domingo, 26 de febrero de 2023

CRÍTICA: "LLAMAN A LA PUERTA" (M. Night Shyamalan, 2023)

 

La puerta del Apocalipsis

“LLAMAN A LA PUERTA” êêê

DIRECTOR: M. Night Shyamalan.

INTÉRPRETES: Dave Bautista, Jonathan Groff, Ben Aldridge, Kristen Cui, Nikki Amuka-Bird, Rupert Grimt, Abby Quinn, McKenna Kerrigan.

GÉNERO: Thriller/Terror / DURACIÓN: 100 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2023

    Muy lejano queda ya el debut como director de M. Night Shyamalan con aquella película rodada con presupuesto de guerrilla titulada Praying whit Anger (1992), un drama sobre inmigración que él mismo escribió y protagonizó. Pero me sigo reafirmando en que El protegido (2000) sigue siendo su gran obra maestra, un escalón por encima de películas magníficas como El sexto sentido (1999), Múltiple (2016) y Glass (2019) con las que aquella película magistral guarda una directa relación.

     Mucho mejor película que la irregular Tiempo (2021), Llaman a la puerta nos presenta a Eric (Ben Aldridge) y Andrew (Jonathan Groff), una pareja perfecta y feliz que viven junto a su hija adoptada, Wen (Kristen Cui). La familia está pasando unas vacaciones en una cabaña aislada en medio del bosque. Una vez allí, mientras está jugando, Wen ve venir a Leonard (Dave Bautista), un tipo enorme que afablemente entabla una conversación con ella. Todo se complica cuando tres extraños que portan unas extrañas armas se acercan acompañando a Leonard e irrumpen violentamente en la cabaña y les obligan a tomar una terrible decisión para salvar el mundo. ¿Serán capaces Eric y Andrew de tomar esa pavorosa decisión?

    A vueltas con el fin del mundo (obsesión temática en casi toda la obra del director), Llaman a la puerta es, como también suele ser habitual en Shyamalan, una pequeña película que parte de una premisa gigantesca y universal pero centrada en un asfixiante microclima y en un reducido grupo de personajes. Nada extraño pues, que el director se interesara como inspiración en la novela de Paul Tremblay, The cabin at the end of the world, que desliza hábilmente las preocupaciones del cineasta estadounidense de origen hindú. Así, imaginamos pronto que ese sosiego naturalista que se nos muestra al comienzo con una niña cazando saltamontes se verá roto abruptamente cuando en el horizonte aparece el imponente Leonard, al que da oxígeno el ex luchador de wrestling convertido en actor Dave Bautista, que se muestra cortés con la niña, a quien pregunta su nombre, pero que en lo que más interesado está es en hablar con sus dos padres porque tiene que contarles algo importante. El temor de Wen, la niña, surge cuando siguiendo los pasos de Leonard aparecen otros tres extraños, un hombre y dos mujeres con armas tan imposibles como letales. Lo que al principio se nos antoja un home invasion (eso es lo que creen los padres de Wen), deriva en algo más aterrador cuando el cuarteto que les han tomado como rehenes se presenten uno a uno ante la familia y les cuenten por qué están ahí.

    Contar el motivo sería destripar la médula argumental alrededor de la cual gira la trama, pero apuntaré que el relato narrado por los asaltantes tiene que ver con el fin de la humanidad y que impedirlo sólo está en manos de los padres de Wen, aunque lo que se les pide es tan escalofriante que prefieren creer que todo se debe a las alucinaciones de una peligrosa secta o de alguno de esos grupos que desarrollan alarmantes teorías conspiranoicas. Poco a poco irán descubriendo que no es así, aunque en principio duden de sean reales los reportajes de las múltiples catástrofes que están viendo en los noticieros de la televisión. Como era previsible, Llaman a la puerta se impone como una fábula moralista y espiritualista (Apocalipis bíblico), que nos habla de causas nobles como el sacrificio por amor y la entrega del alma inmortal para salvar a la humanidad, inmersa en un torbellino de tragedias climáticas y pandémicas que anuncian un atroz e inexorable final.

     Confirmado como un virtuoso del terror psicológico, M. Night Shyamalan despliega su estilo y recursos característicos de planos muy cerrados, primeros planos solemnes y miradas impenitentes a la cámara, jugando con la confusión de la familia rehén cuando ve invadida su propiedad, pero en ello no existe ningún motivo homofóbico ni crematístico, ni lo que en apariencia creen un delirio de unos locos integristas que irán demostrando su ciega creencia con acciones tan absurdas como espeluznantes, y que tienen en Leonard a su guía sereno, amable y sufriente para tratar de convencerles de su inalterable verdad. Llaman a la puerta está lejos de ser una película redonda, pero el espectador llegará hasta el final manteniendo un alto nivel de tensión y extrayendo lecturas tan inquietantes como esperanzadoras sobre la fuerza del amor, el sacrificio personal por un bien común y la sensación de alarma que provoca el actual estado de las cosas: guerras, terrorismo, pandemias, desastres ecológicos, terremotos… señales que nos acercan al anunciado Apocalipsis.

martes, 21 de febrero de 2023

CRÍTICA: "INFINITY POOL" (Brandon Cronenberg, 2023)

 

Pon un clon en tu vida y lograrás la perdición

“INFINITY POOL” êêê

DIRECTOR: Brandon Cronenberg.

INTÉRPRETES: Alexander Skarsgård, Mia Goth, Cleopatra Coleman, Jalil Lespert, Thomas Kretschmann, Jeff Rocketts, John Ralston.

GÉNERO: Ciencia ficción / DURACIÓN: 118 minutos / PAÍS: Canadá / AÑO: 2023

    Dicen que de casta le viene al galgo. Es lo que ocurre con Brandon Cronenberg, hijo del reputado director canadiense David Cronenberg, firmante de obras míticas del Séptimo Arte como Videodrome, La mosca, Crash o Promesas del Este, además de ser uno de los popes del concepto La Nueva Carne en su plasmación cinematográfica, que versa sobre la mutación del cuerpo y la manipulación genética con creaciones de monstruosidades tan creíbles como tangibles. La herencia cultural transferida y que empapa todo lo realizado por Brandon hasta la fecha está presente en Antiviral (2012), sobre un empleado de una clínica dedicada a replicar enfermedades de celebridades para el consumo público que se inyecta la enfermedad de un famoso sin tener la cura. Y por supuesto, en Possessor (2020), sobre una organización secreta que utiliza implantes cerebrales para controlar los movimientos de unas personas que son utilizadas para cometer asesinatos que benefician a hombres poderosos del mundo corporativo. En su última película, Infinity Pool, nos deja claro que estamos ante un talento en ciernes, como guionista y director, que aunque todavía no ha entregado ninguna obra maestra, se está convirtiendo en un nombre imprescindible dentro de la corriente de perversión estética de la carne.

     Infinity pool nos presenta a James (Alexander Skarsgård), un escritor bloqueado en la búsqueda de la inspiración, y a su mujer, Em (Cleopatra Coleman), su mecenas e hija de un importante editor. Ambos están disfrutando de unas vacaciones en la playa de la paradisíaca y ficticia Isla de La Tolqa. Un día, una mujer, Gabi (Mia Goth), reconoce a James y se declara fan de su única novela publicada. Con ella y su grupo de amigos se divierte hasta que una noche James atropella con su coche a un hombre, situación que hará que emerja toda una subcultura del turismo hedonista, la violencia imprudente y los horrores surrealistas del resort de lujo.

    En su tercer largometraje, Brandon Cronenberg crea una película de sesgo surrealista y tremendamente paranoica, una fábula pseudopornográfica sobre una clase social tan aburrida como privilegiada, que puede llegar a desarrollar todo tipo de perversiones que solo representan para ellos una diversión, un pasatiempo enfermizo que actúa como estímulo para abandonar la desidia, el hastío de la mediocridad. La película comienza a alzar el vuelo cuando James atropella con el automóvil a un pobre desgraciado (la miseria se extiende por toda la isla a excepción del hipervigilado resort), detenido por las autoridades, un mando al que da vida Thomas Kretschmann le explica que en el país existe una ley muy explícita: todo asesinato (aunque fue un accidente) debe ser vengado por el hijo de la víctima. James, está muy asustado, pero le ofrecen una solución para salir airoso: pagar una considerable cantidad para ser clonado, y mientras el hijo de la víctima mata al clon, él debe estar allí para observarlo todo, para saber qué se siente asistiendo a su propio asesinato. Una vez rota la brújula moral, y enterrados todos los escrúpulos y prejuicios, James es arrastrado por Gabi a un tenebroso submundo de placer y violencia visceral, porque si sus actos no tienen consecuencias, qué les impide a él y a los demás exceder cualquier límite (ético, moral, espiritual…) más allá del horror que pueda provocar.

    Em, la mujer de James, salió de la isla horrorizada tras haberle pagado a su marido la salvación, pero James, que no encuentra el pasaporte, debe quedarse unos días más en la isla, enredado en una febril espiral de placer y horror, acompañado por Gabi y su grupo, utilizan una horribles y deformes máscaras que les otorgan el anonimato para encubrir sus espeluznantes fechorías. Los clones de James se repiten y al espectador le asalta la intrigante duda de si en verdad el James original ya no existe y lo que tienen ante sus ojos es sólo una copia perfecta del original. Así, Cronenberg nos introduce en una morbosa historia que nos interpela sobre el peso de la conciencia humana, sobre nuestro salvaje comportamiento si, con toda impunidad, desaparecen todas las líneas rojas que nos impone la bienpensante sociedad. Con un excelente uso cromático a cargo del iluminador Karim Hussain, el recurso reiterado de planos detalle y primeros planos, Infinity pool se impone como un relato turbador rebosante de escenas siniestras y de una realidad alterada, una crítica a la inaccesibilidad de las élites sociales a las que, subidas en sus atalayas de dinero y poder, nada les mancha, y asistimos a sus juegos prohibidos, lanzando las redes a un inocente rehén, dejando así marcada para siempre su vida. Interesante película.

sábado, 18 de febrero de 2023

CRÍTICA: "LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA" (Fernando Franco, 2022)

 

La bendición del sexo

“LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA” êê

DIRECTOR: Fernando Franco.

INTÉRPRETES: Veleria Sorolla, Telmo Irureta, Emma Suárez.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 110 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2022

    He de reconocer que, anteriormente, de Fernando Franco sólo había visto la gélida y amarga La herida (2013), su debut cinematográfico en el largometraje que, con un guión del mismo Franco y Enric Rufas, narra la vida de una mujer cercana a la treintena que fuera de su trabajo muestra un comportamiento antisocial, con problemas para relacionarse incluso con las personas que quiere. No he tenido la oportunidad de ver Morir (2017), tal vez no me atreva nunca, porque mis referencias son que no debería estar muy deprimido para pensar en esa posibilidad.

     La consagración de la primavera, título que alude a la composición orquestal de Stravinski, gira en torno a Laura (Valeria Sorolla), una joven que acaba de llegar a Madrid para instalarse en un Colegio Mayor y estudiar la carrera de Químicas. Sola y sin apenas dinero, intenta adaptarse a su vida universitaria. Una noche, cuando asiste a la fiesta en casa de un chico, conoce a su hermano David (Telmo Irureta), un joven con parálisis cerebral que vive con su madre, Isabel (Emma Suárez). Laura inicia con ellos una relación de confianza mutua que le sirve para tener más seguridad en sí misma y afrontar una nueva etapa de madurez.

   Lo que no cuenta la sinopsis es que el encuentro inesperado que va a cambiar la vida de Laura se da porque, al conocer a David, el joven con parálisis cerebral, y posteriormente leer su blog sobre las necesidades sexuales de las personas que como él sufren ese tipo de trastorno que afecta a sus capacidades psicomotrices y cómo son ignoradas por el resto de los mortales. Así, ante la precariedad económica y la curiosidad, Laura se convierte en asistenta sexual de David, y comprobará que la parálisis no le impide disfrutar del sexo.

    La consagración de la primavera podría integrarse dentro del género fantástico, porque salvo el consecuente y previsible final, todas las situaciones me resultan inverosímiles, y ni siquiera haciendo un esfuerzo por imaginarme la necesidad de experimentación (citas en Tinder, las drogas, los escarceos sexuales) que tiene Laura logro entrar en la función. Y es cierto, una película se crea a partir de una chispa, una idea que sirve de premisa, otra cosa es el acierto en el tono y desarrollo de esa idea convertida en libreto y después filmada. Insisto, no me creo nada de lo que Fernando Franco nos narra salvo la necesidad de desahogo sexual de David, a quien da oxígeno eficazmente Telmo Irureta. Es además una película cobarde que, con ínfulas transgresoras, apenas asume riesgos mostrando los encuentros sexuales de David y Laura, rodados casi todos ellos con el fuera de campo y sin mucha imaginación, cuando el impacto, la sorpresa y la novedad debe estar en la luminosa explicitud. Porque, no nos engañemos, aunque se quiera camuflar una historia de conocimiento dotada de cierta ternura y que actúa como impulso para la liberación de Laura, en verdad todo se reduce al sexo, sobre todo para el disfrute de David, que acepta sus limitaciones con buen humor. Ya que la consagración de la primavera de la joven y virginal universitaria siempre queda en terreno estéril si entendemos que tiene toda una vida por delante para autodescubrirse, desengañarse, volver a ilusionarse y, por fin, descubrir que, más allá del sexo, en la vida hay pocas cosas.

miércoles, 15 de febrero de 2023

CRÍTICA: "MODELO 77" (Alberto Rodríguez, 2022)

 

Todos los presos quieren libertad

“MODELO 77” êêê

DIRECTOR: Alberto Rodríguez.

INTÉRPRETES: Miguel Herrán, Javier Gutiérrez, Jesús Carroza, Fernando Tejero, Xavi Sáez, Catalina Sopelana, Polo Camino.

GÉNERO: Drama carcelario / DURACIÓN: 125 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2022

    Alberto Rodríguez es junto con Rodrigo Sorogoyen y Carlos Vermut uno de los más significados talentos del cine español de las últimas décadas. Imborrable la huella que han dejado en mi memoria cinéfila películas como Grupo 7, la magistral La isla mínima, su mejor película hasta la fecha, El hombre de las mil caras y la serie televisiva La peste. Modelo 77 se remonta a la época de la Transición española, el año 1977, una fecha crucial porque en ese año se celebraron las primeras elecciones libres tras la dictadura de Franco, y nos sitúa en el infernal ambiente de la cárcel Modelo de Barcelona. Allí llega un preso común, Manuel (Miguel Herrán), un joven contable encarcelado por cometer desfalco que se enfrenta a una pena de entre 10 y 20 años, un castigo durísimo para la cuantía del delito. Pronto, junto a sus compañeros de celda, Pino (Javier Gutiérrez), se une a un grupo de presos comunes que, bajo la coordinadora COPEL, se está organizando para pedir la amnistía. Así, a base de protestas y violentos motines, se inicia una guerra por la libertad que hace tambalearse el sistema penitenciario español. Pues si las cosas están cambiando fuera, también deben cambiar dentro.

     COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha) fue fundada en 1976 por un grupo de presos ayudados por varios abogados en la cárcel de Carabanchel de Madrid y se disolvió en 1979, tras la aprobación de la Ley Orgánica en ese año, que recogía la mayoría de las reivindicaciones de la coordinadora. Es por eso que, la mayor parte de los hechos que suceden en Modelo 77 sucedieron realmente allí, y no tanto en la prisión barcelonesa, aunque, eso sí, fueron imitados en muchas cárceles de España, La cárcel modelo sigue en pie como centro cultural, pero su actividad como presidio cesó en 2017. Tras esta aclaración, es verdad que los primeros presos amnistiados fueron los políticos en ese año 1977. Pero uno, en esa época un niño, estaba más pendiente de las correrías de el Vaquilla y otros perros callejeros (la película de José Antonio de la Loma también es de 1977) que de la política y los presos políticos. Es decir, me resultaban más interesantes los quinquis que atracaban gasolineras a toda hostia con sus Seat 124 y que habitaban en grandes poblados de chabolas y pisos colmenas en el barrio de La Mina, Campo de la Bota y El Carmelo.

    Lo que nos narra Modelo 77 es una crónica sentimental y dolorosa, un ejercicio de regresión lacerante y nostálgico pero que forma parte de la historia de España, ese tránsito convulso de la dictadura a la instauración de la democracia, la actual monarquía parlamentaria por la que hoy nos regimos. En la película vemos la brutalidad con la que se manejan los funcionarios de prisiones (Boqueras), nada dados a la compasión y muy activos con el palo largo y la mano dura, los clanes dentro de la cárcel, los trapicheos de drogas y otras minucias, las palizas a los presos y las torturas en celdas de aislamiento, las reyertas entre reclusos y las traiciones, un catálogo infinito de humillaciones, los engaños y las promesas incumplidas por las autoridades, la intervención de los antidisturbios cuando las cosas se pone feas. Se dan situaciones espeluznantes, como esa potente escena en la que varios cientos de presos se cortan las venas para despertar la conciencia de una sociedad que todavía vivía una larga siesta. También momentos emocionales, con la sentida confesión de Pino que hacen brotar las lágrimas de Manuel dentro de la celda. Y lugares comunes, la fuga, filmada con cierto atropello y con trazo grueso.

      Modelo 77 representa una vuelta más al retrovisor de la historia de un país que siempre anda a vueltas con la memoria. Lo que nos cuenta, con algún que otro reparo, resulta creíble, también los intérpretes infunden verosimilitud al relato con un Miguel Herrán cada vez mejor actor, y unos secundarios de lujo, el vitalista y finalmente desdichado Jesús Carroza, un inquietante Fernando Tejero y un Javier Gutiérrez barbudo con más pinta más de profesor preso político que de un preso común en un papel que no le exige demasiado. El interés de la función está en la llegada de un Manuel asustado y confundido a la cárcel y cómo a través de un preso de los llamados de confianza, Jesús Carroza, va conociendo a otros presos y finalmente entiende el concepto de solidaridad, luchando por unas reivindicaciones justas para cambiar el terrible sistema penitenciario. Y claro, todo preso está en la obligación de intentar fugarse, sobre todo si ni tu juicio ni la amnistía llegan, y desde fuera, allí donde brillan las luces de neón que Manuel ve desde la celda, se huele la libertad. Personalmente, me gusta más el primer tramo con la presentación de los personajes y la introducción en el asfixiante ambiente carcelario, que esa segunda parte con más acción y evidentes precipitaciones, aún así, estamos ante una contundente crónica sobre la lucha por los derechos de los presos y el tortuoso itinerario de la Transición que dio paso a un futuro incierto y que fueron el origen de la democracia que disfrutamos… o padecemos hoy.  

domingo, 12 de febrero de 2023

CRÍTICA: "CLOSE" (Lukas Dhont, 2022)

La herida de la infancia

“CLOSE” êêêê

DIRECTOR: Lukas Dhont.

INTÉRPRETES: Eden Dambrine, Gustav De Waele, Émilie Dequennne, Léa Druker, Igor van Dessel, Kevin Jenssens, Marc Weiss.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 104 minutos / PAÍS: Bélgica / AÑO: 2022

    Segundo largometraje del joven guionista y director belga Lukas Dhont tras Girl (2018), notable film que versa sobre una adolescente transgénero que sueña con convertirse en bailarina. Con Close, su nueva película, eleva aún más el listón para narrar la intensa amistad entre dos chicos de 13 años, Leo (Eden Dambrine) y Rémi (Guatav De Waele), que, de repente se ve interrumpida. Un suceso, que se nos antoja más inocente que malicioso, será el detonante. Una inesperada tragedia hará que Leo se acerque a la madre de Rémi, Sophie (Emilie Dequenne), para tratar de entender lo sucedido.

     De películas magistrales sobre la infancia podríamos citar un amplio abanico desde Los 400 golpes de Truffaut hasta Los chicos de Marco Ferreri y El camino de Ana Mariscal. El tratamiento que Dhont confiere a Close se escora hacia un territorio menos explorado, y lo hace con una rápida pero eficaz presentación de los personajes enredados en una historia de tono costumbrista que se cuece a fuego lento pero con mimo y los ingredientes precisos. La premisa es simple y nos presenta a dos inseparables amigos de trece años que lo hacen todo junto hasta que algo los separa. Esa fractura y el rechazo sin un motivo sólido de Leo hacia Rémi cambiará todo el paisaje emocional de la función, que comienza como una celebración de la infancia y la complejidad de los sentimientos en una edad vulnerable en la que todo se sobredimensiona con la sensibilidad a flor de piel y las hormonas alborotadas.

    No serán pocos los espectadores que verán en la pantalla el reflejo de sus vivencias infantiles escondidas en los meandros de la memoria, que sentirán la herida como suya y verán alteradas febrilmente sus percepciones. Con espléndidas interpretaciones de todo el elenco y una virtuosa descripción de ambientes, seguimos a los dos chicos cuando juegan, comen en familia, ayudan en la tarea de un vivero, en clase y en el patio del colegio, lugar en donde ya se comienza a mascar el drama, con el distanciamiento y rechazo de Leo que cada vez se aleja más de Rémi.

    Una primera parte bellísima en donde vemos a los dos amigos felices y desplegando un afecto mutuo en un íntimo y pequeño paraíso y lejos del lugar que corromperá su inocencia, el colegio, donde se impone la ley del más fuerte, se conforman las manadas que a veces generan acciones poco edificantes, se señala al débil o al diferente, se originan humillaciones, homofobia y bullying. Hay que formar parte de un grupo, y si para eso se tiene que hacer deporte, aunque seas un negado, se hace. Y en esa edad, punto de transito de la niñez a la adolescencia los chicos fabrican una coraza y engendran cierto orgullo, pero esas defensas tienen grietas por donde se cuelan los traumas e inseguridades y al mínimo comentario soltado sin mala intención puede llegar la ruptura final que deriva en tragedia. Es lo que ocurre cuando unas niñas preguntan a Leo y Rémi si son pareja. Dhont capta a la perfección las pautas del intenso drama, del desgarro emocional, las expresiones físicas de los sentimientos, la aflicción y la culpa, el profundo dolor, la (im)posible redención de Leo que busca como último refugio la ayuda de la madre de Rémi, cautiva de una pena inabarcable. Una hermosa película de obligada proyección en todos los centros educativos.