Cuando liberamos a las bestias
“AS BESTAS” êêêê
DIRECTOR: Rodrigo Sorogoyen.
INTÉRPRETES: Marina Foïs, Denis Ménochet, Luis Zahera,
Diego Anido, Marie Colomb, Luisa Merelas, José Manuel Fernández y blanco,
Xavier Estévez.
GÉNERO: Thriller rural / DURACIÓN: 137 minutos / PAÍS: España / AÑO: 2022
Vengo afirmando desde hace tiempo que Rodrígo Sorogoyen es, junto a Alberto Rodríguez, el director que más interés me suscita de la cinematografía patria. Casi toda su filmografía es impecable salvo la comedia 8 citas (codirigida a Peris Romano en 2008) y el aburrido drama sobre la maternidad Madre (2019). Si alguien me pusiera en la tesitura de tener que elegir una sola de sus obras, no tendría dudas en señalar la serie televisiva Antidisturbios (2020), pero me fastidiaría mucho dejar fuera Que Dios nos perdone (2016), El Reino (2018) y, por supuesto, As Bestas (2022).
Ya habrán inferido que Sorogoyen no defrauda con su nueva propuesta. El director madrileño con As Bestas nos traslada a la Galicia rural para narrar la historia de Antoine y Olga (Denis Ménochet y Marina Foïs), una pareja francesa que se instaló hace tiempo en una aldea. Allí gozan de una vida tranquila cuidando y vendiendo los productos de su huerto ecológico y rehabilitando casas en ruina. Aunque su convivencia con los lugareños no es tan idílica y tienen muy pocos amigos en la zona. Todo se complica cuando sus vecinos, los hermanos Anta, Xan y Lorenzo (Luis Zahera y Diego Anido) hacen todo lo posible para echarlos del pueblo porque no se pliegan a sus intereses para que se instale en el lugar un parque eólico. Poco a poco la tensión se irá haciendo insoportable.
Películas sobre conflictos vecinales en comunidades rurales que degeneran en acciones violentas nos ha dado el cine muchos ejemplos desde El 7º día (2004) de Carlos Saura, que también estaba basada en un caso real, hasta Deliverance (1972) de John Boorman. Inspirada en un suceso ocurrido en 2010 en la aldea Santoalla do Monte (Ourense) cuando una pelea vecinal derivó en el homicidio del holandés Martin Verfondeen, que se había instalado allí con su mujer para estar en contacto con la naturaleza, por parte de un discapacitado mental al que su familia había calentado la cabeza en lo que para todo el mundo fue un claro ejemplo de odio al extranjero. A pesar del trágico suceso, su mujer decidió quedarse en el lugar. Sorogoyen y su coguionista de cámara Isabel Peña toman como premisa aquel caso real para firmar un guión que se comenzó a gestar en el año 2015. Si hay algo que agradecemos de la función es la mirada equidistante, alejada de la condena moral y sin caer en la fácil complacencia como recurso narrativo indispensable para desarrollar el eje central de la disputa que ha carcomido las relaciones entre los hermanos Anta y la pareja francesa: la aceptación o el rechazo de la instalación de un parque eólico en el paraje, pues tanto unos como otros exponen con sinceridad y visceralidad sus poderosas razones, pero será el matrimonio francés el que tendrá que soportar un acoso bestial e insufrible en la más estricta soledad. Xan y Lorenzo, éste último sufre una discapacidad desde que se cayó de un caballo y adopta una posición más pasiva y en segundo plano, ven en la venta de las tierras la oportunidad de escapar de una vida mísera que les consume, se pasan el día trabajando en la granja con su madre y el tiempo libre en un bar bebiendo y jugando al dominó. El resto de los vecinos no les hacen frente porque les temen y la Guardia Civil cumple su papel de funcionarios abandonados a la desidia. En el argumentario de las opuestas e inflexibles posiciones tiene la película uno de sus puntos fuertes, los diferentes intereses y necesidades hacen que el in crescendo de la tensión alcance límites espeluznantes: el coche de los hermanos parado en una estrecha carretera en plena noche, la invasión de la propiedad y el agua de riego envenenada, la presa humana acechada por las bestias igualmente humanas en mitad del bosque y esa fiera analogía de muerte con la tradicional fiesta "A Rapa das Bestas."
El toque mágico de este notable trabajo lo aportan la responsabilidad y entrega de todos los intérpretes sin que merezca la pena resaltar a uno por encima del otro, porque As Bestas es, ante todo, una película de personajes, presten atención al duelo interpretativo de Ménochet y Zahera en el bar cuando el bonachón profesor francés invita a los hermanos a una botella de vino y le explica al esquinado Xan las naturalistas y líricas motivaciones que le llevaron a instalarse allí. Xan, inteligente pero vacío de sentimientos, le responde relatando sus motivos, más crematísticos y sus cada vez más apagados estímulos ante un horizonte sin futuro. Así, el espectador se sumerge poco a poco en un microcosmos angustioso hasta la previsible tragedia, que, desde el comienzo, en un rincón oscuro del bar, está latente. Al buen dibujo del perfil de los personajes, el asfixiante arco dramático se ve amplificado por la turbadora música de Olivier Arson, siempre acompañando los rumores y el latido de la naturaleza, y cómo no, la iluminación, de un realismo tan bello como hiriente, cortesía de Álex de Pablo.
As Bestas no es una película sobre la xenofobia, de hecho,
podemos citar multitud de sucesos similares de la vida real con consecuencias
iguales de dramáticas en los que todos los protagonistas eran lugareños tanto
en el ámbito rural como en la ciudad. As Bestas es una película sobre el
hastío y la amargura fermentada durante toda una vida, y sobre el odio, la
inquina a todos los que llegan de fuera tratando de imponer unas ideas y creen
tener los mismos derechos que los que viven en el lugar desde que nacieron. Y
es una película sobre el amor profundo entre Antoine y Olga, y del amor de ambos
sobre una forma de vida y a la tierra. Cuando irrumpe en escena la hija de
ambos, Marie (Marie Colomb), y trata de convencer a la madre, que ya vive sola y
están convencidas de que Antoine ha sido asesinado por los Anta, para que
abandone el lugar y se vaya a vivir con ella, es Marie la que acaba
reconociendo lo hermoso que es el amor entre sus padres, de estos hacia los
demás y por la sagrada naturaleza, que provee a los seres humanos de todo lo
necesario para la supervivencia. Tanto Olga como la madre de los Anta están solas, una
vivirá con su tozudez, bondad, sacrificio y con su fe, la otra con la vergüenza, la aflicción y la resignación, las
dos acabarán necesitándose. Los hermanos Anta, sin nada que perder, ingresarán
en la cárcel, tal vez mueran allí, pero todos comprendemos que son arquetipos
de esas bestias que todos mantenemos amarradas y ocultas. Sólo que ellos, por todos
los sueños rotos, las liberaron de sus cadenas.