viernes, 2 de noviembre de 2012

CRÍTICA DE "SKYFALL"

Brillante deconstrucción de un Bond para tiempos de infortunios
SKYFALL êêêê
DIRECTOR: SAM MENDES.
INTÉRPRETES: DANIEL CRAIG, JUDI DENCH, JAVIER BARDEM, RALPH FIENNES, NAOMIE HARRIS, BERENICE MARLOHE.
GÉNERO: ACCIÓN / GRAN BRETAÑA / 2012  DURACIÓN: 143 MINUTOS.   
       
     Este cronista lo tiene claro desde hace mucho tiempo: Daniel Craig es el mejor Bond de la historia, polemizar sobre esto sería como preguntarse por el sexo de los ángeles. SKYFALL supone la vigésimo cuarta aventura (si incluimos aquel remake no oficial de Operación Trueno titulado Nunca digas nunca jamás) de esta longeva franquicia que este año cumple sus bodas de oro desde que en 1962 nos  presentaran su primera entrega Agente 007 contra el Dr. No, que al igual que la segunda y superior Desde Rusia con amor dirigiera aquel gran artesano llamado Terence Young. El actor británico de 44 años se crece en cada nueva apuesta, y cuando encuentra esa perfecta trinidad compuesta por un guión inteligente, un competente director de actores y un villano a su altura, puede surgir la magia de que se saquen de la chistera la mejor película de James Bond jamás filmada.
     
      El oscarizado director inglés Sam Mendes fue el elegido por EON Productions para situarse detrás de las cámaras y narrarnos como la lealtad de James Bond (Daniel Craig) hacia M (Judi Dench) es puesta a prueba cuando el pasado de ella vuelva para atormentarla. Así, tras el fracaso de la última y fatídica misión de Bond y revelarse la identidad de varios agentes secretos en distintas partes del planeta, la sede del MI6 es atacada, obligando a M a trasladar la agencia. Debido a estos sucesos, su autoridad y  posición se verán amenazadas por Mallory (Ralph Fiennes), el nuevo Presidente del Comité de Inteligencia y Seguridad. Ahora, el MI6 se enfrenta a amenazas tanto externas como internas, por lo que M decide acudir al último aliado en quien puede confiar: Bond. El agente 007 desaparece en las sombras con una única aliada, la agente de campo Eve (Naomie Harris). Juntos le seguirán la pista al misterioso Silva (Javier Bardem), cuyas letales y ocultas motivaciones están aún por descubrirse.

      Mucho se ha escrito y comentado sobre la influencia de la saga Bourne en el cine de acción moderno y por consiguiente en el giro dado en las aventuras del agente secreto al servicio de su Majestad (nuevos aires acordes con los tiempos que vivimos y que personalmente me agradan). Pues bien, el efecto tonal áspero y sombrío se acentúa en esta nueva entrega con resonancias a otro mito fundacional: la saga Batman de Chistopher Nolan, tal vez con la intención de echarle más margaritas a los cerdos. Tras la irregular Quantum of Solace y olvidados los problemas financieros que pusieron en peligro la continuidad del invento, Mendes nos brinda una narración más profunda e intimista del perfil de los personajes y su peso específico, sin dejar de lado la acción espectacular inherente a la franquicia pero integrándola en el relieve dramático del relato de una forma estilizada. Así lo siento, así lo digo: a James Bond le ha sentado muy bien navegar a favor de la corriente del espíritu de los nuevos tiempos dentro de una fusión estética/reflexiva que le aleja de la anacrónica, distante y frívola impronta de las viejas novelas de espías de Ian Fleming y su inacabable Guerra Fría. 

      No están los tiempos para bollos, y como todos los míticos personajes cinematográficos, Bond tiene que reinventarse para sobrevivir, renacer de sus cenizas una y otra vez mientras generaciones enteras siguen abonando la tierra. De todas formas, en la era de los ordenadores ¿para qué coño sirven los gadgets? El espectador se encontrará con un 007 más maduro y triste, también más cercano y realista, una tristeza subyugante y crepuscular, su granítico rostro invita poco a la seducción de la enésima chica Bond y pisotea sin remilgos su propia caricatura.  

      Los responsables de SKYFALL han sabido aprovechar estos cuatro años de ausencia  para crear una vertiginosa entrega y situarla en el trágico devenir de unos tiempos convulsos, una época de incertidumbres donde Bond tendrá que lidiar con un villano de su nivel al que da oxígeno de manera superlativa un Javier Bardem que todavía no se ha sacudido el polvo del psicópata Anton Chigurh de la espléndida No es país para viejos. Bardem tarda en aparecer, pero cuando lo hace incendia la pantalla con su extravagante melena rubia y taimada crueldad, porque Silva, antiguo agente del MI6, es un malo temible y aterrador que hace supurar las heridas más dolorosas y vacía las almas para que se pudran al sol. Silva/Bardem conoce el punto más vulnerable de Bond y lo zambulle en las tinieblas de su pasado donde su sufrimiento alcanza un estado álgido de ebullición. 

      Una puesta en escena impecable, un acabado técnico brillante, una iluminación deslumbrante y un reparto pluscuamperfecto son elementos que superan todo lo vivido hasta ahora a través de un itinerario en que la acción (atención a la secuencia del desprendimiento del metro), el suspense e incluso el terror nos abocan a un clímax final realmente emocionante e inolvidable. 

      El film clausura la trayectoria de un personaje esencial y algunos detalles diseminados a lo largo del todo el metraje nos pueden hacer creer que estamos ante un Bond en el ocaso de su carrera (la edad resulta un hándicap para superar las pruebas de destreza), pero lo que estamos, realmente, es ante la imagen y el espíritu de un agente más maduro, sabio y experimentado, ante la medida deconstrucción de un personaje con una nueva filosofía para tiempos de infortunio. 


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