sábado, 29 de julio de 2017

MIS TERRORES FAVORITOS: "VAMPIROS DE JOHN CARPENTER" (1998)


   Cuando era sólo un estudiante, John Carpenter ganó un Oscar por el cortometraje The resurretion of Bronco Billy, tuvieron que pasar cuatro años para que firmara su primer largo, Dark Star, una interesante historia de ciencia-ficción que realiza con sólo sesenta mil dólares. En 1976 obtiene su primer éxito con Asalto a la comisaría del distrito 13, una clásica cult-movie incluida en todas las listas como una de las mejores películas de terror. Desde entonces, este veterano director ha seguido especializándose en el cine fantástico o de terror. La noche de Halloween (1978) es su película más comercial, un auténtico exitazo de taquilla que ha dado lugar a multitud de secuelas. De su filmografía, que comprende una veintena de títulos hasta la fecha, destacan los clásicos: 1997: Rescate en Nueva York (1981), La Cosa (1982), Christine (1983), Starman (1984). Otras obras también interesantes del singular cineasta norteamericano, al cual sigo con verdadera pasión, son: s Están vivos (1988), Memorias de un hombre invisible (1992) que es, con mucho, su obra menos conseguida, En la boca del miedo (1994), El pueblo de los malditos (1995), 2013: Rescate en L. A. (1996). Carpenter es además de un buen guionista el autor de la música de casi todos sus films.
   
  
   Sinopsis: Jack Crow (James Woods) es un mercenario sin escrúpulos y líder de un grupo de cazavampiros, tras eliminar a una comunidad de vampiros en un pueblo de Nuevo México y mientras lo están celebrando con alcohol y prostitutas, sufren el ataque de Jan Valek (Thomas Ian Griffith) un vampiro de más de 600 años obsesionado por encontrar la cruz de Berziers, una reliquia que le permitirá moverse a plena luz y ser finalmente indestructible. En el ataque, Katrina (Sheryl Lee) una de las prostitutas, es mordida por Valek, y queda a partir de entonces conectada con él y destinada a ser un chupasangre. Crow, acompañado de su colega Montoya (Daniel Baldwin) y de un cura enviado por el Vaticano (Tim Guinee) utilizará a Katrina para acercarse a Valek y su grupo, tenderles una trampa e intentar acabar con ellos.
    
    
    Con un guión de Don Jacoby según la novela de John Steakley, John Carpenter desarrolla uno de los mejores films de terror de los últimos años. Una historia que nos sumerge en el mundo de los no-muertos y en la que el director nacido en Kentucky, con la perversidad que le caracteriza, expone toda su fantasía sobre el vampirismo y la presencia amenazante del Mal. Para ello, subvierte la personalidad tradicionalmente seductora de ese mito legendario del terror, habitualmente envuelto en un aura romántica y fatalista, para presentarlo como un ser sin escrúpulos, envilecido y depredador, que únicamente arrastra consigo la muerte y la destrucción. 


   Gran entusiasta del western, Carpenter declara:<< hice todo lo posible para quitarle todos los elementos góticos al film porque no quería hacer una película de terror convencional, no me interesaba hacerla al estilo de Roger Corman, por eso ambienté la historia en el far-west... >>. Pero el cineasta no puede disimular las ráfagas de western gótico fronterizo que destilan muchas secuencias, porque salvando diferencias y constatando analogías es de lo que se trata, de una película del oeste transformada, en la que los bandidos han sido sustituidos por vampiros y con la que el director de La Cosa, en un alarde de imaginación desbordante, dominio técnico y potente energía, rinde homenaje a sus/nuestros admirados Hawks y Peckinpah.


   Vampiros de John Carpenter comienza de manera trepidante y deslumbradora: una cuadrilla de tipos rudos de bajan de un vehículo high-tech portando un gran arsenal que incluye toda clase de armas automáticas, ballestas, lanzas, estacas... Poco a poco se van adentrando con esmerado sigilo en una granja aparentemente vacía, la tenebrosa luz de las linternas da paso a una orgiástica matanza al más puro estilo gore, donde los vampiros serán aniquilados de múltiples formas, a cual más dolorosa e insufrible. Con una puesta en escena que roza la perfección, elegante a pesar de estar tamizada por cierto tono de serie B, John Carpenter’s Vampires es a día de hoy la mejor película de su director, no exenta de un “incisivo” sentido del humor, elemento consustancial en toda su obra, un ritmo electrizante que en ningún momento decae y acorde con una inmejorable conjunción narrativa. 



   El film se presenta como imprescindible para los amantes del género, lo es por su fastuosa estética en la línea de Abierto hasta el amanecer, porque rompe con algunos tópicos de la mitología de los chupasangre y demás malignos, porque es a la vez lóbrega y luminosa, porque desde un prisma inédito enfrenta a los salvajes y sanguinarios no-muertos con una crueldad y ferocidad aún mayor, la del ser humano, que al mismo tiempo que impone su ley, condena su alma. Es de destacar la perfecta elección de un reparto armónico en donde sobresale James Woods, que borda el papel de cazavampiros hosco y mal hablado, así como la impresionante fotografía de Gary B. Kibbe. 
    

lunes, 24 de julio de 2017

CRÍTICA: "DUNKERQUE" (Christopher Nolan, 2017)


La mejor película bélica desde Salvar al soldado Ryan
DUNKERQUEêêêê
DIRECTOR: CHRISTOPHER NOLAN.
INTÉRPRETES: TOM HARDY, FIONN WHITEHEAD, MARK RYLANCE, KENNETH BRANAGH, CILLIAN MURPHY.
GÉNERO: BÉLICO / EE.UU. / 2017 / DURACIÓN: 107 MINUTOS.
 
      
   Pocos directores pueden presumir de tener una filmografía tan brillante en las dos últimas décadas como la que atesora el inglés Christopher Nolan. Como el éxito nunca sale gratis, esto ha contribuido a que una legión de haters (patéticos odiadores profesionales) esperen como agua de mayo el estreno de cada película suya para ponerle a caer de un burro. Los que amamos el cine comprendemos su envidia a pesar de que este sentimiento siempre supone un vano y tóxico esfuerzo que te resta vida. La cuestión es que Nolan es un tipo guapo, elegante, talentoso y triunfador, es decir todo lo que desearían ser esa caterva de mediocres, amargados y fracasados que suspiran por poseer una sola chispa del ingenio del que está dotado el firmante de espléndidas películas como Memento, Insomnio, El truco final, El caballero oscuro, Origen o Interstellar. Pues, créanme, de tan pueril motivación surge tanta ponzoña, la ridícula envidia, el inútil odio.

    
   Dunkerque nos narra un acontecimiento muy conocido por los aficionados a la historia: En plena Segunda Guerra Mundial, cientos de miles de soldados británicos, franceses y belgas se encuentran rodeados por las fuerzas enemigas en la ciudad francesa de Dunkerque. Atrapados en la playa con el mar a sus espaldas, se enfrentan a un callejón sin salida mientras sienten en el cuello el aliento del ejército alemán. Conocida como Operación Dinamo o el Milagro de Dunkerque, tuvo lugar una complicada evacuación del destacamento aliado en territorio francés a finales de mayo de 1940. La operación permitió el rescate de más de 200.000 soldados británicos y cerca de 140.000 franceses y belgas.

  
   Nolan enciende rápidamente la mecha con una secuencia que es un prodigio de planificación: un grupo de soldados británicos pasean despreocupadamente por las calles de Dunkerque mientras una lluvia de folletos lanzados por los alemanes caen sobre ellos advirtiéndoles que están rodeados y que no tienen otra salida que rendirse. La precisa y elegantísima configuración de esa escena de aparente calma se rompe cuando una ráfaga de proyectiles convierte en un infierno la incursión en la ciudad y les deja expuestos en su loca huida. El enemigo está siempre en la sombra, invisible, acechante, como un fantasma, pero seremos testigos de sus letales acciones, de su poderosa maquinaria de guerra, de su acoso y terrible amenaza. Nolan, con la pericia que le caracteriza, sienta así las bases de lo que nos espera: un relato parco en diálogos, minimalista, un tremendo ajetreo de vidas en peligro en donde el movimiento se eleva por encima de las palabras -hombres frente a un abismo y con los lobos a las espaldas- y un tratamiento contundente aunque mesurado –no distante- de la violencia.


  Con un gran despliegue de recursos técnicos, si algo hay que valorar en Dunkerque es la fisicidad de la acción, el tremendo latido del miedo, la pulsión de la locura, la extrema tensión, la acuciante y negra sombra de la tragedia y el ciego y emocionante heroísmo humano. Lo peor y lo mejor de nuestra especie sale a flote en las extensas playas de la ciudad francesa para mostrarnos los horrores de la guerra y la épica preñada de sentimiento y de verdad de tantos civiles que no dudaron en surcar el mar con unas simples barcazas teniendo como misión salvar a sus soldados.  


    La épica evacuación fue posible gracias a la confianza del mando militar alemán que pensaron que con unos pocos aviones sería suficiente para aniquilar al enemigo y a que los aliados se aprovecharon de esa errática decisión para rescatar a los suyos. Pero los cerca de 350.000 soldados acorralados, derrotados e impotentes sobrevivieron con la certera impresión de que serían fumigados como hormigas  por la Luftwaffe (Fuerzas Aéreas Alemanas) al mando de su comandante supremo Hermann Göering, que pensaban que con sus Stukas, Heinkel y Junkers ni siquiera tendrían la necesidad de utilizar su mortal artillería.


  La función alterna tres escenarios distintos con la misma precisión e impacto sensorial jugando con el tiempo y el espacio: las batallas que se desarrollan en el cielo, intensas escaramuzas aéreas en donde los aviones Spitfires de la RAF británica hacen frente a los cazas alemanes que están masacrando a los soldados aislados en la playa: atención a la, una vez más, magistral actuación de un Tom Hardy con la expresión serena del que ha cumplido con su deber; las tribulaciones en la tierra, con los soldados aliados indefensos, aterrorizados, esperando una muerte segura y presas fáciles para los Stukas alemanes; la lírica estremecedora en el mar, con todos esos civiles al timón de todo tipo de barquichuelas que pudiesen mínimamente navegar y que hacen lo imposible para intentar salvar a sus hombres aunque en la misión pierdan la vida. 


    La tensa espera en el espigón, en la playa, retrata a un ejército derrotado y sin esperanzas, y aunque la empatía y la solidaridad se acaban imponiendo al latente drama, sabemos que muchos de esos soldados quedarán tarados de por vida, inmersos en las más atroces pesadillas. Sin dotar a la función de elementos enfáticos, con una punzante, electrizante y asfixiante banda sonora a cargo de Hans Zimmer, que se eleva como su mejor trabajo hasta la fecha, Nolan convierte en héroes a unos simples supervivientes dotando al relato de desasosiego, hondura y sinceridad, soldados que serían cruciales para la victoria final de los aliados en una guerra que entonces estaba en sus inicios. La mejor película bélica desde Salvar al soldado Ryan.

martes, 18 de julio de 2017

POR FIN... EL TRÁILER DE “LEATHERFACE” (2017)


   Un auténtico subidón para los aficionados al terror puro el poder degustar por fin el esperado tráiler de Leatherface que han pergeñado los franceses Julien Maury y Alexandre Bustillo. La historia de los orígenes de Leatherface (o Cara de Cuero) narra cómo un joven, Jackson (Sam Strike) logra escapar de un psiquiátrico junto a otros cuatro compañeros. El grupo decide secuestrar en su huida a una joven enfermera, a la que arrastrarán a un infernal viaje en el que verán todo tipo de horrores mientras intentan escapar de Hal Hartman (Stephen Dorff), un Ranger de Texas que busca venganza.


   Con un guión escrito por Seth M. Sherwood, una música está compuesta por John Frizzell y la iluminación a cargo de Antoine Sanier. El reparto está compuesto por Stephen Dorff, Lili Taylor, Angela Bettis, Sam Strike, Nicole Andrews, Sam Coleman y Simona Williams entre otros. 


    El estreno en los Estados Unidos está previsto para el próximo mes de octubre, en España aún no tiene confirmada fecha de estreno. En fin, muy buena pinta tiene esta precuela de La matanza de Texas centrada en los años de adolescencia de su protagonista. Ansiosos estamos.

domingo, 16 de julio de 2017

CRÍTICA: "LA GUERRA DEL PLANETA DE LOS SIMIOS" (Matt Reeves, 2017)



“LA GUERRA DEL PLANETA DE LOS SIMIOS” êêêê
   
   
   Estamos ante el brillante capítulo final que cierra esta moderna trilogía de la saga El Planeta de los Simios que como la anterior entrega, El amanecer del Planeta de los Simios (2014), vuelve a contar con la batuta de Matt Reeves detrás de la cámara, y que recordemos se inició con El origen del Planeta de los Simios (Rupert Wyatt, (2011). No será necesario apuntar que el cauce emprendido por la saga, rebosante de trascendentalismo, grandilocuencia y dilemas morales le ha sentado muy bien al invento que va mucho más del mero entretenimiento.

   
   Vayamos con la trama: César (Andy Serkis) jura que no comenzó la guerra. Pero él y su nación de simios genéticamente evolucionados se ven obligados a luchar en un conflicto a muerte contra los humanos que quedan en el mundo. César volverá a contar con sus fieles seguidores Rocket (Terry Notary), Maurice ((Karin Konoval) y Luca (Michael Adamthwaite), juntos harán frente al despiadado Coronel (Woody Herrelson) que lidera la raza humana. Después de que los simios sufran incontables bajas, César y el Coronel libran una épica batalla que determinará el destino de ambas especies y el futuro del planeta.


      Mezcla cine bélico, drama, acción y aventura, La Guerra del Planeta de los Simios se impone como un broche de oro para clausurar la resucitada saga, cuyo film seminal se remonta al año 1968. El tono enfático de la función está presente en el modo excesivo en que Matt Reeves homenajea a la magistral Apocalypse Now (incluso el personaje al que da vida Woody Harrelson es un trasunto del Coronel Kurtz interpretado por Marlon Brando) para sumergirnos en los horrores de la guerra que para los humanos siempre es un infierno reconocible. No es que la función esté repleta de set pieces de acción pero es una maravilla ver cómo el CGI, los efectos especiales resultan cada vez más realistas, hasta el punto de que los simios se nos presentan más expresivos que los humanos. En las pocas secuencias de acción están muy conseguidos los movimientos de masas y Andy Serkis se agiganta dentro de esa segunda piel digitalizada y en la técnica de captura de movimiento.

   
    Por supuesto toda la trama gira en torno a una cuestión de supervivencia y, es ahí, en las relaciones entre César y el grupo de confianza que le acompaña, donde la función alcanza su máximo interés; la tristeza del líder carismático que rebosa odio, rencor y culpa que hacen aflorar un deseo de venganza tan trágicamente humano. 


    Porque de lo que se trata una vez más es de preguntarse si existen soluciones más allá de las que aportan las maquinarias de guerra para buscar un punto de entendimiento cuyo fin sea la supervivencia. Una filosofía que basa su efecto en la moral suprema de aceptar la diferencia y crear así una cohabitación soportable, pacífica, en donde reine el respeto y la dignidad.


   La Guerra del Planeta de los Simios es un film lleno de buenas ideas para la reflexión y sugerentes detalles (increíbles postales de los simios cruzando el puente de la catarata, a caballo por la playa, espacios nevados y cenagosos, la huida del campo de trabajo forzado) que requieren sentido de la planificación tanto en las batallas a campo abierto como en los momentos intimistas en los que los rostros de César y sus fieles denotan la preocupación y el miedo a un holocausto simio, nota dramática en un futuro distópico. Brillan los simios por encima de los humanos porque los queremos más, nos parecen más humanos, racionales y sentimentales, tanto como para instituirlos en símbolos contra el fanatismo ideológico y contra la represión que sólo persiguen sociedades sumisas y cobardes. El fin de una hermosa trilogía.

viernes, 14 de julio de 2017

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "CIUDADANO KANE" (1941)


CITIZEN KANE
Drama - USA, 1941 - 119 Minutos - Blanco y Negro.
DIRECTOR: ORSON WELLES.
INTÉRPRETES: ORSON WELLES, JOSEPH COTTEN, DOROTHY COMINGORE, EVERETT SLOANE, RAY COLLYNS.


   Orson Welles (Kenosha, 1915 - Los Ángeles, 1985) está considerado el más grande revolucionario del lenguaje fílmico. Buen actor y genial director, Welles fue un niño prodigio que a los cinco años ya recitaba a Shakespeare y a los quince se inició en el teatro. Dos años más tarde fundó el Mercury Teatre de Nueva York, consagrándose como un notable intérprete y magnífico realizador de obras shakesperianas, tales como Macbeth o Julio César, por el montaje escénico de esta última ganó el premio de la asociación dramática de Chicago. Alcanzó una impresionante popularidad por su emisiones radiofónicas de teatro clásico, y sobre todo, por su aterradora e impactante versión de La guerra de los mundos (emisión de 1938) que por su realismo causó un auténtico ataque de histeria y pánico entre los radioyentes. A raíz de la fama y el éxito de este trabajo se le abren las puertas de  Hollywood, y dirige para la R. K. O. la más descomunal ópera prima de todos los tiempos, Citizen Kane, todo un clásico que el enorme cineasta rodó con sólo 25 años, un film situado en todas las listas y clasificaciones entre los tres mejores de la historia del cine, algo que agiganta más la figura de su autor, manteniendo su interés intacto y siendo objeto de incesantes estudios y revisiones. Entre lo major de su filmografía como director podemos citar los siguientes títulos: El cuarto mandamiento (1942), La dama de Shanghai (1947), Macbeth (1948), Mr. Arkadin (1955), Sed de mal (1957), El proceso (1962), Campanadas a medianoche (1966).


    Innovadora, estimulante, perturbadora, Ciudadano Kane marca un nuevo horizonte entre el viejo cine y el moderno, aportando un sinfín de elementos novedosos: el empleo permanente de objetivos de distancia focal muy corta, perspectivas visuales y encuadres revolucionarios conseguidos mediante sorprendentes angulaciones de cámara, el uso cuidadoso de la profundidad de campo y la movilidad de la cámara para la experimentación del plano-secuencia, al simbolismo elocuente a través de la grúa, la original utilización del flash-back... Elementos que sitúan a esta obra como una pieza fundamental para entender la evolución del cine moderno.



    Ciudadano Kane narra la historia de Charles Foster Kane (Orson Welles) poderoso magnate de la prensa norteamericana, un retrato apenas camuflado del potentado William Randolph Hearst, tanto es así que éste intentó por todos los medios evitar el estreno del film. La figura de este multimillonario le sirve a Welles para realizar un severo estudio de sobre el ansia de poder y la ambición, condiciones necesarias para escalar las simas de la abundancia, la respetabilidad y el prestigio al frente de los mandos de control, atalaya desde donde uno puede divisar el humo de las ruinas y las columnas de cadáveres que ha tenido que dejar a su paso para conseguirlo. 


    Crítica feroz sobre el ultracapitalismo ciego, Welles recrea como nadie esa antropofagia, y también el aislamiento, la soledad que envuelve a Charles F. Kane cuando, cercano el momento de expirar, su mente vuela lejos para refugiarse en la infancia, en aquel trineo con el que solía jugar cuando era un niño, en la inocencia de aquellos momentos conservados tan puros en la memoria. Un giro freudiano como interpretación psicológica para captar la nostalgia en medio de la soledad y la decadencia. 


   La película, que fue un fracaso económico, consagró a su autor extendiendo su sombra en el tiempo, y más allá de sus innovaciones técnicas, de los originales recursos visuales y la configuración dramática derivada de un montaje caótico y rompedor, es una colosal obra maestra por su ímpetu subversivo, porque supone una quiebra del orden cinematográfico establecido hasta entonces -un clasicismo algo añejo para los nuevos tiempos-,  por la frescura narrativa que acoge un nuevo verbalismo insurrecto, y establece los nuevos cánones para un panorama de expectativas más dinámicas y vigorosas. A destacar la magnífica fotografía de Gregg Toland en blanco y negro y la música de Bernard Herrmann.
   
     
   Es curioso que según la rumorología hollywoodiense, “Rusebud”, palabra engañosamente clave del film y una de las más mágicas de la historia del cine, parece sacarla Welles del influyente William R.Hearst, pues ese era el apelativo mimosín y cariñoso que el magnate utilizaba en la intimidad para referirse al aterciopelado felpudito de su amante, Marion Davies, una actriz fracasada.