sábado, 29 de junio de 2013

CRÍTICA DE "AFTER EARTH"

La deriva de Shyamalan y el clan Smith
AFTER EARTH êê
DIRECTOR: M. NIGHT SHYAMALAN.
INTÉRPRETES: WILL SMITH, JADEN SMITH, SOPHIE OOKONEDO, ZOE KRAVITZ, ISABELLE FUHRMAN.
GÉNERO: CIENCIA-FICCIÓN / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 100 MINUTOS.   


      El caso del director de origen indio M. Night Shyamalan resulta curioso. A finales de los 90 y principio del nuevo siglo nos presentó dos películas verdaderamente fantásticas y novedosas, El sexto sentido (1999) y El Protegido (2000), cintas que lograron que tanto el mundo del cine como los aficionados fijaran su atención en él, siendo reverenciado como uno de los directores más imaginativos de la industria y con poder suficiente como para enfrentarse a los productores e imponer el montaje final de sus películas. Con el tiempo los descalabros se acumularon (La joven del agua, El incidente, Airbender) y crítica y público le dieron la espalda viéndose su figura relegada a la nostalgia de los viejos tiempos.


      Ahora vuelve con un artefacto sci-fi que parte de una idea original de Will Smith y con el que pretende luchar para que su carrera no se hunda pero dando la sensación de que ha perdido parte de la creatividad de que un día hizo gala. Veamos: Han pasado 1000 años y la Tierra se ha convertido en un territorio hostil debido a una serie de cataclismos producidos por el calentamiento global y la polución. La humanidad tuvo que abandonar el planeta y asentarse en Nova Prime, un mundo perfecto que crearon los humanos aprovechando todos los recursos naturales.


      Tras una larga misión fuera de ese planeta, el legendario general Cipher Raige (Will Smith) regresa en compañía de su hijo Kitai (Jaden Smith). En medio de una tormenta de asteroides, la nave se avería y tiene que realizar un aterrizaje forzoso en la Tierra, un lugar desconocido y peligroso donde todos los seres vivos no tienen otro objetivo que eliminar a los hombres. Como Cypher ha resultado herido, Kitai debe recorrer ese mundo haciendo frente a las adversidades en busca de la baliza de rescate. Siempre ha sentido el deseo de ser como su padre, y ahora se le presenta la ocasión de cumplir ese sueño.


       Con su pueril mensaje ecologista y tomada como un vehículo para lanzar la carrera del hijo de Will Smith, AFTER EARTH es un film muy irregular que me demuestra una vez más que ningún miembro de la familia Smith pasará a formar parte del Olimpo de mis actores sagrados. Y sí, Shyamalan anda más perdido que un pulpo en un garaje, el director de Señales continúa sin encontrar su sitio en esta etapa de su carrera aunque todavía es capaz de crear imágenes de gran belleza visual, lástima que la historia sea tan aburrida y desprenda un molesto tufo déjà vu. Tres guionistas para manosear un libreto flojo, nada novedoso y que insiste una vez más en uno de los grandes caballos de batalla en el universo temático de su director: el miedo como una frontera infranqueable cuyo control distingue al héroe del resto de los mortales.


      La función se ve penalizada por una impostada gravedad, por el trasnochado sentimentalismo en la relación paternofilial, por su carácter doctrinario y unos pesadísimos subrayados que se me antojan inútiles cuando de lo que se trata es de una simple historia de supervivencia.   



      Me han llegado algunos comentarios de expertos y aficionados que piensan que la película se impone como un alegato a favor de los postulados de la iglesia de la Cienciología, de la que Will Smith es miembro activo. La frase “El peligro es real, el miedo es una elección”, utilizada para promocionar la película y que Will Smith apunta a su hijo en un momento de la función, tendría una correspondencia directa con las enseñanzas de L. Ron Hubbard, el creador de esta organización considerada una secta en países como Francia o Alemania. También, entre otras razones, porque el clímax de la cinta sucede en un volcán, símbolo que Hubbard utilizó para la portada de su “biblia” Dianética.



      Todas esas conjeturas le importan un carajo a este crítico, en lo que en verdad fijo mi atención es en la escasa inventiva (escenarios que tienen mucha semejanza con los de Avatar); el manido mensaje de ese viaje a lo desconocido que realiza Jaden Smith (la búsqueda de la baliza es una mera excusa para realizar un viaje al interior de sí mismo); las mediocres interpretaciones de la dupla Smith (gestualidad estreñida y limitados recursos dramáticos); y, sobre todo, porque la materia narrativa que esconde la cinta ya nos la contaron infinitamente mejor en El rey león, con aquella aventura iniciática y proceso de maduración que emprendía Simba hacia la selva. AFTER EARTH carece de la magia, el misterio y el misticismo que un día definieron las señas de identidad de Shyamalan entre el gran público, y se nos muestra como una fábula morosa y pseudohumanista que en ningún momento emociona. 

martes, 25 de junio de 2013

UNA HISTORIA DE VIOLENCIA... Y SEXO SALVAJE

      
      El canadiense David Cronenberg es un director por el que siento una debilidad absoluta que cuenta en su filmografía con un puñado de obras realmente fascinantes. Películas como Videodrome, Inseparables, El almuerzo desnudo y Crash ocupan un lugar destacado en el altar de mis intocables del Séptimo Arte. Sin embargo, dos magistrales cintas suyas alcanzaron para este cronista la categoría de clásicos instantáneos: Promesas del Este (2007) y Una historia de violencia (2005), curiosamente las dos protagonizadas por Viggo Mortensen. Cierto que, según mi criterio, la primera es algo superior, pero me centraré en esta última porque contiene una de las escenas eróticas más crudas y excitantes de la historia del cine.


      Vayamos con una pequeña sinopsis: Ton Stall (Viggo Mortensen) y su mujer abogada, Eddie (Maria Bello) viven con su hijo pequeño en una pequeña población de Indiana donde nunca pasa nada. Un día tras evitar un robo en un restaurante, se convierte en un héroe para todos y los medios de comunicación fijan en él su atención. Debido a ello, recibe la extraña visita de alguien que dice conocer su pasado, Carl Fogarty (Ed Harris), un tipo misterioso y amenazante que tiene media cara desfigurada y que parece tener con él una cuenta pendiente. Tom y su familia lucharán contra lo que creen un error de identificación que poco a poco va transformando y dividiendo sus vidas.


      Musculoso thriller a modo de western urbano, Una historia de violencia está basada en una novela gráfica de John Wagner y Vince Locke que se eleva como una nítida radiografía del cáncer de la violencia que se extiende por toda la vasta geografía de Norteamérica adoptando todas las tipologías.




      Rebosante de secuencias poderosas, me fijaré en esa escena en que Maria Bello está muy cabreada porque ha descubierto el oscuro pasado de su marido y huye de él, pero Viggo la atrapa en las escaleras de la vivienda forzándola a practicar sexo en medio de una brusca pelea hasta que ella acaba abrazando la fantasía soñada: hacer el amor con tipo rudo, un asesino implacable, un macho alfa capaz de dominar con su fuerza a la hembra hasta la docilidad y la más mórbida lubricidad. Todo lo contrario de lo que el bueno de Viggo Mortensen había representado hasta ese momento: un buen padre, un marido atento, una persona dulce y encantadora. Una secuencia de sexo maduro y realista en la que él busca la redención y ella comprender al extraño con el que lleva años compartiendo su vida. Magistral.

lunes, 24 de junio de 2013

CRÍTICA DE "EL HOMBRE DE ACERO"

Concepción religiosa del superhéroe
EL HOMBRE DE ACERO êêê
DIRECTOR: ZACK SNYDER.
INTÉRPRETES: HENRY CAVILL, AMY ADAMS, RUSSELL CROWE, MICHAEL SHANON, KEVIN COSTNER, DIANE LANE.
GÉNERO: FANTÁSTICO / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 143 MINUTOS.   

    Aunque es un personaje respetado por todos, considerado por muchos el padre de todos los superhéroes y la raíz de todo lo que ha dado de sí el género, este cronista no siente por el Superman cinematográfico la misma debilidad que por otros personajes como Batman o Spiderman. Puede ser que todo provenga de la decepción que, ante las enormes expectativas creadas, me llevé en mi adolescencia con Superman, El Film (Richard Donner, 1978), una película con unos decorados horrorosos, unos efectos mediocres, unas interpretaciones irrisorias y un último tramo totalmente insoportable. Si esa fue mi impresión, imagínense mi espanto ante sus lamentables secuelas, de entre las que ni siquiera salvo la dirigida por Bryan Singers en 2006, Superman Returns, con un superhéroe más cercano y una visión más espiritualista pero carente de emoción e ironía. 


      El mayor acierto de los productores ha sido elegir a un enamorado de los cómics como Zack Snyder (300, Watchmen) para dar un nuevo impulso a esta alicaída saga que cuenta con un guión de David S. Goyer y Christopher Nolan, que reza también en labores de producción: Clark Kent/Kal-El (Henry Cavill) es un joven que se siente perturbado por unos poderes que van más allá de la imaginación. Enviado a la Tierra hace años por sus padres biológicos, Jor-El (Russell Crowe) y Lara Lor-Van (Ayelet Zurer), ante la inminente destrucción de su planeta, Kripton (un avanzado planeta alienígena), Clark se hace una última pregunta: ¿por qué estoy aquí?


      Criado en los valores de sus padres adoptivos, Martha (Diane Lane) y Jonathan (Kevin Kostner), Clark descubre que sus infinitos poderes le obligan a tomar decisiones difíciles. En su camino se cruza Lois Lane (Amy Adams) una periodista de investigación por la que se siente atraído. Pero en un momento en que el mundo necesita más estabilidad que nunca, reciben un ataque de un grupo de kriptonianos comandados por el general Zod (Michael Shanon), que obligarán a Superman a convertirse en la última esperanza del mundo que conocemos y así proteger a las personas que ama.

       Había mucho miedo por parte de los fans de que a su adorado superhéroe le convirtieran en un personaje oscuro a la manera de lo que Christopher Nolan pergeñó con Batman en su espléndida trilogía. No ha sido así, EL HOMBRE DE ACERO nos presenta a un Superman más realista y de carne y hueso aunque muy alejado del nihilismo existencial del Hombre Murciélago. Estamos, eso sí, ante una aventura más épica e intensa donde nuestro héroe parece estar tocado por una aureola divina (las milagrosas sanaciones) y que, como siempre, tiene encomendada la mesiánica misión de salvar a la humanidad.


       El británico Henry Cavill dota al personaje de una mayor introspección y distancia, algo que sienta bien a un superhéroe más maduro y sumido en sus propios dilemas morales, tan humanos y a la vez tan complejos. El espectáculo está servido, Snyder rueda con dinamismo unas fastuosas secuencias de acción y destrucción amplificadas por el formato estereoscópico, que sumerge al espectador en el epicentro del caos, apoderándose de la platea una vibrante y angustiosa sensación apocalíptica con la devastación de una Metrópolis que se desvanece entre los escombros, el polvo y el humo. Símbolo de una civilización al borde del exterminio. 


      Una vez más queda claro que sagas como las de Jason Bourne y el Batman de Nolan han tenido una influencia decisiva en el cine de acción y superhéroes contemporáneo, la elección de un esteta con Snyder no ha podido ser más  acertada, un cineasta capaz de prefigurar los componentes dramáticos y románticos e insertarlos en una acción preñada de su característico estilo: una cámara musculosa y nerviosa que husmea en la hiriente fisicidad de la tragedia, la integridad y la ética de los héroes más allá del resultado final de la lucha y un universo visual de una textura onírica y pleno de hallazgos.


       Comentaba anteriormente las dudas existenciales de Superman de si mostrar o no sus poderes a la ciudadanía (algo que no impide su modestia sino la atinada impresión de que se convertirá en una obligación para toda su vida), un síntoma palpable en el nuevo brío de la deconstrucción de una saga que busca nuevos alicientes y con un inconfundible toque autoral. No me molesta el carácter dogmático y/o moralista de una función que tiene como piedra angular la responsabilidad en el ejercicio del poder, algo que ni siquiera se plantea su antagonista, el villano general Zod, un personaje irreflexivo y capaz de poner en marcha su letal maquinaria de aniquilación con la excusa de salvar su planeta: “En mundo de dioses la vida humana es discriminable”.



      EL HOMBRE DE ACERO cuenta tal vez con excesivos subrayados, los momentos de intensidad dramática no llegan nunca a emocionar y algunos personajes como el de Lois Lane quedan bastante desdibujados sin que se encuentre nunca el punto de ignición con Clark. Elementos que castigan la función pero que no pueden camuflar la configuración religiosa de un arcaico superhéroe cuya invulnerabilidad le lleva a formar parte del martirologio de donde sólo resucitan los dioses.

lunes, 17 de junio de 2013

FOTOGRAMAS EN LA RETINA: "LOS CONFIDENTES"

      


     Adaptar las novelas del autor-emblema (junto a Douglas Coupland) de la Generación X, Bret Easton Ellis, no es nada fácil, su universo narrativo suele ser demasiado decadente, sórdido, provocativo, transgresor, historias complejas llenas de aristas por las que pululan multitud de personajes superficiales, atormentados, sin alma, en pleno proceso de desintegración derivado de una vida de excesos y un insondable vacío existencial. Relatos que siempre nos abocan a un final nada complaciente o convencional. 

      Aun así, siempre ha sido un escritor muy atractivo para el mundillo cinematográfico que ya en 1987 se interesó adaptando su novela “Menos que cero” con el título Golpe al sueño americano (Marek Kanievska), un film fallido que contaba con un gran elenco de actores jóvenes. Mary Harron trasladó a la pantalla grande su best-seller más famoso, American Psycho (2000), que a pesar de las malas críticas tras su  estreno se ha convertido en una película de culto en la línea del psycho-killer yuppy de los 80 con una música y un diseño acorde a la época y un magnífico Christian Bale. También Roger Avary se vio tentado por la literatura del enfant terrible angelino adaptando “Las leyes de la atracción” en su película Las reglas del juego (2002), de nuevo una demoledora radiografía de la juventud adinerada y nihilista estadounidense en donde las drogas y el sexo suelen ser leit-motiv básicos.  
     
                     
       Sexo, drogas y rock and roll son tres elementos sustanciales en la por ahora última adaptación a la pantalla grande de una novela suya, LOS CONFIDENTES (The Informers, 2009), en la cual el director australiano Gregor Jordan pone todo su empeño en dotar de un cierto sentido la visión corrosiva de Ellis sobre esa clase alta norteamericana, barnizada por un estilizado post-modernismo con sus ingredientes tradicionales: futilidad, lujo, moda, ambigüedad sexual, excesos y tecnología. Así nos encontramos en Los Ángeles de 1983 con un joven pijo bisexual (Jon Foster), adicto a las drogas y a las orgías que comparte con su novia (Amber Heard). Están también sus padres (Billy Bob Thornton y Kim Basinger), que intentan recuperar su matrimonio después de que él haya tenido una aventura con una locutora de televisión. Por otro lado, nos encontramos con un cantante de rock siempre colgado (Mel Raido), a quien su mujer ha abandonado y pasa la depresión tirándose a adolescentes de ambos sexos.

      Por último, un conserje de un hotel (Brad Renfro, que murió de sobredosis al terminar el rodaje y a quien está dedicada la película), amenazado por su tío (Mickey Rourke) para que esconda en su casa a un niño secuestrado. Vidas cruzadas para dar forma a film nada despreciable y en donde se refleja en gran medida el abismo y el contraste profundo entre la decadencia moral y espiritual y la riqueza material de la clase alta norteamericana. 

      Con sus abúlicos, frívolos, ególatras, alienados, violentos protagonistas sumidos en una espiral de drogas, alcohol y perversiones sexuales. Un desolador final sintetiza a la perfección los dramáticos efectos de esa plaga bíblica del sida que comenzaba a hacer estragos en la alegre promiscuidad de los 80 de Reagan. Destaca la bellísima Amber Heard con excitante baile y unos desnudos inolvidables.


domingo, 16 de junio de 2013

CRÍTICA DE "UN DIOS PROHIBIDO"

Un desgarrador testimonio de fe
UN DIOS PROHIBIDO êê
DIRECTOR: PABLO MORENO.
INTÉRPRETES: ELENA FURIASE, JACOBO MUÑOZ, ÍÑIGO ETAYO, JERÓNIMO SALAS, ÁLEX LARUMBE.
GÉNERO: DRAMA HISTÓRICO / ESPAÑA / 2013  DURACIÓN: 133 MINUTOS.   


    En la tesis del que fuera obispo de Badajoz, Antonio Montero Moreno, titulada “Historia de la persecución religiosa en España, 1936-1939” (Biblioteca de Autores Cristianos, 1961), un detallado estudio que ha servido como obra de referencia a muchos historiadores, se cifra en 6.832 las víctimas religiosas asesinadas en territorio republicano, de las cuales 13 eran obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas. Todas enmarcadas en el contexto de la Guerra Civil Española.


      Pues bien, dentro de ellas se cuentan los 51 misioneros claretianos fusilados en Barbastro (Huesca) a mediados de agosto de 1936. La mayoría eran jóvenes estudiantes de un seminario que fueron tentados para que renegaran de su fe, pero que al no acceder fueron cruelmente asesinados por las milicias revolucionarias. La diócesis de Barbastro quedó totalmente devastada durante la guerra y fue Juan Pablo II quien beatificó a los conocidos como “Mártires de Barbastro” en 1992.


      UN DIOS PROHIBIDO nos narra las últimas semanas del calvario sufrido por esos 51 claretianos antes de ser fusilados, testimonios que conocemos de su propia mano y que dejaron escritos en paredes, mesas y envoltorios de alimentos. Los misioneros dormían en el frío suelo sin mantas ni colchones, encerrados en el salón del colegio de  los escolapios. Sus carceleros les tenían prohibido rezar, aunque ellos lo hacían en secreto con ayuda del hermano Vall (Juan Lombardero), que conseguía esconder las Formas en las cestas del desayuno entre el pan y el chocolate sin que los guardias lo descubrieran.


       No dejaban pasar a nadie a la sala, y algunas personas como la Trini (Elena Furiase) pasaban horas intentando ver a los detenidos, en concreto a un seminarista del que se había enamorado porque se parecía a Rodolfo Valentino. A las que sí dejaban de pasar los carceleros eran a las prostitutas, siempre con el ánimo de que los seminaristas renunciasen a la religión. Algunos claretianos lograron salir en libertad como recompensa a antiguos favores, o simplemente por ser conocidos de algunos de los carceleros, sin embargo a favor de sus principios renunciaron a la libertad.  


      UN DIOS PROHIBIDO es un film que se alza más sobre los valores de su  discurso que sobre los aspectos técnicos y artísticos que, para ser sincero, son más bien irrelevantes. Aquí lo que le interesa a sus responsables (la película está financiada por la orden de los claretianos) es ilustrar el martirio, el humanismo y la fe de aquellos religiosos en el caos, el furor, el fanatismo y la ira ciega en la médula de una guerra cainita que ha quedado marcada en nuestra historia como un monumento a la infamia, el salvajismo y la sinrazón.


      Los republicanos cometieron muchos errores durante la Guerra Civil (de orden estratégico, de organización, de liderazgo…), el peor de todos ellos fue sin duda el extermino masivo de clérigos y devotos bajo la fantasmagórica creencia de que ellos representaban la imagen y la esencia de ese ogro de mil cabezas llamado fascismo. El enfoque de la película no resulta excesivamente panfletario, aunque se hacen inevitables algunos tópicos y clichés: el halo de bondad divina que envuelve a todos los cautivos, el siniestro y sádico miliciano en contraposición con otro más comprensivo, las tentaciones del Mal para conseguir que se reniegue de la fe, la republicana que se enamora de un seminarista siendo rechazada por éste porque está casado con Dios, los manidos eslóganes republicanos “la religión es el opio del pueblo”, “La iglesia que más ilumina es la que arde”. 


      En la función (sin apenas promoción y marginada en todas partes) se echa de menos una indagación más aguda e intensa del perfil de los personajes, una reflexión más honda y sincera sobre los turbios orígenes que desembocaron en la tragedia y, sobre todo, un contraste más amplio del aquel contexto social y político que propició el devenir de esta nación durante el último siglo. El cine español de temática guerracivilista ha marcado, desde la Transición, una diáfana línea divisoria entre los buenos y los malos subrayando las virtudes morales e intelectuales de unos y demonizando a los otros, entre los que siempre incluyen a los religiosos sin una razón convincente. Es posible que ahora caigan en la cuenta de que el sectarismo y el maniqueísmo  pueden ser herramientas muy útiles para cualquier tipo de ideología. Argumentos hay para ello.


     En esta ocasión la historia está documentada por los escritos de los propios mártires durante su cautiverio, por lo que queda como registro aproximado, aunque algo ingenuo, de su fe inquebrantable. No se trata de que la izquierda republicana actual se vea representada,  ni tiene por qué entonar el mea culpa ni realizar nunca un ejercicio de expiación porque en aquella época también en las filas republicanas se contaran por miles los pistoleros y asesinos, pero han de entender de una vez por todas que tienen que enterrar los fantasmas del pasado y adoptar un visión más audaz, moderna y universal de la política y la colectividad.



      Cuando era adolescente y vivía en Barcelona, vi unas fotografías originales de las parroquias y conventos de la ciudad (el de las Salesas en el Paseo de San Juan) convertidos en una verbena. Momias de monjas profanadas y expuestas al escarnio público. Sin ser yo un tipo de sólidas creencias espirituales, pensé que si una sociedad pudo permitirse esos niveles de depravación es que todo está perdido y no hay salvación posible. Tal vez fuera entonces cuando ideara una de las teorías que han guiado hasta aquí mi existencia: “Todos somos culpables. No hay nadie inocente”.


sábado, 8 de junio de 2013

CRÍTICA DE "STOKER"

La semilla de las flores del Mal
STOKER êêêê
DIRECTOR: PARK CHAN-WOOK.
INTÉRPRETES: MIA WASIKOWSKA, MATTHEW GODE, NICOLE KIDMAN, DERMOT MULRONEY.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 110 MINUTOS.   



    Conocimos al realizador surcoreano por su potente film de culto Old Boy (2003) una obra maestra sin concesiones que nos narra una demoledora historia sobre la violencia, la venganza y la culpa. El prestigioso cineasta irrumpe ahora en Hollywood adaptando un interesante guión del británico Wentworth Miller (actor protagonista de la serie televisiva Prison Break), y aunque el texto se ve necesitado de un mayor dibujo de los personajes, tiene la virtud de crear una tensión in crescendo que se hace abrumadora a medida que va avanzando el metraje, y que de manera muy sugerente nos muestra la evolución de las raíces del Mal hasta agrietar los cimientos.


      STOKER nos narra cómo la vida de India (Mia Wasikowska) se hace mil pedazos cuando el día de su 18 cumpleaños su padre, Richard Stoker (Dermot Mulroney) muere en un extraño y trágico accidente. Pese al doloroso trance, Mia muestra una actitud impasible que esconde unos sentimientos que sólo su progenitor podía conocer. El día del funeral de su padre aparece por allí su tío Charlie Stoker (Matthew Gode), que decide quedarse junto a ella y su emocionalmente inestable madre, Evie (Nicole Kidman). Mia desconfía al principio de su encantador y misterioso tío, pero poco a poco  va quedando fascinada a medida que descubre lo que tienen en común, y al mismo tiempo que Charlie va desplegando sus tendencias violentas y manipuladoras, India se obsesiona con su tío y cae en la cuenta de que su llegada no fue fruto de la casualidad. Con la ayuda de Charlie, Mia descubrirá el inesperado camino al que está predestinada.


      Tomada como un hipnótico ejercicio de estilo que define la personalidad intransferible de su director, esta rara avis de inspiración hitchcockiana (es fácil adivinar reminiscencias a La sombra de una duda) aborda el tema de la psicopatía de una manera tan sensorial como original, enfatizando los sonidos, los aromas, la sensualidad, la gestualidad, las miradas y los objetos con planos detalles absolutamente estimulantes y unos sutiles movimientos de cámara que sumergen al espectador en una atmósfera claustrofóbica que toma como epicentro a India (personaje en el que más fija la atención el director), una adolescente inadaptada, introvertida y dueña de una soledad inabarcable, que encontrará en el siniestro tío Charlie el adalid diabólico para su sangriento ritual de iniciación.


       Sangre y sexo como evocación freudiana de Eros y Tánatos, la vida y la muerte, subliminando una estética entre el gótico y el camp que eleva a poesía visual cada plano, las medidas transiciones (una cabellera que funde su textura con la hierba de una pradera), los encuadres y el juego de sombras, luces y colores de una fotografía impecable. STOKER es un magnífico film que se adentra en el terreno del thriller psicológico buscando el sustrato ideal para sembrar las semillas de las flores del Mal, que germinarán vigorosas en un microclima favorable.


      Park Chan-wook logra en su debut hollywoodiense una obra de culto instantáneo sin renegar nunca de los elementos identitarios que caracterizan su obra: la plasticidad de la violencia y la morbosidad sexual: la vibrante forma en que Charlie se quita en cinturón (su arma favorita) que a modo de ofidio se desenrosca de su cintura; esa escena en que India y Charlie tocan una pieza a piano a cuatro manos y donde la tensión sexual se puede cortar con un cuchillo; o esa otra en que India se masturba en la ducha rememorando el terrible crimen que acaba de perpetrar su tío. Momentos impagables de una sórdida fábula que indaga en los designios del destino: “Al igual que una flor no puede elegir su color, nosotros tampoco podemos elegir en qué nos convertimos”, aserto con el que se abre el film sobre un paisaje bucólico que ha quedado salpicado de un rojo escarlata.



      STOKER (título que seguramente evoca al autor de Drácula) contiene incontables imágenes que quedarán grabadas en la retina y la menoría del espectador, una excelente dirección de actores que hace que los intérpretes se ajusten a la trama como guantes de cirujano, y entre los que cabe destacar a una Mía Wasikowska capaz de dotar de todos los matices posibles a un personaje inquietante, casi autista y en fatal proceso de depravación. Sin olvidarnos del elegante y amenazador Matthew Gode y una Nicole Kidman que después de mucho tiempo brilla en un papel. Amante de la lírica y la belleza agreste que fusiona con inusitado virtuosismo, Park Chan-wook nos presenta una obra para verdaderos gourmets cinematográficos y mórbidos fetichistas, que nos hace reflexionar sobre los instintos homicidas como un gen hereditario, un cáncer para el que serán inútiles todos los tratamientos preventivos.