miércoles, 27 de noviembre de 2019

CRÍTICA: "ADIÓS" (Paco Cabezas, 2019)


Marcado por el destino
“ADIÓS” êêê
DIRECTOR: Paco Cabezas.
INTÉRPRETES: Mario Casas, Natalia de Molina, Ruth Díaz, Carlos Bardem, Vicente Romero, Mona Martínez.
GÉNERO: Thriller / DURACIÓN: 111 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2019

   
  Conocía a Paco Cabezas a raíz del estreno de Carne de Neón (2010) película protagonizada por Mario Casas que tenía como base su cortometraje de igual título de 2005, un relato refrescante sobre el lumpen que contenía un humor muy negro. Más mediocre fue su siguiente film, Tokarev (2014) un thriller con un reparto encabezado por Nicolas Cage (actor que es ya un género en sí mismo) que tiene la venganza como eje narrativo. Cada vez más asentado en los Estados Unidos, en 2015 rueda Mr. Right, que contando con el concurso de Sam Rockwell y Anna Kendrick narra la historia de una mujer que se enamora de un hombre aparentemente perfecto pero que resulta ser un asesino a sueldo. Cabezas ha estado en los últimos años dirigiendo multitud de episodios para series televisivas estadounidenses de éxito y le ha llegado a decir no a Steven Spielberg para poder regresar a España y ponerse al frente de este proyecto escrito por el propio director junto a José Rodríguez y Carmen Jiménez.

    
   Adiós cuenta la historia de Juan (Mario Casas) un preso en situación de tercer grado y padre de familia que obtiene un permiso penitenciario para asistir a la comunión de su hija en Sevilla. Pero la muerte en accidente de la niña cuando viaja acompañado de su mujer, Trini (Natalia de Molina), destapará todo un entramado de narcotráfico y corrupción policial. El caso acaba en manos de Eli (Rith Díaz), una inspectora que tendrá que lidiar con los recelos de un sector de la policía y del padre de la pequeña, que quiere tomarse la justicia por su mano.


    El realizador sevillano vuelve al lugar que le vio nacer, y lo hace remarcando el perfil de un personaje maltratado por la vida en medio de un paisaje urbano marginal convertido en una ciénaga de corrupción, traiciones, mentiras, delincuencia, amistad y lazos de sangre. La muerte de la hija de Juan (espléndido Mario Casas salvo por su forzado acento andaluz) es la chispa que hace explotar un polvorín de violencia entre los diferentes clanes mafiosos y una trama de policías corruptos en un ambiente degradado y peligroso muy alejado de la postal turística, en donde la falta de escrúpulos y la moral desvencijada de los personajes hace naufragar cualquier esperanza entre trapicheos de drogas y ruina moral. El escenario de la acción, Las 3000 Viviendas de Sevilla (que actúa como un personaje más) es un microcosmos que se rige por sus propios códigos de honor y un respetado Consejo de Mayores, eso no evita que la delincuencia vomite su bilis y los narcos diriman sus diferencias a tiros. Paco Cabezas fusiona ese alarmante desgarro social con momentos de acción y escenas íntimas emocionales.

  
   En ocasiones, el director eleva el tono dramático hasta un nivel de grandilocuencia y se apoya en un potente diseño de producción aunque utiliza algunos recursos narrativos poco rigurosos. Sale airoso cuando refleja con pálpito el destino aciago del hombre que se sabe marcado por los lazos de sangre, la maldita pertenencia a un clan familiar que una vez caído en desgracia te acosa como un fantasma del pasado que regresa para hacer más funesto tu tránsito por la vida. La venganza se convierte en el último recurso del apestado, desencadenada por la muerte de una niña, su hija, flor de la pureza de un hombre que esperaba poco ya de su propia existencia salvo cuidar de que esa inocencia no se viera manchada. Cuando ya no tienes nada que perder, el infierno es sólo un oasis para el descanso. Adiós no llega a ser una película redonda debido fundamentalmente a que el guión abre excesivas batallas en las que nunca se profundiza, y la escasa garra en algunas escenas que lo piden a gritos.  

sábado, 16 de noviembre de 2019

"LAS ESTAFADORAS DE WALL STREET" (Lorene Scafaria, 2019)


Jennifer López y poco más
LAS ESTAFADORAS DE WALL STREETêê
(Lorene Scafaria, 2019)

  
   En la corta filmografía de Lorene Scafaria encontramos títulos como Buscando un amigo para el fin del mundo (2012) o Una madre imperfecta (2015), películas que no me dejaron ningún poso pero que cuentan, eso sí, con repartos de lujo que, supongo no tendrían en esos momentos otra cosa ofertas mejores en sus agendas.


    Las estafadoras de Wall Street nos presenta a Ramona (Jennifer López), Destiny (Constance Wu), Annabelle (Lili Reinhart) y Diamond (Cardi B), un grupo de strippers que se unen para estafar a sus clientes, ricos magnates de Wall Street. Cuando Elizabeth (Julia Stiles) una periodista del New York Magazine, comienza una investigación, ellas verán peligrar sus negocios, que también se verá afectado por la crisis financiera de 2008. Será entonces cuando tendrán que afianzar su lealtad por encima de la envidia y la avaricia.

   
   Inspirada en hechos reales a partir del artículo de Jessica Pressler publicado en el New York Magazine, Las estafadoras de Wall Street no acaba de funcionar como drama ni mucho menos como comedia, y es que el relato sobre un grupo de strippers que se ganan la vida bailando y prostituyéndose en un club nocturno frecuentado por yuppies de Wall Street a los que despluman para mejorar sus ganancias, nunca llega a conmoverme a pesar de la difícil situación personal de algunas de ellas. 


Para lograr sus objetivos, las estafadoras utilizan una droga de fabricación casera que mezcla un componente afrodisíaco con otro que deja anestesiado a los ejecutivos, y es en ese estado cuando aprovechan para asaltar sus tarjetas de crédito. Las denuncias de los estafados brillan por su ausencia en previsión del escándalo que supondría para sus parejas y empresas. Por supuesto el grupo de strippers es multirracial, como mandan los cánones del baboso buenrollismo en estos absurdos tiempos, y la historia resulta reiterativa tanto en las situaciones de los personajes  como en el trillado empoderamiento femenino que aquí puede ser discutible. En fin, un pobre acercamiento a las constantes temáticas del cine de Scorsese.


sábado, 9 de noviembre de 2019

CRÍTICA: "DOCTOR SUEÑO" (Mike Flanagan, 2019)


Regreso a Overlook
“DOCTOR SUEÑO” êêê
(Mike Flanagan, 2019)


     Especialista en el género de género de terror, en la filmografía de Mike Flanagan encontramos títulos tan olvidables como Ouija: El origen del mal (2016) precuela del zarrapastroso film de Still White Ouija (2014), pero también otras más aseadas como el thriller psicológico titulado El juego de Gerald (2017), que con un reparto encabezado por Carla Gugino y Bruce Greenwood nos presenta a un matrimonio que intenta revitalizar su relación con nuevos juegos sexuales. Para este cronista su película más lograda es Hush (2016), que con un ajustado metraje narra la historia de una escritora que se quedó sorda en su adolescencia y vive aislada en una casa del bosque en donde será acosada por un hombre enmascarado. Una cinta entretenida rodada sin efectismo y con gran sentido de la tensión.


    En Doctor Sueño, secuela de la mítica El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) basada en la novela de Stephen King, y a la vez de la miniserie dirigida  por Mick Garris en 1997, que fue una especie de reboot del film de Kubrick, nos encontramos con Danny Torrance (Ewan McGregor) es ya un hombre adulto alcoholizado que vive atormentado con los sucesos que ocurrieron cuando tenía cinco años en el hotel Overlook. Ahora busca encontrar un poco de paz a pesar de vivir traumatizado por aquellos recuerdos de su infancia. Pronto conocerá a Abra (Kyliegh Curran) una valiente niña dotada de un poder extrasensorial. Abra reconocerá enseguida que Danny comparte su poder, y juntos tendrán que enfrentarse a la despiadada Rose la Chistera (Rebecca Ferguson) y a sus acólitos, un grupo de viajeros que se alimenta de los niños que asesinan y tienen el don de “el resplandor”.


    Tras ver Doctor Sueño, uno recuerda la eterna enemistad que surgió entre Stephen King y Stanley Kubrick por la adaptación cinematográfica que el director de Lolita realizó de la novela del escritor de Maine, que echaba pestes de esa visión, pero que el arriba firmante y millones de cinéfilos consideramos una obra maestra. Jack Torrance, a quien daba vida Jack Nicholson, murió congelado en el intrincado laberinto del hotel Overlook, pero a la pesadilla sobrevivió su hijo Danny, al que encontramos ahora con una vida tortuosa, alcoholizado y perdido. Flanagan infunde su sello personal a la función y resulta mucho más fiel al texto para alegría de King, recreando algunos de los pasajes que más huella dejaron en los fans de la novela; esencialmente los viajes espaciales y la conexión entre Rose la Chistera y la niña Abra.


    Hay cierta poesía emocional en el viaje de rehabilitación y expiación de Danny Torrance, convertido en el ángel de la guarda de esos ancianos de la residencia geriátrica que ven cómo su presencia ilumina su tránsito hacia la habitación del sueño eterno. Pero la amenaza está en esos viajeros, especie de neohippies circenses, comandados por la villana Rose y Papa Cuervo, que se alimentan del vapor de los niños que tienen el mismo don que Danny y Abra, un vapor que aumenta con el dolor cuando son asesinados. Asistimos a un enfrentamiento con armas en el bosque entre Danny, Billy (el buen samaritano que le ha dado cobijo y trabajo) y Abra contra los acólitos de Rose, que verán mermados sus efectivos. Más tarde la función nos traslada a un decrépito Overlook, que entre el moho y el óxido conserva su ancestral y misteriosa elegancia, para rendir tributo a El Resplandor con esas imágenes de un Danny niño pedaleando por la moqueta, la aparición de las niñas gemelas asesinadas, la puerta destrozada por el hacha de Jack, el laberinto… y aunque el clímax final, sempiterno enfrentamiento entre las fuerzas del bien y del mal, está rodado con estrépito de una forma atropellada, no emborrona algunos logros del film, como esa primera media hora que capta a la perfección el contexto gélido y desgarrador de la novela.