Tal vez la mejor película de Sitges 2023
DIRECTOR: Pascal Plante.
INTÉRPRETES: Juliette Gariépy,
Laurie Babin Fortin, Maxwell McCabe-Lokos, Guy Thauvette.
GÉNERO: Drama psicológico / DURACIÓN: 118 minutos / PAÍS: Canadá / AÑO: 2023
El director canadiense Pascal Plante, tras realizar varios cortometrajes, debuta en el largo con Falsos tatuajes (2017), una película de corte romántico que nos presenta una conmovedora historia de amor entre un introvertido punk y una adolescente con un espíritu libre. Su segunda película, Nadia, mariposa (2020) que no he tenido la oportunidad de ver, cuenta la historia de una joven que forma parte del equipo olímpico canadiense de natación en las Olimpiadas de Tokio del 2020.
Con Las habitaciones rojas, el director firma su mejor película con un argumento que nos introduce en el sonado caso del asesino en serie Ludovic Chevalier (Maxwell McCabe-Lokos), que va a ser juzgado. Una modelo semiprofesional, Kelly-Anne (Juliette Gariépy), que está obsesionada con él, acude a todas las sesiones del juicio. Cuando la realidad se mezcla con sus fantasías morbosas, se adentra en un oscuro camino para buscar la última pieza del rompecabezas: el vídeo desaparecido de una niña de 13 años asesinada, con la que guarda un inquietante parecido.
Si se tratara de monstruos sería todo más simple… pero no, de lo que hablamos es de seres humanos sin conciencia, auténticos depredadores que cometen los crímenes más atroces y que aun así cuentan con una legión de groupies. Las habitaciones rojas se impone como una brillante introspección sobre el interés morboso que podemos llegar a sentir por historias escabrosas y que acaban convirtiéndose en verdaderas obsesiones. La protagonista, Kelly-Anne, a quien da vida espléndidamente Juliette Gariépy, invierte todo el dinero que gana como modelo y jugando al póker online en convertir su apartamento de magníficas vistas en un sofisticado y hermético centro tecnológico para así navegar segura por los parajes más siniestro de la red oscura, en donde retrasmitieron en vivo los espeluznantes crímenes de Chevalier, “El demonio de Rosemont”, acusado de secuestrar, abusar, torturar y asesinar a tres niñas menores a través de las míticas Habitaciones Rojas de la web oscura, un espectáculo donde los ricos pagan grandes sumas de dinero para ver sufrir y morir a las inocentes criaturas.
La obsesión y fascinación de Kelly-Anne por el caso nos intriga, visiona los vídeos en su hogar y madruga para asistir a las sesiones del juicio, aunque nada tiene que ver con los crímenes. Ese misterio, unido al gran magnetismo que desprende, hace que nos sintamos atraídos hacia ella y su vida. Su condición de sociópata, su pericia para sumergirse en los más abominables rincones de la internet oscura hace que tengamos la sensación de sentirnos desprotegidos creando una atmósfera de paranoia, pero que a ella le sirve para encontrar información valiosa sobre Ludovic Chevalier.
Tal vez la mejor película del pasado Festival de Sitges, Las habitaciones rojas es un excelente psicodrama que cuenta con una admirable iluminación de Vincent Biron de tonos azul metálico y rojo, un drama psicológico que nunca se convierte en una explícita tabla de carnicero rebosante de ultraviolencia como Hostel o Escape Room, en las que apreciamos bien lo grotesco de la ficción. Por el contrario, opta por un espantoso realismo fuera de campo que hace mucho más creíble el mito de los vídeos snuff, pues nuestra imaginación va rellenando los espacios invisibles de la espantosa escena que sucede fuera de foco, el dolor insufrible de las víctimas abusadas, torturadas y asesinadas para que personas ricas y poderosas vean materializadas sus macabras fantasías y alcancen así el más sublime y horroroso éxtasis.
Renegar de la explicitud es un acierto
porque sólo con los pavorosos gritos de las niñas, el ruido de una sierra u
otra herramienta mecánica, la descripción durante el juicio de las mutilaciones
que sufrieron y otros materiales gráficos, desbordan cualquier estado de
angustia y desesperación. Todo ello, insisto, sin que el espectador sea testigo
de ninguna escena de los asesinatos. El asesino aparece enmascarado en dos de los
vídeos y sólo hay pruebas circunstanciales contra él. Le vemos en el juicio imperturbable
y aburrido encerrado en una cabina de cristal. Es en la perturbadora e incesante
búsqueda del tercer vídeo donde tendrá una preponderancia esencial Kelly-Anne,
que demostrará a Clementine, una groupie del asesino Chevalier que conoció durante
las sesiones del juicio, los ilimitados recursos sádicos de la naturaleza
humana en una era marcada por el vouyerismo mórbido y el escapismo de la
vigilancia extrema de las sociedades capitalistas.