El dibujo de Leatherface que encabeza este artículo es también obra del autor del mismo
La figura del psychokiller
en el cine es tan remota y extensa que, en la actualidad, podemos hablar
–material suficiente hay para ello- de todo un subgénero dentro del séptimo
arte. La presencia del Mal ha sido una constante para la fría mirada de ese ojo
de cíclope que es la cámara cinematográfica, la fascinación por indagar en el
lado oscuro del más feroz, repulsivo, siniestro y abominable monstruo sobre la
faz de la Tierra: el ser humano. No, no me refiero a historias para turistas,
aunque las leyendas cuando dejan de serlo se convierten en fogonazos
subliminales que nos soliviantan y atormentan, por eso, es probable que muchos
de nosotros tengamos una idea irreal o deformada de ese espécimen que aparentemente
se muestra tan normal como el vecino del quinto, porque si hay algo seguro,
aunque resulte tan trillado, es que cualquiera puede ser un criminal psicópata.
Cualquiera de nosotros puede atravesar de forma brutal o sinuosa la zona
oscura, acceder en repetidas ocasiones, con toda la impunidad del mundo, a ese
espacio de poder total e inflamado por un subidón adrenalínico, gritarle a
Dios: SOY YO QUIEN POSEE LA FACULTAD PARA ROBAR VIDAS ¡AQUÍ ESTOY Y TE DESAFÍO!
Nada más fácil,
nada más real, un hombre anónimo entre la multitud, con libertad de movimiento,
eligiendo víctimas al azar, esperando el momento oportuno para el asalto, y una
policía confundida, estudiando posibles pistas, barajando hipótesis,
componiendo y recomponiendo retratos-robot, conscientes de lo complicado de su
empresa, impotentes por el terrible descubrimiento de un nuevo cadáver,
abatidos ante la perspectiva de que no será el último.
Llega un momento
en que la figura del psicólogo –asentado ya dentro de la ciencia médica- irrumpe
con fuerza en las vetustas y polvorientas comisarías de policía, sus minuciosos
estudios van a constituir una ayuda inestimable para la reactivación de muchos
casos que se encuentran en un punto muerto, con una policía cuestionada por la
opinión pública y desorientada, mientras el serial
killer campa a sus anchas confiado en la ineptitud de tales sabuesos. Como
bien apunta Jesús Palacios en su
entretenido libro “Psychokillers”
(Temas de Hoy), una de las aportaciones de la psicología es la de diferenciar y
afrontar dos clases disímiles y con perfiles bien distintos de psicópatas
asesinos: el psicótico y el sociópata. El primero, víctima de una enfermedad
mental, suele asesinar en plena crisis neurótica o alucinatoria, una psicosis
que deriva la mayoría de las veces en una esquizofrenia de tipo paranoide. Tras
cometer sus crímenes, estos enfermos presentan un cuadro depresivo o
atormentados son conscientes del daño causado y sufren remordimientos,
sentimientos de culpabilidad hasta el extremo de entregarse ellos mismos a las
autoridades e incluso suicidarse. Alguien que encaja en estos parámetros es David Berkowitz, bautizado como “el
Hijo de Sam”, y que Spike Lee retrató en su excelente Summer
of Sam (1999), un asesino mortificado que dijo seguir el dictado de las
voces del perro de su vecino para cometer sus crímenes.
Pero es el
sociópata, definido por Vicente Garrido
en su ensayo sobre el psicópata como un camaleón en la sociedad actual, el que
resulta, siempre entre comillas, “más atractivo”, sobre todo si hablamos en
términos literarios o cinematográficos. Y esto es así porque nos encontramos
ante un individuo frío, cínico, inmoral, buen actor, con el que conversamos en
el trabajo e incluso compartimos nuestro tiempo libre, jamás se plantea conceptos
como el bien o el mal, presenta generalmente un alto coeficiente intelectual y,
seguramente es admirado por quienes habitualmente le rodean en su vida
cotidiana. Actúa sin remordimientos, es aseado, astuto, ingenioso y prepara con
detalle sus ataques espiando y estudiando
a sus víctimas potenciales, no se arriesga tontamente, y si la cosa se
pone complicada y no está demasiado obsesionado, aplaza su sangriento orgasmo
para mejor ocasión.
Dentro de este
subgrupo podemos englobar a Peter Kürten,
conocido como “el vampiro de Düsseldorf”, quien a finales de los años veinte
sembró dicha ciudad de tiernos cadáveres de niñas a las que había torturado,
estrangulado y violado. Pero este individuo abyecto que golpeaba con un
martillo y apuñalaba con saña a sus indefensas víctimas, era, hasta su
detención, un ciudadano respetado; ni su mujer ni sus vecinos podían imaginar
que el hombre trabajador, fiel asistente a las homilías de la iglesia local, a
la que acudía del brazo de su esposa impecablemente trajeado, era en realidad
uno de los más grandes y sádicos asesinos de la historia. Todavía me estremezco
al recordar los ojos saltones, vidriosos, húmedos, vertiginosos, del genial
Peter Lorre metido en la piel de Kürten para la grandiosa obra maestra de Fritz Lang M… El Vampiro de Düsseldorf (1931), perfecto retrato de una época y
una sociedad que dentro de muy poco tiempo iba a ser devorada por las fauces
del nazismo, y cuyo principal protagonista puede ser interpretado como
paradigma representativo de ese carácter despiadado, mortífero y esencialmente
maléfico del nuevo orden que se avecinaba.
A pesar de que
Nietzsche dijo que si alguien mira fijamente el abismo, el abismo acaba
mirándole a él, nunca he creído en el detestable sofisma de que el consumo de
películas, videojuegos o cómics violentos, tenga una relación directa con el
ejercicio real de la violencia, se diga lo que se diga equiparable al de otras
épocas. Por el contrario, pienso que su efecto puede llegar a ser taumatúrgico,
es decir, puede servir de bálsamo, de desahogo para vaciar psicológicamente los
instintos violentos. Del mismo modo, no encuentro necesario advertir sobre que
algunas secuencias de estos films que he seleccionado pueden herir la
sensibilidad del espectador, no en un país en el que la marea escupe cadáveres
a las playas y el pasatiempo favorito durante décadas de una banda mafiosa ha
consistido en despanzurrar a la gente por medio de coches-bomba. No hablamos,
efectivamente de una comunidad sin tragaderas, hablamos de una sociedad anestesiada,
en cierto modo viciada y pervertida que jamás ha reaccionado más allá del
simple gesto testimonial. Muchos de nosotros, reconozcámoslo, seríamos buenos
espantadores de cadáveres.
Para
confeccionar este artículo me he servido de las obras anteriormente citadas,
también he tenido presente el estimulante ensayo de Olivier Mongin Violencia y
Cine contemporáneo (Paidós), documentada reflexión sobre la mentira y la
verdad, la ética y la estética con la que el cine se alimenta de la violencia.
También el ya clásico Diccionario del
crimen de Oliver Cyriax (Anaya
& Mario Muchnik). Sin embargo, los siguientes bosquejos sobre las raíces
del Mal a través de esta escueta selección, son sólo una aproximación, disparos
de un francotirador, fruto de una mirada extremadamente selectiva. Varios de
estos films están basados en hechos reales y otros nacieron de la maravillosa,
febril y retorcida imaginación de sus creadores. Todos ellos, lo confieso, me
conmocionaron, sugestionaron y ayudaron a comprender que si es factible lo que
opinan pesimistas y distópicos acerca de un mundo perfectamente teledirigido y
controlado, inmerso en un hipercapitalismo salvaje y depredador, sumido en la
vorágine del más disparatado consumo y esclavizados por un trabajo las más de las
veces embrutecedor, con carencias de poder individual e insatisfacciones de
todo tipo, entonces, la presencia del psychokiller
es sólo una amenaza menor, nadie sabe qué engendros están tomando forma en los
laboratorios de la sociedad postindustrial, a qué nuevos miedos tendremos que
enfrentarnos en un futuro próximo.
Les dejo con esta pequeña galería del psicópata
como animal cinematográfico, disfruten si pueden.
LA MATANZA DE TEXAS
(1974)
DIRECTOR: TOBE
HOOPER
INTÉRPRETES: MARILYN BURNS, PAULA PARTAIN, EDWIN NEAL, JIM
SIEDOW.
Clásico film
imitado hasta la náusea que nos narra terrorífica pesadilla en que se ven
envueltos un grupo de chicos que viajan en una típica y sesentera furgoneta
Volkswagen y desconocedores del trágico destino que les espera. Una idílica
tarde de verano estos jóvenes idealistas, amantes de la astrología y el amor
libre van a descubrir el horror, van a traspasar la línea que les separa de Leatherface (el Cara de Cuero) y su
siniestra familia de palurdos. Obra cumbre de las splatter-movies, LA MATANZA DE TEXAS se realizó con
escasos medios y un director amateur, un producto con vocación subversiva y
rodado con un tono semi-documental tremendamente efectivo, que recrea hasta la
exasperación un clima asfixiante y malsano, para lo que su joven realizador se
apoya en una fotografía granulosa derivada de un rodaje en 35 mm.
Elogio de la maldad, tensión in crescendo, pérdida
traumática de la inocencia, atmósfera claustrofóbica, violencia hiperrealista y
descarnada, tratado de comportamientos demenciales. Escalofrío: Leatherface
cuelga de un gancho para reses a Pam. El abuelo, el mazo… y Sally. Leatherface
persiguiendo a Sally con la sierra mecánica. Los ojos desorbitados de Sally, jadeos, falta de respiración. Taquicardia. Pánico.
LA NOCHE DE LOS
GENERALES (1966)
DIRECTOR: ANATOLE
LITVAK.
INTÉRPRETES: PETER O´TOOLE, OMAR SHARIF, TOM COURTENAY,
DONALD PLEASENCE.
La acción nos
sitúa en la Varsovia de 1942. Una prostituta que es a la vez agente alemana,
aparece brutalmente asesinada. Hay suficientes indicios de que el asesino es un
general alemán y se destina a un comandante del servicio secreto para que lo
descubra. Es el comienzo porque, a partir de ahí, los asesinatos se suceden en
una espiral alocada. Peculiar film sobre un psicópata asesino de la Alemania
nazi en el que se mezclan elementos del thriller
psicológico, el cine bélico y político. Basado en una historia real, con un
guión del famoso autor de novelas policíacas James H. Chase, estamos ante una
película estimable por su exotismo. En ella Peter O´Toole se mete en la piel de un sádico asesino de
prostitutas y Omar Sharif en la de
un inspector de policía que desea atraparle.
Pero lo que más
atractivo me resulta de esta cinta es el afinado dibujo de cierta personalidad
psicopática al combinar una serie de ingredientes como el nazismo de forma
alegórica y el escudo que ofrece el poder, la facilidad con que se diluye la
barbarie en tiempos de guerra, y sobre todo, esa secuencia impagable cuando el
asesino visita un museo donde se exhibe lo que los nazis denominaron “Arte
Degenerado” (Picasso, Munch, etc.) y cómo al contemplar las obras en un
irrefrenable y vertiginoso frenesí queda tan hipnotizado como perturbado, su
mirada se pierde en el torbellino de colores y formas de los lienzos, huyendo
del museo como buscando el aire en una descabellada fuga interior. Una película
en verdad curiosa con un excelente reparto.
HENRY… RETRATO DE UN
ASESINO (1989)
DIRECTOR: (JOHN MACNAUGHTON)
INTÉRPRETES: MICHAEL ROOKER, TOM TOWLES, TRACY ARNOLD.
Cuando se
estrenó esta película, Martin Scorsese declaró que había sido el mejor debut de
un director en esa década. El film está inspirado en las andanzas de Henry Lee Lucas, un asesino múltiple
que confesó haber cometido hasta 360 asesinatos. De pequeño sufría un trauma
cerebral a causa de un golpe que le propinó su madre con una viga. Más tarde
llevaría una vida de violencia y crímenes, nadie, desde ningún punto de vista,
puede explicar la cantidad de asesinatos que cometió. Henry Lee Lucas fue
encarcelado por primera vez por matar a su madre, y a pesar de advertir que si
le soltaban volvería a matar, le soltaron y así lo hizo (salió en libertad
condicional debido a la masificación en las prisiones). La película comienza mostrando
de manera magistral una exposición macabra, toda una galería de mujeres
desnudas o semi-desnudas, desencajadas, en posturas imposibles, secuencias e
imágenes semi-documentales –es uno de los efectos que busca la película- que
parecen fotos enviadas desde el infierno a los archivos policiales.
La cámara se
encarga de ir destapando esos pasajes espeluznantes, que van acompañados de una
banda sonora en la que se sobreponen e intercambian horribles extraños jadeos y
ruidos guturales. Todo el film está recubierto de un barniz fétido, pero la
escena de la violación y el asesinato de una chica, que Henry y el retrasado de
Otis han grabado en una vídeo y que más tarde visionan sentados tranquilamente
en un sofá, como quien rememora escenas campestres de una cacería, resultan de
una pornografía visual escalofriante, de una perversión moral enfermiza y de
una ambientación sórdida e infecciosa. Es, sin duda, una de las secuencias más
pavorosas y extremadamente terroríficas de la historia del cine.
SEVEN (SE7EN, 1994)
DIRECTOR: DAVID FINCHER.
INTÉRPRETES: BRAD PITT, MORGAN FREEMAN, GWYNETH PALTROW,
KEVIN SPACEY.
Cuando está a punto de retirarse,
al veterano policía de la brigada de homicidios se le presenta la oportunidad
de resolver un último caso, en un principio lo rechaza e insiste en que le sea
encomendado a su sustituto, un joven y ambicioso detective que se acaba de
trasladar a la ciudad junto a su esposa para ocupar su puesto. Pero el viejo
detective decide sumarse a la investigación cuando, tras las pesquisas, empieza
a sospechar que se encuentra ante un caso insólito, de especial perversión y
difícil resolución: una serie de asesinatos macabros cometidos por alguien con
una inteligencia suprema y un grado de depravación tal, que es capaz de construir
con sus crímenes una obra de arte. Así, una persona está destinada a morir por
cada uno de los siete pecados capitales.
Tenebrista
desasosegante, el film de Fincher
está dotado de una extraña configuración estética: una atmósfera lóbrega,
húmeda, neblinosa y deprimente, que junto al vestuario preocupadamente
despreocupado del joven detective Mills en contraste con la sobriedad de estilo
del viejo Somerset, cierto barroquismo en la puesta en escena, elementos
asociados a la expresividad plástica del terror, enmarcan esta sólida película
de culto como una de las más genuinas muestras con todos sus del denominado thriller de diseño. Utilizando el
formato buddy movie, en Fincher se observa una fascinación descriptiva por el
discurrir de un cerebro superdotado como el de John Doe, psychokiller que juega con la policía al gato y al ratón, al mismo
tiempo que la desafía, y nos imanta con una tracción morbosa, tan humana como
inquietante. La contemplación de cada una de las atrocidades del sádico Doe, la
paciencia y truculencia con que ha elaborado cada uno de sus crímenes, el
carácter teatral de cada acto de su admirable “obra”, sus reflexiones
cotidianas plasmadas a diario en miles de cuadernos, constituye, ante todo, una
seria aproximación a los terribles mecanismos de la mente y una introspección
alarmante en los meandros del espíritu humano.
CITIZEN X (1995)
DIRECTOR: CHRIS GEROLMO.
INTÉRPRETES: STEPHEN REA, DONALD SUTHERLAND, JEFFREY
DEMUNN, MAX VON SYDOW.
Nos encontramos
en la Rusia de 1982, en donde un médico forense del gobierno es nombrado
encargado de un horrible caso de homicidio al ser descubiertos, en un bosque
próximo a Rostov, varios cadáveres de niñas brutalmente asesinadas. Bajo la
protección de un coronel, el forense se enfrentará al régimen soviético con tal
de cazar al asesino en serie más peligroso que jamás ha existido en la
república. La bestia tiene un nombre: Andrei
Chikatilo. Basado en hechos reales, este telefilm de lujo cuenta con unos
intérpretes sensacionales, y aunque se apoya de forma un tanto maniquea en
algunos tópicos y clichés (el comunismo soviético, el hermetismo de sus
jerarquías, una investigación trabada) se alza con el Premio a la Mejor
Película, Mejor Director y Mejor Actor en el Festival de Sitges.
Y es que aunque la historia podía haber dado
más juego, Rusia es un país demasiado exótico para un psychokiller, este psicópata acabó con la vida de cincuenta y dos
menores, las autoridades soviéticas se mostraban incrédulas y no que rían
reconocer que un asesino se hubiera burlado de ellas durante tanto tiempo, tan
orgullosas como estaban de su estado militarizado. Chikatilo era un simple
maestro, un funcionario gris, miembro del partido comunista, su retrato-robot
era igual que el de cualquier asesino en serie sexual de occidente (de clase
media, integrado en la comunidad, formal y culto), la no aceptación de esta
premisa hizo que su detención se alargara durante tanto tiempo. Apodado “el
Carnicero de Rostov”, casado y con dos hijos, lleva a sus víctimas, que confían
en él, a lugares apartados, y una vez allí, las apuñala, estrangula, viola… y
mutila, arranca los ojos de sus víctimas porque cree que en ellos quedará
reflejado su rostro. Fue ejecutado ante el júbilo de espectadores y familiares
de las víctimas el 15 de octubre de 1992.
ED GEIN (2000)
DIRECTOR: CHUCK PARELLO.
INTÉRPRETES: STEVE RAILSBACK, CARRIE SNODGRESS, CARROL
MANSELL.
Cuentan que
Alfred Hichcock se inspiró en él para su Norman
Bates de Psicosis. Ed Gein era un tipo de pueblo, un americano
muy extraño, una de las prendas de vestir que Gein creó con piel humana fue un
chaleco. También hizo un cinturón adornado con pezones humanos. En su casa la
policía encontró todo un muestrario de prácticos muebles confeccionados con
restos humanos ¿qué les parece el tipo? Ed Gein era natural de Plainsfield, un
pueblo al más puro estilo del Medio Oeste, era el hombre de apariencia
inofensiva y carácter timorato. Chuck
Parello acierta al contar con sobriedad los antecedentes que influyeron en
su forma de ser y su locura, entre ellos, una estricta formación religiosa por
parte de su madre que era una auténtica fanática.
El film ganó los
premios de Mejor Película y Mejor Actor en Sitges, y está rodado con buen pulso
por un director que no hace ninguna concesión a la violencia gratuita ni hace
uso del siempre detestable efectismo, logrando secuencias verdaderamente
perturbadoras y sumergiendo al espectador en los secretos de una mente
criminal. Formidable la interpretación de Steve
Railsback dando oxígeno a Gein, un tipo que cuando su madre murió, cerró su
habitación con clavos como si fuera un sepulcro, y desde entonces vivía fuera
de la realidad, se relacionaba poco y no disfrutó de relaciones sexuales con
nadie. Antes de morir, su mamá le repitió hasta la saciedad que el sexo antes
del matrimonio era malo y la masturbación aún peor. Gein murió en una unidad psiquiátrica
el 26 de julio de 1984. Hoy en día es uno de los pyschokillers más famosos, su imagen es un icono en todo tipo de
recuerdos para coleccionistas e incluso existe un club de admiradores de Ed
Gein.
AMERICAN PSYCHO (2000)
DIRECTOR: MARY HARRON.
INTÉRPRETES: CHRISTIAN BALE, WILLEN DAFOE, JARED LETO,
REESE WITHERSPOON.
La película de Mary Harron transcurre a lo largo de
1987, en los meses anteriores al crack de la bolsa neoyorquina. El film está
basado en la famosa novela homónima de Bret
Easton Ellis que nos cuenta la historia de un yuppie de 27 años que trabaja
en Wall Street, no es un paria ni un rebelde, sino un ciudadano que acepta las
leyes de su país y disfruta de todo lo que su enorme estatus social le ofrece. Patrick
se mueve por las calles de Nueva York como cualquier joven de éxito, y sin
embargo, es un tipo capaz de violar, torturar y matar sin cambiar por ello de
actitud ante su entorno. Christian Bale
traza un dibujo perfecto con su interpretación del joven rico, sofisticado y
psicópata que a través de un espejo deformante nos descubre los detalles más
nimios, sódidos y escalofriantes de nuestra cotidianidad… o de aquella
Generación X, máximo exponente referencial de la década de los 80 y estereotipo
supremo de una generación para la que el poder de los objetos (la gomina, el
agua Evian, los trajes de Hugo Boss o Cerruti, la coca) se imponía sobre todas
las cosas
Con el mismo
refinamiento que almuerza en los restaurantes más raros y exquisitos, asesina a
mendigos, prostitutas y colegas como desahogo de toda su podredumbre
existencial. El crimen es sólo una diversión, y la condena, el seguir viviendo.
Una escena: aquella en la que persiguiendo con una sierra mecánica a una
prostituta, Patrick deja caer por el hueco de la escalera el terrible
instrumento, que impacta de lleno en el cuerpo de la indefensa víctima.