domingo, 27 de octubre de 2019

"EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCA" (Daniel Calparsoro, 2019)


Un Seven de mercadillo
EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCAêê
(Daniel Calparsoro, 2019)

  
   Es curioso que Daniel Calparsoro jamás haya vuelto a rayar a la altura que alcanzó con su ópera prima, la visceral Salto al vacío (1995), curioso pero ni mucho menos excepcional porque lo mismo le ocurre a Amenábar con Tesis y a otros directores. Es verdad que el director nacido en Barcelona nos ha entregado películas aseadas como Invasor (2012) y la que hasta ahora es su segundo mejor film, Cien años de perdón (2016), que además contaba con un buen reparto.  


       En espera de su siguiente estreno Salto al cielo, previsto para 2020, Calparsoro toma como base la primera novela de la trilogía escrita por Eva García Sáenz de Urturi para situarnos en el año 2016 en Vitoria, cuando las cadáveres desnudos de una chica y un chico veinteañeros aparecen en la cripta de la Catedral Vieja. Unai López Ayala (Javier Rey) un inspector experto en perfiles criminales, tratará de dar caza al asesino en serie ritual que lleva aterrorizando a la ciudad durante dos décadas. La sucesión imparable de crímenes y una investigación policial contaminada por las redes sociales llevan al límite a Unai, enfrentándolo a un asesino camaleónico que podría resultarle más cercano de lo que cree.


    El silencio de la Ciudad Blanca desprende un tufo televisivo que espanta, y el director de Ausentes, que lleva tiempo surcando el cine de género más convencional nos plantea un misterio en donde el inspector Unai López de Ayala va tras la pista de un asesino que reproduce los crímenes que otro asesino cometió veinte años atrás. La cuestión es que aquel está en la cárcel, por lo que los nuevos asesinatos son obra de un imitador o de alguien que sigue sus instrucciones. El problema de esta Seven de baratillo (encontramos también referencia a El silencio de los corderos) es la sensación déjà vu, que todos los personajes carecen de una entidad definida, que sus perfiles están muy difuminados y que el juego del gato y el ratón que propone llega a resultar cansino. 


   En la vertiente atmosférica, la ciudad de Vitoria en fiestas nunca llega a ser un personaje determinante y el clima de tensión no lo encontramos en unas escasas escenas de acción rodadas con poca garra y con unos policías atléticos que practican diariamente running pero a quienes se les escapa corriendo un asesino entradito en años y con poco fondo físico. Atiborrada de clichés y esquematismos, con momentos altamente inverosímiles, evidentes errores de cásting (a nadie le sienta bien el rol que desarrolla) y un fallido intento de dotar a la función de la gelidez de los thrillers nórdicos, estamos ante una película absolutamente prescindible en la que ni el ritual que sigue el serial killer, que introduce abejas en los cuerpos de las víctimas y las expone como si estuvieran durmiendo, causa ya ninguna sorpresa.    



viernes, 18 de octubre de 2019

"ZOMBIELAND: MATA Y REMATA" (Ruben Fleischer, 2019)


Terroríficamente muertos
“ZOMBIELAND: MATA Y REMATA” êêê
(Ruben Fleischer, 2019)

    
   Tras aquel artefacto titulado Venom (2018) que cosechó un desprecio generalizado de la crítica especializada, el director Ruben Fleischer nos presenta esta secuela de Bienvenidos a Zombieland (2009) una película tan absurda como divertida, que con una mezcla de terror y comedia romántica funcionó muy bien taquilla. En esta contaminación titulada Zombieland: Mata y remata, el mismo grupo de protagonistas tendrán que viajar  desde la Casa Blanca hasta el corazón de Estados Unidos para enfrentarse a un nuevo tipo de muertos vivientes que han evolucionado desde lo sucedido hace algunos años, y encontrándose con algunos supervivientes humanos rezagados. Pero, como siempre, tendrán que soportar los inconvenientes de convivir entre ellos.

    
   Una década después, nos volvemos a encontrar al variopinto grupo de matazombis viajando en un monovolumen hasta la casa de Elvis Presley en Graceland (Menphis). Un frenético viaje por carretera en el que se encontrarán personajes tan histriónicos como Nevada (Rosario Dawson) una superviviente obsesionada con Elvis, y con Madison (Zoey Dutch) una chica muy cargante, con pocas neuronas y con una forma de expresarse muy pija. Las tensiones entre Tallahassee (Woody Harrelson), Wichita (Emma Stone), Little Rock (Abigail Breslin) y Columbus (Jesse Eisenberg)  llevaron a la ruptura del grupo en un paisaje postapocalíptico, pero ante la aparición de unos zombis más rápidos e implacables vuelven a hacer piña aunque nunca sabemos si abarán exterminándose entre ellos.
   
  
   Zombieland: Mata y remata ha perdido el factor sorpresa y aun así, en muchos momentos, resulta más dinámica y chispeante que el film seminal, es más gamberra, contiene algunos gags hilarantes y chistes políticamente incorrectos. Woody Harrelson está en su salsa muy desatado, y la función gana en consistencia bajo la base un guión con continuos guiños a la cultura pop, unos diálogos ácidos, carnicerías en slow-motion, y más escenas de pura acción, con atención a esa fantástica escena en los créditos finales. Una película tan entretenida como irreverente.  

jueves, 10 de octubre de 2019

CRÍTICA. "JOKER" (Todd Phillips, 2019)


Nacido para crear el caos
JOKERêêêêê
DIRECTOR: Todd Phillips.
INTÉRPRETES: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy, Brett Cullen, Bill Camp.
GÉNERO: Thriller/Drama / DURACIÓN: 121 minutos / PAÍS: EE. UU. / AÑO: 2019


     Este cronista no esperaba que un director como Todd Phillips, firmante de títulos entre los que se encuentran las comedias juveniles Road Trip (2000)  y Aquellas juergas universitarias (2005), de la mediocre adaptación cinematográfica  de la mítica serie Starsky & Hutch (2007), de la tetralogía gamberra Resacón en las Vegas y de la que hasta ahora era su mejor película, Juego de armas (2016) film basado en una historia real sobre dos tipos que crean una empresa para vender armas, me pudiera sorprender con una película memorable que dejará una huella indeleble sobre el origen traumático y atormentado del más archifamoso enemigo de Batman, Joker, la historia nunca narrada de ese payaso subversivo nacido para crear el caos cuya sonrisa es ya tan famosa como la de la Gioconda.


       Mezcla de thriller urbano y drama psicológico, la función nos presenta a Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) que vive en Gotham con su madre y cuya única motivación en la vida es hacer reír a la gente. Actúa haciendo de payaso en pequeños trabajos pero tiene problemas mentales que hace que la gente le vea como un bicho raro. Su gran sueño es actuar como cómico delante del público, pero una serie de trágicos acontecimientos le hará albergar una ira contra una sociedad  que le maltrata e ignora.



    Película magistral, perturbadora e incómoda la que nos presenta Todd Phillips, que no incita a la violencia per lanza un mensaje aterrador sobre los derroteros de un mundo dividido ya en ricos y pobres. El espectador empatiza con un personaje atiborrado de traumas que desde niño ha sufrido el abuso, el maltrato, el desprecio y la burla de una sociedad en decadencia y al borde del colapso. Una Gotham oscura, sombría, mugrosa y con altos índices de criminalidad como consecuencia de la pobreza, las alarmantes cifras de desempleados y la insatisfacción general debido a los recortes en servicios sociales. Phillips reconstruye el mito para hacerle más tangible y cercano, y desde su nombre de pila, Arthur Fleck, hurgar en su herida existencial para mostrarnos su dolor más íntimo y lacerante. Un acierto del guión firmado por el propio director junto a Scott Silver, que encuentra en la desgarradora carga existencial del personaje la coartada perfecta para erigirle en un líder absoluto del descontento social nacido para crear el caos.


   Con una atmósfera influenciada por el sórdido cosmos urbano de Taxi Driver (1976) y con elementos referenciales de El rey de la comedia (1982), las dos firmadas por Scorsese y protagonizadas por De Niro, que da oxígeno aquí a un presentador de televisión, Joker sitúa su acción en 1981 por los estrenos de cine que se pueden apreciar en las marquesinas, y la cámara sigue obsesivamente a un personaje que inicialmente se muestra inofensivo y apocado, que acumula infamias y soporta el dolor hasta que un día dispara su pistola en el metro y todo comienza a tener sentido. Es un acto de purificación pero también de supervivencia, el final de la lastimosa desventura que hasta entonces ha supuesto su vida.


    La risa histérica y compulsiva de este peculiar histrión inmortalizado con el nombre de Joker, obedece más a los estallidos coléricos de rabia y desahogo que a la auténtica comicidad de las situaciones, casi siempre de un patetismo mortal. Así, un Joaquin Phoenix superlativo dota al subversivo personaje -que sólo desea ser cómico y contar con el favor del público-  de un aura tan triste como brutal, haciéndonos partícipes de la fiebre que provoca su distorsionada visión de la realidad.


   Joker está construida sobre los cimientos de un potente diseño de producción y una virtuosa puesta en escena, una espléndida iluminación a cargo de Lawrence Sher para un lúgubre paisaje urbano que amplifica la música creada por Hilder Guönadóttir, el extraordinario trabajo del departamento de arte, la exuberante dirección de Phillips que narra la historia de la mejor forma posible, y por encima de todo, con la brillante y sobrecogedora actuación de Phoenix, desplegando un abanico de recursos interpretativos y consiguiendo elevar el tono dramático del relato hasta el paroxismo. Un trabajo que define la carrera de un actor. Joker entra en el selecto club de películas que marcan el año de su estreno y que se debería estudiar en las escuelas de cine. Obra maestra. 


martes, 1 de octubre de 2019

CRÍTICA: "MIENTRAS DURE LA GUERRA" (Alejandro Amenábar, 2019)


Anatomía de un incidente
MIENTRAS DURE LA GUERRAêêê
(Alejandro Amenábar, 2019)

    
   Lo he argumentado aquí en numerosas ocasiones, pero para sintetizar insistiré en lo esencial: no conecto con el cine de Alejandro Amenábar y de su filmografía sólo salvo su ópera prima Tesis (1996), que a pesar del débil guión y una dirección poco firme, es una película rodada con frescura, atrevimiento y tensión que mantiene el interés hasta el final situando al espectador durante casi todo el metraje al filo de la butaca.

       
   La temática de su nueva película me provoca mucha pereza, tal vez por tocar un suceso de sobras conocido o por el histrionismo con que ha sido tratado sin que fuera un hecho relevante en el devenir de los trágicos acontecimientos históricos de aquella época, el verano en que dio comienzo la Guerra Civil Española. La función se centra en el personaje del escritor y filósofo Miguel de Unamuno (Karra Elejalde) que había decidido apoyar públicamente la sublevación militar con la intención de que pusieran orden a los excesos de la República, que estaba permitiendo todo tipo de atentados y asesinatos. El Gobierno republicano le destituyó como rector de la Universidad de Salamanca. Mientras, el general Franco (Santi Prego) suma sus tropas al frente sublevado e inicia una exitosa campaña con el secreto deseo de hacerse con el mando único de la guerra. La deriva sangrienta del conflicto y el encarcelamiento de algunos de sus compañeros, provoca que Unamuno se cuestione su posición inicial y sopesa sus principios. Cuando Franco traslada su cuartel a Salamanca y es nombrado Jefe del Estado en la Zona Nacional, Unamuno acude a su palacio decidido a hacerle una petición.

    
   Veamos qué pensaba Unamuno inicialmente cuando apoyó el llamado Alzamiento Nacional en declaraciones al periodista francés G. Sadoul: “Tan pronto cómo se produjo el movimiento salvador del general Franco, me he unido a él… El Gobierno de Madrid me destituyó de mi cargo de rector, pero el Gobierno de Burgos me restableció mi función… El salvajismo inaudito de las hordas marxistas sobrepasa toda descripción… bandos de malhechores, de criminales natos sin ninguna ideología… Es el régimen del terror. España está, literalmente, espantada de sí misma”.

   
   Claro que su carácter contradictorio y la violencia que se apodera de las calles hicieron que cambiara de opinión, un bandazo que cristalizó públicamente el 12 de octubre de 1936, día apertura del curso académico y Dia de la Raza, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, debido en parte al discurso excesivamente virulento de Millán Astray (Eduard Fernández), pero sobre todo a su gran pena por el encarcelamiento de algunos queridos colegas. La miseria humana hizo que los mismos que pocos meses antes le había aplaudido, ahora le expulsasen de todas las instituciones.

   
    A favor de Amenábar he de afirmar que el planteamiento del relato tiene un tono frío y sin maniqueísmo, pues en los vaivenes ideológicos de Unamuno entraba dentro de la implacable lógica sectaria el desprecio y la represión que sufrió, primero por parte del bando republicano y más tarde por el bando sublevado. Tal vez él nunca pensó que sería utilizado de esa manera, pero tan inteligente y relevante como era no me cabe duda de que en sus cálculos entraba esa posibilidad. Ese tono gélido, academicista sube progresivamente de temperatura a medida  que se van desarrollando los acontecimientos en aquel incendiario y angustioso vera de 1936, hasta llegar a un alarmante clímax final en el que vemos a Unamuno enfrentarse con su afilado verbo a los golpistas y cumpliendo la orden de Millán Astray de abandonar el paraninfo de la mano de Carmen Polo de Franco (Mireia Rey), evitando así las dramáticas consecuencias de la ira de los presentes, Unas manos que a la salida se separan como marcando los diferentes caminos que les marcará el destino.


   Estamos en el inicio de la contienda, nadie puede calibrar las dimensiones del tremendo conflicto fratricida, nadie puede aún imaginar la duración de la guerra ni qué bando saldrá finalmente victorioso. Un tiempo en donde todo discurso de una persona influyente es tomado en cuenta como un acto de propaganda. Más con la mirada aséptica y objetiva del historiador que con la visión de una recreación cinematográfica, Amenábar enfatiza los movimientos de cámara con una elegancia documentalista, ayudado por una pulcra iluminación y una estricta labor de vestuario. Con un reparto compacto que entrega lo mejor de sí mismos, Mientras dure la guerra se libra del acartonamiento debido al tratamiento sobrio, alejado de las caricaturas, de los personajes y al retrato tangible de Unamuno, el hombre y sus contradicciones, sus idas y venidas, sus avatares, la transformación de su pensamiento a medida que corrían ríos de sangre por los campos, calles, cunetas y cementerios, y sobre todo, el punzante dolor cuando sus compañeros sufrieron el atropello de un nuevo orden que se empleaba con la misma saña que aquel que deseaba convertir España en un satélite soviético. Miguel de Unamuno moriría el 31 de diciembre de 1936 cuando se encontraba bajo arresto domiciliario en su casa de Salamanca. El 21 de noviembre en una misiva a Lorenzo Giusso escribió: “La barbarie es unánime. Es el régimen del terror por las dos partes. España está asustada en sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los “hunos” y los “Hotros”. Y aquí mi pobre España se está desangrando, arruinando, envenenando entonteciendo…”.


     Si atendemos al título de la película de Amenábar, que realizó recientemente unas declaraciones muy desafortunadas, la guerra aún dura. Y mientras dure habrá mediocres políticos que sigan sacando mucho rédito a ese asunto, siniestros vendedores de odio que avivan las llamas del conflicto de las dos Españas porque nunca tuvieron otra cosa que ofrecer, sólo espantajos, victimismo y revancha. Pero no hay nada más cobarde que la venganza contra los muertos.