Lírica sobre el valor y el sacrificio
SIN TREGUA êêêêê
DIRECTOR: DAVID
AYER.
INTÉRPRETES: JAKE
GYLLENHAAL, MICHAEL PEÑA, ANNA KENDRICK, FRANK GRILLO, AMÉRICA FERRARA, NATALIE
MARTÍNEZ.
GÉNERO: THRILLER
/ EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 109 MINUTOS.
David Ayer (1968) nació en Illinois
pero llevó una vida nómada junto a sus padres hasta su adolescencia, etapa en
la que fue expulsado de su casa por sus padres. Fue a partir de entonces que
fijó su residencia en el South Central de Los Ángeles, en donde un primo suyo
le dio acogida. Fueron sus experiencias en este conflictivo barrio las que les
sirvieron de inspiración para sus películas, casi todas como guionista (Día
de entrenamiento, Dark Blue, S.W.A.T.) y todas como director
(Hars
Times, Dueños de la calle, Sin Tregua) dentro del
género policíaco, una temática que domina a la perfección y que le ha
convertido en el mejor especialista. Hasta ahora, cuando alguien me preguntaba
mi película favorita sobre policías, invariablemente siempre contestaba: Los
nuevos centuriones, magnífico film de 1972 dirigido por Richard
Fleisher basado en la novela del especialista Joseph Wambaugh (Campo de cebollas), y que contando con
el protagonismo de George C. Scott y Stacey Keach sigue el día a día de una
pareja de policías, uno veterano a punto de jubilarse y otro joven que lleva su
profesión en las venas y arriesga continuamente su vida. Una película que
contiene uno de los finales más tristes que este crítico ha visto a lo largo de
su vida.
Si la pregunta
me la hicieran ahora no dudaría en contestar: SIN TREGUA, esta es la
mejor película sobre la labor policial que he visto hasta la fecha, un film
donde se saborea el peligro, la sangre y la muerte. Esto es así porque David
Ayer ha conseguido su obra maestra narrando las experiencias de dos jóvenes
policías de Los Ángeles, Brian Taylor (Jake Gyllenhaal) y Mike Zavala (Michael Peña), que tras haberse formado juntos en la
Academia han forjado una sólida amistad. Ambos trabajan como patrulleros en los
barrios más conflictivos de Los Ángeles bajo la atenta mirada de su sargento,
un trabajo policial que les obliga a enfrentarse a bandas y criminales de todo
tipo. Zavala está casado con su novia de toda la vida, Gabi (Natalie Martínez), que está a punto de dar a luz su primer
hijo, y Taylor ha comenzado a salir con Janet
(Anna Kendrick). La relación entre ambos es muy íntima y sana, se confiesan
mutuamente conectando así su vida
personal con la profesional. El día en que sus investigaciones comienzan
a molestar a un importante cártel de la droga, sus vidas son situadas en el
centro de una diana.
Rodada en
formato found footage (rodaje cámara en mano narrado en primera persona y
realizado con los personajes principales actuando delante de la cámara o a
menudo fuera de la pantalla, con movimientos rápidos e inestables para darle un
mayor realismo), SIN TREGUA es un épico y emocionante relato que nos invita a
seguir la rutina policial de dos jóvenes agentes en su lucha contra el crimen
por la peligrosa y amenazadora jungla de asfalto. Esto, que puede servir como
escueta sinopsis para un sinfín de películas policiales, Ayer lo dinamita y
subvierte en su estructura escénica, estética y estilística para convertir la
función en un ejercicio hiperrealista tan doloroso en su crudeza como
conmovedor en su tratamiento de la amistad y la camaradería.
De ahí que, sin
tregua, el espectador sienta una enorme empatía al comprobar la exquisita
química existente entre la pareja de guardianes que ponen en riesgo sus vidas
con acciones al límite, y son capaces de recuperar el aliento para regalarnos
escenas íntimas donde la familiaridad y la cercanía sirven de bálsamo para la
tensión acumulada. Visceral, musculosa,
adranalínica y salvaje, en la película no importa tanto la originalidad de la
propuesta (opción buddy movie) como el tratamiento de una
historia que lejos de resultar maniquea o panfletaria sirve de alerta sobre uno
de los trabajos más peligrosos que existen: la originalidad está en su escalofriante
narrativa, en la tremenda fisicidad de la acción sin una trama definida, los
objetivos surgen de forma espontánea y la muerte acecha en cualquier esquina.
Así, refutaré cada comentario sobre
la originalidad o manierismo en la dirección y armadura de un film que
encuentra su mayor virtud en su carácter de documento y el nulo interés por
sentar cátedra. De nuevo existe una línea muy nítida que separa a los buenos y a
los malos, el registro documental áspero de la cinta pone énfasis en esa
frontera en un intento por humanizar a los Hombres de Azul desde su vertiginoso
comienzo: “Detrás de mi placa hay un
corazón como el tuyo. Sangro, pienso y amo como lo haces tú”.
Unos
pluscuamperfectos Jake Gyllenhaal y Michael Peña te hacen sentir esa humanidad
en su vigilancia por un barrio donde las drogas, el alto índice de
analfabetismo derivado de la desestructuración familiar, el desempleo, la
miseria y la marginalidad lo han convertido en una zona de guerra permanente,
un pudridero humano donde los dos bandos (policías y criminales) tienen los
rasgos distintivos bien definidos. Por un lado, los posos nauseabundos que va
dejando una sociedad cruel e injusta (esa escena de los espaldas mojadas
hacinados como bestias); y por otra parte, los encargados de recoger la basura
y solucionar los problemas en un territorio tan fiero como inabarcable (los policías
salvando a unos niños encerrados en un armario por una pareja de drogadictos y
poniendo en serio peligro sus vidas para salvar a otros niños de una casa en
llamas).
Pero lo que logra mi comunión
definitiva con esta magistral apuesta es que, en el núcleo de esa espiral de
conflictos existenciales y acontecimientos subyugantes, de violencia brutal y
sorpresiva (la búsqueda de una anciana desaparecida te puede llevar a descubrir
un importante alijo de drogas y un montón de cadáveres a medio enterrar) es el
fluir de una lírica del sacrificio como base para la aceptación de una misión y
un destino, no hablo de resignación, es el valor, la generosidad en la entrega
y la satisfacción por el deber cumplido. Aunque pocos te lo reconozcan, aunque
la vida se te escape a borbotones.
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