domingo, 21 de junio de 2020

AMBER HEARD EN “LONDON FIELDS”



   Hasta que dirigió en el año 2018 London Fields, Mathew Cullen sólo tenía un bagaje como director de vídeoclips a mayor gloria de la cantante pop Kate Perry, vídeos musicales que ni me he molestado en visionar pues la diva californiana no se encuentra en mi radar de preferencias. Mucho menos tras ver este fallido debut, único largometraje, del cineasta hasta la fecha, del que sólo vale la pena resaltar el memorable desnudo de la, por otra parte, mediocre actriz Amber Heard, ya saben, la que fuera esposa de Johnny Depp desde el año 2015 hasta el tormentoso divorcio en 2017, con acusaciones de maltrato físico por parte de ella.


    En London Fields, Amber Heard da oxígeno a Nicola Six, una irresistible femme fatale que tiene el presentimiento de que va a ser asesinada. Nicola mantiene relaciones con varios hombres y todos están locos por ella, nada extraño por el magnetismo sexual que desprende la nena, pero sabe que uno de ellos será su asesino.


    A pesar de que estaban ya divorciados, la expareja Heard/Depp forman parte del reparto de esta ópera prima de Cullen aunque suponemos que durante el rodaje la sangre nunca llegó al río. Sería una de las pocas cosas para recordar, porque la participación de estas estrellas del firmamento hollywoodiense fue olvidada muy rápidamente. Personalmente, mi interés radicaba en que era una adaptación de la novela homónima de uno de mis escritores favoritos, Martin Amis, y en el anunciado despelote de la actriz protagonista, pero todo resulta un despropósito.


    Amber Heard estuvo nominada al Premio Razzie a la Peor Actriz por su papel en London Fields, un film con un libreto flojísimo a pesar de haber colaborado en su escritura el propio Amis, por no hablar de la espantosa puesta en escena, la pobre iluminación y el poco interés por el invento del elenco, con un Billy Bob Thorton más perdido que una gamba en un desierto. Lo peor es que este engendro noir tenía pretensiones y pide a gritos que el espectador deje suspendida la credibilidad, algo imposible pues el espectador se desentiende pronto de la trama y sólo está pendiente del perturbador exhibicionismo de Amber Heard, pasando como de la mierda de todo lo demás 



viernes, 12 de junio de 2020

"EL FUEGO FATUO" (Louis Malle, 1963), UNA DE LAS PELÍCULAS DE MI VIDA


Alain Leroy dice adiós y deja un hermoso cadáver
“EL FUEGO FATUO” êêêêê
DIRECTOR: Louis Malle.
INTÉRPRETES: Maurice Ronet, Léna Skerla, Jeanne Moreau, Yvonne Clech, Hubert Deschamps, Jean-Paul Moulinot, Mona Dol.
GÉNERO: Drama / DURACIÓN: 110 minutos / PAÍS: EE. UU. / AÑO: 1963

     
   El director francés Louis Malle (Thumeries, 1932 - California, 1995) cuenta en su filmografía con un ramillete de obras maestras que continúan siendo motivo de análisis y revisiones por parte del aficionado más cinéfilo. Malle trabajó junto a Jacques-Yves Cousteau en el documental El mundo en silencio (1956) y posteriormente con Robert Bresson en Un condenado ha muerte se ha escapado (1956) quedando impresionado por la dirección de actores de Bresson con intérpretes no profesionales. Nunca perteneció a la Nouvelle Vague, desarrollando su carrera en paralelo con el movimiento según sus propias inquietudes. Entre sus obras más destacadas figuran Ascensor para el cadalso (1958) que realizó con sólo 25 años, El soplo al corazón (1971), Lacombe Lucien (1974), Adiós, muchachos (1987), Milou en mayo (1990), y la que es para mí su más grande obra maestra, El Fuego Fatuo, basada en la novela corta homónima de Pierre Drieu La Rochelle.


    El Fuego Fatuo sigue a Alain Leroy (Maurice Ronet) un hombre que, a pesar de que vive en Nueva York con su mujer, se ha sometido a un tratamiento de desintoxicación alcohólica en una clínica privada de Versalles. Pero Leroy no disfruta como antes de su existencia, se encuentra abatido y sin esperanza, por lo que toma la decisión de suicidarse. Antes de llevar a cabo esa determinación, decide visitar a sus viejos amigos de París. Motivado por un espíritu crítico, se siente incapaz de encontrar algo con lo que llenar su vacío, cada encuentro resulta decepcionante para él. Sus viejas amistades se han vuelto conformistas, han abandonado sus sueños por la comodidad burguesa, convirtiéndose a sus ojos en seres mediocres, o peor, en diletantes que han perdido el contacto con la realidad.

  
   Según el diccionario de la RAE fuego fatuo es “una llama pequeña que se forma a poca distancia del suelo por inflamación de ciertas materias que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción”. Lo primero que se me hace necesario subrayar es que el título no puede ser más bello y acertado tanto para la obra literaria como para la película que toma el texto como base para su andamiaje narrativo. Alain Leroy ya no se encuentra a gusto en su cuerpo ni su espíritu pertenece ya a este mundo. Con 30 años, la juventud y sus juergas con los amigos se perdieron en la noche de los tiempos, nada queda de aquella lozanía y vitalidad, de los sueños que les hacían sentirse los mejores. Sólo queda el recuerdo varado en los meandros de la memoria cuando ya no encuentras sentido a nada, cuando te invade un inabarcable vacío existencial y no hallas ningún motivo para seguir adelante ni tus ideas encuentran un refugio donde poder respirar y resonar. El Fuego Fatuo es una película incómoda, dolorosa, un magistral estudio sobre la putrefacción de un alma carente ya de estímulos y emociones, la afilada descripción de un ser aburrido, pesimista y apático sin ninguna meta ni nada por lo que merezca la pena luchar. Louis Malle nos obliga a seguir de forma impenitente a Alain Leroy (un superlativo Maurice Ronet) en su adiós a personas y lugares, a unos amigos con una vida decadente y aburguesada, que ahora viven sin la máscara de los ideales, tan vulgares y lejanos que ya no puede tocarlos, tal vez porque le atenaza el prematuro rigor mortis de un cadáver en los últimos ritos de la agonía.


   Con un tono elegíaco, una gélida y bellísima fotografía en blanco y negro de Ghislain Cloquet que nos regala unos largos y hermosos travellings y una melancólica música para piano solo de Erik Satie, la cámara envuelve a los personajes y los mima para que el espectador sienta de forma cercana su hálito, dotando al relato de un crudo realismo con el que Malle nos sumerge en la patología que aqueja a Alain, un ex alcohólico que sabe que ya no importa esa primera copa salvo para hacer más diáfana la débil luz de su clarividencia en el tenebre purgatorio. Sin coartadas morales, románticas, idealistas o sensibleras, sin culpables ni responsables, el director acierta al proyectar las aristas punzantes de la desolación de Alain cuando comprueba que todo le es ajeno, y como era de suponer, tampoco encuentra el ánimo y el apoyo entre sus viejos amigos, que muestran desinterés, frialdad, y se engañan con pequeñas mentiras para seguir viviendo una existencia vulgar bajo la esclavitud de su banal rutina. 


   El Fuego Fatuo describe con la precisión de un entomólogo el itinerario de un hombre que busca un asidero y no lo encuentra. Todos niegan a Leroy y lo que representa, el ayer, como el amor, se perdió tras las brumas de la tristeza, y su condena es poseer la lucidez suficiente para aceptar su derrota. El cañón de la Luger apunta al corazón de Alain, se oye un disparo y sobreimpresionado sobre su rostro inerte leemos su desgarrador epitafio: “Me suicido porque no me quisisteis, porque no os quise. Me suicido porque nuestras relaciones fueron cobardes, para estrecharlas. Dejaré sobre vosotros una mancha indeleble”. Obra maestra redonda, total y absoluta.


viernes, 5 de junio de 2020

DOBLE DE CUERPO PARA CARMEN MAURA EN “LA COMUNIDAD”


    La comunidad (Álex de la Iglesia, 2000) es para quien esto firma la segunda mejor película del director bilbaíno Álex de la Iglesia sólo detrás de El día de la bestia (1995). El argumento es muy conocido para el aficionado español, pero no está mal una breve sinopsis para los espectadores y lectores foráneos: Julia (Carmen Maura) es una mujer cuarentona que trabaja temporalmente en una agencia inmobiliaria. Un trabajo del que está hastiada aunque le sirve para sobrevivir. Su trabajo ahora consiste en vender rápidamente un piso en pleno centro de Madrid. Es un edificio feo con una comunidad muy inquietante, pero eso sí, está decorado con un gusto exquisito y Julia se ve tentada de pasar la noche en él. La pasa, y a la mañana siguiente uno de los vecinos, el Ingeniero, aparece muerto y Julia encuentra 300 millones de pesetas escondidas debajo de las baldosas del apartamento del muerto. Julia esconde el dinero en una maleta pero no le queda más remedio que enfrentarse a la feroz ira de los miembros de la comunidad, que llevan veinte años esperando con ilusión repartirse el botín que el difunto ganó cuando acertó el pleno de una quiniela de futbol.

    Con este post no intento realizar una reseña cinematográfica de esta magnífica película que tiene como referencia El quimérico inquilino (Roman Polanski, 1976), que cuenta con unos excelentes títulos de crédito, una interpretación impecable de Carmen Maura y de todo el elenco y una musculosa dirección en la que abundan los excesos de un director que, por otra parte, siempre ha demostrado virtuosismo para idear esas secuencias hiperbólicas.

     Aquí lo que me interesa resaltar es la escena de la ducha para la que Álex de la Iglesia utilizó un doble de cuerpo para Carmen Maura. En el año que se rodó la película Carmen Maura contaba ya con 54 años, y como podemos apreciar en el vídeo de esa escena, la chica que se utilizó como doble en la citada escena goza de una lozanía deslumbrante, por lo que no resulta creíble y la utilización de una doble de cuerpo es escandalosamente descarada. Como podemos apreciar en multitud de películas, los dobles se utilizan en el cine para sustituir, por distintos motivos, a intérpretes que no pueden o no desean realizar escenas de riesgo o de desnudos, también por caprichos de los directores si los protagonistas no le pueden ofrecer lo que buscan. El lector puede visionar a tal efecto el film de Brian De Palma Doble cuerpo (1984).  Aunque para el director de Acción mutante debió de ser una tentación rodar una escena homenaje a Psicosis con Carmen Maura desnuda en la ducha, la actriz no estaba ya en esa época para esas fiestas. Lo cual no es óbice para que este cronista siempre se preguntara: ¿A quién pertenecía ese exuberante y neumático cuerpazo? Misterio.

miércoles, 3 de junio de 2020

CRÍTICA: "THE VAST OF NIGHT" (Andrew Patterson, 2019)


Ya están aquí
“THE VAST OF NIGHT” êêê
DIRECTOR: Andrew Patterson.
INTÉRPRETE: Sierra McCormick, Jake Horowitz, Mollie Milligan, Richard Jackson, Gail Cronaver, Gary Teague.
GÉNERO: Ciencia ficción / DURACIÓN: 91 minutos / PAÍS: EE. UU. / AÑO: 2019.

    
   El director Andrew Patterson debuta en el año 2014 con una comedia de terror titulada Let There Be Zombies, que versa sobre un profesor que pierde el control de la clase y que es amenazado por un estudiante matón pero que debido a su carácter pusilánime no encuentra la fuerza para hacerle frente. Todo esto antes de que se desarrolle un apocalipsis zombi.

   
   Patterson, a pesar del limitado presupuesto, mostraba ya maneras en esta película de aprendizaje, lo confirma con su nueva película The Vast of Night, que nos traslada a Caluya, un pueblo del Nuevo México de los años 50, y nos presenta a una joven e inteligente operadora de radio, Fay (Sierra McCornick), y a un carismático DJ de la misma cadena, Everett (Jake Horowitz), que descubren una frecuencia de radio muy extraña a través del programa de radio en el que trabajan. Una frecuencia que cambiará por completo la pequeña ciudad y su futuro para siempre. Llamadas sin respuesta, señales de radio, carretes de cintas olvidados en el sótano de la biblioteca local, tableros de control, líneas de onda cruzadas y una llamada telefónica inquietante que llevan a Fay y Everett a una búsqueda en otra dimensión.


    Bajo la influencia de clásicos del género como Encuentros en la Tercera Fase, The Twilihgt Zone, La invasión de los ultracuerpos y Super 8, por citar sólo unos ejemplos, Patterson demuestra el talento es el factor determinante para realizar una película decente más allá del rácano presupuesto incluso en una producción de ciencia ficción. The Vast of Night puede ser entendida como un episodio de Dimensión desconocida y tal vez como un homenaje a los títulos citados y algunos más. Puede, amigo lector, que no te encuentres entre los devotos creyentes de los ovnis y de otras vidas allá en el espacio exterior, no importa porque en aquellos años 50 casi nadie creía y se estaba más interesados en las tensiones de la Guerra Fría. Pero algunos comenzaban a creer: luces en el cielo, ruidos raros, desapariciones extrañas, experimentos peligrosos y las dos personas más listas y carismáticas del pueblo, un DJ y una telefonista amantes de la tecnología, comienzan a tener razones para creer tras un suceso, una intrigante llamada y la confesión de una anciana.

  
   La historia se inicia a través de la pantalla de un pequeño televisor de la época, un tiempo en el que este medio le hacía ya la competencia al cine, y pronto, cuando los 500 habitantes del pueblo asisten a un partido de baloncesto del equipo del pueblo, Fay y Everett se verán envueltos en una investigación que los llevará a hacer frente a lo que parece una invasión alienígena. Una aventura trepidante filmada con solvencia que nos regala hermosos travellings, magníficas interpretaciones de los (casi) únicos protagonistas. Patterson demuestra un virtuosismo nada rimbombante a la hora de crear atmósfera y planificar las escenas que transcurren por las calles y alrededores del pueblo iluminado por el chileno Miguel Littin de forma fantasmal y con una ambientación deslumbrante. Distribuida por Amazon Prime, The Vast of Night se impone como una atractiva y simpática película pergeñada por un cineasta llamado a firmar obras mayores.