viernes, 27 de abril de 2012

LOS JUEGOS DEL HAMBRE


Premisa nada original para un film de correcta factura.
LOS JUEGOS DEL HAMBRE
DIRECTOR: GARY ROSS.
INTÉRPRETES: JENNIFER LAWRENCE, JOSH HUTCHERSON, ELIZABETH BANKS, LIAM HEMSWORTH, WOODY HARRELSON.
GÉNERO: CIENCIA-FICCIÓN / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 142 MINUTOS.   
SALA DE EXHIBICIÓN: CINES VICTORIA (Don Benito).
     
      La adaptación de la primera novela de la trilogía firmada por la guionista y novelista Suzanne Collins (las otras dos entregas llevan por título “En Llamas” y “Sinsajo”), ha obtenido un estruendoso éxito de taquilla en su primer fin de semana de estreno en las salas de los Estados Unidos con 155 millones de dólares recaudados, colocándose como el mejor estreno de la historia en un mes de marzo. Si tenemos en cuenta que su presupuesto ronda los 78 millones, sus beneficios al final de su recorrido en USA y el resto del mundo pueden ser mareantes, pues mientras escribo estas letras su recaudación pasa ya de los 600 millones, siendo la tercera película más vista en su primer fin de semana detrás de Harry Potter 8  y El caballero oscuro. Son datos para la estadística, pero como apasionado al 7º Arte, lo que a este cronista le interesa es la calidad final de la obra. Ya que la literatura juvenil o englobada dentro del extraño término “young adult” (joven adulto), no me dice nada, tenía el temor de encontrarme con otro cagarro en la onda de los vampiros maricas de Crepúsculo, esa interminable tontería engendrada por la mente ñoña de la mormona Stephenie Meyer. Nada más lejos de la realidad, porque estamos ante un acontecimiento de cierta relevancia que contiene muchos de los ingredientes que nos hacen pasar un buen rato en el cine; acción, suspense, romance, emoción y una protagonista con determinación y carisma.
      
      Vayamos con el argumento: Ambientada en un tiempo futuro indeterminado en las ruinas de lo que un día fue Estados Unidos, el capitolio de la nación de Panem obliga a cada uno de sus doce distritos a enviar a un chico y una chica por distrito para competir en Los Juegos del Hambre, un juego letal que les obliga a matarse entre ellos como castigo por una sublevación que tuvo lugar en el pasado. El acontecimiento es retransmitido por televisión a todo el país, y los llamados “Tributos” tienen que luchar entre sí hasta que sólo quede un superviviente, al que se le dotará de provisiones y confort. Por parte del distrito 12 los elegidos para formar parte de la salvaje cacería son Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), una joven de 16 años que se presenta voluntaria a los juegos para evitar que lo haga su hermana pequeña, y Peeta Mellark (Josh Hutcherson). Katniss, que cuida de su madre y de su hermana, es buena amiga de Gale (Liam Hemsworth), quien se queda en el distrito cuando ella es enviada al capitolio. Pero Peeta siempre ha estado enamorado de Katniss, lo que da inicio a una carrera por la supervivencia  de distinto signo al que estaba previsto. Antes de que se inicien los juegos ambos deben someterse a un entrenamiento para el que serán preparados por un estilista, Cinna (Lenny Kravitz), una supervisora, Effie Trinket (Elizabeth Banks), y un consejero y mentor, Hanvitch Abernathy (Woody Harrelson).

      Por la sinopsis, mis inteligentes lectores se darán cuenta de que la premisa de la cinta no es nada original, recordemos la magnífica Batlle Royale (Kinji Fukasuku, 2000), tal vez una de las más claras referencias para la escritora, y ese mal plagio de la anterior y subproducto de vídeo-club titulado La isla de los condenados (Scott Wiper, 2007). Sin embargo, el planteamiento de Gary Ross (mucho más light de lo que este crítico hubiera deseado), para esta fábula distópica resulta más inteligente de lo que cabía suponer, pues aun con su factura mainstream, logra proyectar una visión estremecedora y sombría sobre el futuro de la humanidad donde la diferencia de clases es cada vez más acusada, haciendo bueno el acervo “perro come a perro”. La importancia del director de casting nos habla del acierto en la selección de todo el reparto, en el que destaca una Jennifer Lawrence soberbia e implicada a fondo un papel que no imaginamos en la piel de ninguna otra actriz. Crítica feroz sobre las sociedades herméticas y absolutistas, así como de la degradación de los medios de comunicación de masas, con especial censura a los realitys-shows, Ross confiere  una complejidad insólita a un producto destinado principalmente a un público teen, y donde el juego intuiciones te invita a reflexionar sobre el perfil de los personajes, sus conexiones y reacciones dentro de un entorno agobiante.    

      LOS JUEGOS DEL HAMBRE no sólo triunfa en su alegato contra la violencia, los estados policiales y el atropello constante de los derechos individuales (tanto 1984, de George Orwell, como Un mundo feliz, de Aldous Huxley se encuentran también entre sus múltiples fuentes referenciales), donde los instintos bélicos del ser humano sirven de contenedor de emociones a través de un reality-show televisivo (con un público de clase alta que disfruta del espectáculo), pues dentro de su corpus late con fuerza una terrible introspección sobre la involución que puede depararnos el tiempo futuro: pan y circo, circo romano para disfrute de los privilegiados, un juego a muerte en el que los más débiles asumen el papel de carnaza. El film tiene una importante intensidad dramática, profundiza en los sentimientos y la angustia de los personajes, deteniéndose en el valor de Katniss- pilar básico de la función- para superar situaciones verdaderamente complicadas. No estamos ante una obra maestra, para resultar verdaderamente punzante, se ve necesitada de escenas, momentos y detalles más crudos de la carnicería, sobre todo cuando de lo que hablamos es de una sociedad instaurada bajo los principios primitivos de la violencia, lo que entendemos como una estrategia para captar sectores más amplios de público. Con una ambientación cuidada y dirigida con solvencia por Gary Ross (aunque recrea de forma mediocre algunas secuencias de acción), me queda la duda de la auténtica trascendencia que hubiera alcanzado este blockbuster si sus responsables, sin el ajustado corsé de la calificación por edades, hubieran demostrado una mayor osadía.


lunes, 23 de abril de 2012

DESCUIDOS FATALES



     Cantaba el gran Joaquín Sabina “Hay mujeres veneno, mujeres imán / Hay mujeres consuelo, mujeres puñal / Hay mujeres de fuego / Hay mujeres de hielo /Mujeres fatal / Mujeres fatal”. Pues sí, la femme fatal, gran icono del cine negro desde la invención del género, pero también hay destinos fatales, rutas fatales, atracciones fatales, verdades fatales y, cómo no, tenemos los descuidos fatales. No, no me refiero a eso de hablar por el móvil, comer e incluso afeitarse cuando nos encontramos al volante de un vehículo, de manera más frívola nos encontramos con los descuidos que sufren las famosas que le hacen ascos a la ropa interior. A MILEY CYRUS, la popular Hannah Montana, le ha ocurrido esto en varias ocasiones.  
     
     La cantante, actriz y estrella de Disney que tiene fama de díscola (bueno, de juguetona, pues sólo tiene 19 años), ha sido cazada en distintos momentos subiendo a su coche y dejando al descubierto sus rasuradas intimidades, aunque ella ha aclarado que en la foto del vestido negro lo que llevaba, en realidad, era unas braguitas de color visón. No lo creo, no con un vestido negro ¿y en la del vestido blanco? Miley, que tenía a sus fans preocupados por la alarmante pérdida de peso que ha sufrido en los últimos tiempos, se ha apresurado a declarar que todo se debe a su alergia al gluten y la lactosa, y no, como se ha especulado en las redes sociales, a problemas de anorexia. Que las chicas no lleven ropa interior siempre me ha parecido muy práctico y sensual, puede que no sea cómodo ni higiénico, que se puedan escapar algunas gotitas doradas, que te delaten en según qué situaciones… Todo eso son cuestiones menores que no equilibran la excitación que me produce, siempre he pensado que la mejor lencería es la piel de una mujer adornada con un cielo de pequitas y lunares. Lúbrica carnalidad que no necesita estar encorsetada ni por el más suave de los tejidos. Ay, esas feromonas.

domingo, 22 de abril de 2012

BATTLESHIP


Patriotera, belicista, superficial: ideal para un público adocenado
BATTLESHIP
DIRECTOR: PETER BERG.
INTÉRPRETES: TAYLOR KITSCH, LIAM NEESON, ALEXANDER SKARSGARD, BROOKLYN DECKER, RIHANNA.
GÉNERO: FANTÁSTICO / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 131 MINUTOS.   

     Que la imaginación escasea en Hollywood es algo que sabemos desde hace décadas, y aunque una película se puede inspirar en cualquier cosa (Transformers en unos juguetes, Piratas del Caribe en una atracción), tomar como base el popular juego de mesa de Hasbro “Hundir la flota” dice mucho de la parquedad de ideas en que está inmersa la meca del cine, siempre a la búsqueda de una saga que como ¿Crepúsculo? ¿Harry Potter?, se convierta en una fuente inagotable de beneficios. Superando los 200 millones de presupuesto, BATTLESHIP, aun con el gancho de la intervención de la famosa diva pop Rihanna, tendrá muy difícil cumplir ese objetivo.  
      
      Estrenada en España antes que en Estados Unidos (en donde tiene previsto su estreno el mes de mayo), el film nos sitúa en Hawai, donde la flota naval norteamericana dispone de sus más avanzados buques de guerra. Es allí donde se plantea una épica aventura que podría terminar con la destrucción de la humanidad. El enemigo es una extraña y poderosa raza de extraterrestres que se instaló en la Tierra para hacer del planeta su esclavo, como proveedor de energía a través del agua. La encarnizada guerra está diseñada como si fuera un juego de mesa mostrando las decisiones y acciones de los combatientes, así, personajes como el teniente Alex Hopper (Taylor Kitsch), oficial de la marina del John Paul Jones; el comandante Stone Hopper (Alexander Skarsgard), hermano mayor de Alex al cargo del Samson; la suboficial Raikes (Rihanna), especialista en armas del John Paul Jones, y el almirante Shane (Liam Neeson) oficial superior de Hopper y Stone y padre de Sam Shane (Brooklyn Decker), fisioterapeuta de la marina y novia de Alex, intentarán evitar por todos los medios que la temible raza de alienígenas se haga con los mandos de nuestro planeta y acabe con la vida tal y como la conocemos. 

      No me parece a mí que la variante de los marcianos haga más atractivo este juguete al frente del cual está el actor y director Peter Berg (Hancock, La sombra del reino), de hecho si el enemigo fuera saudí o norcoreano tal vez tuviera más sentido lo que no es más que un artefacto propagandístico de exaltación patriótica y militar. Como era de esperar por el material en el que se inspira, el guión es simplón y con más agujeros que un queso de Gruyère (absurda toda la planificación de la estrategia bélica), lo que no puede esconder unos impresionantes efectos digitales que se convierten en el único atractivo de la función. BATTLESHIP es cine palomitero absolutamente olvidable a modo de largo spot para el reclutamiento, una proclama belicista en donde los vacuos esfuerzos de sus entusiastas protagonistas (con sus gestos adustos, pecho inflamado y alta moral), los convierten en meras marionetas al servicio ideológico del Tío Sam. El diseño y las acciones digitales corren a cargo de los creadores de Transformers, especialistas en blockbusters y productos fast-food que nos presentan detalles nada originales de esos acorazados de mecánica muy avanzada. La película, vista como una explosión de fastuosos fuegos artificiales desde una montaña rusa, no sorprende ni en el diseño de los marcianos, que parecen clones sacados del popular videojuego Halo.  

      Y en ese maremágnum de estallidos, fogonazos y efectos visuales podemos encontrar contadas escenas bien planificadas en su dimensión mastodóntica y espectacular, pero como parece que ni sus responsables se toman en serio el invento, olvidamos pronto las razones de la invasión alienígena para centrarnos en la acción  de floreros como la cantante Rihanna, cuya presencia, sin ser testimonial, carece de enjundia, demostrando que está en buena forma física aunque sus cualidades interpretativas estén muy limitadas. Todo esto ya lo ha hecho anteriormente Michael Bay con igual (o superior) soltura, cine que aúna visión del espectáculo con dogmatismo patriótico, para rememorar dos trágicos acontecimientos grabados a sangre y fuego en el imaginario norteamericano: Pearl Harbor y el 11-S, y en donde ambos enemigos están representados alegóricamente por criaturas extraterrestres. En fin, publirreportaje rebosante de estereotipos (el afán de superación del chico guapo y problemático que se enamora de la rubia despampanante que además es la hija de su superior), que consigue alojar su mensaje y que nos recuerda la guerra es un estado viscoso adherido a nuestra cultura y economía.   ¡¡¡¡ Izad las banderas!!!!

martes, 17 de abril de 2012

LAS FOTOS HIPNÓTICAS: CINDY CRAWFORD


      
      Ya era hora de hacerle un hueco en esta sección a la que fue una de las musas más anheladas de las décadas de los 80 y 90, la supermodelo CINDY CRAWFORD, considerada junto a Elle MacPherson, Linda Evangelista, Claudia Schiffer y Naomi Campbell como una de las grandes top-models que revolucionaron el mundo de la moda. Nacida el 20 de febrero de 1966 en Dekald (Illinois), fue además conductora de un programa de la MTV durante seis años, y famosa fue aquella impactante anécdota sucedida en Alemania, de cuyas carreteras se tuvieron que retirar sus carteles publicitarios debido a que la tasa de accidentes se había incrementado un 300%. Con su característico lunar facial, triunfó en el mundo del modelaje, fueron muy populares sus vídeos de ejercicios, ocupó miles de horas y páginas en la televisión y la prensa tras su matrimonio con el actor Richard Gere (de 1991 a 1995), y se rumoreó que todo fue una cortina de humo para ocultar la supuesta homosexualidad de ambos, apareció en la portada de más de 600 revistas, fue la primera supermodelo que se desnudó en la revista Playboy y sus medidas eran de ensueño (86-61-89, con una estatura 1´76 y  59 kg de peso). Sin embargo, nunca pudo triunfar en el cine, su debut en aquel pestiño titulado Caza legal (1995), fue un tremendo fracaso crítico y de taquilla, condenándola de por vida, pues desde entonces sólo ha intervenido en pequeños papeles irrelevantes en films como 54 (1998) o The Simian Line (2000).


     Debido a mi alta fertilidad, Cindy, fui donante de esperma en varias ocasiones (ya sabes, un tipo joven, sano, ejem… inteligente). Sólo tus fotos servían para estimularme mientras en mi walkman espoleaba “Let me put my love into you” (Déjame poner mi amor dentro de ti), de AC/DC. Era imposible crear atmósfera sin tu presencia, el placer organizado como un culto, sexo reaccionario en su más puro y salvaje instinto, la contaminación plena de los sentidos. E imaginaba que regaba con mi semen tu boca, tus pechos, tus manos delicadas… un juego de incorrecciones que acababa transformándote en la más amada, la más puta.

viernes, 13 de abril de 2012

GRUPO 7


Sevilla, ciudad violenta
GRUPO 7
DIRECTOR: ALBERTO RODRÍGUEZ.
INTÉRPRETES: MARIO CASAS, ANTONIO DE LA TORRE, JOAQUÍN NÚÑEZ, JOSÉ MANUEL POGA, INMA CUESTA.
GÉNERO: THRILLER / ESPAÑA / 2011  DURACIÓN: 95 MINUTOS.   
    
      Sorprenden los cambios de registros temáticos en la filmografía del competente director sevillano Alberto Rodríguez, que debutó en el cine codirigiendo junto a Santi Amodeo la comedia El factor Pilgrim (2000), para después incidir en este género con la problemática de la inmigración como fondo en El traje (2002), surcar el territorio del drama suburbial con la exitosa 7 vírgenes (2005), y a continuación firmar aquel amargo drama generacional titulado After (2009). Ahora bucea de lleno en el thriller para presentarnos la que para este crítico es su mejor película hasta la fecha, GRUPO 7, film con tintes de crónica social en el que asistimos a la tremenda rutina laboral del así denominado grupo especial de la policía de Sevilla para limpiar de delincuencia el centro de la ciudad ante la inminente inauguración de la Expo-92. La brigada policial está compuesta por Ángel (Mario Casas), un joven aspirante a inspector, inteligente y compasivo, Rafael (Antonio de la Torre), un policía expeditivo, contundente y arrogante, Miguel (José Manuel Poga) y Mateo (Joaquín Núñez), que hacen gala de una socarronería nunca reñida con unos métodos poco ortodoxos.
      
      Ángel transita cada vez con más soltura por el camino de la ambición y los excesos policiales descuidando la relación con su esposa, Elena (Inma Cuesta), mientras Rafael, soltero y solitario, encuentra el amor inesperado en la enigmática Lucía (Lucía Guerrero), a la que acogerá tras ver como su novio la ha dejado tirada en la calle. El juego de traiciones, lealtades y sentimientos encontrados se complicara a medida que el grupo acumula éxitos y condecoraciones a la vez que denuncias por sus métodos al margen de la ley. Traspasan una y otra vez la línea que separa lo ético de lo abiertamente inmoral. Actúan con violencia, se sirven de mentiras y medias verdades, para el grupo todo vale.

      Inspirada en hechos reales y resonancias al cinéma vérité (en la onda de la crónica policial francesa, materia en la que son unos maestros, recordemos la magistral Ley 627 o la reciente Polisse), estamos ante un magnífico trabajo de campo que nos acerca a aquella realidad histórica que llevó a finales de los 80, en los preparativos de la Expo-92, a limpiar de yonkis, traficantes y rateros las calles del centro de Sevilla con el objetivo de ocultar una dramática realidad y ofrecer una imagen impoluta de la ciudad, trazando un camino aseado para la inauguración por parte del Rey de la muestra universal. GRUPO 7 es una película muy entretenida, con un ritmo vertiginoso e impactantes secuencias de acción que no desprecia en ningún momento la denuncia social, incitando a la reflexión sincera sobre unos personajes tensionados al límite, que tienen que hacer uso de toda clase de recursos y estratagemas sin importarles si el fin justifica los medios.

      Una de las grandes singularidades de la vida es que la mierda tiene el color del chocolate, y a uno no le queda más remedio que preguntarse, si en verdad está demostrado que existen cualificados directores españoles para realizar buen cine de género (en el policíaco las excelsas La caja 507, Celda 211, No habrá paz para los malvados) ¿por qué coño se enredan en paridas y bazofias tan indigestas? Será que creen que la mierda también sabe a chocolate. GRUPO 7 es la primera muestra de cine brillante patrio en lo que va de año, con un elenco que raya a gran altura incluso a nivel de secundarios (eso sí, Mario Casas sigue teniendo problemas de vocalización) y un Alberto Rodríguez que demuestra una vez más que es un gran director de actores, un film explosivo en su efecto tonal como radiografía del submundo del lumpen, y de una gran intensidad emocional para dotar de atractivo el perfil de esos dos policías tan antitéticos en su invertido tránsito de la luz a la oscuridad. Son polis porque así lo dicen sus placas, pero bien podrían estar al otro lado de la ley.

      Algunos personajes, como el de Inma Cuesta, quedan algo desdibujados y la vida interior de la pareja de policías protagonistas conforma un estereotipo muy acuñado, pero donde el film alcanza su plenitud es en su espléndida ambientación, en su buceo por las ciénagas pestilentes de la marginalidad y la miseria, las tripas, el submundo de una ciudad donde el trapicheo, la venta ilegal y las drogas no sólo conforman la punta del iceberg de una economía sumergida, también la constante de supervivencia de unos perdedores con graves problemas estructurales y cuyo nivel intelectual roza en demasiadas ocasiones la idiocia. Ser poli tiene sus riesgos y limpiar de basura las calles no es tarea fácil, lo que te obliga a comerte más de un marrón y a estar siempre alerta (observen los cuatro policías humillados tras ser desarmados y desnudados por unos traficantes en el popular barrio de la Candelaria), lo adivinas desde esa musculosa persecución inicial por los tejados del centro de Sevilla, que a lo largo del metraje nos llevará a la oscura  indefinición de fronteras entre el bien y el mal. Además del terrorismo, uno de los más trágicos problemas que sufrió la sociedad española en los 80 y 90 fue el masivo consumo de drogas duras que mermó a toda una generación, el recuerdo de aquellos fastos todavía me hace sentir su poso de perdición y muerte.