“28 DÍAS DESPUÉS”
DIRECTOR: Danny Boyle.
INTÉRPRETES: Cillian Murphy, Naoemi Harris, Brendan
Gleeson, Chistopher Eccleston.
GÉNERO: Terror / DURACIÓN: Reino Unido / PAÍS: Reino Unido / AÑO: 2002
El director británico Danny Boyle, apoyado en un libreto
original del novelista Alex Garland, dueto que fracasó estrepitosamente con La playa (2000), infumable ladrillo
ideado para el exclusivo lucimiento del niñato Leo DiCaprio, regresó a sus
orígenes olvidándose de fatuas aventuras hollywoodienses para firmar una
película terrorífica que tiene un comienzo trepidante: varios militantes de una
asociación por el derecho de los animales irrumpen en un laboratorio secreto y,
en apariencia, gubernamental, en el que se experimenta con monos los efectos de
un terrible invento. Sin que ellos lo sepan, al mismo tiempo liberan un
mortífero virus – el de la ira, dicen-, que afecta a las facultades de los infectados
y los convierte en máquinas de matar. En un hospital londinense, Jim (Cillian Murphy), despierta
de un coma y se encuentra un Londres vacío y devastado.
Por los periódicos tirados sobre el asfalto y por otros indicios descubre que un virus, que se propaga a una velocidad vertiginosa, obligó a la evacuación de los habitantes de la ciudad. En su deambular por las calles de la desolada urbe, Jim se encuentra con otros humanos, Selena (Naoemi Harris), Frank (Brendan Gleeson) y su hija, que tienen como única ocupación matar zombis y protegerse, porque, aunque los infectados mueren casi al instante cuando son atacados, con la misma facilidad resucitan enloquecidos y muy violentos. La salvación para este reducido grupo de humanos parece estar en una base militar de Manchester, pero la misión no será fácil.
Espeluznante. un virus siempre es el peor enemigo, veloz y letal, un enemigo psicológico y destroyer que convierte a los infectados en predadores en la búsqueda de sangre fresca sin que nada se interponga en su camino. ¿Cómo luchar contra ese casi indestructible adversario oculto? Está en el aire que respiras, en el agua, en la sangre, en la saliva y una vez que invade tu organismo, lo destroza. Nada está lo suficientemente lejos y nadie completamente a salvo, su transmisión supersónica puede hacer que, en menos de un mes, en apenas 28 días, una ciudad como Londres con 9 millones de habitantes aparezca totalmente exterminada. Cruel jinete del apocalipsis celebrando su última y más solemne fiesta: la orgía de la destrucción total.
Con claros signos referenciales e influencias de películas míticas, Zombi (1978) y El día de los muertos (1985) de George A. Romero, y Nueva York bajo el terror de los zombis (1979) de Lucio Fulci, Boyle se permite el lujo de diseñar un sugerente ejercicio nostálgico y de homenaje a los maestros del género tanto cinematográficos como literarios. Filmada con múltiples cámaras de vídeo digital, 28 días después resulta, a los ojos de un espectador medianamente interesado, un espectáculo visual fascinante que atesora una estética rompedora, una enérgica planificación y un tono semidocumental sucio y enrarecido que confiere al relato una dosis de autenticidad, un ritmo vibrante y una sensación de desazón permanente. Todo ello nos hace evocar viejos filmes artesanales de formato superhinchado aparecidos en la década de los 70
Al igual que la seminal, La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968), las interpretaciones socio-políticas de 28 días después pueden ser muchas y variadas: retrato de una sociedad que se devora a sí misma, los peligros de las investigaciones genéticas y los virus de laboratorio, metáfora sobre la intolerancia y el hombre convertido en lobo para el hombre… reflexiones que sirven de catalizador e impulso para la creación de una película que indaga en el proceso de descomposición de un sistema de vida, de la condición caníbal y autodestructiva del ser humano, atrapado en las redes de una conciencia totalitaria e irremediablemente alienado. Bocetos de visiones postapocalípticas y desasosegantes, tañidos del corazón en el duermevelas de las campanadas finales. ¡Joder! Creo, al igual que Peter Greenaway, que el cine debería ser una rama más de la filosofía, porque poesía ya es.
Reconoce el director la influencia de la
ciencia-ficción inglesa, ejemplos como John Whyndham y su “El día de los trífidos”,
o de J.G. Ballard, uno de mis novelistas favoritos. Nada extraño, si tenemos en
cuenta que el realizador escocés y el autor de “Crash” y “Playa
terminal” alientan las mismas obsesiones por las imágenes simbólicas, el
paisaje exterior y el paisaje onírico, así como las múltiples variaciones de
los terrores postnucleares, ficciones especulativas que derivan hacia lo
psicológico y que forman parte del pensamiento contemporáneo. Me gusta 28 días
después,
la cámara digital imprime a la acción una belleza histérica y facilidad de
encuadre, anfetamínicos giros de cámara que nos otorgan diferentes puntos de
vista, habilidades técnicas que confieren un énfasis nervioso a una historia que
da mucho miedo. Y es así porque a pesar de todos los placeres mundanos y
perversos que disfrutamos, la paranoia sigue inundando esta isla de tránsito
que encierra una realidad desastrosa.