domingo, 10 de julio de 2022

CRÍTICA: "BLACK PHONE" (Scott Derrickson, 2021)

Negra fábula sobre los horrores universales

“BLACK PHONE” êêêê

DIRECTOR: Scott Derrickson.

INTÉRPRETES: Ethan Hake, Mason Thames, Madeleine McGraw, Jeremy Davis, James Ransone, E. Roger Mitchell, Andrew Farmer.

GÉNERO: Terror / DURACIÓN: 102 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2021

    Del debut de Scott Derrickson, Hellraiser V: Infierno (2000), es mejor olvidarse, sólo representó una película de iniciación con un presupuesto de guerrilla, actores de tercera categoría y un libreto lamentable. Fue con su segundo largometraje, El exorcismo de Emily Rose (2005) cuando el director nacido en Denver (Colorado) llamó la atención de los aficionados, pues con una temática ya bastante trillada construyó un inteligente relato basado en un hecho real en el que fusiona el terror y el drama judicial con gran equilibrio técnico y artístico. A partir de entonces, alterna fracasos como el remake Ultimátum a la Tierra (2008), bochornosa reactualización del tema de los visitantes extraterrestres, con películas muy aseadas como Sinister (2012) film de terror sobrenatural con ciertos hallazgos dentro del indudable clasicismo de la historia. Se mostró menos inspirado en su siguiente criatura, Líbranos del mal (2014), donde regresa al tema de las posesiones. En 2016 estrena Dr. Strange, film de la factoría Marvel que muchos califican entre las mejores adaptaciones de cómics de un personaje de la editorial. A mí no me dejó ningún poso.

     Scott Derrickson firma su mejor película hasta la fecha adaptando un relato de Joe Hill, Black Phone, film que nos sitúa en la década de los 70 en Colorado. Un enmascarado que se mueve en una furgoneta negra que lleva impresa la palabra mágica “Abracadabra” secuestra a Finney Shaw (Mason Thames), un chico de 13 años tímido e inteligente y le encierra en un sótano insonorizado donde nadie le puede escuchar. Cuando un teléfono negro sin conexión comienza a sonar, Finney descubre que a través de él puede oír las voces de las anteriores víctimas, las cuales están decididas a impedir que Finney corra su misma suerte.

     Fábula lúgubre y truculenta, Black Phone es la demostración de que Derrickson tiene una especial habilidad para introducir al espectador en sus relatos si cuenta con un buen material de partida para desplegar sus indudables recursos, y esta historia original con la que Joe Hill rinde homenaje a su padre, Stephen King, le viene como anillo al dedo. Con una buena ambientación en escenarios y decorados, la función agita en la coctelera una mezcla de investigación sobre los crímenes de un serial killer al que la policía sigue los pasos y ciertos códigos del terror sobrenatural, universo definió los inicios de Blumhouse y la obra del director, que acierta entrelazando lo que le ocurre a Finney mientras se encuentra encerrado en el sombrío sótano esperando la hora de su muerte y los intentos de un par de detectives por encontrar pistas que les lleve al refugio del asesino, misión en la que también está involucrada la hermana de la víctima, Gwen (Madeleine McGraw) a través de sus visiones y que vive desolada desde que Finney desapareció.

   Con virtuosismo, Derrickson surca el drama en una atmósfera agobiante para proyectar la vida cotidiana de Finney, que sufre bullying en el cole y que, junto a su hermanita querida, tiene que soportar el maltrato de su padre viudo que ahoga las penas en alcohol. Un éter que se va enrareciendo y definiendo las claras influencias  del It de Stephen King e incluso de Jocker (del  que Ethan Hake se muestra a veces como un remedo) y que mantiene la atención del espectador intentando saber si las motivaciones del secuestrador y asesino van más allá del simple deleite personal por el sufrimiento de las víctimas y el éxtasis en la celebración del Mal.

 

     Estamos ante otra visión negrísima sobre la tantas veces idealizada infancia que no admite edulcorantes, un cosmos donde el Mal es rutina y el infortunio una lotería que se juega en cualquier lugar del mundo, en una década de los 70 rebosante de serial killers y cuando el impacto del clásico La matanza de Texas fue tremendo. Bajo la apariencia de cotidianidad y la “normal life”, la mirada de un niño nos enseña la cara oscura de la infancia para poner el foco en los abusos, la violencia descarnada, el maltrato doméstico y la impotencia de las víctimas porque el terror anida en el colegio con los matones de siempre, pero también en casa con un padre alcohólico y colérico. Aun así, Black Phone necesita otra vuelta de tuerca, y es ahí donde espera el siniestro enmascarado con disfraz de mago y globos negros para cerrar el círculo de violencia y horror. La dirección de Derrickson es sobria, paciente, elegante, nada artificiosa, despreciando los locos giros argumentales para plasmar un terror tangible a flor de piel, porque tras la máscara del tétrico y falso mago se esconden no sólo los miedos de Finney, también todo el universo de crueldad circundante del que es imposible huir cuando eres un niño.