Pastiche multirreferencial
POMPEYA êê
DIRECTOR: PAUL W.S. ANDERSON.
INTÉRPRETES: KIT HARINGTON, EMILY BROWNING, JARED HARRIS,
KIEFER SUTHERLAND, CARRIE-ANNE MOSS, JESSICA LUCAS.
GÉNERO: DRAMA
HISTÓRICO / EE. UU. / 2014 DURACIÓN: 102 MINUTOS.
En esta moda de trasladar a la pantalla
grande hechos históricos le toca el turno a la catástrofe acaecida en la
Antigua Roma sobre la ciudad de Pompeya -lugar de vicio y corrupción- que fue
enterrada por la violenta erupción del volcán Vesubio el 24 de agosto del año
79 d.c., falleciendo sus habitantes debido al flujo piroclástico. Claro que, a
uno le invade una pereza infinita cuando se tiene que enfrentar al visionado de
una película dirigida por Paul W.S.
Anderson, que con una filmografía de una decena de títulos que incluye las
tres entregas de Resident Evil, y otras “joyas” como Mortal
Kombat, Soldier, Alien vs. Predator, Death
Race: la Carrera de la Muerte y Los Tres Mosqueteros, está muy lejos
de pasar a la historia en este difícil arte de hacer cine. Sólo me resulto
pasable aquel film de ciencia-ficción titulado Horizonte Final (1997),
que con cierta resonancia a Alien se veía castigado por una
artificiosa resolución final.
POMPEYA, que como
citaba unas líneas más arriba nos traslada
al año 79 d. c., nos presenta al joven celta Milo (Kit Harington), un esclavo convertido en gladiador dispuesto
a vengarse de las huestes de Julio César que mataron a su familia y que ve como
a su amor, la joven Cassia (Emily
Browning), la obligan a prometerse con un corrupto senador, Corvus (Kiefer Sutherland). Cuando el
Vesubio entra en erupción amenazando con
destruirlo todo, Milo intentará salvar a su amada en medio de la catástrofe y
la destrucción.
Con un impostado tufillo a producto de
serie B, POMPEYA se impone como un
espectáculo visual pirotécnico en donde nada tiene interés hasta el final. Con
su mezcla de cine de aventuras y catástrofes, péplum, epopeya histórica y drama
romántico, Paul W.S. Anderson tira por elevación para buscar portentosas
influencias que van desde el Conan de
John Milius, el Titanic de James
Cameron, el Ben-Hur de William Wyler
y el Gladiator de Ridley Scott,
cuatro películas que podíamos decir han orquestado el guión dando como
resultado un pastiche multirreferencial que en determinado momento produce
vergüenza ajena. Y no se trata solamente de eso, porque si cogiendo retales
de de muchas y variadas películas se confecciona un tapiz lustroso (lo hace
casi siempre Tarantino con enorme descaro pero también con envidiable pericia),
podemos hasta perdonar el engaño, pero es que el artefacto que nos presenta el
director británico no ofrece nada que no hayamos visto antes mil veces pero
peor realizado, y sólo es un pasatiempo convencional, desaliñado y simplón saturado
de efectos CGI y actuaciones poco convincentes.
POMPEYA
es una película afectada, excesivamente superficial y artificiosa que peca
de reiterativa y rocambolesca. Insisto, los actores están desaprovechados a
pesar de que Kit Harington (el John Nieve de la serie “Juego de Tronos”) hace
lo que puede, no digamos Kiefer Sutherland que en algunos momentos, que
suponemos decisivos, roza el ridículo, aun así, me arrancó una gran carcajada
que el joven Milo enamorará a la bella Cassia (que a mí no me lo parece en
absoluto) quebrándole el cuello a un caballo. Como película épica, de esas en
donde la lucha por la libertad se acaba convirtiendo en una lucha por la
supervivencia, la función carece de la emoción y espectacularidad de otras
películas memorables del género. Los problemas de un guión deslavazado lo
impiden, actuando de rémora para la evolución psicológica de los personajes. El invento sólo puede ser mínimamente
disfrutable en algunos aspectos técnicos (el diseño de producción, la
iluminación y el proteico montaje que nos regala algunas escenas de lucha y
acción aseadas), sobresaliendo el clímax brutal de la erupción del volcán como
el momento más atractivo de la película, y que queda registrado como un
documento dramático aislado que se podría visionar ahorrándose el resto de la
película.