Ni pizca de gracia
“YUCATÁN” ê
DIRECTOR: DANIEL
MOONZÓN.
INTÉRPRETES: LUIS
TOSAR, RODRIGO DE LA SERNA, STEPHANIE CAYO, JOAN PERA, TONI ACOSTA, ADRIÁN
NÚÑEZ.
GÉNERO: COMEDIA / ESPAÑA / 2018 / DURACIÓN: 130
MINUTOS.
El cine de Daniel Monzón, que anteriormente se dedicaba a la crítica
cinematográfica, me empezó a interesar a raíz de la excelente Celda
211 (2009) merecidísimo Goya
a la Mejor Película aquel año y tal vez el mejor thriller carcelario de nuestro
cine. Y es que a mí ni su ópera prima El corazón del guerrero (2000), ni El
robo más grande jamás contado (2002), ni La caja Kovak (2006) me
aportaron suficientes elementos como para perdurar en mi memoria. Su penúltima
película El niño (2014) sí me resultó un film entretenido con el tema
del narcotráfico en la raya de Gibraltar como tema central.
Con Yucatán Monzón idea una comedia
coral con un guión firmado por el propio director y el prestigioso Jorge
Guerricaechevarría. Su trama sigue a Lucas
(Luis Tosar) y Clayderman (Rodrigo
de la Serna) dos estafadores y profesionales del engaño que viven de engañar a
turistas ingenuos en cruceros de lujo. Hace años trabajaban juntos, pero la
rivalidad por Verónica (Stephanie
Cayo) la bellísima bailarina del barco, les hico perder la cabeza y dio al
traste con su sociedad. Ahora trabajan por separado, Lucas en el Mediterráeo y
Clayderman en el Atlántico. Ese fue el acuerdo, pero un inesperado botín
impulsa a Lucas a irrumpir en el barco de su exsocio, lo que convierte la
exótica travesía de Barcelona a Cancún, pasando por Casablanca, Tenerife,
Brasil y la selva de Yucatán en un encarnizado duelo de tramposos sin ninguna
regla, pero muchos golpes bajos.
Uno no entiende bien este empeño por la
comedia de Daniel Monzón. Sí, está en todo su derecho de hacer lo que le
plazca, pero es que, demostrado está, sólo acierta con el thriller, género en
donde demuestra una gran pericia. Nada funciona en Yucatán si exceptuamos
los fugaces paseos por paisajes exóticos y la bella bailarina de la función.
Partiendo de un libreto fallido, los momentos de pretendido humor resultan
rancios y provocan un cierto rubor, por no hablar de los desnortados
personajes, tan estereotipados como cansinos con sus tonterías y memeces… o de
las subtramas, que se imponen como simple relleno y que carecen del más mínimo
interés. Errática fusión de comedia,
drama, musical, romance y película de timadores, la plomiza trama no tiene
chispa en ninguno de estos ingredientes, mucho menos si un tiempo excesivo se
va en números musicales que bien se los podían haber ahorrado y así acortar el larguísimo
metraje de un relato que se bifurca por el terreno de la comedia romanticona
con mensaje.
No creo que los responsables de esta
inanidad pensaran que con estos mimbres aportarían alguna novedad a un género
ya de por sí muy castigado. No, por supuesto, con gags como el de las
pedorretas o esa bochornosa escena de la estafa en Casablanca. Sólo la belleza
de la cantante y actriz peruana Stephanie Cayo (¡qué cuerpo!) merece ser
resaltada, y sólo cuando ella aparece en la pantalla capta la acción mi
interés, por razones de puro embeleso, puesto que las situaciones pensadas para
hacernos sonreír son sólo un banal despropósito. Poca cosa más se puede extraer de un libreto flojísimo que alcanza la
cumbre del disparate cuando en el giro final se intenta dar coherencia con un mensaje
escrito a todo lo sucedido, a tantos bandazos y giros estériles. Todo el
reparto está muy desaprovechado y sólo Joan Pera aporta empatía a la platea,
aburrida de estas olvidables vacaciones en el mar.