Brillante deconstrucción de un Bond para tiempos de infortunios
SKYFALL êêêê
DIRECTOR: SAM MENDES.
INTÉRPRETES: DANIEL CRAIG, JUDI DENCH, JAVIER BARDEM, RALPH
FIENNES, NAOMIE HARRIS, BERENICE MARLOHE.
GÉNERO: ACCIÓN /
GRAN BRETAÑA / 2012 DURACIÓN: 143 MINUTOS.
Este cronista lo
tiene claro desde hace mucho tiempo: Daniel
Craig es el mejor Bond de la historia, polemizar sobre esto sería como
preguntarse por el sexo de los ángeles. SKYFALL supone la vigésimo cuarta
aventura (si incluimos aquel remake no oficial de Operación Trueno titulado
Nunca
digas nunca jamás) de esta longeva franquicia que este año cumple sus
bodas de oro desde que en 1962 nos
presentaran su primera entrega Agente 007 contra el Dr. No, que al
igual que la segunda y superior Desde Rusia con amor dirigiera aquel
gran artesano llamado Terence Young. El actor británico de 44 años se crece en
cada nueva apuesta, y cuando encuentra esa perfecta trinidad compuesta por un
guión inteligente, un competente director de actores y un villano a su altura, puede
surgir la magia de que se saquen de la chistera la mejor película de James Bond
jamás filmada.
El oscarizado
director inglés Sam Mendes fue el elegido
por EON Productions para situarse detrás de las cámaras y narrarnos como la
lealtad de James Bond (Daniel Craig)
hacia M (Judi Dench) es puesta a
prueba cuando el pasado de ella vuelva para atormentarla. Así, tras el fracaso
de la última y fatídica misión de Bond y revelarse la identidad de varios
agentes secretos en distintas partes del planeta, la sede del MI6 es atacada,
obligando a M a trasladar la agencia. Debido a estos sucesos, su autoridad y posición se verán amenazadas por Mallory (Ralph Fiennes), el nuevo
Presidente del Comité de Inteligencia y Seguridad. Ahora, el MI6 se enfrenta a
amenazas tanto externas como internas, por lo que M decide acudir al último
aliado en quien puede confiar: Bond. El agente 007 desaparece en las sombras
con una única aliada, la agente de campo Eve
(Naomie Harris). Juntos le seguirán la pista al misterioso Silva (Javier Bardem), cuyas letales y ocultas motivaciones están
aún por descubrirse.
Mucho se ha
escrito y comentado sobre la influencia de la saga Bourne en el cine de
acción moderno y por consiguiente en el giro dado en las aventuras del agente
secreto al servicio de su Majestad (nuevos aires acordes con los tiempos que
vivimos y que personalmente me agradan). Pues bien, el efecto tonal áspero y
sombrío se acentúa en esta nueva entrega con resonancias a otro mito
fundacional: la saga Batman de Chistopher Nolan, tal vez
con la intención de echarle más margaritas a los cerdos. Tras la irregular Quantum
of Solace y olvidados los problemas financieros que pusieron en peligro
la continuidad del invento, Mendes nos
brinda una narración más profunda e intimista del perfil de los personajes y su
peso específico, sin dejar de lado la acción espectacular inherente a la
franquicia pero integrándola en el relieve dramático del relato de una forma
estilizada. Así lo siento, así lo digo: a James Bond le ha sentado muy bien
navegar a favor de la corriente del espíritu de los nuevos tiempos dentro de
una fusión estética/reflexiva que le aleja de la anacrónica, distante y frívola
impronta de las viejas novelas de espías de Ian Fleming y su inacabable Guerra
Fría.
No están los tiempos para bollos, y como todos los míticos personajes
cinematográficos, Bond tiene que reinventarse para sobrevivir, renacer de sus
cenizas una y otra vez mientras generaciones enteras siguen abonando la tierra.
De todas formas, en la era de los ordenadores ¿para qué coño sirven los
gadgets? El espectador se encontrará con un 007 más maduro y triste, también
más cercano y realista, una tristeza subyugante y crepuscular, su granítico
rostro invita poco a la seducción de la enésima chica Bond y pisotea sin
remilgos su propia caricatura.
Los responsables
de SKYFALL
han sabido aprovechar estos cuatro años de ausencia para crear una vertiginosa entrega y situarla
en el trágico devenir de unos tiempos convulsos, una época de incertidumbres
donde Bond tendrá que lidiar con un villano de su nivel al que da oxígeno de
manera superlativa un Javier Bardem que todavía no se ha sacudido el polvo del
psicópata Anton Chigurh de la espléndida No es país para viejos. Bardem tarda
en aparecer, pero cuando lo hace incendia la pantalla con su extravagante
melena rubia y taimada crueldad, porque Silva, antiguo agente del MI6, es un
malo temible y aterrador que hace supurar las heridas más dolorosas y vacía las
almas para que se pudran al sol. Silva/Bardem conoce el punto más vulnerable de
Bond y lo zambulle en las tinieblas de su pasado donde su sufrimiento alcanza
un estado álgido de ebullición.
Una
puesta en escena impecable, un acabado técnico brillante, una iluminación
deslumbrante y un reparto pluscuamperfecto son elementos que superan todo lo
vivido hasta ahora a través de un itinerario en que la acción (atención a la
secuencia del desprendimiento del metro), el suspense e incluso el terror nos
abocan a un clímax final realmente emocionante e inolvidable.
El film clausura
la trayectoria de un personaje esencial y algunos detalles diseminados a lo
largo del todo el metraje nos pueden hacer creer que estamos ante un Bond en el
ocaso de su carrera (la edad resulta un hándicap para superar las pruebas de
destreza), pero lo que estamos, realmente, es ante la imagen y el espíritu de
un agente más maduro, sabio y experimentado, ante la medida deconstrucción de
un personaje con una nueva filosofía para tiempos de infortunio.
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