Con este atractivo post y mi deseo de felicidad para el nuevo año
despedimos 2017 dando las gracias en primer lugar a mis seguidores, también a
los cientos de miles de visitantes en un año récord, en el que como siempre he
intentado aportar mi granito de arena teniendo como objetivo la difusión de
este maravilloso arte llamado cine con más de cien críticas de películas, decenas tráilers de las películas más esperadas y exquisitos posts en los que he
presentado a mis lectores a las más hermosas modelos y actrices en su reverso
más sugerente y sexy.
¡HAPPY NEW YEAR!
Es por eso que
pido al nuevo año el ánimo, la energía, la inspiración y el tiempo -que cada día
escasea más-, para continuar con esta gratificante labor que comenzó su andadura allá por
2012 aunque ya antes había gozado de una experiencia iniciática muy satisfactoria. Del mismo
modo, es mi deseo también que el año venidero aumente la gran familia del club
de seguidores de este blog, pues siempre será un aliciente para los que
desinteresadamente y rechazando ofertas dedicamos mucho tiempo libre para
mantener este espacio en donde el cine y el erotismo se fusionan para fabricar un cóctel picante y con el que
se sienten identificados muchos visitantes de cualquier lugar del mundo. Lo
dicho, salud, felicidad y suerte os deseo en un 2018 que seguro vendrá
rebosante de buenas noticias.
Como cinéfilo aficionado al cine negro y
policíaco, sigo la carrera de David Ayer
desde su debut en el año 2005 con el drama criminal Harsh&Times,
una película amarga protagonizada por Christian Bale y Freddy Rodríguez sobre
la lealtad, la ambición y los sueños rotos. Con un guión original de James
Ellroy levantó su siguiente cinta, Dueños de la calle (2008) que con
Keanu Reeves al frente del reparto nos sumerge entre un grupo de polis malos
que cuestiona la moralidad de los defensores de la ley. Su mejor película hasta
la fecha según mi humilde opinión es Sin tregua (2012) un thriller con
magníficas interpretaciones de Kake Gyllenhaal y Michael Peña dando vida a dos
policías que patrullan los barrios más peligrosos de Los Ángeles. Ayer bajó el
listón en su siguiente film titulado Sabotage (2014) un vehículo para el
lucimiento de Arnold Schwarzenegger al frente de un equipo de élite de la
agencia antidroga. Tampoco me convenció Corazones de acero (2014) film
bélico que no aporta nada al género y con un rudimentario concepto de la
guerra. De Escuadrón suicida (2016) mejor no hablar aunque fue todo un
taquillazo.
Con un guión de Max Landis (hijo del
mítico director John Landis) esta lujosa producción Netflix nos presenta una
sociedad alternativa donde los seres humanos, orcos, elfos y hadas han
convivido desde el inicio de los tiempos. Dos policías con perfiles muy
distintos patrullan las calles juntos. Uno es el humano Ward (Will Smith) y el otro el orco Jakoby (Joel Edgerton). Ambos inician una guardia nocturna que
cambiará el futuro y el mundo que conocen. A pesar de sus diferencias
personales, deberán trabajar juntos para proteger a una joven elfo y una
reliquia perdida que, de caer en las manos equivocadas, podría destruirlo todo.
Con 90 millones de dólares de presupuesto
y buen diseño de producción, Bright es la apuesta de Netflix para
competir con las grandes majors de Hollywood, para ello toma el formato de las
buddy movies de los 80 (Límite: 48 horas, Arma
letal) y la clara influencia de aquella película de culto ochentera
titulada Alien nación (Graham Baker, 1988) y construir así el andamiaje
de un historia a la que le sobra verborrea irrelevante y secuencias inanes, por lo que una buena
poda le hubiera sentado de maravilla a un relato cuya trama se podría escribir
en una servilleta de papel. No hablamos de una película desdeñable si tenemos
en cuenta que el anodino macGuffin es una varita mágica que en las manos
equivocadas podría suponer la destrucción de toda la ciudad.
Como alegato a favor de las sociedades
interraciales Bright nos muestra un mundo en el que conviven en aparente
armonía seres humanos, orcos, hadas y elfos siendo estos la clase más alta de
la pirámide y los orcos la más baja, pero en las relaciones físicas nunca se
diluye la desconfianza, de ahí que los distritos estén clasificados en guetos y
exista una jerarquía que impone su ley. Ayer
demuestra su pericia para el thriller creando una atmósfera decadente,
amenazante y de tintes apocalípticos para embarcar a la atípica pareja de
policías en una jornada que servirá al orco Jakoby (un simpático Joel
Edgerton), el primero de su raza que consigue entrar en la policía, como un
baño de realidad que nos recuerda al film de Antoine Fuqua Día de entrenamiento.
Además
de verse penalizada por su excesivo metraje, la función apunta demasiado alto
tanto en sus intenciones como en su carácter de artefacto multigenérico
(película de policías colegas, ciencia-ficción, fantasía y drama sobre la
problemática social) dejando inconclusa
una tajante reflexión sobre este último aspecto. David Ayer hace un buen
trabajo de planificación en las secuencias de acción y la fusión entre fantasía
y realidad funciona a nivel estético, pero si hay algo que merece subrayar es
el buen trabajo de los intérpretes, con un Will Smith que da el do de pecho en
su vertiente de actioner y de actor
dramático. También Noomi Rapace luce en su papel de poderosa y siniestra elfa,
capaz de pasar por encima del cadáver de cualquiera para conseguir la varita,
ella protagoniza las mejores secuencias de acción. Con Bright, Netflix da un
paso de gigante, pero es pronto para afirmar si será suficiente para jugar en
la misma liga que lo hacen los blockbusters hollywoodienses.
Dirigida por Francis Lawrence (Constantine, Soy leyenda, Agua
para elefantes, Los juegos del hambre) y guionizada
por Justin Haythe según la novela de Jason Matthews, Gorrión rojo nos presenta
a Dominika Egorova (Jennifer Lawrence)
una bella y joven mujer rusa que tras la muerte de su padre es reclutada contra
su voluntad para ser un “gorrión”, una mujer seductora adiestrada del servicio
de seguridad ruso. Dominika aprende a utilizar su cuerpo como arma, pero lucha
por conservar su sentido de la identidad durante su deshumanizador proceso de
entrenamiento. Hallando su fuerza en un sistema injusto, se revela como uno de
los activos más sólidos del programa. Su primer objetivo es Nate Nash (Joel Edgerton) un
funcionario de la CIA que dirige la infiltración más confidencial de la agencia
en la inteligencia rusa. Los dos jóvenes caerán en una espiral de atracción y engaño
que amenaza sus carreras, sus lealtades y la seguridad de sus respectivos
países.
Con un reparto que cuenta además con
nombres tan significados como Jeremy
Irons, Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker y Mathias Schoenaerts, este thriller de
espías tiene previsto su estreno el 2 de marzo de 2018. Una apuesta sugerente
que cuenta con una banda sonora del especialista James Newton Howard y una
iluminación cortesía de Jo Willems. Esperamos con ansiedad sus estreno
comercial aunque sólo sea por lo tremendamente atractiva que aparece la ya de
por sí magnética Jennifer Lawrence.
El 7 de marzo de 1999 los
incansables teletipos escupían la noticia al mundo: había muerto StanleyKubrick, uno de los últimos genios vivos del llamado Séptimo Arte. La
noticia, por inesperada, dejó consternados a todos los que, de un modo u otro,
sentimos que parte de nuestra personalidad se fraguó bajo el preciado y
precioso estigma cinematográfico. Kubrick es ya un mito, lo fue en vida, de la
cual hizo siempre un misterio impenetrable, de él se cuentan mil y una
anécdotas, y casi todas ellas tienen que ver con la meticulosidad enfermiza con
que afrontaba sus trabajos. Los que han trabajado a sus órdenes se quejan de
los abusos a que los sometía en su búsqueda obsesiva de la perfección, que
acabó dotando, como apuntó Jack Nicholson, de una nueva dimensión a la palabra
“puntilloso”, e incluso como declaró Malcolm McDowell: “su calidad humana nunca
estuvo a la altura de su talento”. Además de su metódico sistema de trabajo, de
sus manías en todo lo que concierne al rodaje de un film, sabemos también que
era una persona muy aprensiva, un hipocondriaco con un miedo bárbaro a lo
desconocido, a ese agujero negro que se abre después de la muerte, por lo que
se negaba a viajar en avión, debido a las escasas posibilidades que existen de
sobrevivir a un accidente. Moverse en automóvil tampoco es que le entusiasmara,
pero su chófer sabía que, con el director neoyorquino a bordo, la velocidad
máxima no debía exceder de 50 km/h. Desde principios de los sesenta
-concretamente desde el rodaje de Lolita (1962)- vivía recluido en Gran
Bretaña, acompañado de su mujer y sus tres hijas habitaba una mansión al norte
de Londres, su vida familiar, si hacemos caso de lo que dice su tercera mujer,
Christiane, era ascética, relajada y sencilla, pues sus mayores excentricidades
eran jugar al ajedrez y sentarse a escuchar música clásica. A sus 70 años murió
dejándonos sólo 13 películas, un testamento fílmico reducido pero incomparable
del que muy pocos pueden presumir.
Sinopsis: el esclavo Espartaco(Kirk
Douglas) logra huir de su humillante confinamiento en donde era obligado a
luchar a muerte contra otros esclavos por el general romano Marco Crasso
(Laurence Olivier). Tras ponerse al frente de un ejército de esclavos y derrotar
a los romanos se refugia en las montañas, allí se le unen la esclava Varinia
(Jean Simmons) y Antonino (Tony Curtis) un esclavo disidente de Crasso. Su idea
de abandonar Italia es abortada por el terrible jefe romano, que anhela llegar
a lo más alto del poder. Con Espartaco abatido y su ejército masacrado, Crasso
obliga a Antonino y a Espartaco a enfrentarse en una lucha mortal, y Espartaco
mata a su fiel amigo siendo él al final crucificado. En el umbral de la muerte,
su última mirada será para su mujer y su hijo que, liberados, se alejan de
Roma.
Con un extraordinario libreto escrito por
el guionista de izquierdas Dalton Trumbo -incluido en la “blacklisted”
del inquisitorial senador McCarthy y su tristemente famosa caza de brujas- la
insurrección del esclavo Espartaco se nos presenta a la vez como gran
espectáculo hollywoodiense y película de compromiso ético, nítida en su mensaje
contra la opresión y la tiranía. Rodada parcialmente en nuestro país,
representa el último trabajo de Kubrick con Kirk Douglas, quien declaró
“Kubrick es un cabrón con talento”, poniendo así fin a su relación profesional,
también personal con el cineasta. El rodaje, ni que decir tiene, fue largo y
tortuoso. El film lo comienza Anthony Mann -hay quien piensa que las mejores
secuencias fueron rodadas por él- pero las desavenencias hicieron que Douglas,
que además de protagonista era el productor de la cinta, le pusiera de patitas
en la calle. El que en algún momento el director de ElResplandor
renegara de ella se debe a que, como él mismo confesó, jamás tuviera el control
absoluto del film, fue, desde luego, el único trabajo en que, a la fuerza
ahorcan, se permitiría ese lujo. Espartaco, que irrumpió como una nueva
puesta de largo del peplum, un género al que, salvo contadísimas
excepciones, nunca le he dedicado mis mejores atenciones, tuvo un presupuesto
de 12 millones de dólares, recaudando la excelente cifra de 20 millones en dos
años, alzándose con cuatro estatuillas y contando con un reparto de primera
fila.
El guión adapta la novela homónima de
Howard Fast, un militante comunista que acabaría convirtiéndose en apóstata y
que en primera instancia se encargó de elaborar el guión, con un tratamiento
tan pésimo que a Douglas le pareció inadaptable. Posteriormente le sería
encargado a Trumbo que, a pesar de ocupar un puesto destacado en la siniestra
“lista negra”, seguía activo utilizando múltiples seudónimos. La singular
conjunción de escritor y guionista unidos por una misma doctrina política
enfatizó el carácter marxista de la historia y los personajes, a Kubrick eso le
daba igual, pues ni mucho menos le entusiasmaba el trabajo de Trumbo, y todavía
menos le gustaba el final, en el que nuestro héroe mata con la espada a
Antonino para evitarle el sufrimiento inhumano de la crucifixión, mientras él
se eleva al altar de la inmortalidad envuelto en un halo de sacrificio heroico.
Estamos ante la primera y colosal superproducción de un Kubrick con 32 años,
inexperiencia que se nota en las no demasiado logradas escenas de movimientos
de masas y, sobre todo, en la batalla final, que probablemente rodadas bajo el
influjo proletario de los maestros rusos -muy dados en esta cuestión a la
rigidez militarista- queda ahogada en su medida planificación por la
composición de excesivos planos generales, ignorando los punteos de los
detalles y sin entrar en el fragor cercano de la contienda. Mucho más
interesante son las escenas de interiores y el cruce de relaciones
interpersonales que van a ir abonando el camino aciago de nuestro trágico
adalid. Con todo, Espartaco es un film ejemplar, donde la lucha del
esclavo rebelde contra los poderosos romanos le confiere una épica
trascendencia, un oscuro y hasta enfermizo romanticismo. A destacar el
tratamiento musical fatalista a cargo de Alex North, la exquisita luz de
Russell Metty, Charles Laughton como el sardónico Graco y Laurence Olivier como
el brutal fascista Crasso. Ah, jueguen ustedes a adivinar si algunos de los
miembros de las centurias romanas llevan relojes de pulsera, cuentan que, tanto
en QuoVadis? como aquí, los fallos de raccord (este tipo
de error, bastante frecuente en el cine, se denomina anacronismo) son
importantes.
Nos
tenemos que remontar al año 2002 para recuperar el debut del actor George Clooney detrás de la cámara con
la aceptable comedia Confesiones de una mente peligrosa,
basada en la azarosa vida de Chuck Barris, empresario del mundo del espectáculo
de día y asesino de la CIA por la noche. Su siguiente película, Buenos
días, buena suerte (2005) es un excelente film que cuenta la batalla que
tuvieron que librar un periodista de la CBS y su productor contra el
anticomunista senador Joseph McCarthy. Clooney baja mucho el listón con la
insustancial comedia romántica Ella es el partido (2008), pero
recupera la inspiración para firmar Los idus de marzo (2011) adaptación
de una obra teatral sobre el jefe de prensa de un candidato del Partido
Demócrata que comprobará hasta dónde se está dispuesto a llegar para alcanzar
el éxito político. No me gustó nada Monuments Men (2014) fallida
incursión en el cine bélico sobre un grupo de historiadores anglosajones que
tienen la misión de recuperar las obras de arte robadas por los nazis.
Ahora, George Clooney nos sumerge en una
atmósfera neo-noir para narrar una historia inspirada en hechos reales que nos
sitúa a finales de los años 50 en una zona residencial de casas similares y
espaciosas en donde aparentemente reina un ambiente agradable. Sin embargo, la
armonía del lugar se derrumba cuando una tranquila familia afroamericana se
instala en la parcela. En entonces cuando los vecinos comienzan a organizar
asambleas para pasar después a la acción directa. Finalmente, se descubrirá que
el apacible barrio no es tan idílico como parece y tras la fachada de sus
amplias casas se esconde una realidad plagada de violencia, venganza y
traiciones.
Como buen simpatizante del Partido
Demócrata, Clooney casi siempre se muestra interesado por cuestiones sociales
que, aunque universales (la persecución ideológica, la corrupción política, el
racismo) han marcado el convulso devenir de su país. En mi humilde opinión, en
la sociedad actual se margina más por la pobreza que por la raza, pero cuando
se juntan ambos elementos, la respuesta xenófoba y supremacista puede ser
letal. Con un guión claramente identificable de los hermanos Coen, el actor y
director nacido en Kentucky firma una salvaje sátira de tono costumbrista cuyo
eje lo forma una familia típicamente norteamericana que nos mostrará un reverso
tenebroso. Al mismo tiempo, comprobaremos cómo a la acomodada comunidad blanca
del exclusivo barrio residencial se le hace insoportable que una pacífica
familia afroamericana habite una casa del barrio.
Suburbicon, sexta película de su director, contiene ese sesgo
pintoresco y caricaturesco que imprimen los Coen a muchos de sus personajes, además
de un humor cáustico que se extiende como una mancha de petróleo por el estado
de las cosas en los Estados Unidos, la visión liberal sobre el estilo de vida
norteamericano, el palurdo moralismo de la middle class, tan pagada de sí
misma, y el perpetuo racismo que todo lo pringa de manera ignominiosa… y
criminal.
En realidad, la urbanización que vemos recreada
en Suburbicon es una fiel reproducción de las siete grandes urbanizaciones
planificadas por Levitt & Sons después de la Segunda Guerra Mundial, constructora
encabezada por Abraham Levitt y sus hijos Alfred y William. En la de
Pennsylvania se puso la primera piedra en 1952 y se terminó en 1959. Todos estos
centros residenciales suburbanos que cuentan con una gran simetría, casas
similares con jardín y calles impolutas, daban cobijo a familias de raza
caucásica (es decir, blancos rosaditos), algo que constaba como una cláusula en
los contratos de venta y alquiler. Repugnante, ¿verdad? Al parecer esta es la
parte del film que no estaba en el libreto original que los Coen escribieron en
1985 después de su ópera prima Sangre Fácil (1984), y tal vez, como
aportación propia, la que más le interesa a Clooney para subrayar uno de los
males endémicos de los Estados Unidos y hurgar en la herida del racismo que no
deja de sangrar. Claro, está la otra historia, la de un niño que ve cómo dos
tipos asaltan su casa y asesinan a su madre (Julianne Moore en un doble papel
de madre y tía del chico). Pero aún más extraño le resultará el comportamiento
del padre (Matt Damon).
No estamos
ante una película redonda, incluso me atrevería a decir que, obviamente, tendrá
mejor acogida crítica en Europa que en Estados Unidos, pero Suburbicon tiene las suficientes aristas
para horadar la conciencia social en los tiempos actuales, y funciona más en su
incisiva denuncia que en la banal intriga policíaca. Aunque como ocurre siempre
con algo salido de la desbordante imaginación de los hermanos Coen, el absurdo
se alterna con lo trágico y la hilarante comedia con el lacerante drama.
Su penúltima película El Bar no es un film despreciable aunque muchos coincidamos que
está alejada de la excelencia demostrada por el director bilbaíno Álex de la
Iglesia en obras como El día de la bestia o La
Comunidad, en cualquier caso mucho más aseada que la flojita Mi
gran noche. Hacía años, concretamente desde el 2006 que realizó el
magnífico telefilm La habitación del niño incluido en la serie Películas para no dormir, que De la
Iglesia no rayaba a la altura que lo hace en este remake del film homónimo
italiano dirigido por Paolo Genovese. Película que no se ha estrenado en
España, que recuerdo que vi subtitulada y que a pesar de las deficiencias en la
traducción me pareció un buen hallazgo.
Seamos sinceros, son pocos los móviles que
resisten una simple mirada, tan llenos están de secretos y vergüenzas que hay
quien lo esconde bajo siete llaves cuando se va a dormir por si su pareja se ha
convertido en experto/a en romper contraseñas. La película nos cuenta la misma
historia que el film seminal: En una cena entre cuatro parejas de entre 45 y 50
años, que se conocen de toda la vida, deciden jugar a un juego que pondrá sobre
la mesa sus peores secretos: leer en público todos los mensajes y las llamadas
de sus móviles. Su vida entera volcada en público durante la cena.
Rayando incluso por encima del film
original, Álex de la Iglesia, un director dinámico e inconformista cuya
filmografía abre un amplio abanico multigenérico y que ha demostrado
sobradamente su talento, domina bien los escenarios únicos, los espacios
reducidos que a medida que avanza el metraje se van tornando cada vez más
claustrofóbicos y opresivos. Lo demuestra aquí sumergiendo al espectador en una
cáustica comedia rebosante de situaciones hilarantes, peripetéticas, amargas,
jocosas y ridículas. El tono teatral de la función, la gran dirección de
actores, la precisión del director para colocar la cámara en el sitio exacto,
el gran nivel interpretativo de todo el elenco que hace imposible que nadie
sobresalga y que todos gocen de su momento de gloria, conforman los ingredientes
básicos del éxito de Perfectos desconocidos, además de contar
un argumento de rabiosa actualidad.
A pesar del ingenio que atesora, hacía tiempo que no veíamos al director vasco medir con tanta pulcritud las pautas de la
función, mostrarse tan sinuoso a la hora de captar una actitud, un gesto, una
mirada, un detalle, dotando de gran agilidad al torrente de diálogos y a la
intensidad de las emociones. Surgidas todas ellas de un juego avieso y con más
peligro que un barbero con hipo. Un juego con mil aristas envenenadas que
destapa secretos, desnuda sentimientos y mentiras y hurga en las humillaciones
que se derivan del turbio concepto que tenemos las personas sobre la ética y la
moral.
Con una sublime puesta en escena y una
ejemplar lección de complicidad artística, la reunión de amigos se ve presidida
en la terraza por una impresionante superluna que se va tiñendo de sangre. El eclipse
es cuanto menos motivo de inquietud para
los que piensan que puede afectar a los estados de ánimo, más si se está
inmerso en un juego nada inocente en donde saldrán a relucir las miserias y
secretos más indecentes de los personajes. En
la historia es posible escuchar los ecos del Buñuel de El ángel exterminador y del Polanski de Un Dios salvaje, pero dentro de las sorpresas que nos depara esas
tremendas cajas de Pandora que son los smartphone vale la pena subrayar la emotiva
y genial conversación con el manos libre que mantiene un superlativo Eduard
Fernández con su hija. Un prodigio de ejecución y contención.
Estamos posiblemente ante la mejor
película española del año, y tanto Juana
Acosta (bebiendo vino como si no existiera un mañana), Dafne Fernández (mancillada por el engaño), Eduardo Noriega (un pitodulce incapaz de controlar sus
debilidades), Belén Rueda (a quien
se le hace insoportable el paso del tiempo), Ernesto Alterio (víctima de su personalidad infantil y sus errores)
y Pepón Nieto (sin fuerzas para
convertirse en la brújula moral de esa panda de desdichados), dan el do de
pecho para que la trama alcance una progresión tragicómica nada previsible y
siempre interesante. Hay quien dice que el final carece de la energía y del
tono rompedor del conjunto, pero a mí, irónicamente me resulta devastador.
BONO REGALO: FOTOS DE DAFNE FERNÁNDEZ, UNA DE LAS PROTAGONISTAS DE "PERFECTOS DESCONOCIDOS" Y UNA DE LAS ACTRICES MÁS BELLAS DEL CINE PATRIO.