miércoles, 17 de agosto de 2016

CRÍTICA: "UN MONSTRUO DE MIL CABEZAS" (Rodrigo Plá, 2015)

De la injusticia y otras penas
UN MONSTRUO DE MILCABEZAS" 
Director: Rodrigo Plá.
Intérpretes: Jana Raluy, Sebastián Aguirre, Daniel Giménez Cacho, Emilio Echevarría, Marco Antonio Aguirre, Harold Torres, Marisol Centeno, Noé Hernández.
Género: Drama / México / 2015 Duración:  75 minutos.    


    El director de cine uruguayo afincado en México Rodrigo Plá, sigue siendo un gran desconocido en nuestro país a pesar de que no es nuevo en el oficio. De hecho, su debut con el largometraje La zona (2007) contó con el protagonismo de nuestra querida Maribel Verdú y Carlos Bardem, una excelente coproducción entre México y España que sirve como metáfora de la violencia y la obsesión por la seguridad. Tras esta ópera prima, Pla dirigió un drama sobre la culpa y la redención titulado Desierto adentro (2008). En 2010 participó en la película episódica sobre la revolución mexicana titulada Revolución, y en 2012 estrenó La demora, producción uruguaya que es un contundente alegato social sobre una mujer trabajadora y madre soltera de tres hijos que no puede cuidar de su padre muy mayor y enfermo al que no aceptan en un asilo porque, alegan, cuenta con familia que puede cuidarlo.
      
    
   Con un guión de Laura Santullo que adapta su propia novela homónima, Un monstruo de mil cabezas nos cuenta la historia de Sonia Bonet (Jana Raluy) una mujer cuyo marido padece un cáncer cuyos síntomas y avance hacen peligrar su vida. Sonia decide buscar al doctor que se tiene que encargar de tratarlo. Pronto se dará cuenta de que todo el mundo le da largas y la aseguradora de la que es cliente rehúsa pagar el tratamiento al que su marido tiene derecho. En un ataque de ira, ella buscará a todos los responsables y a punta de pistola intentará descubrir qué está sucediendo.
    

    El cáncer es un monstruo que no sólo devora a quien lo padece, también las vidas de los familiares del enfermo que se enfrentarán al problema con reacciones y decisiones dispares y no siempre meditadas. Pero ese monstruo que como metáfora apunta el título es otro aún más aterrador: la burocracia, que se hace todavía más atroz si va acompañada de la corrupción. Un monstruo que pone mil obstáculos en el camino de Sonia (gran trabajo de Jana Raluy) logrando romper sus nervios hasta tal punto de verse obligada a tomarse la justicia por su mano. Sí, la burocracia, esa pesadilla tan kafkiana, es una hidra de mil cabezas que con sus trabas administrativas, su infinita hilera de peones del sistema y su fría indiferencia, deja al ciudadano desprotegido sufriendo el desdén de los funcionarios. Acompañada de su hijo adolescente (excelente labor también de Sebastián Aguirre), Sonia inicia un camino de perdición de consecuencias tan dramáticas como imprevisibles, consciente de ello y cómo última posibilidad de salvar la vida de su marido, pone contra la pared a los responsables de su tragedia íntima. Y el espectador conecta y empatiza inmediatamente con ella cuando constata que la aseguradora, como un eslabón podrido más del Estado, cuenta con sus propios subterfugios para eludir sus responsabilidades, dejando a Sonia y a su familia desamparados, víctimas de un sistema sanitario despiadado y responsable, por indolencia y negligencia, de la muerte de muchas personas. 
      
    
      Rodrigo Plá pone el dedo en la llaga de un problema social acuciante y lanza una mirada corrosiva sobre el funcionamiento de una institución que se muestra cada vez más desalmada y abusiva ante el padecimiento de los seres humanos, que impotentes ante la injusticia sólo les queda el recurso de la ira. Y nunca estuvo tan justificada como en el  caso de Sonia, a la que no se le ofrece ninguna salida y que se verá hundida en la desesperación tras comprobar que tras quince años pagando, la aseguradora le niega el tratamiento que su esposo necesita como última esperanza. Sin despreciar el humor negro, Plá plantea una denuncia que no por conocida tiene menos de incendiaria, y salpica el desarrollo narrativo de la función con flash backs que abren su arco dramático al juicio de Sonia, consecuencia de la fatal odisea que le tocó vivir a ella y a su hijo, algo para lo que llevaba preparándose desde hace tiempo. El relato alarma a cualquier espectador sensible más por el entramado de corrupción con el que está confeccionado el andamiaje de la sanidad y las aseguradoras que por la visceral reacción de Sonia, un estupor que deriva en repugnancia cuando uno de los directivos de la compañía sanitaria confiesa ante la pistola de Sonia “se opera a muertos para ganar un dinero extra”. Plá firma un documento demoledor que levanta acta sobre los males endémicos de un sistema corrupto hasta la médula. 



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