LA REINA DE ESPAÑA ê
Ante la estúpida polémica suscitada me veo en la obligación
de aclarar que mi opinión crítica no atiende nunca a ningún boicot, por lo que
suelo diferenciar siempre al artista y su obra de la persona en otros ámbitos
de su vida privada, social o civil, pues de un autor no me interesan lo más mínimo su ideología
política, sus afinidades o antipatías, sus filias y fobias ni sus exabruptos. Señalado
esto, con toda sinceridad, creo necesario subrayar que el cine de Fernando Trueba no me gusta, ni una
sola de sus películas sería seleccionada por el abajo firmante en una lista de
las cien mejores de la historia de nuestro cine, ni siquiera las más aclamadas
como El
año de las luces, Belle Époque, La niña de tus ojos. Es,
sencillamente que no me gusta su manera de narrar historias ni me interesan las
historias que cuenta.
Con un flojísimo
guión del propio Trueba La Reina de España nos sitúa en la España de los años 50. Macarena Granada (Penélope Cruz) la
gran estrella “americana” de origen español, retorna a su tierra para encarnar
a Isabel la Católica. Al enterarse de la noticia, Blas Fontiveros (Antonio Resines), que no había vuelto a España
desde que se fue a dirigir “La niña de
tus ojos” a la Alemania nazi 18 años atrás, decide regresar y reencontrarse
con algunos de sus viejos amigos. Su llegada desata una serie de acontecimientos
que pondrán a prueba el rodaje de la superproducción.
Secuela de La
niña de tus ojos (1998) que está inspirada en uno de los proyectos del
productor Samuel Bronston que nunca llegaron a cristalizar, que iba a llevar
por título “Isabella of Spain” y que estaba previsto que protagonizase Sophia
Loren. Ya saben, cine dentro del cine,
una historia aburrida a la que penaliza en exceso su deshilvanado libreto,
hasta el punto de que muchas secuencias parecen piezas de un puzzle desordenado.
Puede que su desestructurada narrativa haya castigado también el trabajo del
coral elenco, falto de una firme dirección y del que sobresale una Penélope
Cruz que ha llevado una vida que guarda una cierta analogía con la de Macarena,
trabajando en Hollywood y hasta ganando un Oscar. Al fin y al cabo, la
realidad y el cine se retroalimentan.
Tras unos
brillantes títulos de crédito y un comienzo prometedor en el que se produce el
reencuentro de los viejos camaradas para rememorar las glorias y las luces y
sombras de un tiempo pasado que ya queda lejos, nos invade una sensación déjà
vu, con un sentido y poco inspirado homenaje a la “siempre sufrida gente del
cine”, en donde se alternan escasas escenas chispeantes con algunas que
producen vergüenza ajena, generalmente protagonizadas por Santiago Segura y que desprenden un cierto tufillo homófobo. La Reina de España no es una comedia, es
cine triste, tanto en su corrosiva vena nostálgica como en sus impenitentes y
vacuas denuncias, esa machacona obsesión por recordar lo obvio sobre nefastos
personajes históricos que aparecen caricaturizados. Todo en esta cinta huele a
rancio y apolillado, rodando a contracorriente de una España que hace ya mucho
tiempo despertó de la pesadilla. Así, entre guiños cinéfilos, brocha gruesa y estrambote,
llegamos a un clímax final en donde la sal gorda cae sobre la platea: “tus palabras me las paso yo por el coño”.
Hay quien lo llama ingenio. A mí me produce sonrojo.