Bay expone las vergüenzas del “sueño americano”
DOLOR Y DINERO êêê
DIRECTOR: MICHAEL
BAY.
INTÉRPRETES: MARK WAHLBERG, DWAYNE JOHNSON, ANTHONY MACKIE,
ED HARRIS, TONY SHALHOUB.
GÉNERO: COMEDIA
NEGRA / EE. UU. / 2013 DURACIÓN: 130 MINUTOS.
Todos los
aficionados saben que Michael Bay
(Los Ángeles, 1965) es un director destroyer
conocido por rodar artificiosas películas de acción de gran presupuesto en las
que abundan la destrucción, las explosiones y la pirotecnia. Debutó con Dos
policías rebeldes (1995) que tuvo su secuela en 2002, y entre sus
grandes éxitos se encuentran pestiños como La Roca (1996), Armageddon (1998) y la
estruendosa saga Transformers. Por lo absurdo de la historia parece mentira,
pero nos recalcan varias veces que lo que se narra DOLOR Y DINERO está
basado en hechos reales, un film modesto para el que Bay sólo ha contado con 25
millones de dólares.
En forma de
comedia dramática de acción, el film nos sitúa en el Miami de mediados de los
90 para presentarnos a Daniel Lugo
(Mark Wahlberg) y Adrian Doorbal (Anthony Mackie) que entrenan
muy duro en el gimnasio cada día. Culturistas de profesión, dedican más tiempo
a cuidar su cuerpo que a ninguna otra faceta que suponga un esfuerzo mental. Lugo
adora el fitness, pero es un trabajo que le da poco dinero, cuando piensa que
se dedicará a ello toda la vida, se agobia, es por eso que se decide pasar a la
acción y dar un gran golpe.
A Lugo y Adrian
se les une Paul Doyle (Dwayne
Johnson) un ex presidiario que entrena con ellos, y así forman una banda para
extorsionar y secuestrar a un empresario adinerado. El plan parece dar
resultado, pero cuando están empezando a disfrutar de su éxito, comienzan los
problemas. Pues lo que no esperaban es la reacción de su víctima, a quien
habían dado por muerto, y que lo primero que hace cuando se está recuperando en
un hospital, es contratar los servicios de un detective privado retirado, Ed DuBois (Ed Harris), con la única
intención de que localice a sus raptores y vengarse de ellos.
Marcando distancia
con el cine que hasta hoy ha sido su seña de identidad, Bay logra sus mejores
resultados con esta película sin pretensiones que nos narra la burda y
sangrienta historia de la banda Sun Gym, tres delincuentes aficionados con
apuros económicos que se dedicaron a secuestrar, robar y asesinar. Y el caso es
que a uno no le queda más remedio que reírse ante las situaciones absurdas,
delirantes y macabras que genera la trama y en las que se ven envueltos sus
descerebrados protagonistas (esa en la que al tipo que van a asesinar estrellándole
con el coche le ponen el cinturón de seguridad, la cadavérica barbacoa que se
monta Dwayne Johnson en plena calle…). Una
comedia negra que arrastra por el fango ese espejismo al que llaman “sueño
americano” y que destila sátira y veneno por los cuatro costados. Algo muy
distinto a lo que el director californiano nos tenía acostumbrado hasta le
fecha, que exhibía con insultante énfasis la bandera americana en todos sus espídicos
artefactos.
DOLOR
Y DINERO ni mucho menos es Fargo (1996), pero pocas películas
alcanzan el nivel de excelencia de la obra de los Coen, aunque no anda muy
lejos en sus intenciones al seleccionar un suceso impactante de la crónica negra
para presentarnos a unos personajes estrafalarios que frustrados con los
escasos réditos económicos de su sacrificada profesión, ven en el crimen la
posibilidad de despegar y formar parte de una respetable comunidad. El problema
es que para el nuevo oficio se necesita un vivero mayor de neuronas de las que
sus cerebros son capaces de generar, más astucia e inteligencia de la
que unos anabolizados tipos dedicados a inflar bíceps pueden desarrollar, por
lo que el atajo fácil para conseguir conquistar el ansiado “american way of
life” acabará convirtiéndose fiel espejo de su estupidez.
Provocativa, irreverente, gamberra y
atroz (los gags sobre la religión, el sexo, el racismo y la obesidad son
constantes) la nueva propuesta de Bay se mueve entre la denuncia a los ritos de
una sociedad en su demencial superficialidad y la conciencia crítica de un
director que es capaz de exponer sin complejos sus vergüenzas: la exacerbada
proyección sobre la cultura del éxito puede ocasionar terribles consecuencias.
Pocas veces he visto a Mark Wahlberg rayar a este nivel de excelencia
interpretativa, mucho menos a Dwayne Johnson desplegar tal cantidad de registros, ambos, junto a Anthony Mackie, forman una tan soberbia como
esperpéntica sociedad.
Así es Michael
Bay, capaz de castigarnos con armatostes olvidables como Transformers y de
sorprendernos con una cinta que surca los vericuetos del thriller convencional
para finalmente derrapar por los sinuosos territorios de la comedia dramática. Puede
que en esta ocasión la realidad supere a la ficción, lo seguro es que todo
espectador que se adentre en esta rara avis acabará obteniendo más de lo que suponía,
un relato rebosante de momentos hilarantes, escenas tragicómicas y, lo más
importante, la demostración palmaria de que Bay también sabe dirigir a actores
de carne y hueso.