Falomanía
DIARIO DE
UNA NINFÓMANA
DIRECTOR: CHRISTIAN MOLINA.
INTÉRPRETES: BELÉN FABRA, LEONARDO SBARAGLIA, LLUM BARRERA,
GERALDINE CHAPLIN.
GÉNERO: DRAMA / ESPAÑA / 2008 DURACIÓN:
105 MINUTOS.
Mientras escribo estas líneas tengo entre mis manos el libro de vivencias
de Valérie Tasso que ha servido de base para conformar el film que nos ocupa.
Aunque en la cinta la protagonista no folla con los sepultureros de un
cementerio ni con un policía sin escrúpulos (es imposible coitear con tanta
gente en tan sólo 105 minutos), la adaptación cinematográfica de la novela
autobiográfica de Tasso podemos considerarla bastante fidedigna. Veamos: Valérie (Belén Fabra) es una joven
francesa de 28 años, atractiva, alta, con estudios universitarios y una cómoda
situación económica. Sexualmente se muestra muy liberada y busca obsesivamente
nuevas experiencias para saciar su curiosidad sexual. Aquí te pillo y aquí te
mato, se acuesta con quien le apetece cuando le apetece, pero la muerte de su
abuela (Geraldine Chaplin) parece marcar un punto de inflexión en su vida. La
dejadez de funciones en su trabajo obliga a su jefe a ponerla de patitas en la
calle, algo que no parece inquietarla demasiado. Pronto conoce a su príncipe
azul, Jaime (Leonardo Sbaraglia),
aunque la relación le sale rana porque el tal Jaime es un tarado-pijotero-gilipollas
con un carácter tan bipolar que lo mismo le regala rosas que la maltrata. Val
está desesperada, y antes que quitarse la vida, decide trabajar en un
prostíbulo de lujo, donde comete el error de enamorarse de uno de sus clientes.
Finalmente, la muerte de una de sus compañeras la empuja a abandonar ese mundo
con perspectivas de una nueva vida.
De verga en verga y me lo tiro porque me
toca. Ser ninfómana es tan respetable como ser monja o degustadora de pepinos
que, extramuros, viene a ser lo mismo, lo que ocurre es que hasta en las
prácticas promiscuas se debe hacer un esfuerzo para mantener un cierto control.
Aun no siendo así, nada en contra tengo de la libre voluntad de expresión
sexual femenina, otra cosa es mi valoración sobre la película firmada por Christian Molina. Diario de una ninfómana parte
de una base literaria muy endeble, y el libreto de Cuca Canals está a la altura
tan soporífero material, con una estructura que pone énfasis en escenas
fácilmente prescindibles y unos diálogos sin puñetera chispa, baldones de una
narración acelerada que el espectador no tiene tiempo para canalizar tantos
fluidos orgánicos. Puede resultar una pena que su principal protagonista,
una morbosa y estilizada Belén Fabra, sólo nos deleite con la visión de su
cuerpo y su elasticidad para las posturitas, ya que adivinamos en ella un
talento interpretativo aprovechable en empresas mayores.
Tal vez el personaje, algo descerebrado,
así lo requería, pues cada paso hacia delante que da en su vida es –y mira que
es difícil- más errático que el anterior. Molina intenta dotar al producto de
una cierta solidez y elegancia, no lo logra en ningún momento porque el
conjunto carece de autenticidad, en parte por la galería de personajes
estúpidos que entran y salen de pantalla y en parte por las situaciones aún más
estúpidas en que se ven envueltos, y que no acabamos nunca de comprender: Val devora a todo hombre que se cruza en
su camino, tras perder a su abuela y el empleo se enamora del tipo más
fantoche, celoso e infame de la ciudad, y tras ser por él humillada, encuentra
en un burdel de lujo el bálsamo ideal para su insoportable furor uterino… Finalmente,
sin que nadie adivine cómo ni por qué, halla la paz espiritual. Una tormentosa odisea
patológica no apta ni para pajilleros solitarios.