viernes, 24 de septiembre de 2021

CRÍTICA: "THE CARD COUNTER" (Paul Schrader, 2021)

 

De la culpa, la expiación y el sacrificio

“THE CARD COUNTER” êêêê

DIRECTOR: Paul Schrader.

INTÉRPRETES: Oscar Isaac, Tye Sheridan, Tiffany Haddish, Willem Dafoe, Bobby C. King.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 112 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2021.

     El viejo zorro de Paul Schrader aún lo tiene. Como saben mis lectores no seré yo quien dude de la cualificación de este veterano guionista y director nacido en Gran Rapids (Michigan) en 1946, un cineasta por el que siento debilidad. De hecho, mi blog es un homenaje a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) que cuenta con un libreto magistral suyo que lo lanzó al estrellato ofreciéndole la oportunidad de dirigir títulos tan interesantes como Blue Collar (1978) y Hardcore, un mundo oculto (1979), así como artefactos más comerciales como American Gigoló (1980) y El beso de la pantera (1982). Cierto que no había vuelto a rayar como en sus mejores obras, las magníficas Posibilidad de escape (1992), una de mis películas favoritas, y Aflicción (1997). Pero volvió a coger el buen tono con El reverendo (2017) y ahora confirma su buena forma artística con The Card Counter, que digan lo que digan y a la espera de poder visionar algunas películas exhibidas, ha sido de lo mejor que se ha podido ver en el pasado Festival de Venecia. No olvidemos que Schrader es además el guionista de otra obra maestra firmada por Martin Scorsese, Toro Salvaje (1980).

     The Card Counter nos presenta a William Tell (Oscar Isaac) es un ex militar con un problema de ludopatía. A Tell solamente le interesa jugar a las cartas. Su espartana existencia en el casino es interrumpida cuando se cruza en su camino Cirk (Tye Sheridan), un joven que busca ayuda para llevar a cabo su plan de venganza contra un militar, el comandante Gordo (Willem Dafoe), quien también es un viejo enemigo de Tell. Con el respaldo financiero de La Linda (Tiffany Haddish), Tell pide que Cirk le acompañe en una ruta por los casinos de diferentes ciudades hasta que el trío se centra en ganar el World Series de póker en Las Vegas. Pero Mantener a Cirk en el buen camino se demuestra imposible, arrastrando a Tell a las tinieblas de su pasado.

     Con una estructura clásica y una severa banda sonora, el director de Autofocus nos obliga a seguir de manera impenitente a un personaje enigmático e indescifrable, William Tell, un jugador profesional de póker educado, frío y maniático que escribe un diario y al que da oxígeno de manera pluscuamperfecta Oscar Isaac. Todo su hermetismo se derrumba cuando conoce a un muchacho llamado Cirk, que resucitará los fantasmas de su pasado. Cirk le hace una propuesta: que le ayude a secuestrar y asesinar al militar responsable del suicidio de su padre, un comandante del ejército encarnado por Willem Dafoe. ¿Por qué le hace precisamente a él tan terrible propuesta? Porque tanto Tell como su padre actuaron como torturadores en la cárcel de Abu Ghraib en Irak a las órdenes del hombre que Cirk le propone asesinar.

     Con las obsesiones temáticas que vertebran su filmografía (la culpa, el dolor, la expiación, el sacrificio), Paul Schrader que, por supuesto, también firma el guión, se obstina en ofrecer a William Tell una oportunidad para la redención si consigue ayudar al chaval y a su madre económicamente con la condición de que se olvide de la sombría y atroz misión que sólo puede acabar trágicamente. Es ese conflicto lo que más le interesa al director, y muy poco el rutinario ritual de las partidas de póker en hoteles horteras, la nueva vida de un ex militar atormentado por la culpa y las brumas de un aciago pasado. The Card Counter es ante todo un relato sobre el pecado, la culpa y los remordimientos, también sobre el sacrificio de un hombre como única sanación para las heridas de su alma.

   No hay suspense en las partidas de póker, tampoco héroes, sólo que unos ganan y otros pierden, con escasa emotividad. Pero es en esos escenarios por donde se mueve nuestro abrumado protagonista para ganarse la vida, despistar a su soledad y, tal vez, para aplacar un poco su dolor. Sabe que no hay bálsamo para eso, que las cartas de su vida están marcadas, que su herida supura por una cuestión moral y existencial, y la atmósfera de los casinos y hoteles dotan a su existencia de un aura impersonal, del ansiado anonimato si se tiene la prudencia de no arriesgar mucho. Porque Tell no sabe cuánto pesaría su alma en la balanza de Zeus, aunque sabe cuánto pesa su culpa. Sabe también que el olvido es imposible, pero se puede optar por el perdón en un mundo que no concede valor a la indulgencia. Vislumbramos que el circuito de casinos acabará en un triste final bressoniano, cuando vivir es ya sólo una condena. Magnífica película.


viernes, 17 de septiembre de 2021

MATILDA LUTZ EN “REVENGE” (2017)

 

     La actriz y modelo italiana Matilda Anna Ingrid Lutz nación en Milán el 28 de enero de 1992. Debutó en 2001 en el cortometraje The Lost Scent in D Minor (2013), más tarde participó en la serie de televisión Crossing Lines (2013).


    Comenzó a ser conocida por el papel de Julia, la protagonista de la tercera entrega de la serie de películas de terror Rings (F. Javier Gutiérrez, 2017). En el año 2013 también tuvo una pequeña participación en la comedia italiana L´ultima ruota del carro (Giovanni Veronesi, 2013). En 2016 participó con otras modelos en la campaña primavera-verano de Miu Miu a cargo del director de fotografía Steven Maisel.

   Pero fue en 2015 cuando obtiene su primer papel protagónico en el drama sobre la infancia Mi chiamo Maya (Tommaso Agnese), y al año siguiente participó en la comedia L´universale (Federico Micali, 2016). El año 2016 resultó productivo para la actriz protagonizando el drama L´estate addosso (Gabriele Muccino) y la serie de televisión Los Medici, señores de Florencia. Sus últimas películas estrenadas son la fallida Zone 414 (Andrew Baird, 2021) mediocre relato de ciencia ficción, y el aseado film de terror La clásica historia de terror (Roberto De Fe, Paolo Shippoli, 2021)

    Centrándonos en la que hasta ahora es para este cronista su mejor papel protagonista y la mejor película en la que ha participado hasta la fecha, Revenge (2017), la ópera prima de la directora francesa Coralie Fargeat, podemos concluir que su premisa no cuenta con una excesiva originalidad.  Revenge nos presenta a Richard (Kevin Janssens) un adinerado hombre de negocios que va acompañado de su amante, Jen (Matilda Lutz) a una de sus escapadas de caza junto a dos amigos. La hermosa joven no pasa desapercibida para uno de los amigos de Richard que tomando por otra cosa el carácter desenfadado y chispeante de la joven la viola en ausencia de Richard. Cuando regresa Richard le cuenta lo sucedido y como no hace nada, le amenaza con contarle la infidelidad a su esposa. Viendo que todo su mundo puede derrumbarse, Richard y sus amigos intentan deshacerse de ella para siempre. Dejada por muerta en medio del desierto, la chica vuelve a la vida y el juego de caza se convierte en una venganza implacable.

    La función, además de resultar entretenida, se eleva como una denuncia contra el machismo que carcome todo el tejido social, y nos seduce por su ritmo vertiginoso que apenas concede un respiro al espectador, que verá cómo un acto sobrehumano de supervivencia el renacer de la protagonista, a quien da oxígeno de manera vibrante una superlativa y hermosa Matilda Lutz, que pasará de ser una simple carnaza a cazadora. Revenge se impone como una hiriente y descarnada fábula sobre los resortes sociales y psicológicos de una repugnante misoginia que toma a las mujeres bellas como objetos sexuales descerebrados, coartada moral que sirve también para desarrollar un subversivo, musculoso y desgarrador thriller de acción pura y dura.  

domingo, 12 de septiembre de 2021

CRÍTICA: "THE VOYEURS" (Michael Mohan, 2021)

 

El orgasmo está en la mirada

“THE VOYEURS” êêê

DIRECTOR: Michael Mohan.

INTÉRPRETES: Sydney Sweeney, Justice Smith, Ben Hardy, Natasha Liu Bordizzo, Katharina King, Cait Alexander.

GÉNERO: Thriller erótico / DURACIÓN: 122 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2021.

     El director estadounidense Michael Mohan cuenta con una breve filmografía que comienza en 2012 con la comedia romántica Save the Date, película independiente presentada en a sección oficial del Festival de Sundance que narra las convulsas relaciones sentimentales de varias parejas hoy en día. Tras dirigir el cortometraje Pink Grapefruit (2015), se hace cargo como creador y director de la serie sobre estudiantes Todo es una mierda (2018). The Voyeurs es, por lo tanto, su segundo largometraje.

    La película de Amazon Studios nos cuenta la historia de Pippa y Thomas (Sydney Sweeney y Justice Smith), una pareja joven que acaba de mudarse al apartamento de sus sueños en Montreal. En el confort de su nuevo hogar descubren que los aplios ventanales de su loft permiten ver el interior del piso de enfrente y no pueden resistirse a espiar a sus vecinos, Sebastian y Margot (Ben Hardy y Natasha Liu Bordizzo), una pareja joven y atractiva que practican sexo sin ningún pudor con las cortinas abiertas de par en par. Pippa y Thomas convierten la observación de sus vecinos en una excitante obsesión e intentan interferir en sus vidas de forma anónima. Pero pronto descubrirán que su osadía tendrá consecuencias.

     Los vecinos mirones componen un subgénero cinematográfico que se vio impulsado por la seminal La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) y que ha aportado muestras interesantes como Doble cuerpo (Brian De Palma, 1984) o Disturbia (D.J. Caruso, 2007), por citar un par de ejemplos. Pero ninguno, que yo recuerde con un componente sensual tan acusado como The Voyeurs, que ha conseguido que me inunde la nostalgia recordando los thrillers eróticos de los años 90. Y aunque sólo sea porque estamos hambrientos de contactos, la idea me ha resultado muy sugerente. 

     La película de Mohan llega en el momento justo, cuando intentamos saciarnos de piel, sudor y secretos íntimos de alcoba. Puede que el verdadero orgasmo llegue a través de la mirada, el director también lo intuye y se recrea en el lenguaje corporal de los esculturales cuerpos de los protagonistas, las sinuosas posturas y lo que les excita para llegar al verdadero orgasmo mientras el corazón del espectador palpita con fuerza. La pareja interracial compuesta por Thomas y Pippa (él, músico, ella, oftalmóloga), acaban de mudarse a un loft de ensueño en una zona acomodada de Montreal. Desde su ventana observan cómo una pareja hace el amor sin importarle que los miren. El descubrimiento de tan morboso entretenimiento tiene que esconder alguna trampa, y eso es algo que el espectador más avispado adivinará pronto.

      Ese es el enigma que confiere interés a la función, porque no sabemos en qué consiste el misterio, aunque ya imaginamos que finalmente nos regalará una moraleja. Cierto que el espectador tendrá que pasar por alto algunos aspectos dejando suspendida la credibilidad (el invento de los mensajes con la impresora desde otro edificio, el laser para escuchar las conversaciones y algunas casualidades muy llamativas), pero somos conscientes de que estamos ante un divertimento sin pretensiones y nuestro interés se centra en las sensuales escenas y en el secreto que esconde el tal Sebastian, ese guapo fotógrafo que se exhibe haciendo el amor con su mujer y practica sexo con todas las aspirantes a modelos que le buscan para una sesión fotográfica. Algo que incomoda sobremanera a Pippa, dispuesta a contarle a Margot las infidelidades de su marido en contra de la opinión de Thomas. Es con esta decisión cuando se produce un punto de inflexión, con varios giros argumentales que moldean el arco dramático y se intensifica el suspense. Lo que era un pasatiempo excitante acaba convirtiéndose en un juego peligroso que trastornará las relaciones de las dos parejas. La tragedia se cierne sobre ellos y la función seguirá con sus maquiavélicas vueltas de tuerca para que nadie quede libre de culpas y de sus consecuencias. ¿La moraleja? Vive tu vida y deja en paz las vidas ajenas.