jueves, 29 de noviembre de 2012
martes, 27 de noviembre de 2012
PAUL NEWMAN EN LA MEMORIA
Por su interés, recupero este artículo publicado en el "Semanario Vegas Altas y La Serena" tras la muerte del recordado actor el 26 de septiembre de 2008.
Es curioso que, siendo aún un adolescente y aunque ya había visto otros trabajos suyos por televisión, la primera película protagonizada por Paul Newman que este crítico vio en una sala de cine fue Marcado por el odio (Robert Wise, 1956), ocurrió en los primeros años ochenta en una reposición veraniega programada por el barcelonés cine Verdi. Tal vez pueda resultar baladí, pero no lo fue para mi interés por este descomunal intérprete y mi posterior formación cinéfila, pues además de ser un film clave en la filmografía del actor, ayudando al buen encarrilamiento de una carrera que había comenzado dos años atrás con el horroroso péplum El cáliz de plata (Victor Saville, 1954), jamás podré olvidar el impacto y el poderoso arrebato que me produjo su volcánica actuación dando vida al mítico boxeador Rocky Graziano, en un papel destinado en un principio al fallecido James Dean, pues no en vano la réplica femenina en esa cinta la ponía Ana María Pier Angeli, que fue en su día presentada en los medios como la novia -¿impostada?- del joven y malogrado protagonista de Rebelde sin causa.
PAUL NEWMAN EN LA MEMORIA: MUERE VIEJO Y DEJA UN
LEGADO ENVIDIABLE
Es curioso que, siendo aún un adolescente y aunque ya había visto otros trabajos suyos por televisión, la primera película protagonizada por Paul Newman que este crítico vio en una sala de cine fue Marcado por el odio (Robert Wise, 1956), ocurrió en los primeros años ochenta en una reposición veraniega programada por el barcelonés cine Verdi. Tal vez pueda resultar baladí, pero no lo fue para mi interés por este descomunal intérprete y mi posterior formación cinéfila, pues además de ser un film clave en la filmografía del actor, ayudando al buen encarrilamiento de una carrera que había comenzado dos años atrás con el horroroso péplum El cáliz de plata (Victor Saville, 1954), jamás podré olvidar el impacto y el poderoso arrebato que me produjo su volcánica actuación dando vida al mítico boxeador Rocky Graziano, en un papel destinado en un principio al fallecido James Dean, pues no en vano la réplica femenina en esa cinta la ponía Ana María Pier Angeli, que fue en su día presentada en los medios como la novia -¿impostada?- del joven y malogrado protagonista de Rebelde sin causa.
Aun estando filmada en glorioso blanco y
negro, en Marcado por el odio estaba ya el alud incontenible, el embrujo
hipnótico y seductor, la atracción sensual, el torrente visceral y salvaje de
una mirada hermosa e incendiada de pasiones, una mirada que marca el canon del
azul telúrico allá donde podamos distinguir los vestigios más bellos y
primitivos, dos chispazos azules desde un faro sólido y magnético que comenzaba
a iluminar una de las carreras más longevas, lúcidas y regulares de la historia
del Séptimo Arte.
Perteneciente a la generación de Marlon Brando y el citado James
Dean, Paul Newman nació en 1925 en Cleveland (Ohio) donde su padre, de origen
judío alemán, tenía un almacén de artículos deportivos, pero pronto quedó claro
que las miras de Paul estaban muy lejos del mostrador y las baldas del viejo
negocio familiar y del bucólico entorno de los campos de maíz. Aprovechando su
salida para cumplir el servicio militar y tras combatir en la segunda gran
guerra, se graduó en ciencias económicas y posteriormente se unió a una
compañía de teatro, en donde conoció a su primera esposa, Jacky Witte, unión
que duró una década y fruto de la cual nacieron Scott (fallecido en 1978
víctima de las drogas), Susan y Stephanie.
Tras realizar múltiples y variados
trabajos, estudia arte dramático en el Yale Drama School y en el Actor´s Studio
de Nueva York, donde como Brando y Dean, su formación estará guiada por el
legendario Lee Strasberg con una metodología inspirada en el método Stalisnavski,
alumno aventajado de una generación que se acabaría (re)conociendo como
“actores del método”. Tras debutar en Broadway,
en la televisión y a raíz de su primer éxito en cine con el reseñado
biopic firmado por Wise, la crítica –siempre con sus odiosas etiquetas y
similitudes- le comparó con Brando, para quien Newman sólo era un mal imitador
suyo, pero eso era sólo la pata de cabra de un actor prepotente que disfrutaba
metiendo el dedo en cualquier ojo, Newman le cerró la boca con un trabajo
memorable metido en la piel de Billy el niño en la película de Arthur Penn El
Zurdo (1958), un excelente y atípico western con ciertas connotaciones
psicoanalíticas.
Ese mismo año rueda a las órdenes de su amigo Martin Ritt la
adaptación del célebre drama sureño escrito por William Faulkner El
largo y cálido verano, film interesante por el enfrentamiento entre el
larvado terrateniente interpretado por Orson Welles y el mozo de cuadras
encarnado por Newman, y sobre todo porque durante el rodaje conocería a la que
iba a ser su segunda esposa, la actriz Joanne Woodward, con la que, hasta su
reciente muerte, ha compartido cincuenta años de amor, convirtiéndose en la
verdadera luz de su vida, un matrimonio de una inusual estabilidad en
Hollywood, lugar del que, inteligentemente, se mantuvieron alejados en su casa
de Connecticut. Juntos tuvieron tres hijas: Eleanor, Melissa y Claire.
Destacamos 1958 como un año crucial en la
vida del actor con la mirada más azul del cine, su matrimonio con Woodward dio
estabilidad a su vida sentimental y a su carrera, con una cosecha de la que también
forma parte La gata sobre el tejado de zinc (Richard Brooks), un film de
pasiones desatadas en el que formaba pareja con Elizabeth Taylor y que levanto
un inusitado morbo en su estreno en nuestro país. Tras encarnar al líder
sionista Ari Ben Canaan en el oportunista film de Otto Preminger Éxodo
(1960), nos regaló uno de sus papeles más recordados en la obra maestra de
Robert Rossen El Buscavidas (1961), punzante y descriptiva disección clínica
sobre la filosofía del éxito, en la que nuestro llorado actor da vida a Eddie Felson,
un perdedor que quiere expiar su catastrófico pasado con el juego.
Aun así, la
década de los sesenta, con algunos títulos de interés, como Dulce
pájaro de juventud (1962) donde es de nuevo reclamado por Brooks para
la adaptación de otra obra de Williams y La leyenda del indomable (Stuart
Rosenberg, 1967) un clásico del cine penitenciario, la malgasta con
producciones de poca miga, un puñado de ellas producidas por él y dirigidas por
su amigo Martin Ritt, por lo que decide emprender una carrera paralela como
realizador en películas protagonizadas por su mujer, entre las que destacan Rachel,
Rachel (1968) y El efecto de los rayos gamma sobre
las margaritas (1972), dramas en formato teatral creados como vehículos
para que la Woodward
ponga en práctica todo el catálogo de tics aprendidos en el Actor´s Studio. Todavía tendrá tiempo de disfrutar de
dos grandes éxitos bajo la batuta de George Roy Hill, el western de acción Dos
hombres y un destino (1969) y el policíaco de ambientación retro El
Golpe (1973). Su última aparición cinematográfica fue junto a Tom Hanks
en la esteticista Camino a la perdición (Sam Mendes, 2002) magnifico film
adaptación de una novela gráfica que transcurre en el gangsteril Chicago de los
años 30.
Nominado nueve veces a los Oscar, lo
consiguió con aquella especie de continuación de El Buscavidas titulada El
color del dinero (Martin Scorsese, 1986), además del honorífico a toda
su carrera que le concedió la Academia.
Paul Newman fue un
gran tipo, uno de los actores más característicos e importantes de la segunda
mitad de la historia del cine, esa que marcó la edad de oro. Un actor
comprometido con las causas sociales y alejado del glamour, el oropel y las
bambalinas hollywoodienses. Sinceramente, no creo que haya sido el más bello de
la historia (si de mi dependiera ese frívolo galardón se lo llevaría Alain
Delon), ni mucho menos el de mayor talento interpretativo (algunos actores
surgidos al calor del Nuevo Hollywood, como Robert De Niro, son, en ese
aspecto, superiores a él y a Marlon Brando), pero me ha encantado conocerle,
ser testigo de su obra y su legado moral, conocer su envidiable dignidad a la
hora de decir adiós, admirar como envejecía con elegancia, decoro y gallardía,
sin adulterar su decadencia, preparando el foso en la intimidad y el calor de
los suyos, con su rutilante y diáfana mirada en tránsito de iniciar el camino
hacia la inmortalidad y el Olimpo de los dioses. Desde este foco inmundo de
náufragos y parados, gracias por todo, amigo, descansa en paz, siempre serás
uno de los nuestros.
domingo, 25 de noviembre de 2012
CRÍTICA DE "FIN"
El MacGuffin como elemento totalizador
FIN êê
DIRECTOR: JORGE
TORREGROSSA.
INTÉRPRETES:
MARIBEL VERDÚ, DANIEL GRAO, CLARA LAGO, BLANCA ROMERO, ANTONIO GARRIDO, CRAMEN
RUÍZ, MIQUEL FERNÁNDEZ, ANDRÉS VELENCOSO.
GÉNERO: INTRIGA /
ESPAÑA / 2012
DURACIÓN: 90 MINUTOS.
Parece evidente
que el cine español busca nuevos caminos surcando el cine de género, una
apuesta por evaporar los hedores de la comedia bufa, el cine de carácter social
y el drama guerracivilista, que han sido las corrientes generalistas de la
mayoría de las producciones en las últimas décadas. El cambio de tendencia
resulta muy estimulante para este crítico, cansado de sacudirse la caspa y el
pelo de la dehesa cada vez que el cine patrio asaltaba la pantalla grande con
algunos de sus mediocres enredos. FIN, basada en la novela de David
Monteagudo, supone el debut del cortometrajista Jorge Torregrossa en el
largometraje bajo el paraguas de la productora Apache, una propuesta
irregular que se apunta al cine de tono
apocalíptico tan de moda.
Veamos: Tras dos
décadas sin verse, un grupo de amigos se reúne en una aislada casa en la
montaña un fin de semana. Algunos van con pareja y otros solos, pero falta uno
de ellos, Ángel, al que llamaban El Profeta, precisamente el que más interés
tenía en que se celebrase la reunión. Parece que nada haya cambiado entre
ellos, pero pronto aparecen las tensiones debido a un turbio suceso del pasado
que les sigue atormentando. De repente, un extraño relámpago ilumina el cielo,
el incidente corta la electricidad, los teléfonos no funcionan y tampoco el
encendido del motor de los coches. Así, el grupo se queda aislado y sin posibilidad de
comunicación con el exterior. Deciden buscar ayuda e ir caminando al pueblo más
próximo, pero el grupo se va desintegrando y algunos componentes desaparecen sin
explicación. Parece que un nuevo orden natural se impone entre sus atónitos
ojos, una situación anómala en la que no hay rastro de otras personas
A medio camino
entre el cine apocalíptico y el thriller psicológico, FIN está filmada de
manera aseada, con una aceptable puesta en
escena y un tramo inicial dinámico en el que asistimos a la reunión del
grupo con sus recuerdos, anécdotas, envidias, recelos y tensiones, y Torregrosa
mueve hábilmente los hilos para dotar de matices a un elenco coral que
desprende pocas simpatías.
El gran problema de esta cinta es su molesta
indefinición, las constantes variables de una epopeya que no se sabe bien qué
persigue, dando bandazos para salirse de la línea recta que marca su aplastante
esquematismo. La función cuenta con una
imponente luz creada por José David Montero, que baña los impresionantes
paisajes pirenaicos, también el apartado técnico resulta moderadamente eficaz
(perfecta planificación de esa escena de la estampida de los carneros por el
sendero de la montaña), pero el conjunto se ve castigado por el corpus
estructural de un libreto endeble, muy poco trabajado y que elimina piezas de
un puzzle que quedará para siempre incompleto, como el coitus interruptus de
una metáfora.
Si lo que lo que perseguía Jorge
Torregrossa es rodar una alegoría aliñada con vagas reflexiones sobre el
destino del hombre y el fin de la humanidad, lo que en realidad ha parido es el
retrato movido de un grupo de amigos detestables aventurándose hacia la nada en
desafinada sintonía y sin apenas profundidad psicológica. Poco se podía
exprimir la cargante novela de David Monteagudo, en la que se adivinan ecos de El
Incidente
(M. Night Shyamalan, 2008), un film, por otra parte, nada original que dejó muy
poco poso, aunque no recuerdo que aquella irregular propuesta incluyera los
enormes agujeros que el avispado cinéfilo podrá apreciar en FIN:
perros desesperadamente hambrientos cuando sólo ha pasado un día desde el
desastre y que no habían sido capaces de localizar los alimentos hasta que el
grupo da con ellos; la compostura y reacción tibia del grupo cuando se produce
la primera desaparición; la ilógica reflexión sobre el cadáver de un tipo, esencial para la
trama, del que se deduce que ha muerto en accidente antes de que se produjera
la catástrofe porque su reloj se ha parado a una hora distinta.
Grietas que ahondan en la deslavazada
narrativa de un guión que juega con el misterio y las incógnitas, cuando es
fácil adivinar que el enigma sobre la extraña situación solo actúa como
MacGuffin de una aventura que lo fía todo a la imaginación –y paciencia- del
espectador, un espectador que también tendrá que encargarse de ponerle fin al
relato cuando desaparezca tras las brumas.
FOTOGRAMAS EN LA RETINA: LA ÚLTIMA PELÍCULA
Una de las más grandes obras maestras de la historia del
cine, LA ÚLTIMA PELÍCULA (The
Last Pictures Show, Peter Bogdanovich, 1971), supuso el debut de la
preciosa y un tanto desaprovechada actriz Cybill
Sepherd. El film, que está basado en la novela de Larry McMurtry y nos
sitúa en un pueblo polvoriento de Texas en los primeros años 50, nos narra el
paso de la adolescencia a la madurez de un grupo de jóvenes, haciéndose eco de
las costumbres, el clima gris de una sociedad cerrada y opresora y los
designios variables de una nación. Una sociedad en la que el cine y todo lo que
ha representado para muchas generaciones, agoniza a favor de la televisión.
Bogdanovich, un formalista irreductible con veneración por los clásicos, cede
el protagonismo a actores nóveles como Timothy Bottoms, Jeff Bridges, Cybill
Sepherd o Randy Quaid, y los enfrenta a veteranos de la talla de Ben Johnson o
las maduritas Cloris Leachman y Ellen Burstyn, para crear un microcosmos
decadente y desolado al que una impresionante fotografía en blanco y negro dota
de una pátina de melancolía y desaliento.
No obstante, el
director neoyorquino se aleja de la sensiblería para atacar directamente a los
verdaderos sentimientos, un ejercicio de sobriedad y precisión de un afectado
purista que despliega un abanico de emociones que brotan de la amargura y la
soledad, historias de vidas marcadas por la tragedia, la pérdida y el
desencanto, y para las que el sexo es sólo una vía de escape para huir del
aburrimiento y el alma mortecina de ese pueblo cuya atmósfera opresiva y hostil
se hace por momentos asfixiante. Bogdanovich filma el polvo más triste de la
historia teniendo como protagonistas a un ingenuo Timothy Bottoms y a la madura
mujer de su entrenador Cloris Leachman, dueña de un doloroso vacío emocional
que no encuentra consuelo, y dio a conocer al mundo a una Cybill Shepherd de
sólo 21 años que, invitada a una orgía en la piscina de la casa de un niño pijo,
nos regala un streptease tan pueril
como tentador. Shepherd se convertiría en toda una sex symbol tras su
protagonismo junto a Robert De Niro en Taxi Driver, y alcanzaría una enorme
popularidad formando pareja con Bruce Willis en la exitosa serie televisiva Luz de Luna… pero eso es otra historia.
domingo, 18 de noviembre de 2012
CRÍTICA DE "EN LA MENTE DEL ASESINO"
Un telefilm tan caro como mediocre
EN LA MENTE DEL ASESINO ê
DIRECTOR: ROB COHEN.
INTÉRPRETES: TYLER PERRY, MATTHEW FOX, EDWARD BURNS, JEAN
RENO, RACHEL NICHOLS, GIANCARLO EXPOSITO.
GÉNERO: THRILLER
/ EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 101 MINUTOS.
Las dos veces que
el psicólogo forense Alex Cross, personaje creado por el novelista James Patterson,
ha surcado la pantalla grande en películas como El coleccionista de huesos
(Gary Fleder, 1997) y La hora de la Araña (Lee Tamahori,
2001), ha tenido el rostro y el porte del veterano actor Morgan Freeman. Surgidas
ambas al rebufo de éxitos como El silencio de los corderos o Se7en,
ninguna logró convencerme aunque el film
de Tamahori mantenía un cierto tono que no la dejaba caer en el ridículo. La elección
de Tyler Perry como sustituto de Morgan Freeman dando vida al detective
psicólogo mantendrá contenta a la extensa comunidad afroamericana estadounidense,
para quien es todo un ídolo, pero el cambio efectuado se nos antoja desafortunado
o al menos muy discutible a pesar de que alguien quiera convencernos de su
cercanía a la figura más neutra, sin los dilemas existenciales ni las contradicciones
del personaje literario.
Vayamos con el
argumento: Alex Cross (Tyler Perry)
es un detective de la policía de Detroit, además de psicólogo forense, que vive
feliz con su familia y tiene una excelente relación con sus compañeros de
trabajo, Tommy (Edward Burns) y Monica (Rachel Nichols). Su rutina laboral
se ve truncada cuando se cruza en su camino el asesino a sueldo sociópata Michael “El Carnicero” Sullivan
(Matthew Fox), cuyas habilidades siempre le han permitido eludir a las
autoridades… hasta que Cross se enfrenta a él cuando intenta un asesinato y
casi le atrapa. Herido, ninguneado y rabioso, Sullivan decide vengarse de Cross
matando a su esposa María (Carmen
Ejogo) cuando se encuentran celebrando su aniversario en un restaurante. El dolor
por la inmensa pérdida hará que el detective se salte todas las leyes morales y
legales para atrapar al asesino, lo que le hará descubrir cosas que ni siquiera
imaginaba.
EN LA
MENTE DEL ASESINO, con una premisa nada original, está penalizada por
un guión endeble, muy deslavazado y lleno de agujeros: profusión de diálogos
absurdos (la secretaria drogada que recibe en la mansión a los detectives, los
tres tipos que acosan a Matthew Fox en el metro); situaciones realmente
ridículas (Fox entrando en la acorazada mansión por el conducto del aire
acondicionado y escapando por una alcantarilla).
El primer error que se comete
es la elección de Perry para dar oxígeno al detective, un actor absolutamente imposibilitado
para ponerse al frente de una función necesitada de un tono más severo y un
intérprete capaz de desarrollar registros dramáticos más acusados; la segunda
elección pésima es situar detrás de las cámaras a un director cuyos mayores
logros han sido en el cine palomitero más vulgar con propuestas como Dragonheart
o Pánico
en el túnel; por último está el tufo a telefilm que desprende el
invento, con peleas cuerpo a cuerpo y secuencias de acción torpemente
planificadas y unos personajes dibujados a brochazos. Lo peor es que el espectador se queda en demasiados momentos sin
asideros, preguntándose de dónde le vienen al detective esos poderes
sobrenaturales que le hace entrar sin esfuerzo ni trance en la mente del
asesino.
Pese a todo lo escrito, la cochambrosa
apuesta puede resultar atractiva para ese público de telefilms de sobremesa y
para el cual el cine es sólo un vehículo para la evasión, un público al que le
trae sin cuidado la lógica de la trama y el uso pueril de los condicionantes
dramáticos. Aun así, cualquier chaval podría superar con un simple programa
los mediocres efectos especiales que, de todas formas, carecen de relevancia.
Es
curioso que el protagonismo en el cartel de la peli se lo lleve Matthew Fox –al
que lanzó a la fama la serie Perdidos-
y no veamos ni rastro de Perry, curioso si uno no ha visto el film, porque Alex
Cross pierde mucha fuerza cuando en el desarrollo progresivo de la trama vemos
que todo sucede en la mente del implacable asesino, un Fox que tuvo que
adelgazar 15 kilos para meterse en la piel de un psicópata solitario y estridente,
al que es incapaz de dotar de una verdadera dimensión y carisma, y que roza en
demasiados momentos la caricatura. Nos le pintan como un hábil tirador y terrorífico
en sus métodos de tortura, pero sólo es un monigote si lo comparamos con otros
psicópatas cinematográficos como Buffalo Bill o Jhon Doe. EN LA MENTE DEL ASESINO gasta
todo su potencial en el enfrentamiento de dos personajes antitéticos –tanto como
lo son el Bien y el Mal-, un desafío que carece de interés y en el que ni
siquiera funciona el giro final, una tuerca inservible para ajustar el
desastre.
domingo, 11 de noviembre de 2012
" TU CORAZÓN COMO ALIMENTO": PARA TODAS LAS MUJERES QUE LLORARON CONMIGO
“Tu corazón como
alimento”
Bajo un palio de tristeza y una quietud mortuoria, he enterrado mi
libertad. / Con ella las cláusulas del tiempo, los documentos de la fe, los
protocolos serviles de una vida infame. / No acudiré a mi cita contigo para
mostrarte esta estúpida ceremonia en el abandono de todo rastro de vida. / Me
duelen ya los pasos compasivos por este sendero de vulgaridad, en dónde sólo los
destellos azulados de tu negra cabellera resplandecen. / Ay amor peregrino,
cuántas violetas manchadas de sangre, cuántos ecos atormentan mi despedida,
cuántos desvelos de amores y, el mío, yerto en el frío. / Un aldabonazo bestial
marca la hora y el reino se incendia, caen las torres y los vigías, yo me llevo
tu corazón como alimento, quédate tú con la inviolable mirada de mi herida.
DEBILIDAD POR OLIVIA WILDE
Tengo debilidad por la actriz neoyorquina OLIVIA WILDE (10 de marzo de 1984), muy
conocida por los fans de la popular serie televisiva House, en la que da vida a la Dr. Remy Hadley, conocida por “13”.
De ascendencia irlandesa por parte de padre e hija de periodistas, Olivia
siempre deseó ser actriz, y tras pasar por The gaiety School Acting de Dublin,
comenzó a trabajar como asistente de casting. Con sólo 19 años contrajo
matrimonio con el príncipe Tao Ruspoli, un tipo bohemio (es fotógrafo y
guitarrista) perteneciente a una de las más prestigiosas dinastías de Italia.
La unión duró 8 años, y actualmente mantiene una relación con el actor Jason
Sudeikis. Debutó en la pantalla grande con la olvidable comedia La
vecina de al lado (Luke Greenfield, 2004), y fue una de las
protagonistas de la excelente y brutal Alpha Dog (Nick Cassavetes, 2007). También
intervino en la fallida Tron:
Legacy (Joseph Kosinski, 2011), secuela del film de culto Tron
(Steven Lisberger, 1982), y en la horrorosa Cowboys & Aliens (John
Favreau, 2011). En España muchos aficionados recordarán su famoso streptease a
Ryan Reynolds en la insulsa comedia El Cambiazo (David Dobkin, 2011). Su
último papel relevante es en el film comentado en estas mismas páginas, Deadfall,
un dramático thriller que aún no se ha estrenado en nuestro país y donde queda
claro que la chica promete.
CRÍTICA DE "DEADFALL"
La familia como el primer nido de corrupción de un ser humano
DEADFALL êêê
DIRECTOR: STEFAN RUZOWITZKY.
INTÉRPRETES: ERIC BANA, OLIVIA WILDE, CHARLIE HUNNAM, SISSY
SPACEK, KATE MARA, KRIS KRISTOFFERSON, TREAT WILLIAMS.
GÉNERO: THRILLER
/ EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 94 MINUTOS.
ESTRENO EN ESPAÑA: 4
DE ENERO 2013.
El director
austriaco Stefan Ruzowitzky se lanza
a la aventura de dirigir este thriller
violento y perturbador que tiene como escenario el bello y nevado paisaje del
norte de Michigan. El realizador, que ganó el Oscar a La Mejor Película de
habla no inglesa por Los Falsificadores (2007), estimable
cinta que teniendo como telón de fondo un campo de concentración nos plantea el
dilema moral de unos falsificadores judíos que están cooperando con sus
verdugos, hace su debut en Hollywood con un cambio total de registros
(temática, género, espacio telúrico) con respecto a su obra anterior con un
film que fue presentado en el pasado Festival de Tribeca y en el que un entregado
Eric Bana con una psique atormentada
por los traumas de su infancia, se convierte en el epicentro de la función convertido
en un asesino de extraña moral y gatillo fácil.
La historia nos
presenta a los hermanos Addison
(Eric Bana) y Liza (Olivia Wilde),
que se encuentran en plena huida por una carretera nevada tras haber atracado
un casino. Tras chocar el vehículo en el que huyen con un ciervo tiene lugar un
aparatoso accidente del que los dos hermanos salen indemnes. Addison mata a un policía
estatal que ha parado su coche patrulla para prestarles su ayuda. Con la
policía pisándoles los talones, los dos hermanos deciden separarse y así poder
llegar a la frontera con Canadá. Mientras tanto, el problemático ex boxeador Jay (Charlie Hunnam) sale de cárcel y
recoge a Liza con síntomas de hipotermia cuando se dirige a casa de sus padres,
June (Sissy Spacek) y Chet
(Kris Kristofferson), un sheriff retirado con el que Jay tiene una
relación distante, para pasar juntos el día de Acción de Gracias. Un giro del
destino provocará que todos los personajes confluyan en la casa de los padres
de Jay provocando una serie de acontecimientos inesperados.
Lo que realmente
resulta muy atractivo de DEADFALL es su poder atmosférico
(ese agorafóbico clima glacial tan bien representado en películas como El
tren del infierno, Fargo o Un plan sencillo, por
poner unos ejemplos), una ambientación determinante para definir las gélidas
relaciones entre los miembros de todas las familias representadas: El sheriff
encarnado por Treat Williams que ejerce de manera déspota y sexista con su hija
-Kate Mara- a la que no deja realizar trabajos de campo y sólo quiere ver en la
oficina; la tensa relación del ex boxeador Jay con su padre, el sheriff
jubilado, por dejarse ganar en un
escándalo con el tema de las apuestas; y la ambigua relación que bordea el
incesto entre los hermanos Addison y Liza.
El
director de Anatomía logra un buen
equilibrio entre las conversaciones intimistas y las explosiones de violencia
visceral prolongando un viaje a las negras profundidades del alma para el que
no parece existir otras metas que el vacío o la redención. Con hechuras de thriller clásico la acción se desarrolla
enmarcando momentos verdaderamente conmovedores, como ese en que tras recibir
la bronca de su irascible padre, una magnífica Kate Mara se le encara
diciéndole “Si yo fuera uno de tus
muchachos lo que tendrías que hacer es estar orgulloso de mi”.
Secuencias de
acción bien planificadas, como esa emocionante y sangrienta persecución con las
motos de nieve se ven alternadas con escenas introspectivas que ahondan en un
oscuro y oculto pasado que como una herida infectada va gangrenando
personalidades escindidas y vidas marcadas por las decisiones equivocadas (la ternura
de June que recibe a su hijo que acaba de abandonar la cárcel y está
arrepentido). DEADFALL es una interesante propuesta que te invita a acercarte a
unos personajes tocados por tormentosas relaciones paternofiliales, que actúan
como contenedores de emociones y prejuicios castrantes sin dejar a los
personajes avanzar.
Es significativa esa pieza en que Addison asesina a un
tipo que está aterrorizando a su esposa y a sus pequeñas hijas en una vieja
cabaña del bosque. Una de las hijas pregunta a Addison si también la va a matar
a ella, el peculiar y salvaje Adisson, un cáncer que extiende la muerte por
donde pasa, una contradicción andante, le contesta “No, los niños deberíais estar protegidos siempre”. Cuando las tres
familias confluyan en la casa de los padres del ex boxeador el día de Acción de
Gracias sabes que algo electrizante va a pasar, el qué es algo terriblemente
insospechado.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
MIS PELÍCULAS FAVORITAS: " UN PROFETA"
Sublime, una invitación para amar el cine
UN PROFETA êêêêê
DIRECTOR: JACQUES AUDIARD.
INTÉRPRETES: TAHAR RAHIM, NIELS ARESTRUP, ADEL BENCHERIF, HICHEM
YACOUBI, REDA KATEB.
GÉNERO: DRAMA CARCELARIO / FRANCIA / 2009 DURACIÓN:
155 MINUTOS.
Siempre
he sentido debilidad por el cine francés, la única cinematografía que en
solidez, calidad, creatividad, dinamismo y transgresión ha podido hacer sombra
a la estadounidense. El nombre de Jacques
Audiard (hijo del guionista y director Michel Audiard) no es desconocido
para este cronista, de su filmografía anterior que consta de media docena de
películas, he tenido la suerte de ver tres: Un héroe muy discreto
((1996), Lee mis labios (2001) y De latir, mi corazón se ha parado
(2005), films todos interesantes que me han servido para trazar un mapa de sus
constantes y obsesiones, aunque, para ser sincero, siempre me he quedado con
ganas de más.
Pero vayamos con el argumento de esta magistral UN
PROFETA: Condenado a seis años de cárcel, al joven magrebí Malik El Djebena (Tahar Rahim) se le
abre un futuro muy negro en la prisión adonde ha sido enviado: está solo, no
sabe leer ni escribir y la vida en prisión está regida con mano de hierro por
la mafia corsa. Arrinconado por el jefe de esta peligrosa banda, César Luciani (Niels Arestrup) a Malik
no le queda otra alternativa que cumplir una serie de misiones para ganarse su
confianza. Una de ellas consiste en matar a otro preso que anteriormente le
había ofrecido drogas. Cometido impunemente el crimen su situación cambia,
aprende rápido, pero no deja de ser un árabe entre los corsos. Pasa el tiempo y
obtiene permisos de fines de semana que aprovecha para realizar trabajos para
Luciani fuera de la cárcel que ponen en peligro su vida, y tras un accidente
del que sale milagrosamente ileso, Malik abre los ojos y empieza a tejer sus
propios planes.
Mi
avidez se ha visto plenamente saciada con lo que supone la consagración
absoluta de este director, un film intenso, complejo, lleno de aristas y
matices que debe marcar un punto de inflexión en la filmografía de un cineasta
despojado ya de vanas argucias intelectuales que parecían encorsetar su
libertad tras la cámara.
Sin embargo, no me atrevo a apuntar que UN
PROFETA sea una película
totalmente rupturista, pues en el desarrollo de su extenso metraje encontramos inmutables
algunos de los temas recurrentes en la obra de un cineasta que es básicamente
un director de actores, empeñado en moldear microcosmos viriles asfixiantes
donde impera la violencia y las servidumbres, universos poblados por seres
solitarios que transmiten verdad, extraños y emocionalmente castrados por la sombra
o la presencia de la figura paterna, una siempre problemática relación que aquí se ve representada con el vínculo servil
que une a Malik con el capo corso Luciani, una marioneta ante la coacción de un
tipo al que no puede sostener la mirada. Así se construye un drama carcelario seco y
apasionante que ahonda en las peculiaridades de un sistema penitenciario que
pervierte su objetivo de reinserción.
Audiard
encuentra el cauce adecuado para que el lenguaje cinematográfico resulte eficaz
sirviéndose de un guión ejemplar, especialmente rico en detalles y no exento de
cierto lirismo, una estética de tono sucio muy estilizada y unos intérpretes
que logran la cuadratura del círculo con el impresionante debut de Tahar Rahim
dando réplica al veterano déspota Niels Arestrup, capaz de ahondar en la
psicología de un personaje con encanto, conmovedor.
En el claustrofóbico submundo de la cárcel con clanes étnico enfrentados, funcionarios corruptos y jerarquías esculpidas con sangre, el
joven Malik vivirá un proceso de maduración atravesado por experiencias
brutales, una transformación marcada por el dominio del tempo narrativo e
impregnada de una dimensión mística que parece determinar el itinerario vital
de un profeta: bautismo bestial, el asedio de los propios fantasmas, lucha
feroz por la supervivencia y el fulgor de la conquista en la que la providencia
nunca le abandona. Estamos ante una obra maestra ajena a moralinas y
superficialidades, de una transgresión conceptual que la aleja de la simple
denuncia social y el thriller especulativo, filmada con energía, hiperrealismo
y gusto por la puesta en escena. Una película
sublime y electrizante que trasciende el férreo corsé del cine de género.
lunes, 5 de noviembre de 2012
LOS MEJORES CARTELES DE CINE DE LA HISTORIA: TAXI DRIVER
TAXI
DRIVER (Martin Scorsese, 1976) es la historia de Travis Bickle (Robert De Niro) ex marine en la guerra de Vietnam
que padece insomnio, una de las muchas secuelas que dejó esa larga contienda en
los soldados que regresaron, por lo que decide trabajar de taxista en horario
nocturno por las malas calles de Nueva York. Travis, observador asqueado cuando
cae la noche de toda esa fauna variopinta que se revuelve en su propia miseria
(putas, chaperos, drogadictos, chulos, macarras) y con esa carga de nihilismo
autodestructivo que tienen algunos solitarios neuróticos, va acumulando
frustraciones y desengaños. Un día Travis conoce a Iris (Jodie Foster) una prostituta de doce años a la que intenta
redimir, lo que le llevará a realizar una sangrienta matanza de tintes
apocalípticos.
Me mueve la melancolía, Taxi
Driver es la película que más veces ha visto el abajo firmante a lo
largo de su existencia –de ahí que, como homenaje, haya bautizado mi blog con el nombre del
personaje al que da oxígeno Robert De Niro- , un film que ganó la Palma de Oro en el Festival
de Cannes y que a mediados de los setenta y en un plano conceptual marcó un
punto de inflexión en la historia del cine: el tratamiento visceral de la violencia,
el acertado cromatismo en la luz creada por Michael Chapman sobre las visiones
nocturnas de la sucia realidad urbana, el carácter casi litúrgico en la
utilización del travelling, y la tensión que crece a dentelladas a medida que
el deterioro mental del protagonista se hace más evidente. Su cartel más
emblemático es un auténtico clásico que refleja a la perfección el aroma del
film, la soledad, alienación y desorientación del hombre contemporáneo y el
espíritu de la
Norteamérica de los años setenta. Esas calles de las grandes
urbes convertidas en pudrideros humanos en las que tienes que pagar un peaje
muy alto para encontrar, como mínimo, la supervivencia.
viernes, 2 de noviembre de 2012
PARTICIPA Y GANA UN FANTÁSTICO DVD DE "PROYECT X"
ECHA UN VISTAZO A ESTA SUGERENTE APLICACIÓN Y DEJA TUS COMENTARIOS SOBRE TAN DIVERTIDA PELÍCULA GENERACIONAL. ENTRE TODOS LOS QUE PARTICIPÉIS Y DEJÉIS VUESTROS COMENTARIOS SORTEAREMOS UN DVD DE "PROYECT X" ¡YA ESTÁS TARDANDO!
CRÍTICA DE "SKYFALL"
Brillante deconstrucción de un Bond para tiempos de infortunios
SKYFALL êêêê
DIRECTOR: SAM MENDES.
INTÉRPRETES: DANIEL CRAIG, JUDI DENCH, JAVIER BARDEM, RALPH
FIENNES, NAOMIE HARRIS, BERENICE MARLOHE.
GÉNERO: ACCIÓN /
GRAN BRETAÑA / 2012 DURACIÓN: 143 MINUTOS.
Este cronista lo
tiene claro desde hace mucho tiempo: Daniel
Craig es el mejor Bond de la historia, polemizar sobre esto sería como
preguntarse por el sexo de los ángeles. SKYFALL supone la vigésimo cuarta
aventura (si incluimos aquel remake no oficial de Operación Trueno titulado
Nunca
digas nunca jamás) de esta longeva franquicia que este año cumple sus
bodas de oro desde que en 1962 nos
presentaran su primera entrega Agente 007 contra el Dr. No, que al
igual que la segunda y superior Desde Rusia con amor dirigiera aquel
gran artesano llamado Terence Young. El actor británico de 44 años se crece en
cada nueva apuesta, y cuando encuentra esa perfecta trinidad compuesta por un
guión inteligente, un competente director de actores y un villano a su altura, puede
surgir la magia de que se saquen de la chistera la mejor película de James Bond
jamás filmada.
El oscarizado
director inglés Sam Mendes fue el elegido
por EON Productions para situarse detrás de las cámaras y narrarnos como la
lealtad de James Bond (Daniel Craig)
hacia M (Judi Dench) es puesta a
prueba cuando el pasado de ella vuelva para atormentarla. Así, tras el fracaso
de la última y fatídica misión de Bond y revelarse la identidad de varios
agentes secretos en distintas partes del planeta, la sede del MI6 es atacada,
obligando a M a trasladar la agencia. Debido a estos sucesos, su autoridad y posición se verán amenazadas por Mallory (Ralph Fiennes), el nuevo
Presidente del Comité de Inteligencia y Seguridad. Ahora, el MI6 se enfrenta a
amenazas tanto externas como internas, por lo que M decide acudir al último
aliado en quien puede confiar: Bond. El agente 007 desaparece en las sombras
con una única aliada, la agente de campo Eve
(Naomie Harris). Juntos le seguirán la pista al misterioso Silva (Javier Bardem), cuyas letales y ocultas motivaciones están
aún por descubrirse.
Mucho se ha
escrito y comentado sobre la influencia de la saga Bourne en el cine de
acción moderno y por consiguiente en el giro dado en las aventuras del agente
secreto al servicio de su Majestad (nuevos aires acordes con los tiempos que
vivimos y que personalmente me agradan). Pues bien, el efecto tonal áspero y
sombrío se acentúa en esta nueva entrega con resonancias a otro mito
fundacional: la saga Batman de Chistopher Nolan, tal vez
con la intención de echarle más margaritas a los cerdos. Tras la irregular Quantum
of Solace y olvidados los problemas financieros que pusieron en peligro
la continuidad del invento, Mendes nos
brinda una narración más profunda e intimista del perfil de los personajes y su
peso específico, sin dejar de lado la acción espectacular inherente a la
franquicia pero integrándola en el relieve dramático del relato de una forma
estilizada. Así lo siento, así lo digo: a James Bond le ha sentado muy bien
navegar a favor de la corriente del espíritu de los nuevos tiempos dentro de
una fusión estética/reflexiva que le aleja de la anacrónica, distante y frívola
impronta de las viejas novelas de espías de Ian Fleming y su inacabable Guerra
Fría.
No están los tiempos para bollos, y como todos los míticos personajes
cinematográficos, Bond tiene que reinventarse para sobrevivir, renacer de sus
cenizas una y otra vez mientras generaciones enteras siguen abonando la tierra.
De todas formas, en la era de los ordenadores ¿para qué coño sirven los
gadgets? El espectador se encontrará con un 007 más maduro y triste, también
más cercano y realista, una tristeza subyugante y crepuscular, su granítico
rostro invita poco a la seducción de la enésima chica Bond y pisotea sin
remilgos su propia caricatura.
Los responsables
de SKYFALL
han sabido aprovechar estos cuatro años de ausencia para crear una vertiginosa entrega y situarla
en el trágico devenir de unos tiempos convulsos, una época de incertidumbres
donde Bond tendrá que lidiar con un villano de su nivel al que da oxígeno de
manera superlativa un Javier Bardem que todavía no se ha sacudido el polvo del
psicópata Anton Chigurh de la espléndida No es país para viejos. Bardem tarda
en aparecer, pero cuando lo hace incendia la pantalla con su extravagante
melena rubia y taimada crueldad, porque Silva, antiguo agente del MI6, es un
malo temible y aterrador que hace supurar las heridas más dolorosas y vacía las
almas para que se pudran al sol. Silva/Bardem conoce el punto más vulnerable de
Bond y lo zambulle en las tinieblas de su pasado donde su sufrimiento alcanza
un estado álgido de ebullición.
Una
puesta en escena impecable, un acabado técnico brillante, una iluminación
deslumbrante y un reparto pluscuamperfecto son elementos que superan todo lo
vivido hasta ahora a través de un itinerario en que la acción (atención a la
secuencia del desprendimiento del metro), el suspense e incluso el terror nos
abocan a un clímax final realmente emocionante e inolvidable.
El film clausura
la trayectoria de un personaje esencial y algunos detalles diseminados a lo
largo del todo el metraje nos pueden hacer creer que estamos ante un Bond en el
ocaso de su carrera (la edad resulta un hándicap para superar las pruebas de
destreza), pero lo que estamos, realmente, es ante la imagen y el espíritu de
un agente más maduro, sabio y experimentado, ante la medida deconstrucción de
un personaje con una nueva filosofía para tiempos de infortunio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)