viernes, 28 de agosto de 2015

CRÍTICA: "UN DÍA PERFECTO"

Un film desequilibrado con buenas intenciones
UN DÍA PERFECTO êê
DIRECTOR: FERNANDO LEÓN DE ARANOA.
INTÉRPRETES: TIM ROBBINS, BENICIO DEL TORO, OLGA KURYLENKO, MÉLANIE THIERRY, FEDJA STUKAN, ELDAR RESIDOVIC, SERGI LÓPEZ.
GÉNERO: COMEDIA / ESPAÑA / 2015  DURACIÓN: 100 MINUTOS.   
                   
      
     Su último film, Amador (2010), sobre un hombre discapacitado y la joven en apuros económicos que, en ausencia de su familia, le cuida en verano, me dejó bastante frío. Pero una nueva película de Fernando León de Aranoa, un director que nos ha brindado joyas como Familia, Barrio y Los lunes al sol, siempre es un espectáculo cinematográfico a tener en cuenta por el aficionado. Con un potente y atractivo reparto internacional y teniendo en cuenta que el director madrileño se mueve muy bien por el terreno de la comedia dramática, Un día perfecto ha resultado una pequeña decepción, León de Aranoa nunca encuentra el tono y aunque el elenco cumple profesionalmente, la película carece de emotividad y se ve con mucha distancia a pesar del esfuerzo de todos sus responsables.


        En una zona de guerra de Bosnia, los cascos azules tratan de controlar la situación y varios personajes viven sus propios conflictos; Sophie (Mélanie Thierry) quiere ayudar a la gente, Mambrú (Benicio del Toro) quiere volver a casa, y Katya (Olga Kurylenko) quiso una vez a Mambrú. Por su parte, Damir (Fedja Stukan) quiere que la guerra termine, Nicola (Eldar Residovic) quiere un balón de fútbol, y B (Tim Robbins) no sabe lo que quiere. Un grupo de cooperantes trata de sacar un cadáver de un pozo de una zona de conflicto. Alguien lo ha tirado dentro para corromper el agua y dejar sin abastecimiento a las poblaciones cercanas. Pero la tarea más simple se convierte aquí en una misión imposible, en la que el mayor enemigo es la irracionalidad. Los cooperantes recorren el delirante paisaje bélico tratando de resolver la situación como cobayas en un laberinto.
     
                       
      El tema esencial de esta película es la guerra, sin embargo no hay disparos ni refriegas de carácter bélico a pesar de que el espectador siente el pálpito del conflicto y,  sobre todo, sus consecuencias. Sin que ninguna interpretación destaque sobre la otra, León de Aranoa nos presenta un film intimista que desarrolla su acción en uno de esos países balcánicos donde la guerra (que como tal suponemos acabó hace tiempo) dura una eternidad y la paz empieza nunca. Las fuerzas pacificadoras de los cascos azules parece que tienen el control, pero la amenaza está siempre presente y hasta las acciones más cotidianas resultan difíciles de realizar. Aunque no guarda similitudes con nada de lo que su director ha realizado hasta la fecha, en Un día perfecto están algunas de las constantes y obsesiones temáticas que conforman el universo de su autor: el factor humanista y las injusticias, el sufrimiento de las víctimas, la solidaridad, la amistad y la virtud de la honradez, en este caso representada por el colectivo de cooperantes en misión humanitaria y en lucha por superar los obstáculos del sistema teniendo en cuenta las necesidades de los más débiles. El problema es que la película sufre un grave desequilibrio, inconsistencia, y una indefinición que actúa como rémora en situaciones que se me antojan forzadas.

      
    Lo que sí demuestra el cineasta es una técnica depurada que no había exhibido en sus anteriores películas, alejándose del estilo naturalista y semidocumental de sus obras de carácter social, algo que podemos disfrutar en postales visualmente bellísimas de los escenarios naturales, en planos muy medidos y profesionales. Durante todo el metraje se suceden los chistes, los momentos cómicos y mucha road movie, pilar de un argumento que se resume en un grupo de cooperantes internacionales tratando de sacar un cadáver de un pozo, alrededor del cual se pueden inventar las situaciones que se quiera pero que es lo que es. Las relaciones interpersonales entre el grupo apenas están esbozadas y como ejemplo puede servir esa inane historia de amor entre Mambrú y Katya, un personaje irrelevante éste último, aunque no tanto como un Sergi López en fugaz aparición. Aún así, Un día perfecto no es un film desdeñable gracias al trabajo de intérpretes como Benicio del Toro y Tim Robbins, que aunque no nos brindan su mejor trabajo, rebosan talento y carisma al servicio de una historia que sin llegar a ser auténticamente inspiradora rezuma dignidad y buenas intenciones. Uno de los elementos más disonantes es la desafortunada selección musical, fuera del contexto de un relato que nos pasea por una tierra testigo de las mayores crueldades y por donde corrieron ríos de sangre, de ahí que la metáfora de la cuerda se imponga como una llamada de alerta a la bondad de los corazones.

lunes, 24 de agosto de 2015

LAS MEJORES PELÍCULAS DE CULTO: "CRASH" (1999)

CRASH
Fantástico - USA - 1999 - 96 Minutos.
DIRECTOR: DAVID CRONENBERG.
INTÉRPRETES: JAMES SPADER, HOLLY HUNTER, ELÍAS KOTEAS, DEBORA UNGER, ROSANNA ARQUETTE.

    El director canadiense David Cronenberg (Toronto, 1943) debutó en la realización de largos con Stereo (1968), y hasta el momento más de una docena de obras reflejan las inquietudes de este autor por el cine fantástico-científico. Títulos como Cromosoma 3 (1979), Scanner (1980), Videodrome (1982), La mosca (1986) o Inseparables (1988) son un claro exponente de las preocupaciones y temas que centran su interés, aunque últimamente sus films se acercan más a la tragedia distanciándose progresivamente del puro terror. eXistenZ (1999) sigue la moda de películas que juegan con el intercambio de ideas y sensaciones entre la realidad y la ficción. Creador, además, del concepto “la nueva carne”, noción, estética y tendencia derivada de las palabras que James Woods pronuncia en el inquietante final de Videodrome. Un culto que practican desde H. R. Giger hasta Clive Barker, y habitado por extraños parásitos, manipulaciones genéticas, enfermedades que transmutan en el cuerpo, invasiones víricas y la presencia obsesiva, constante, de la carne rebelde en continua mutación, como expresión de los terrores más cercanos y primitivos.
    
     
     En Crash, Cronenberg adapta una novela de culto del escritor británico James G. Ballard, que supuso un escándalo en el Festival de Cannes y su estreno comercial provocó que algunas personas abandonaran las salas, supongo que debido a esa hipócrita tendencia de sentirse horrorizados cuando los desafíos artísticos o culturales rompen algún esquema y van más allá de lo establecido. El argumento se desarrolla a partir de que James Ballard (James Spader) sufre un accidente de coches en el que muere el conductor del otro vehículo que viaja con su esposa (Holly Hunter). A raíz del accidente ambos supervivientes descubren que les excita el dolor tanto propio como ajeno, una sensación que experimentan al quedarse mirando mutuamente.  Los dos son ingresados en un hospital en el que trabaja Vaughn (Elías Koteas) un científico que les irá introduciendo en un extraño mundo de perversiones sexuales y fetichismo del automóvil, en el que también se involucrará Catherine (Deborah Unger) esposa de Ballard. El grupo asiste a reuniones en las que se hacen representaciones reales de accidentes que costaron la vida a ilustres famosos como James Dean o Jayne Mansfield, y en donde James Ballard conoce a Gabrielle (Rosanna Arquette) que a causa de otro accidente tiene enorme cicatrices y se ve obligada a utilizar espectaculares aparatos ortopédicos. Ballard, que después de estrellar su coche ha entrado en una nueva y peligrosa fase de su dimensión sexual, se siente atraído por ella, manteniendo de esa manera relaciones con tres mujeres a la vez, también con Vaughn, el científico.



    Crash es ante todo una película valiente, que nos introduce sin ambigüedades en las vertientes más oscuras de ciertas patologías sexuales: sadomasoquismo, fetichismo, necrofilia... Humano, demasiado humano el impulso que nos obliga a buscar en los márgenes un escape hacia nuevas emociones, una evasión que ahoga por momentos la plúmbea realidad, la abúlica monotonía. El coche como metáfora sexual, instrumento simbólico de poder, progreso y libertad, un móvil perfecto para desatar violencia en la impunidad. Crash es también una película admonitoria, donde la ciudad es una composición de trazos impersonales sin marea humana, una visión periférica de autopistas y bifurcaciones donde el hombre no camina, viaja velozmente acoplado a la máquina. 


     Sexo y tecnología sobre bocetos del escenario urbano, choques de vehículos que provocan fracturas, lesiones, cicatrices -la muerte- pero también el clímax, en unos personajes dibujados por Cronenberg con precisión, logrando una obra de situaciones menos extremas y más cercanas -en lo físico y en lo temporal- de lo que parece. A destacar la belleza lánguida de la rubia Debora Kara Unger y los subjetivos planos de detalles corporales (el del culo de ésta melancólica y curvilínea rubia es de una poesía visual tan hiriente como placentera). La película se alzó con el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes. 




martes, 18 de agosto de 2015

JOYAS DEL CINE ERÓTICO: “EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS” (1976)


    La historia de una pareja que vive una relación sexual llevada hasta límites inimaginables en el Japón de los años 30, generó una gran polémica en el momento de su estreno en 1976. De hecho, el film dirigido por Nagisa Oshima sigue censurado en el país del sol naciente y sólo es posible su visionado con escenas eliminadas. Basada en un hecho real, la acción nos sitúa en el Tokio de 1936, y narra la historia de Sada Abe (Eiko Matsuda) ex prostituta que trabaja como parte del servicio de un hotel. Allí conoce al propietario del hotel, Kichizo Ishida (Tatsuya Fuji), casado con la ama y muy activo sexualmente. Ambos se hacen amantes de una manera tan intensa que buscan experimentar tanto en lo sexual como en el consumo de bebidas alcohólicas y otras muchas autocomplacencias.


      Coproducción franco-japonesa sobre la posesión y el deseo llevado más allá de cualquier frontera física y moral y que se acaba confundiendo con el dolor, una fiera representación analítica sobre Eros (el amor) y Thanatos (la muerte) y que Oshima logra escenificar con gran lirismo visual, una suerte de belleza plástica corporal que anuda la pasión sexual, las obsesiones humanas y el vértigo de los sentidos. Algo que no entendió la justicia japonesa que incluso llevó a su director a juicio pero que obtuvo un sonoro y apoteósico triunfo en Cannes, donde se tuvieron que dar más de una docena de pases. Amor, sexo, pasión, lujuria, sadomasoquismo, celos, promiscuidad, locura, soledad y el escalofrío de una pasión mortal. Morir gozando antes que perder la vida en una absurda guerra con una carga infernal de sufrimientos y privaciones, pues recordemos que hablamos del Japón post-feudal de la militarista década de los años 30 del pasado siglo.  


    Cuando vi El imperio de los sentidos siendo un adolescente, algunos intelectualoides de la época me comentaron que les resultaba aburrida. Yo les contestaba que los que seguro que no se aburrieron fueron los protagonistas, pero pensaba que gustándome tanto el caviar, si lo como en el desayuno, el almuerzo y la cena, tal vez acabe aborreciendo tan exquisito manjar. Me quedó claro que si la vida de una pareja se resume en practicar sexo continuamente sin apenas respiro, el resultado final será el que propone la película: traspasar todos los límites del placer hasta llegar al orgasmo extenuante, un éxtasis que te sitúa al borde del abismo de la muerte para cerrar el círculo del deseo. Una relación perturbadora que se acaba convirtiendo en una lucha de poder, algo paradójico en una cultura como la nipona, en la que la mujer está bajo la bota del hombre y que Oshima rueda con gran atrevimiento regalándonos escenas ya legendarias como la del huevo o la del pañuelo, y que clausura un clímax desgarrador, altamente emocional y coherente con unos seres que fagocitan a través del sexo compulsivo su enorme vacío existencial. Como curiosidad diré que recuerdo su pase televisivo en los 80 en el programa de TVE “Cine de Medianoche”, algo impensable en estos tiempos de mierda en donde los hijos son más carcas que sus liberales y vanguardistas padres.


lunes, 17 de agosto de 2015

CRÍTICA: "EXTINCTION"

De rencores y pandemias
EXTINCTION êêê
DIRECTOR: MIGUEL ÁNGEL VIVAS.
INTÉRPRETES: MATTHEW FOX, JEFFREY DONOVAN, QUINN McCOLGAN. AHNA OREILLY, CLARA LAGO.
GÉNERO: TERROR / ESPAÑA / 2015  DURACIÓN: 110 MINUTOS.   
          
       
      Miguel Ángel Vivas debutó en el año 2001 con el largometraje Reflejos, un thriller fallido que no convenció a casi nadie. Tras realizar un par de cortos, da la campanada con Secuestrados (2010), un magnífico film que encuentra su mayor virtud en el feroz naturalismo, en los efluvios orgánicos, la fisicidad y cercanía del drama. Esa casa donde sucede el drama que actúa como un personaje más y en donde la tensión se puede cortar con un cuchillo, salpicándonos de lágrimas, sudor y sangre, electrizando nuestros tímpanos con gritos desgarradores, respirando el hálito de la desesperación y el sadismo en un hogar convertido en una brutal coreografía del pánico no apta para un público sensible. Tras realizar el resultón film Los tres cerditos (2014), estrena ahora Extinction, cinta que desarrolla su acción en un futuro postapocalíptico.


      Extinction arranca nueve años después de que una infección provocada por el uso masivo de armas químicas, haya convertido a gran parte de los seres humanos en criaturas salvajes y sin intelecto. Patrick (Matthew Fox), Jack (Jeffrey Donovan) y su hija Lu (Quinn McColgan) sobreviven solos en las afueras de Harmony, un rincón olvidado y permanentemente nevado. Algo terrible que ocurrió entre Patrick y Jack hace que el odio perdure entre ellos, pero cuando los infectados reaparecen adaptados al gélido ambiente, dejarán los rencores aparte para proteger aquello que más quieren: la pequeña Lu.
     
      Adaptación de la novela “Y pese a todo…” del especialista en literatura de terror y fantástica Juan de Dios Garduño, Extinction no es una propuesta novedosa en su premisa y corpus argumental y, sin embargo, nos muestra una atractiva y peculiar visión del hombre en el desafío de la supervivencia que mide su pánico entre un clima glacial letal y una horda de infectados a modo de zombis con un look vampírico de ultratumba. La figura del hombre se hace pequeña en la soledad e inmensidad de un paisaje deshumanizado en donde el hombre es sólo una presa pasto de depredadores, sobreviviendo a duras penas en el más despiadado aislamiento y en permanente vigilia. Miguel Ángel Vivas opta, como sucede en la novela, por un ritmo pausado, y las escenas de acción escasean porque al director le interesa más la interacción de los personajes en una atmósfera de final de civilización, que tendrán que dejar atrás sus heridas emocionales (medidos flashbacks nos narran el por qué de su situación personal) para implicarse en un drama que deja al descubierto las aristas de sus perfiles psicológicos ante el infortunio de su astrosa existencia.


       Extinction es una película estimable que, eso sí, queda lejos de la excelencia de La Carretera (John Hillcoat, 2009) film basado en la magistral novela de Cormac McCarthy con la que guarda algunos puntos en común (estéticos, narrativos, el abismo de desolación de los personajes y la penosa carga existencial que soportan) con la novela de Garduño y con esta adaptación cinematográfica de Vivas. El cinéfilo más observador encontrará algún guiño a la sublime La Cosa (John Carpenter, 1982), aunque el arco dramático no genera nunca situaciones verdaderamente emotivas, en parte por ciertos aspectos inconsistentes del guión y en parte por el insípido trabajo de Matthew Fox frente a la mayor solidez de Jeffrey Donovan y la doliente languidez de Quinn McColgan. Frente a ellos la figura del infectado o zombi como amenaza de un mundo en extinción, donde el hombre es, una vez más, un lobo para el hombre que acecha y ataca sólo en puntuales momentos de la trama. La función está lejos de ser redonda aunque los 1´2 millones de euros invertidos lucen muy bien, pero faltan explicaciones sobre esa pandemia desatada por el uso de las armas químicas, sobran escenas soporíferas que ralentizan la narración y el drama familiar acaba perdiendo fuerza a favor de un clima asfixiante y la soberbia luz que nos brinda ese mago de la fotografía llamado Josu Inchaustegui. 


viernes, 14 de agosto de 2015

TRÁILERS DE "LOVE", LA PELÍCULA DE GASPAR NOÉ PROHIBIDA EN FRANCIA

         Podemos disfrutar ya de un par de tráilers de la película más polémica de Gaspar Noé, un film prohibido en Francia por la justicia a pesar de que el gobierno no comparte este acto de censura y que se debería haber estrenado en ese país el 15 de julio. Presentada en la pasada edición del Festival de Cannes (donde contó con gran número de detractores y también con algunos estoicos defensores), todavía no tiene fecha de estreno en nuestro país, y teniendo en cuenta  que contiene escenas de sexo explícito rodadas en 3D, mucho nos tememos que será muy complicado su estreno en salas comerciales.


     
     El film nos presenta a un joven estadounidense, Murphy, que conoce a una chica, Electra, se enamoran e inician una complicada relación; la sencilla historia está contada a través de flashbacks en secuencias rebosantes de sexo, drogas, música y un triángulo amoroso envuelto en un frenesí sexual. Noé comentó: “A los tíos se les pondrá dura y a las chicas se les mojará”. 




miércoles, 12 de agosto de 2015

JOYAS DEL CINE ERÓTICO: “STRIPTEASE” (1996)


        Elegida peor película de 1996 y nominada a los Premios Razzie como una de las peores películas de aquella década, resulta absolutamente incontestable que Andrew Bergman nos sirvió un espectáculo zarrapastroso con dos únicos objetivos: por un lado exhibir el espléndido y moldeado físico de una Demi Moore atlética y musculada para la ocasión y así obtener jugosos beneficios en taquilla; y por otro, lanzar una loa a la industria de la silicona, mano de santo para arreglar algunos defectillos en las esculturas femeninas mínimamente dotadas y dejarse de complejos. Striptease nos presenta a Erin Grant (Demi Moore) que tras perder el trabajo y la custodia de su hija, se hace bailarina de striptease en un antro de Miami con el propósito de reunir el dinero suficiente para recurrir la sentencia que le ha otorgado la custodia a su marido. La belleza, el erotismo  y los meneos de Erin llamarán la atención de un pervertido miembro del congreso (Burt Reynolds) que no se detendrá ante nada con tal de conseguirla.


      
     Nadie discute que estamos ante un pestiño de dimensiones estratosféricas ni que Demi Moore siempre fue -y es- una actriz mediocre, pero también merece poca discusión que estamos ante unos de los más bellos cuerpos que han desfilado por una pantalla de cine. El rollo de la lucha por la custodia de su hija es sólo una excusa maniquea que en forma de falso cine social sirve como burda coartada para que la ex de Bruce Willis contonee las caderas, mueva el culo y haga botar sus tetas de silicona. Y sí, sabemos que el espectáculo esconde mucha goma sintética y quizás Demi se muestra un poco brusca en la coreografía, desatada con un ritmo y unos movimientos que tal vez requerían un poco más de sensibilidad, sensualidad y cadencia… Pero nadie negará que el precio de la entrada fue amortizado con la insinuante visión de un cuerpo esculpido en un gimnasio y el excitante atrevimiento de aquella jovencita de Ghost que tanta timidez e inocencia transmitía.



      Es como si la película careciera de guión y si alguna vez lo tuvo se olvidaron pronto de él, lo que sí está contrastado es que la diva cobró 12 millones de dólares por enseñarnos sus encantos rodeada de otras beldades, convirtiéndose en la actriz mejor pagada ese año. Los responsables nunca encontraron el tono para encarar una película que transita varios géneros (thriller, cine social, erótico, drama y comedia) con el convencimiento de que un solo fotocromo de Demi Moore en tanga les solucionaría la papeleta del desatino narrativo. El papel de político corrupto y pervertido de un Burt Reynolds en el abismo de la decadencia es una broma de mal gusto aunque, por otra parte, es el personaje más tristemente creíble. En fin, un subproducto ideado como vehículo para el lucimiento de su estrella y para excitar el morbo del espectador siempre ávido de sensaciones inspiradoras. Lo peor fue la impresión general de que hubo mucha gente que se tomó esta mierda en serio.


LES DEJO CON UNAS IMÁGENES DE UNA DEMI MOORE JOVENCITA Y PRESILICONA, PERTENECIENTES A UNO DE SUS PRIMEROS PAPELES, LA COMEDIA "LÍO EN RÍO" (STANLEY DONEN, 1984). A MÍ ME GUSTABA MÁS.