboso y voyeurístico. El director juega con la ambigüedad del asaltante que parece gozar torturando al marido de la protagonista, por momentos se comporta como un auténtico sádico y en otros impone una moral extraña y una justicia muy particular (aunque se supone que su perverso proceder deja claro la clase de degenerado que es). Lo mejor de la cinta (además de la exuberancia de esa desconocida actriz que figura como Megan Maczko en los títulos de crédito) es la lección que la amiga de Allie se lleva al final y que puede servir de moraleja. El tipo misterioso trata a Allie como a una dama para que ésta le vea como un marido ejemplar, lo que poco a poco irá dinamitando la estabilidad matrimonial  y de paso desnudará las miserias que se esconden detrás de muchas fachadas aparentemente idílicas. Insisto, no es un peliculón pero ni mucho menos un film despreciable.  

jueves, 15 de enero de 2015

CRÍTICA: "BIRDMAN (O LA INESPERADA VIRTUD DE LA IGNORANCIA)"

BIRDMAN  êêêê
DIRECTOR: ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑÁRRITU
INTÉRPRETES: MICHAEL KEATON, EDWARD NORTON, EMMA STONE, ZACH GALIFIANAKIS, NAOMI WATTS.
GÉNERO: TRAGICOMEDIA /EE. UU. / 2014. DURACIÓN: 118 MINUTOS


    
     El director mexicano Alejandro González Iñárritu, firmante de los excelentes y desagarradores dramas Amores perros, Babel, 21 gramos y de la fallida Biutiful se adentra en el género de la comedia para narrarnos la historia de la carrera de un actor Riggan Thompson (Michael Keaton) y de cómo ésta se está desmoronando. El actor recuerda con lacerante nostalgia la época en que su nombre estaba situado en la cima, años en los que interpretó con extraordinario éxito papeles de superhéroes y que todavía hoy sigue siendo un referente. Desea más que nunca volver a recuperarse a sí mismo, como persona, y también recuperar a sus seres queridos, a su familia.


  
     Birdman es una película sorprendente con la que el director quiere reivindicarse tras el descalabro de Biutiful, en la que sólo Javier Bardem brillaba en un tremendo one man show que no resultó suficiente para atenuar la debacle de un film con un guión absurdo. Pero Alejandro González Iñárritu, que jamás debió romper con el guionista Guillermo Arriaga, ha demostrado tener el talento suficiente como para partir de cero tantas veces como sean necesarias y reinventarse, lo confirma con un film que nos habla del carácter voluble de la fama, y con un humor negro desnuda con amargura las miserias de sus personajes. De personajes como el interpretado por un Keaton magistral dando vida a un personaje inolvidable, el mejor de su carrera, y que a modo de sarcástico biopic (recordemos los paralelismos del personaje con el Keaton de Batman) transmuta un pasado glorioso como actor supertaquillero a la implacable realidad de una decadencia tan dolorosa como sarcásticamente corrosiva. Birdman resulta igual de magnética y mágica en sus momentos de alocado vodevil como en la íntima devastación de su feroz mirada al abismo, una tragicomedia rodada como un falso plano secuencia que otorga a la función un vértigo asombroso.


     A Keaton el papel de un actor que vivió su mejor etapa dando oxígeno a un intérprete que en los 90 encarnó a un superhéroe en cuatro exitosas entregas le viene como anillo al dedo, sobre todo como ocasión para lucir sus innegables dotes artísticas, un magnífico tour de forcé compartido con otro actor resucitado, un Edward Norton que encarna a otro actor que irrita profundamente el ego de Riggan haciéndole perder la compostura e invitándole a reaccionar desde lo más bajo de su condición anímica. El vehículo será una obra teatral de Raymond Carver que estrenada en Broadway le puede devolver el prestigió perdido. Iñárritu desecha la arquitectura narrativa laberíntica de las historias cruzadas para dar forma a una historia más lineal aunque igual de asfixiante, a lo que contribuye en gran medida y de forma incisiva un look visual novedoso y una fotografía impactante de Emmanuel Lubezki sobre los fulgores y misterios de la gran urbe y los peculiares personajes que se mueven entre bambalinas, así como una cámara inquieta que recorre los meandros del teatro con gran poder hipnótico y desconcertante pulcritud. Birdman es, por otra parte, una película triste y afectada que muestra una demoledora visión del Hollywood actual y la paródica ingenuidad del espectador a través la tendencia simple del cine de superhéroes.


      
     Pero además de su complejidad técnica, de las imprescindibles aportaciones de una preciosa Naomi Watts, Zach Galifianakis y Emma Stone, del ritmo equilibrado y frenético de la acción, si por algo te atrapa este estimulante relato de sensaciones agridulces, es por su capacidad para emocionar teniendo como guía a un tipo que se resiste a darse por vencido considerándose un fracasado y que da lo mejor de sí mismo fuera de los escenarios. Atractivo ejercicio de alquimia cinematográfica, Birdman se impone como una experiencia metaficcional que funciona como un corredor de sinuosos espejos donde se ve reflejados el desmesurado ego de los actores y su carácter ciclotímico, una montaña rusa donde el paroxismo altera las emociones, el engreimiento de los críticos (a los que el alter ego Birdman odia) y el infantilismo del espectador, las obsesiones y los sueños. Una fábula sobre la cara más histriónica, ridícula y estúpida de Hollywood.