Del pecado, la salvación, el amor y otras angustias
REDENCIÓN
REDENCIÓN
DIRECTOR: PADDY
CONSIDINE.
INTÉRPRETES:
PETER MULLAN, OLIVIA COLMAN, EDDIE MARSAN, NED DENNEHY, SALLY CARMAN.
GÉNERO: DRAMA /
GRAN BRETAÑA / 2011 DURACIÓN: 91 MINUTOS.
Me ha convencido
la ópera prima del conocido actor Paddy
Considine, no sólo a mí, la película se ha alzado merecidamente con un
puñado de premios en los más conocidos festivales de cine independiente.
Considine, al que hemos visto en multitud de cintas como un actor secundario
muy competente (El ultimátum de Bourne), nos sorprende gratamente con este
virulento drama que nos presenta a un viudo alcohólico dominado por la rabia y
la violencia, Joseph (Peter Mullan),
que encuentra el consuelo y la posible redención en Hannah (Olivia Colman), una trabajadora de la caridad cristiana.
Inicialmente Joseph, se burla de su fe y lo que cree una idílica existencia,
pero pronto descubrirá que la vida de Hannah no tiene nada de envidiable,
sometida por un marido que la maltrata y agrede sexualmente. A pesar del dolor,
la soledad y el caos que invade la vida
de ambos, según avanza su relación, se darán cuenta de que la amistad y el amor
pueden surgir hasta en los lugares más sombríos.
REDENCIÓN es una película notable
aunque difícil de digerir por el tremendismo y crudeza de algunas de sus más
impactantes escenas, como esa inicial en la que el personaje de Joseph
–interpretado de manera sobria por Mullan- sale de un pub borracho y maldiciendo
descarga toda su ira contra su perro, al que adora, hasta matarlo a patadas. El
carácter violento y autodestructivo de ese viejo tiranosaurio (título original
mucho más eficaz y menos explícito que el elegido para su estreno en España),
es la consecuencia de una mente atormentada por la culpa, el aislamiento y la
melancolía que no encuentra el camino hacia la expiación por los excesos y
pecados cometidos. En la línea del
tradicional y descarnado drama social británico, Considine logra algo inaudito
cuando tras la presentación de nuestro antihéroe a través de una concatenación
de impulsos brutales, hace gala de una pericia extraordinaria para revertir el
asco y la repulsión que siente el espectador en un sentimiento de empatía que se
irá forjando durante su lacerante camino a la redención, inmerso siempre en una
debacle de desesperación y desamparo. En ese tortuoso viaje iniciático
tendrá una importancia vital Hannah, devota creyente maltratada física y
emocionalmente por un marido agresivo y celoso (un magistral y siniestro Eddie
Marsan en esa bestial escena en que llega borracho y orina encima de su mujer
mientras duerme), que pasa las horas en un establecimiento de ropa para los más
desfavorecidos.
Dos almas
perdidas, dos corazones en llamas, cuyo encuentro fortuito en ese singular
espacio abrirá una puerta a la esperanza, la amistad sincera y el amor. Una
excelente Olivia Colman calma el dolor y el desagravio con su mirada piadosa y dulce verbo, ella se
convertirá en el bálsamo que atenúe la rabia del irascible cascarrabias
arrastrando sus propias miserias y mostrándole sin reservas su apoyo moral.
Tomando como
escenario los suburbios marginales de Leeds vemos entrar y salir de pantalla
una galería de personajes atravesados por la tragedia y la angustia, nadie se
salva, y en ese friso descorazonador de vidas ruinosas surcadas por una
tremenda intensidad dramática, emerge el refugio espiritual para dar sentido a
unos seres necesitados de aliento y afecto verdadero. Muéstrense, mis queridos lectores, absolutamente incapacitados para
abordar esta película, pues no hay mecanismos de defensa ante la verdad
desnuda, ante el sucio realismo policromático de su cercana fisicidad, el
latido perturbador del sufrimiento y la férrea voluntad de cambiar el aciago
destino. Con un intencionado estilo feista, REDENCIÓN
nace de un corto del propio director del que se sirve como piloto para pergeñar
un guión prodigioso vertebrado por transiciones perfectas y en donde todo el
elenco trabaja sin redes de seguridad, y la historia, narrada en carne viva de
manera visceral, deja a la imaginación trazos de un pasado oscuro como germen
del irracional comportamiento de algunos personajes, su estremecedor proceder,
el sustrato en donde fermentan sus traumas y desventuras. Como perros
apaleados, nuestra pareja protagonista encontrará un resquicio para la
esperanza, de ahí su simbólico y atípico final. La mirada de Joseph se ha
dulcificado, no hay moraleja, sólo las huellas de lo vivido, en un sórdido
marco social donde ya es hora de que los perdedores reivindiquen su épica y un
aura que brilla con una luz especial.