Nada nuevo más allá del sistema solar
“AD ASTRA” êêê
(James Gray, 2019)
El director estadounidense James Gray tiene en su filmografía
mejores películas que Ad Astra, por citar sólo tres dentro
del género que más brilla, son superiores a su último título Cuestión
de sangre (1994), La otra cara del crimen (2000) y La
noche es nuestra (2007), tres thrillers musculosos que demuestran que
ese es el terreno que mejor cultiva.
Ad Astra es una película bien
rodada, pero narrativamente no es otra cosa que una Apocalypse Now en el
espacio, la enésima obra inspirada en el clásico literario de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas. Así, el
film nos presenta al astronauta Roy
McBride (Brad Pitt) que viaja a los límites del sistema solar para
encontrar a su padre perdido (Tommy Lee Jones) y desentrañar el misterio que amenaza la
supervivencia de nuestro planeta.
Con el padrinazgo de la productora de Brad
Pitt y partiendo de la idea seminal que tiene como premisa la magistral novela
de Conrad y que tanto juego sigue dando, Gray ilumina un misterio (el de un
padre astronauta desaparecido hace dos décadas atrás pero con indicios de que
sigue con vida aunque con la mente erosionada) y de su hijo, también astronauta
que es enviado en su búsqueda porque puede tener la solución para que
desaparezca la amenaza que se cierne sobre la Tierra. Pero la historia no alcanza el sentido metafísico que plasmó Coppola en
su película sobre la Guerra de Vietnam ni la aventura tiene el tono épico y
poético de Interstellar, en donde
Nolan inflamaba de emoción un verbo cargado de espiritualismo e imágenes
extasiantes.
Ad Astra luce bien, pero carece de recursos
interesantes, elementos innovadores y de complejidad narrativa, aunque incluye
escenas de gran suspense como la del accidente de la antena espacial, el ataque
de los piratas en la superficie lunar y la misión que explora la estación
biomédica noruega. Sin embargo, no
resulta verosímil en un plano científico y se toma algunas licencias difíciles
de entender, como el hecho de que se asigne a Roy a un anciano enfermo (Donald Sutherland)
para controlarlo en su viaje a Marte o el hecho de que Roy no sea juzgado por
provocar la muerte de todos los tripulantes del cohete Neptuno. Da igual porque
Brad Pitt lo cubre todo con su barbita de una semana, su mirada melancólica, su
carácter reflexivo y rectitud moral, lanzado al albur de una aventura cósmica
que no aporta gran cosa salvo desolación, un vacío sideral sobre un paisaje
yermo.