El último refugio
“CERRAR LOS OJOS”
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DIRECTOR: Víctor
Erice.
INTÉRPRETES: Manolo
Solo, José Coronado, Ana Torrent, Helena Miquel, Mario Pardo, Soledad Villamil,
María León, Josep María Pou.
GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 169 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2023
Tercer largometraje de no ficción en los 60 años de carrera del director vizcaíno Víctor Erice, que a sus 83 años bien puede constituirse como su testamento fílmico. Si recordamos que su último largometraje fue el documental El sol del membrillo de 1992, nos encontramos con un páramo de 31 años sin que las salas de cine hayan servido de templos para el estreno de una obra suya. Este cronista estaba convencido de que sería difícil que Cerrar los ojos superara el listón dejado por El espíritu de la colmena (1973) y sobre todo El sur (1983), mi película favorita del realizador y guionista vasco, pero está bien que haya podido sacar adelante este proyecto que se impone como una oda de amor al cine.
Cerrar los ojos nos relata un enigma: Julio Arenas (José Coronado), desapareció sin dejar rastro durante el rodaje de una película. Nunca se encontró su cadáver, pero es posible que sufriera un accidente junto al mar. El misterio vuelve a la actualidad muchos años después a través de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia algunas imágenes de las últimas escenas que rodó, filmadas por el que fue su íntimo amigo, el director Miguel Garay (Manolo Solo).
Entendida como un sentido homenaje al cine, es cierto que Cerrar los ojos se impone como un ejercicio de nostalgia cáustica de alguien que sabe que los mejores años de su vida y de su carrera quedan ya muy lejos. Así, el relato supone una labor catártica por todos los proyectos que nunca fructificaron y una forma de expiación por décadas de amargas frustraciones. La película funciona como una triste extensión de los recuerdos de un tiempo que ya no existe y que jamás volverá, otorgando valor a lo vivido y restando relevancia a la memoria, que a veces sólo sirve para sumirnos en una severa aflicción. Para lo que en esencia nos cuenta, la función se ve necesitada de una poda con la eliminación de escenas y personajes que aportan poca cosa al argumento, a lo que se une una falta de ritmo en el desarrollo de la acción, ese lánguido viaje que varias décadas después emprende Miguel, el director de la película inacabada, para resolver el misterio de la desaparición de su amigo, el popular actor Julio Arenas.
En Cerrar los ojos, hábilmente
camuflada de thriller, está pulcramente dirigida e interpretada, e importa el
carácter metacinematográfico utilizado con una simpleza simbólica, como las
citas culturetas a películas clásicas y obras literarias, un recurso que, como
algunos personajes y situaciones insustanciales, existen para rellenar líneas
de diálogos sin que tengan relevancia en una trama que en durante su desarrollo
acaba importando más el magma espiritual que el sentido estrictamente
narrativo. Es verdad que en los desiertos de la memoria hay mucha vida,
momentos de embrujo, ilusión y laceraciones que se perdieron en la noche de los
tiempos y que navegan a la deriva por el mar de la nada. A veces, una fotografía puede servir de
ancla ante los peligros de los acantilados del destino, encontrando un puerto
azul y apacible para desaparecer y vivir como un anacoreta, trabajando por un
plato de sopa y un jergón. A Julio Arenas le asustaba la crudeza y sinsabores de
la vejez, y es en ese último tránsito donde lo encontramos más vivo que su
amigo íntimo Miguel y que su hija Ana. Ambos con una vida vulgar y mortecina. Lo
que otorga un carácter expansivo al valor de la inconsciencia y la desmemoria.