“ASESINO IMPLACABLE” êêêêê
(GET CARTER)
DIRECTOR: Mike Hodges.
INTÉRPRETES: Michael Caine,
Ian Hendry, John Osborne, Britt Ekland, Petra Markham, Geraldine Moffat, Dorothy
White, Tony Beckley, George Sewell.
GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 107 minutos / PAÍS: Reino Unido / AÑO: 1971.
Asesino implacable (Get Carter) representó el deslumbrante debut del director británico Mike Hodges, un realizador con una filmografía escueta de sólo diez largometrajes en cinco décadas. Entre sus obras más significativas se encuentran La maldición de Damien (La profecía 2) (1978), aseada secuela del film seminal de Richard Donner, Requiem por los que van a morir (1987), cinta protagonizada por Mickey Rourke y Bob Hoskins que resulta una interesante aproximación al conflicto del IRA a través de un terrorista arrepentido al que persiguen sus antiguos compañeros, y Crupier (1998), con un Clive Owen dando vida a un escritor con problemas económicos que acepta un trabajo de crupier y se verá arrastrado por un camino peligroso.
Para quien esto firma, Asesino Implacable es la mejor película de Mike Hodges, pues nunca más el director nacido en Bristol en 1932 volvió a rayar a tanta altura como en este lúgubre thriller que nos presenta a Jack Carter (Michael Caine), un poderoso jefe de la mafia londinense. Carter recibe la noticia de que su hermano ha muerto en un accidente de automóvil y se dirige a Newcastle para asistir al funeral. Pero Carter tiene la profunda creencia de que su hermano ha sido asesinado, y aunque no se llevaba bien con él, se siente en la obligación de vengar su muerte castigando a los culpables. Se verá así envuelto en una red de mentiras que espera que le conduzcan hasta el hombre que ordenó su asesinato.
La acción comienza en Londres, los amigos mafiosos de Jack Carter le aconsejan que no asista al funeral de su hermano en Newcastle para remover la mierda, nada puede hacer ya por él. Pero Carter está decidido a ir para aclarar la muerte de su hermano y como está convencido de que ha sido asesinado, hacérselo pagar a los responsables. Carter viaja en tren y al llegar a su ciudad natal se encuentra el mismo estercolero que dejó hace años cuando decidió huir de allí: una ciudad decadente, herrumbrosa, sucia, fría, lluviosa, con aguas turbias y muelles desvencijados, atestada de pubs horteras con viejos desdentados tomándose una pinta de cerveza, callejones insalubres y un paisaje industrial absolutamente decrépito. Como la destartalada casa donde vivía su fallecido hermano Frank, al que encuentra yaciendo en una caja de madera barata. Carter asiste al funeral acompañado de dos viejos amigos y de su sobrina Doreen (Petra Markham). Carter patea los bajos fondos de Newcastle entre la sordidez del paisaje urbano y una galería de personajes siniestros a los que aprieta las tuercas para sacarles información. Carter tiene una mirada fría y actúa de forma violenta, implacable, dejando un reguero de cadáveres que nadie echará de menos. Sólo muestra empatía hacia su sobrina, sobre todo cuando descubre las circunstancias que rodean la muerte de su hermano, que dejó atrás una hija y una amante, y la rabia se apodera de él.
Hay que poner en valor el trabajo de Ian Hendry como eficaz peón al servicio de la mal absoluto, pero es Michael Caine quien entrega la interpretación más terrorífica de su carrera sumergiéndose en el inframundo de Newcastle hasta llegar al jefe de la mafia local, Cyril Kinnear (John Osborne), a quien encuentra jugando una partida de naipes en un caserón apartado. A la partida también asiste Glenda (Geraldine Moffat), a la que los mafiosos utilizan de gancho y que mantendrá sexo con Carter en su casa. Tras el coito, mientras ella se ducha, Carter visiona una película porno en la que aparece su sobrina Doreen. Los dados están rodando, la suerte está echada y Jack Carter no tendrá piedad. La policía no vendrá a salvar a nadie. No hay justicia, sólo venganza, y la convicción de que los perros rabiosos se matan entre ellos o son sacrificados.
Mike Hodges firma una de las mejores
películas británicas de todos los tiempos narrando una historia de venganza brutal
que contiene su propia lógica interna, un relato áspero que deja al espectador
desangelado sin nadie a quien admirar. Con escenas antológicas de una
morbosidad indescriptible (como esa que en presencia de su casera mantiene sexo
telefónico con su amante, Britt Ekland), una brillante creación de atmósferas
ambientadas con la luz natural de la deprimente Newcastle de principios de los
setenta, ciudad que se nos aparece como un hediondo nido de ratas y el
psicodélico sonido Northen Soul, tan de moda en los clubes proletarios del
norte de Inglaterra en los años 70, conformando así un magma rebosante de
miseria moral en donde la violencia sin límites y las perversiones sexuales
encuentran un fértil sustrato. En Asesino implacable se puede
saborear la sal de las asquerosas aguas negras en donde vierten los residuos
las minas de carbón, oler el pestilente humo de las chimeneas, el sudor de los
trabajadores, la sangre fresca que se mezcla con los meados del sucio asfalto.
Estamos ante una de las películas más nihilistas y descarnadas de la historia,
un tremendo neo noir que deja al espectador exhausto tras su desolador final.
Obra maestra redonda, total y absoluta.