miércoles, 31 de marzo de 2021

CRÍTICA: "EL TRISTE OLOR DE LA CARNE" (Cristobal Arteaga, 2013)

 Vidas dasahuciadas

“EL TRISTE OLOR DE LA CARNE” êê

DIRECTOR: Cristobal Arteaga.

INTÉRPRETES: Alfredo Rodríguez, Ruth Sabucedo, Alfonso Míguez.

GÉNERO: Drama social / DURACIÓN: 87 minutos / PAÍS: ESPAÑA / AÑO: 2013.

     El director y guionista chileno Cristobal Arteaga, que viene alternando sus trabajos entre su país de origen y España aunque sus únicos tres largometrajes los ha rodado en Galicia, donde está afincado, debutó con esta rara ávis titulada El triste olor de la carne, film rodado con una cámara al hombro en un plano secuencia y que se desarrolla durante la crisis económica que comenzó en 2008. Una cámara que sigue de manera asfixiante e impenitente a Alfredo Barrera (Alfredo Rodríguez), un hombre trajeado en una tensa jornada que trazará una línea divisoria en su vida. Tras su aspecto de ejecutivo se esconde un hombre desesperado que perdió su trabajo y dentro de una hora y media perderá su casa. Pero Alfredo tiene un plan. Y lo ejecutará, porque no puede seguir viviendo durante más tiempo tras esa falsa fachada.



      Con ecos muy lejanos de Un día de furia, El empleo del tiempo y La vida de nadie, Cristobal Arteaga plantea una crítica al hipercapitalismo salvaje que ha laminado el concepto de humanidad y que con un marcado carácter clasista ha divido a la sociedad empobreciendo a la clase media y arrojando a la indigencia a la clase más humilde. El triste olor de la carne es un relato sobre la desesperación de los desplazados por un sistema que antepone la rentabilidad de las empresas a los valores humanos. El desafío no le sale bien a Arteaga, pues el tour de force rodado en plano secuencia se ve necesitado de más garra y más sucesos, de un pulso más electrizante para dotar de más ritmo al itinerario del protagonista, que recorre las calles de la ciudad vendiendo los pocos objetos de valor que le quedan -y así seguir un poco más con la farsa- hasta llegar a su domicilio, donde unos funcionarios le esperan para ejecutar el desahucio de su domicilio.

     Financiada mediante crowfunding, más allá de la simplicidad del argumento y la incapacidad del director de profundizar de manera más corrosiva en las consecuencias familiares y sociales de una brutal crisis económica, más allá incluso de que la película refleja una realidad vigente (entonces y ahora), buscando un hiperrealismo sobre el que pone énfasis el sonido ambiente y el discurso machacón del entonces presidente Mariano Rajoy, la película no logra romper la monotonía porque al espectador se le ofrecen pocos asideros: ver caminar al protagonista o ir en taxi por la ciudad de Vigo durante los 90 minutos de metraje sin que apenas ocurra nada. Con un tono semidocumental para tratar de hacer más tangible el drama que tantas familias sufren en épocas de crisis económica, Arteaga nos enseña el fruto podrido de la burbuja inmobiliaria, de la concesión indiscriminada de créditos, de la precariedad laboral, del incremento del paro y el recorte de servicios sociales… un putrefacto caldo de cultivo para que amplios sectores de la sociedad española queden excluidos del sistema laboral y todos los circuitos económicos. De ahí la agobiante cercanía de la cámara, ese testigo silencioso que no emite ningún juicio de valor ni necesita concesiones estéticas, aunque jamás se logre captar con intensidad la emotividad y el desgarro en el camino de perdición de un hombre que sólo ve ya una salida.

viernes, 26 de marzo de 2021

ANA RUJAS EN “DIANA” (Alejo Moreno, 2018)


    ¿Qué sabemos de la actriz y modelo Ana Rujas? Sabemos que nació en Madrid el 14 de mayo de 1989 y que por lo tanto tiene 31 años. También que la bella actriz madrileña debutó en televisión en la fallida serie HKM (Hablan, Kantan, mienten) (2008), que siguió haciendo televisión en otras series igual de deplorables como Bicho malo (nunca muere) (2009), 90-60-90 Diario secreto de una adolescente (2009), Hispania, la leyenda (2010), Punta Escarlata (2011), Frágiles (2012). por citar algunas. Debuta en la pantalla grande con la errática comedia de Norberto Ramos del Val Summertime (2012) sobre una pareja de jóvenes parapsicólogas que quieren investigar el secreto de un chalet donde murieron varias personas.

    Rujas también ha intervenido en una serie de cortometrajes como La paciencia del cazador, El cásting, Time After Time, Disco inferno, Supercool, La carta, Nunca pasa nada, Nuestra calle, Alicia y Mr. Tickles. De nuevo Norberto Ramos del Val solicitó su concurso para un pequeño papel en su zarrapastrosa comedia cinematográfica Faraday (2013), y aunque ha seguido haciendo televisión con series como Dorien (2017) y Toc toc (2017) y Derecho a soñar (2019), también ha protagonizado la campaña publicitaria para Vogue de gafas de sol Espíritu “Out There” junto a Maxi Iglesias. Y por supuesto no ha desaprovechado la ocasión de aparecer en algunos vídeoclips musicales como “La parte artificial” de Pool 3.14 feat. El Pescao, “Caballito de mar” de Elio Toffana, “De las dudas infinitas” de Supersubmarina, “Y si tú te vas” de Machete feat. MYGAL X 

    El trabajo más aseado para la gran pantalla hasta la fecha de Ana Rujas es Diana (Alejo Moreno, 2018) estrenada en el Festival de Málaga la función nos presenta a Sofía (Ana Rujas), una escort de lujo que tiene su piso en La Castellana de Madrid. Una noche, Hugo (Jorge Roldán), un joven emprendedor estresado con su trabajo, concierta una cita con Sofía y descubre que en su pierna tiene tatuado el nombre de Diana. ¿Será ese su verdadero nombre? Él también se presentó como Hugo, pero en realidad se llama Jano. Es, en apariencia, un hombre educado con aspecto de yuppie y cercano. ¿En verdad lo es? El piso de Sofía se convertirá en el escenario de un perturbador juego donde se revelarán las personalidades que ambos ocultan.

   Primer largometraje de ficción de Alejo Moreno tras el documental "La vida en 5 nudos". Y se nota que es una película de aprendizaje, una ópera prima inclasificable rebosante de defectos y de ciertas virtudes. Entre los aciertos está el trabajo de los intérpretes, que actúan siempre de una forma natural y tangible a pesar del abuso de primeros planos y una cámara que como el ojo de un cíclope les escruta cada poro de la piel. Dentro de las virtudes se hace necesario subrayar la morbosa y enigmática atmósfera que envuelve siempre a los guapos protagonistas. Tal vez lo peor sea la diatriba sobre el cuestionamiento social de la prostitución, la manipulación y amarillismo de los medios de comunicación y los turbios manejos en el mundo de los negocios. Demasiadas reflexiones y pretensiones para un relato que utiliza las máscaras de las falsas identidades para hacer una introspección sobre la soledad y la forma de escapar de ella a través del deseo y el amor. Diana está disponible en Filmin.


sábado, 20 de marzo de 2021

MIS PELÍCULAS ESPAÑOLAS FAVORITAS: "LOS GOLFOS" (Carlos Saura, 1960)


Todo por un sueño

“LOS GOLFOS” êêêê

DIRECTOR: Carlos Saura.

INTÉRPRETES: Manuel Zarzo, Óscar Cruz, Juanjo Losada, Rafael Vargas, María Mayer, Luis Marín.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 88 minutos / PAÍS: España / AÑO: 1960.

    Tras rodar el mediometraje Tarde del domingo (1957), su práctica en la Escuela Oficial de Cinematografía (EOC), Carlos Saura se hace cargo del documental Cuenca (1958), un encargo del ayuntamiento de la ciudad que se impone como un documento honesto que va más allá de la mera propaganda turística. Pero es con su primer largometraje, Los Golfos (1960), nominada a la Palma de Oro en Cannes, que su nombre comienza a sonar en los círculos cinéfilos españoles, aunque no tendría la confirmación general hasta 1966 con el estreno de La Caza, una cruda alegoría sobre el carácter cainita de nuestra Guerra Civil.

    Rodada con actores aficionados o semidesconocidos, Los Golfos sigue a una pandilla de jóvenes formada por Julián, Ramón, Juan, el Chato, Paco y Manolo (Manuel Zarzo, Luís Marín, Óscar Cruz, Juanjo Losada, Ramón Rubio y Rafael Vargas) en sus correrías por Madrid y los arrabales donde sobreviven como pueden. Juan quiere ser torero, algo difícil en aquella época si no se disponía de dinero. Por eso, sus amigos cometen pequeños atracos y así poder pagar su debut.  

   Lo primero que me gustaría subrayar de Los Golfos es su carácter seminal, una película pionera de lo que después sería la famosa corriente denominada “cine quinqui”, pues además el propio Saura contribuyó tres décadas después aportando la mejor película de este subgénero tan genuinamente español, Deprisa, deprisa (1981), que se alzó con el Oso de Oro en el Festival de Berlín. La España gris y deprimida de finales de los 50 y primeros 60 no ofrecía demasiadas oportunidades a esa juventud que habitaba en infraviviendas del extrarradio de las grandes ciudades, de ahí que los jóvenes protagonistas se dediquen a sobrevivir con pequeños robos, sin esperanza de que la situación económica y político-social les ofrezca otra cosa que trabajos precarios y mal pagados.

     En un tono semidocumental, en Los Golfos se pueden escuchar ecos del neorrealismo italiano, pero a Saura le interesa más el retrato costumbrista que la denuncia social o el mensaje moralista, registrar la cotidianidad de una banda de delincuentes juveniles que se dedican al hurto fácil para que su colega Juan cumpla su sueño de ser torero y de paso sacarlos a todos ellos de la miseria en la que se encuentran. Con escasos recursos y un presupuesto de guerrilla, el director oscense capta a la perfección ese Madrid de descampados y bloques feistas, de bares y tabernas, de discos con orquestas, el mercado de Legazpi, el ambiente en la entrada de la plaza de toros, lugar que actúa como estación termini para el sueño inaccesible de esos golfos que han tenido que encadenar varios robos para que se cumpla ese gran día en que Juan debute en una plaza de toros con público y como Dios manda. Es una España de pícaros y sotanas, de mendigos y robagallinas, de ruina y vergüenza.

     Rodada en escenarios naturales, con un guión en el colaboran Mario Camus y Daniel Sueiro, y una eficaz fotografía en blanco y negro de Juan Julio Baena, Los Golfos no es un prodigio de técnica aunque sí una excelente y refrescante película de aprendizaje que se eleva como un demoledor documento de la vida en las zonas marginales de las ciudades en la larga posguerra española. Saura declaró que para la película se inspiraron en obras literarias como “La Busca” de Pío Baroja, en la que un adolescente que llega de provincias a Madrid para trabajar haciendo chapuzas cae en la compañía de unos golfos de las afueras de Madrid. Y también en “El Jarama” de Rafael Sánchez Ferlosio, sobre un grupo de jóvenes madrileños que deciden pasar un domingo de agosto a orillas del Jarama, creando un contundente retrato de la España de los años cincuenta. Influencias fáciles de adivinar en este triste relato sobre un estado de ánimo generacional y una sociedad que abandona a su suerte a unos jóvenes sin recursos y sin futuro. Torpedeada por la censura que la declaró de nulo interés, no se estrenó hasta 1962 y con cortes de más de diez minutos. Saura clausura el film de una forma cínica, devastadora y pesimista, no hay futuro como torero para Juan y tampoco para sus amigos. Las cosas no salieron como habían soñado, y es el espectador quien más sufre la tristeza y el abatimiento. Enorme ópera prima.

martes, 16 de marzo de 2021

CRÍTICA: "THE KILLING OF TWO LOVERS" (Robert Machoian, 2020)

 

Electrocardiograma de un corazón roto

“THE KILLING OF TWO LOVERS” êêê

DIRECTOR: Robert Machoian.

INTÉRPRETES: Clayne Crawford, Sapideh Miafi, Chris Coy, Avery Pizzuto, Barbara Whinnery, Ezra Graham, Arri Graham, Jonah Graham, Bruce Graham.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 85 minutos / PAÍS: EE.UU. / AÑO: 2020.

  Primer largometraje en solitario de Robert Machoian tras haber codirigido junto a Rodrigo Ojeda-Bsck las películas God Bless the Child (2015) y When She Runs (2018), además del cortometraje The Minors (2019). The killing of Two Lovers nos presenta a David (Clayne Crawford) que intenta desesperadamente mantener unida a su familia después de separarse de su esposa Nikki (Sapideh Moafi). Ambos acuerdan poder salir con otras personas, pero David sigue locamente enamorado de Nikki e intenta luchar contra la relación de su mujer con su nueva pareja, Derek (Chris Coy).

   La función comienza con David apuntando con un revolver cargado a su mujer y a su nuevo novio mientras duermen. Ha entrado subrepticiamente por la ventana de la que también es su casa y le vemos sollozar y alejarse corriendo hasta la cercana casa de su padre, donde ahora vive. Sabemos que la separación matrimonial fue más o menos amistosa: David puede visitar a sus hijos los fines de semana, acompañarlos al autobús del colegio, salir con ellos e incluso de vez en cuando concertar una cita con Nikki para conversar y aliviar las tensiones. Pero a David esta situación le está abrasando, y aunque es un tipo honesto, que se esfuerza por adaptarse a la nueva situación, sigue enamorado de la madre de sus cuatro hijos y es dueño de una ira contenida.

     La presión que ejerce sobre él su hija adolescente para que arregle las cosas con su madre no ayuda mucho, y la angustia, la desesperación y la rabia consumen al abatido David. Machoian crea un microcosmos hiperrealista y reconocible para sumergir al espectador en uno de esos pueblos perdidos de la América profunda donde todos se conocen y por el que vaga haciendo chapuzas David sin poder ahuyentar los demonios que pueblan su cabeza. Con largos y distantes planos estáticos y alguna íntima confesión, el director capta la atmósfera gélida del paisaje y el itinerario cotidiano de David para dar forma a un cuento moral sobre las aristas cortantes de una ruptura sentimental, las dificultades de recuperar el amor perdido y los sueños que la joven pareja tuvo que sacrificar por el cuidado y educación de sus hijos.

      La cámara sigue impenitente a David, que intenta ordenar su caos mental sin apenas perder la compostura (la pierde en la escena crucial de la película) y buscar el equilibrio siempre al borde de un abismo ciego de sentimientos dolorosos y con una sensación de derrota. Clayne Crawford nos regala una sentida y emocional interpretación dando oxígeno a un hombre con el corazón destrozado que no sabe que hacer con su vida, tan vacía sin su familia. A pesar de la fría ambientación de un entorno deprimente, el espectador siempre atisba un resquicio de optimismo romántico, que poco a poco se convertirá en una oda a favor de la redención y la reconciliación. La tenebrosa música industrial dota de una sensación inquietante al relato, ruidos mecánicos intermitentes que evocan el tambor de un revolver, el arranque de un motor o puertas y persianas metálicas que se abren y cierran.

    El espectador nunca está seguro de si existe la posibilidad de una isla, de que todo se arregle a pesar de que la esperanza se ha ido erosionando constantemente. Pero Machoian no deja jamás tirado a David, pues hasta en sus peores impulsos encontramos en él un sentimiento de vergüenza, amabilidad y un lacerante poso de culpa y autorreproche. Se demostrará que no es un hombre violento, que sólo está herido, que muestra sin rubor su dolor y está dispuesto, si Nikki quiere, a buscar una salida a la negra encrucijada. Machoian me ha convencido, a partir de hoy seguiré sus huellas.

jueves, 11 de marzo de 2021

CRÍTICA: "FUNNY FACE" (Tim Sutton, 2020)

Un decadente drama romántico

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DIRECTOR: Tim Sutton.

INTÉRPRETES: Cosmo Jarvis, Dela Meskienyar

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 100 minutos / PAÍS: Estados Unidos / AÑO: 2020.

   Tras debutar con la poética Pavilion (2012), film que sigue a un grupo de adolescentes perdidos, y dirigir Memphis (2013) sobre un extraño cantante de soul que deambula por las calles de Memphis, el cineasta independiente Tim Sutton se adentró en una temática mucho más tenebrosa con Dark Night (2016), inspirada libremente en la masacre que tuvo lugar en los multicines Cineplex de Aurora (Colorado) durante la proyección de El caballero oscuro de Christopher Nolan, para a continuación dirigir la más ambiciosa y violenta Donnybrock (2018), que versa sobre un ex marine que vive con su familia en una caravana y sueña con dejar esa mísera y deprimente vida concursando en un sangriento concurso denominado Donnybrock y que consiste en una pelea masiva. Ver críticas de estas dos últimas películas en este blog.

    Con Funny Face, Tim Sutton nos sitúa en Brooklyn, mítico distrito de la ciudad de Nueva York  amenazado con perder la identidad por culpa de la especulación inmobiliaria. Una noche, dos jóvenes, Saul y Zama (Cosmo Jarvis y Dela Meskienyar) se conocen en una tienda cuando ella trata de robar una bolsa de pistachos. Son dos huérfanos castigados por el capitalismo que se juntan debido a las circunstancias y que siguen hacia delante pese a sus diferencias, dándose esperanza el uno al otro. Mientras tanto, en su torre de marfil, el hombre adinerado, indirectamente responsable de sus penurias, lucha por encontrar razones para sonreír.

    Incidiendo en sus temas recurrentes, personas solitarias y perdidas en la vorágine de la gran ciudad, seres marginados y abatidos por un sistema hostil, Sutton diseña una estética decadente y setentera para relatar una nueva crónica de un fracaso, con una economía en crisis y evidente pérdida de los derechos colectivos e individuales como consecuencia del hipercapitalismo salvaje, una estética que en algunos momentos recuerda a Taxi Driver y Joker. Funny Face es, a su manera, una película romántica (si es que queda algo de romanticismo en estos tiempos de náufragos e inseguridades), pero ni mucho menos una historia de venganza como algunos la han querido vender. No hay venganza, los ricos ganan siempre y los Knicks siguen perdiendo. Saul y Zama son dos seres desplazados que se conocen en el vertedero de la noche neoyorquina, dos almas perdidas que se animan y protegen de la locura siempre latente, de un abismo que los mira fijamente. Sutton, como casi siempre, lo fía todo a la imagen, a una plasticidad que hace brillar luces de neón para dibujar bellas postales. Sin embargo, la parquedad de los diálogos y una narración morosa y fría, carente siempre de un eje definido, consigue que la función sea más una galería de imágenes sugerentes y llamativas que un relato emocional y coherente.

    Funny Face no cae en el naufragio total debido a la sentida actuación de Cosmo Jarvis, con el carisma suficiente para llenar la pantalla con su lacerante aflicción y su excéntrica figura. Aún así, Sutton no le deja brillar con plenitud tal vez debido al escaso peso de la historia y a una excesiva contención que ensombrece su ira. Todas las escenas de Funny Face se pueden disociar sin que por ello de resienta una línea argumental tan simple como reiterativa, más allá de los planos fascinantes de una Nueva York melancólica y deprimida, con tiendas de barrio y luces que titilan a lo lejos. Se entiende el mensaje y sabemos que la economía lo condiciona todo, que en tiempos de crisis y carroña los ricos se vuelven más voraces y depredadores, más crueles e inclementes. Una crítica social al capitalismo parasitario que nunca se muestra muy incisiva porque Sutton no afila las aristas a los temas planteados, tampoco ayuda el ritmo lacónico con el que se desarrolla el relato. La música electrónica creada por Phil Mossman percute sobre una historia de perdedores arrojados a la deriva de un sistema que vive de espaldas a las pequeñas tragedias.


lunes, 8 de marzo de 2021

CRÍTICA: "ANE" (David Pérez Sañudo, 2020)

 

Una madre y su herida

“ANE” êêê

DIRECTOR: David Pérez Sañudo.

INTÉRPRETES: Patricia López Arnaiz, Jone Laspiur, Mikel Losada, Aia Kruse, Luis Callejo, Nagore Aramburu, Mariana Cordero.

GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 100 minutos / PAÍS: ESPAÑA / AÑO: 2020.

     Tras un sólido rodaje en el terreno del cortometraje con alguna pieza interesante como Tiempos muertos (2017) David Pérez Sañudo debuta en el largometraje adaptando libremente uno de sus cortos, Ane (2018), lo hace tras haber debutado en el campo de la televisión con la miniserie Alardea (2020).


    El director vasco nos sitúa en el año 2009 en Vitoria. Tras diversos altercados en su barrio debido a la inminente expropiación de algunas viviendas, Lide (Patricia López Arnaiz), una madre joven que trabaja como vigilante de seguridad en las obras del tren de alta velocidad, descubre que su hija adolescente, Ane (Jone Laspiur), no ha ido a dormir a casa. Lide, junto con su exmarido Fernando (Mikel Losada) comenzará no sólo a investigar el paradero de su hija, también se adentrará en el mundo de Ane y a darse cuenta de que ha estado conviviendo con una desconocida.

   En el póster de Ane, sumamente gráfico sobre la soledad, confusión y desolación de la verdadera protagonista del relato que no es Ane, sino Lide, su madre, reza la siguiente pregunta: ¿Realmente conoces a tu hija? Una temática, la de la problemática maternofilial o paternofilial que no resulta novedosa en nuestro cine: Tu hijo (Miguel Ángel Vivas, 2018), Viaje al cuarto de una madre (Celia Rico, 2018), más recientemente Las niñas (Pilar Palomero, 2020) o incluso la miniserie Patria (2020) son algunos ejemplos, por lo que Sañudo no se muestra muy original en una propuesta que lo fía casi todo a la enérgica y excelente interpretación de Patricia López Arnaiz, que lleva todo el peso de una función eso sí, determinada por las correrías de Ane, vinculada a las bandas extremistas de la izquierda abertzale.

    Incidir en el conflicto vasco resulta a estas alturas demasiado redundante en películas y series de televisión, tal vez por eso Sañudo retrata ese problema captando el ambiente de los últimos coletazos de ETA, la kale borroka, las fracturas familiares e intereses derivados de todo ello (Lide trabaja para la empresa concesionaria de las obras del tren de alta velocidad y Ane, su hija, boicotea las obras de esa empresa), un magma que el director  no puede disociar, pero le interesa más profundizar en el perfil tan humano de Lide, en los signos de su derrota, en su frustración y el vértigo que provoca comprobar lo poco que conoces a tu propia hija, con el terrible dilema moral de si Ane ha iniciado un camino sin retorno y está ya perdida. Sañudo capta con suficiente rigor la pulsión y la atmósfera del momento, la convulsión social, los dramas familiares y la soledad de una madre con su lacerante herida.