domingo, 27 de enero de 2013

NADINE VELÁZQUEZ Y GÉNESIS RODRÍGUEZ: DOS MUSAS HISPANAS, UNA LÚBRICA PASIÓN


      Tomando como referencia las palabras claves de búsqueda de mi blog, se me hace necesario atender a las demandas de cientos de lectores que sabiendo mi debilidad por las mujeres hispanas, rastrean para seguir la pista de dos actrices que están causando sensación en el panorama actual a raíz de sus últimas apariciones en la pantalla grande. Me estoy refiriendo a la norteamericana de ascendencia puertorriqueña NADINE VELÁZQUEZ y a la también norteamericana de origen cubano y venezolano GÉNESIS RODRÍGUEZ.

      Nacida en Chicago en el 20 de noviembre de 1978, Nadine es muy conocida por su papel de Catalina Aruca en la serie televisiva de la NBC My name is Earl. Graduada en marketing, ha aparecido en las portadas de las revistas para hombres Stuff y Maxin, publicación esta última que la seleccionó en el puesto número 39 de las mujeres más sexys del mundo. Aunque contaba ya con una incipiente trayectoria en televisión y cine, ha sido su corta intervención en la excelente película El Vuelo (Flight, Robert Zemeckis, 2012) lo que la ha convertido en puro objeto del deseo y la última tentación de la polla de millones de aficionados. Nadine ya se nos había mostrado en todo su esplendor en otras pelis, pero por su participación en este drama junto a Denzel Washington deberían concederle el Oscar al erotismo menos poético, ese que se deriva de una noche de sexo, coca y alcohol.

       Para los lectores hispanos basta decir que Génesis Rodríguez es la hija del cantante venezolano José Luis Rodríguez “El Puma”, pero daremos algunos datos. Génesis nació en Miami el 29 de junio de 1987, y comenzó muy pronto a interesarse por la interpretación como complemento de su formación generalista. Tras observar sus padres su motivación por el arte, la inscribieron en programas de formación intensivos en los que además de danza estudiaba educación vocal. Trasladada a Nueva York ingresó en las prestigiosas academias The Lee Strasberg Theater y Film Institutes. A su regreso a Miami continuó con su formación y obtuvo un papel en la serie Days of our lives desde 2005 hasta 2006. Ha actuado como protagonista en las telenovelas Prisionera, Dame chocolate, Doña Bárbara y en la serie estadounidense Entourage. A falta de visionar su última aportación al cine que corona de nuevo a Arnold Schwarzenegger como héroe de acción tras su paso por la política, el film de inminente estreno El último desafío (Kim Ji-Woon, 2012), la película que ha fijado la  mirada de millones de furiosos pajilleros ha sido el resultón thriller Al borde del abismo (Man on a Ledge, Asger Leth, 2012), en donde aparece enalteciendo su figura con una fina lencería color capullo-rosa que logra que nos corramos con el pensamiento.

                SÍ, AMIGOS, ES EL PODER HISPANO,  SIN DUDA, UNA RAZA SUPERIOR.




     

viernes, 25 de enero de 2013

LOS 80 FUERON PLÁSTICO: NUEVE SEMANAS Y MEDIA


      
       Después de muchos años he tenido la desfachatez de volver a ver NUEVE SEMANAS Y MEDIA (Adrian Lyne, 1986) y, sinceramente, la película no ha ganado con el tiempo. Poco importa porque lo que este cronista perseguía con el nuevo visionado era rememorar algunas sensaciones que me produjo el film erótico más mítico de los 80 en el momento de su estreno, unos años en que la decadencia del cine “S”, el neoconservadurismo de la era Reagan, la irrupción del feminismo más rancio y excluyente y la terrible guadaña del sida habían impuesto un nuevo orden mojigato y reaccionario. 

   Pero ahí estaba el gran Adrian Lyne para invertir los tiempos y redefinir  un nuevo concepto de sensualidad que nos enseñó que la nata, la mermelada y el sirope de frambuesa servían para algo más que para hacer más deliciosos los postres y las tostadas. Todo un éxito debido en parte al gran atractivo de sus dos icónicos protagonistas, un Mickey Rourke y una Kim Basinger en su máximo esplendor en la hierba e inmortalizados ya en el Olimpo de los mitos eróticos.


      Desde su carácter fast-food, estética publicitaria y videoclipera e impostada elegancia, la historia de esos dos yuppies (ella, galerista de arte, él, broker en Wall Street), que inician una tórrida relación, alcanza su máximo punto de ebullición con el striptease de alto voltaje que la espectacular rubia brinda a su partenaire mientras en estéreo berrea Joe Cocker su cansino “You Can Leave Your Hat On”, reflejando así la más universal de las fantasías. 


      No obstante, me gustan más las escenas rodadas en  atestados bares de mala muerte y atmósferas irrespirables, en los callejones lluviosos de los barrios más insalubres, en húmedos subterráneos urbanos donde el agua cae en cascada sobre la pareja en el gozo de lo prohibido, y el bueno de Mickey Rourke que baja su boca al pilón buscando esencias del deseo irreprimible, tratando de respirar el aura eterna de una relación que sólo durará nueve semanas y media. Los 80 fueron plástico y yo los viví desde sus más lúdicos meandros.  


martes, 22 de enero de 2013

CRÍTICA DE: "DJANGO, DESENCADENADO"


La D es muda y la sangre roja
DJANGO, DESENCADENADO êêê
DIRECTOR: QUENTIN TARANTINO.
INTÉRPRETES: JAMIE FOXX, CHRISTOPH WALTZ, LEONARDO DI CAPRIO, SAMUEL L. JACKSON, KERRY WASHINGTON, KERRY WASHINGTON.
GÉNERO: WESTERN / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 165 MINUTOS.   


      No siento la misma pasión que Quentin Tarantino por el spaghetti western, siempre me pareció un subgénero entretenido pero sobrevalorado, de escasa relevancia si los comparamos con los westerns crepusculares que engendró mi adorado Sam Peckinpah (Duelo en Alta Sierra, La balada de Cable Hogue, Grupo Salvaje, Pat Garret y Billy the Kid). De hecho el título con más entidad del spaghetti es Hasta que llegó su hora (Sergio Leone, 1968) que junto a la magistral Erase una vez en América son las dos mejores cintas firmadas por el director italiano. Tarantino sigue con sus obsesiones vampirizando material para nutrirse de aquí y de allá y rindiendo homenaje a ese cine que más le ha marcado durante su juventud y que nunca se ha cansado de reivindicar, pero lo cierto es que este tributo raya a una altura superior a la inmensa mayoría de las producciones que tuvieron como escenarios favoritos los desérticos parajes de Almería y el municipio madrileño de Hoyo de Manzanares, donde precisamente se rodó la famosa Trilogía del Dólar dirigida por Leone.

      DJANGO, DESENCADENADO nos sitúa dos años antes de que estalle la Guerra Civil Americana que comenzó en 1861. King Schultz (Christoph Waltz) es un cazador de fugitivos alemán que sigue la pista a unos asesinos y que tras liberar a un esclavo negro, Django (Jamie Foxx) le promete su total libertad si le ayuda a cazarlos. Una vez terminado el trabajo, Django prefiere seguir al lado del extraño y elegante cazarrecompensas germano y ayudarlo a capturar a los delincuentes más buscados del Sur. Se convierte así en un experto cazador de recompensas, pero su único objetivo es rescatar a su esposa Broonhilda (Kerry Washington), a la que perdió en la trata de esclavos. La búsqueda llevará a Django y Schultz hasta el rico Calvin Candie (Leonardo Di Caprio), el malvado propietario de la inmensa plantación “Candyland”.

      Tomando como inspiración muy superficial el spaguetti western Django (Sergio Corbucci, 1966), Tarantino logra, como comentaba anteriormente, un film superior a la media de todos aquellas películas enmarcadas dentro de ese recordado subgénero, y lo hace, como era de esperar, con una chispeante línea de diálogos en su ya clásica explosión verborréica, una imponente caligrafía visual presente ya desde los títulos de crédito iniciales y la espléndida primera secuencia del encuentro de Schultz con la cuerda de esclavos, un humor gamberro, fúnebre, a veces dislocado y una violencia esteticista, desmedida y purificadora.

      Lo cierto es que la nueva apuesta tiene mucho que ver con la aceptable Malditos Bastardos (premisa, desarrollo y clímax marcan una analogía conceptual) y hay secuencias de aquella que, en un ejercicio autoconsciente de retroalimentación, parecen trasladadas al escenario polvoriento de DJANGO, por lo que si el nazismo suponía un elemento narrativo circunstancial en una, la esclavitud lo es en la tensión argumental de la otra. Estaremos de acuerdo en que esta nueva propuesta tiene un componente romántico mucho más acusado, con el dibujo, apenas trazado, de ese héroe que busca liberar a su amada Broonhilda, aunque el sentido hiperbólico anuda con exactitud ambas propuestas, que en su progresión dramática se alejan del clasicismo para abrazar la radicalidad.

       En DJANGO cohabitan escenas grotescas que chirrían extremadamente: la larga y pesada secuencia de los agujeros de las capuchas de esos cómicos miembros del Ku klux klan; situaciones escasamente relevantes alargadas innecesariamente (la plúmbea negociación por el precio de un esclavo durante la cena en el caserón de Candie); surtido de guiños, tributos y homenajes (el cameo del Django seminal, Franco Nero, el tratamiento ritual del travelling a lo Taxi Driver durante una de las matanzas, el anacronismo de una banda sonora anclada en la nostalgia); y momentos realmente brillantes que nos demuestran, una vez más, que este cineasta es un gran creador de imágenes (el disparo lejano para abatir a un bandido que huye a caballo por un campo de algodón manchando la blanca pureza de esta planta con el rojo de su sangre).

       En la función brillan con una luz especial el actor austriaco Christoph Waltz, Leonardo Di Caprio y Samuel L. Jackson, tocándole al bueno de Jamie Foxx bailar con la más fea aun siendo el protagonista principal del invento, un personaje el suyo poco esbozado y al que Tarantino no ha mimado como a sus secundarios. La película está lejos del mejor Tarantino (Pulp Fiction) y no está en la onda de los westerns citados que más me apasionan, donde existe una mayor complejidad de la naturaleza humana y el héroe siempre encara su aciago destino con inquebrantable fortaleza, con el sabor amargo de la derrota, preparado para matar y morir. Aun así, merece la pena.


lunes, 21 de enero de 2013

FOTOGRAMAS EN LA RETINA: "CRASH" (DAVID CRONENBERG, 1996)


       
      En CRASH (que nada tiene que ver con la oscarizada e inferior película del mismo título dirigida por Paul Hagis en 2004), el director canadiense David Cronenberg adapta la novela de culto del escritor británico James G. Ballard, que supuso un escándalo en Cannes y su estreno comercial provocó que muchos espectadores abandonaran las salas. Nos encontramos ante una rara avis que nos cuenta la  historia de James Ballard (James Spader), que sufre un accidente en el que muere el conductor del otro vehículo que viaja con su esposa, la Dra. Hellen Remington (Holly Hunter). A partir del accidente ambos descubren que les excita el dolor tanto propio como ajeno. Ingresados en un hospital conocen al científico Vaughan (Elias Koteas), que les irá introduciendo en un extraño mundo de perversiones sexuales y fetichismo del automóvil, en el que también se involucrará Catherine (Deborah Kara Unger), la bella y lánguida esposa de Ballard.


       El grupo asiste a representaciones de accidentes que costaron la vida a ilustres famosos como James Dean y Jayne Mansfield, y en donde Ballard conoce a Gabrielle (Rosanna Arquette) que a causa de otro accidente tiene enormes cicatrices y se ve obligada a utilizar espectaculares aparatos ortopédicos. Ballard entra así en una nueva fase de su dimensión sexual.  

       Crash, cinta de 1996, es ante todo una película valiente que nos  Introduce sin ambigüedades en las vertientes más oscuras de ciertas patologías sexuales (sadomasoquismo, fetichismo, necrofilia); Humano, demasiado humano el impulso que nos obliga a buscar en los márgenes un escape hacia nuevas emociones, una evasión que ahoga por momentos la plúmbea realidad. El coche como metáfora sexual, símbolo de poder, progreso y libertad, un móvil perfecto para desatar violencia en la impunidad.

      Crash es también una película admonitoria, donde la ciudad es una composición de trazos impersonales sin marea humana, una visión periférica de autopistas y bifurcaciones donde el hombre   no camina, viaja velozmente acoplado a la máquina.

       Sexo y tecnología sobre bocetos del escenario urbano, choques de vehículos que provocan fracturas, lesiones, cicatrices ¡la muerte! Pero también el clímax prohibido en unos personajes dibujados por Cronenberg con precisión, logrando una obra de situaciones menos extremas y más cercanas, en lo físico y lo temporal, de lo que parece. Les dejo con una fugaz perla para que saliven.

jueves, 17 de enero de 2013

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA"


QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA êêêêê
(BRING ME THE HEAD OF ALFREDO GARCÍA)
DIRECTOR: SAM PECKINPAH
INTÉRPRETES: WARREN OATES, ISELA VEGA, GIG YOUNG, ROBERT WEBBER.
GÉNERO: THRILLER FRONTERIZO /EE.UU. /1974 / 112 MINUTOS.
      
      Era prácticamente un crío que se comía los mocos cuando vi una docena de veces en los circuitos de los cines de un barrio este tremendo y certero escupitajo de mi adorado Sam Peckinpah titulado QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GRACÍA. Tachado de machista, fascista y apologeta de la violencia, el genial autor californiano fallecido en 1984, descendiente de los indios y auténtico inventor del western crepuscular, supo cómo dotar de gran fuerza visual a sus relatos, aunque la obra de este gran coreógrafo de la violencia (famoso por sus brutales ralentíes) es mucho más  que una luminosa explosión estética, elevándose como modelo paradigmático del horizonte que recrea, con personajes que nacen siempre fruto del desengaño, la desesperación, el escepticismo y dueños de una amoralidad continua obligados por la supervivencia.  

      El film, según un argumento de Frank Kowalski, nos narra cómo un cacique chicano al descubrir el embarazo de su hija ofrece una recompensa de  de un millón de dólares a quien le traiga la cabeza del responsable, un tal Alfredo García. Dos mafiosos le ofrecen a Bennie (Warren Oates) que trabaja en una cantina mejicana, diez mil dólares por la cabeza del proscrito García. Bennie se pone manos a la obra acompañado de su novia Elita (Isela Vega), que fue en tiempos amante de Alfredo García, a quien ya saben muerto en un accidente de coche. Llegados al pueblo natal de García profanarán su tumba, pero antes de decapitar el cadáver son atacados por algunos miembros de la organización mafiosa que les seguían los pasos. Elita muere y Bennie, tras un baño de sangre, recuperará la cabeza del maldito García, y desquiciado, no parará hasta llegar a la hacienda del cacique, donde hallará la muerte tras intentar huir con la recompensa y con la cabeza de Alfredo García.

      Tras el estrepitoso fracaso de la que tal vez sea una de sus mejores películas Pat Garret y Billy the kid (1973), el viejo Peckinpah se encontraba en un estado lamentable, su cuerpo horadado por el alcohol necesitaba constantes cuidados médicos, todos los que le rodeaban lo pasaron fatal al ver en esa situación a quien tanto admiraban. Con un millón y medio de dólares de presupuesto y cuarenta y seis días de rodaje en México, el productor Martin Baum se interesó en coproducir la película. Todo estaba dispuesto, Sam sabía que el libreto perfilado por él y Gordon Dawson era un sólido guión. 

      De modo que el realizador pudo recomponer un poco su desastrada y patética figura y la película estaba lista para su estreno el verano de 1974. Algo no demasiado sorprendente en su carrera volvió a ocurrir: los pases de prueba de la cinta resultaron verdaderamente calamitosos. Durante la proyección la gente despavorida abandonaba la sala en estampida, a la salida su desorientación y su asco eran patentes. Así, el film se estrenó sin convicción ni esperanza y con escasa promoción. La mayoría de los críticos la destrozaron, poquísimos hablaron de ella de forma positiva, aunque la revista Sight & Sound la incluyó en la lista de las diez películas del año. Muchos vieron en el film un instrumento auténticamente diabólico engendrado para provocar a los que seguían tildando el cine de Peckinpah de violento y machista.

      Ha pasado el tiempo y casi cuarenta años después nos encontramos ante una obra clave en la filmografía de su autor y un hito en la historia del cine, se ha hecho justicia y nadie se acuerda de su estruendoso fracaso crítico/comercial. QUIERO LA CABEZA DE ALFREDO GARCÍA está considerada actualmente una cult movie que ha derribado todas las barreras que con aviesa hipocresía e intolerancia la condenaron al ostracismo. Su naturaleza lóbrega y perversa, de una violencia salvaje punteada por un lirismo arrebatador, con resonancia de un lejano, heroico, desgarrador romanticismo, hacen de ella uno de los más precisos y preciosos documentos sobre el mito del perdedor, ese loser de sueños rotos y cuyo horizonte alcanza hasta donde alcanza la mirada.

       Un western moderno donde los caballos son sustituidos por enormes y destartalados automóviles, caminos polvorientos y almas en tormento sobre el escenario de un paisaje fronterizo y desolador, muy apropiado para desatar los mil demonios enjaulados y dinamitar  los cimientos del “sueño americano”. Habla Sam Peckinpah: “Mis personajes se han acostumbrado desde hace tiempo a la muerte y la derrota, ya no tienen nada que perder, no les queda ninguna ilusión”. MUERTE, DERROTA, DESILUSIÓN, personajes desnortados en un mundo donde ya no queda lugar para el héroe. Las interpretaciones de Warren Oates e Isela Vega están a la altura de esta magistral película.

martes, 15 de enero de 2013

SHOWGIRLS: RECORDANDO A ELIZABETH BERKLEY


      
      ¿Es realmente SHOWGIRLS una película tan mala? Rotundamente sí. Elegida en los Premios Razzie como la peor película de la década de los 90, el film lo podemos considerar una paja mental del director holandés Paul Verhoeven (que venía de rodar dos torpedos para la taquilla como Robocop e Instinto Básico), para mostrar de manera burda una variante más del manido “sueño americano”. Veamos: una joven atractiva y ambiciosa, Nomi Malone (Elizabeth Berkley), viaja desde su pueblo a Las Vegas con el objetivo de abrirse camino en el mundo del espectáculo. Tiene un rostro exótico y una espléndida y estilizada figura, atributos que le abren las puertas de un local de striptease, aunque pronto acaba obteniendo una audición para formar parte del coro del Casino Stardust, donde trabaja la starlette Cristal (Gina Gershon). Sin embargo, no tarda en darse cuenta de que el mundo del espectáculo dista mucho de ser lo que ella soñaba.

      Verhoeven tuvo los enormes huevos de ir a la ceremonia para recoger los Razzies (Anti-Oscar) con los que fue premiada su película (consiguió 7, incluido peor película, director y actriz). Reconociendo que Showgirls no es peor película que otros truños como Striptease, Jade, Acoso o El color de la noche,  tampoco es cuestión de afirmar, como hacen otros, que la película ha ganado con el tiempo. El guión, absolutamente lamentable, reincide en la trillada premisa de la chica que abandona su deprimente pueblo convencida de triunfar y decidida a comerse el mundo, cuando lo que finalmente acaba comiéndose son varios rabos.

Eso sí, este cronista quedó hipnotizado con el cuerpazo y las tórridas contorsiones de Elizabeth Berkley (atención a la manera en que se pellizca los pezones), recién salida de la exitosa serie teen televisiva “Salvados por la campana”, y recordaré siempre con un cosquilleo esa abrasadora escena en que, completamente desnuda, se folla por encima de la ropa al bobo del Kyle MacLachlan sentado en un sillón, mientras la Gershon en plan voyeur se va poniendo cada vez más verrionda. Una escena que inundó los cines con salvas espermáticas de adolescentes con acné sacándole punta al lápiz y viejos onanistas. Berkley (que se hizo con este papel al que también optaba como aspirante Charlize Theron) no se convirtió en la estrella que prometía y su estela se perdió en la noche de los tiempos, lo último que recuerdo de ella es su participación en la serie CSI: Miami

      Todo es vulgar en esta psicotrónica película, y eso puede tener su morbo; vulgar la dirección artística, vulgar y mediocre todo el elenco, vulgar el look visual de luces chillonas y neones, vulgares el vestuario y  las coreografías de los números musicales y vulgar y hortera el paisaje de Las Vegas. Todo un monumento al cutrerío y el mal gusto que pondera a la mujer objeto y que sólo resulta recomendable para anoréxicos cerebrales, gafapastas casposos con ínfulas cultistas o enfermos sin esperanza como este cronista. Les dejo con esta mítica escena.


domingo, 13 de enero de 2013

CRÍTICA DE "JACK REACHER"


La justicia del lobo solitario
JACK REACHER  «««
DIRECTOR: CHRISTOPHER MCQUARRIE.
INTÉRPRETES: TOM CRUISE, ROSAMUND PIKE,  RICHARD JENKINS, ROBERT DUVALL, WERNER HERZOG.                                        
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 130 MINUTOS.     
    
      Tom Cruise sigue estando en forma, tiene 50 tacos pero se cuida mucho, ama su trabajo y es un gran profesional, aunque a mí esto último siempre me produce un poco de grima y nunca me ha gustado como suena. Con la intención de crear una nueva franquicia, el reputado guionista y director Christopher McQuarrie (Secuestro infernal, 2000), adapta la novena novela, “One Shot”, de la serie Jack Reacher salida de la imaginación del novelita británico Lee Child, personaje que ha protagonizado 17 novelas hasta la fecha. Una saga con la que, en su faceta de productor, Cruise busca lanzar una mirada más sombría e insuflar un nuevo aire al prototipo de (anti)héroe de acción creado a partir de resonancias de otros personajes que han surcado la pantalla grande en las últimas décadas (desde el Harry Callahan de Harry “el Sucio” hasta el más reciente Jason Bourne), para lo que se nutre de las referencias estéticas del policíaco de los años 70.

      JACK REACHER comienza cuando un francotirador dispara seis veces contra un grupo de transeuntes con rifle con mira telescópica desde lo alto de de un párking, una acción que provoca cinco muertos que quedan tendidos sobre la acera. En cuestión de una hora la policía detiene al sospechoso, James Barr (Joseph Sikora), al haber dejado éste un rastro fácil de seguir. Durante el interrogatorio Barr se niega a declarar y solicita a traves de un escrito la presencia de Jack Reacher (Tom Cruise), un duro ex policía militar reconvertido en investigador que vive como un fantasma sin identidad ni domicilio fijo y al margen de las normas tablecidas, un lobo solitario que siempre acude cuando es requerida su presencia y que se nos presenta como un especialista en todo tipo de armas, hábil conductor e infalible en la lucha cuerpo a cuerpo. Reacher iniciará entonces, junto a la abogada de Barr, Helen Rodin (Rosamund Pike), una investigación particular que le llevará a unas nuevas y sorprendentes conclusiones para descubrir la verdad, teniendo que hacer frente a un enemigo inesperado que guarda un oscuro secreto.

      Desde luego, el personaje que nos describe Lee Child -seudónimo del escritor Jim Grant- en sus mediocres novelas (una impresionante mole de músculos de 2 metros de estatura y aspecto nórdico) nada tiene que ver con la vulgar apariencia caucásica de un Ton Cruise de apenas 1´70 metros de estatura. Pero Cruise se las arregla para que, si no hemos leído las novelas, esos detalles no sean ni siquiera tenidos en cuenta, dotando al personaje de carisma, una temible autosuficiencia y un carácter irónico y desafiante. 

      Sugiero que el espectador preste atención al excelente prólogo de la función, una larga secuencia rodada con una elegante planificación en donde el francotirador dispara contra el grupo de viandantes y para la que el director prescinde de cualquier diálogo atendiendo sólo al sonido ambiental, al que pone un énfasis espeluznante la respiración del killer y el ruído seco de los disparos. Una escena con un montaje ágil que se sigue con mucho interés.  

       Situaciones como la comentada y la adrenalínica persecución nocturna de automóviles con los zumbidos roncos de los motores y el chirriar de los frenos nos recuerda a películas míticas como Bullit o a la también espléndida Driver de Walter Hill, elevando la propuesta a un nivel atractivo tanto para los espectadores que disfrutan con la acción como para los amantes de la intriga y las conspiraciones, pues aunque los momentos de acción, rodados con tremendo realismo, están muy disificados, el film nunca pierde el ritmo gracias al gran trabajo de Cruise, que imprime al personaje energía, estilo, rudeza, misterio, agudeza y humor, convirtiéndose en el alma de la función aun estando rodeado de unos magníficos secundarios. No nos engañemos, el film está pergeñado como vehículo para el lucimiento de su estrella protagonista, pero el cienciólogo aprovecha la oportunidad con estilo y osadía.  

      JACK REACHER cuenta con un guión esquemático y no está falta de clichés, McQuarrie en ningún momento busca trascender ni resultar original, su misión, como la de cualquier artesano, es presentar un producto aseado dentro del cine industrial o mainstream, y juega bien sus cartas dotando a la cinta de una envidiable edición de sonido, curiosos planos de detalles y de una pátina atmosférica cercana al thriller setentero (apreciable en las secuencias nocturnas, en la pelea con los dos tipos en la casa y durante el clímax final en la zona de obras de un descampado), cuya estética queda representada en el precioso y anacrónico automóvil que utiliza Reacher en la persecución (un Chrevolet Chevelle SS rojo de principios de los 70) y quedando refrendada narrativamente por el fondo de corrupción que esconde su trama. Pero si hay algo que sitúa esta película un punto por encima de la media coetánea es la brillante aportación de actores veteranos como Richard Jenkins, Robert Duvall y, sobre todo, Werner Herzog, el director alemán que de vez en cuando hace sus pinitos como actor, dando oxígeno a un enigmático villano envuelto siempre en una nebulosa, resultando lo más perturbador de un film que ofrece lo que promete.  

martes, 8 de enero de 2013

CRÍTICA DE "EL VUELO" (THE FLIGHT)


Tras el descenso al infierno, el camino a la redención
EL VUELO (FLIGHT)  ««««
DIRECTOR: ROBERT ZEMECKIS.
INTÉRPRETES: DENZEL WASHINGTON, KELLY REILLY, DON CHEADLE, BRUCE GREENWOOD, JOHN GOODMAN.                                    
GÉNERO: DRAMA / EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 138 MINUTOS.     
    
     Aunque Robert Zemeckis llevaba una década trabajando con la técnica de la “captura de movimiento”, labor que nos ha dejado algunos trabajos interesantes como Beowulf o Cuento de navidad, su retorno a las películas con imagen real era muy esperado por los aficionados que no olvidan que su pericia como narrador y creador de imágenes nos ha regalado títulos tan espléndidos como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Regreso al futuro, Forrest Gump o Náufrago. Un sólido guión de John Gatins –que se podía haber ahorrado algunos personajes claramente prescindibles- ha convencido al director nacido en Chicago para un regreso que brinda a Denzel Washington uno de los papeles de su vida.  

      Tras un aterrizaje de emergencia realizado con unas habilidosas y arriesgadas maniobras aéreas, el capitán Whip Whitaker (Denzel Washington) logra salvar la vida de centenares de personas aunque cuatro pasajeros y dos componentes de la tripulación mueren en el aterrizaje forzoso a campo abierto. Whip es agasajado como un héroe nacional por haber evitado una tragedia de grandes proporciones. Sin embargo, cuando se pone en marcha la investigación para determinar las causas de la avería que ha dado lugar al accidente, se descubre también que, probablemente, fue el piloto quien puso la vida de los pasajeros en peligro debido a su alcoholismo.

      En la primera secuencia de EL VUELO vemos al capitán Whip, al que da oxígeno un colosal Denzel Washington, despertarse en la cama tras una noche de alcohol, drogas y sexo con su azafata, Katerina Márquez (Nadine Velázquez) que se pasea desnuda por la habitación de un hotel mientras él mantiene una conversación telefónica con su esposa, de la que está separado y que le exige dinero para la nueva escuela de su hijo. Estos caractéres definen más la personalidad de un crápula que la de un sóbrio piloto de una línea aérea comercial, una cuestión que nos prepara para lo que va a suceder durante los próximos veinte minutos en los que ya en el avión y tras tomar varios lingotazos, una avería obligará al experimentado piloto a realizar una maniobra casi milagrosa que evite un accidente de proporciones dantescas.  

       El espectador asistirá a una escalofriante secuencia de tensión al límite con una visión hiperrealista desde dentro del avión y algunos planos exteriores del aparato. La espeluznante escena está rodada con tanta maestría que apenas son perceptibles los efectos digitales y demuestra el talento de Zemeckis para rodar con extraordinaria verosimilitud esos momentos de acción que te ponen los pelos como escarpias, y la resolución de la escena te invita a pensar que Dios puso las manos para evitar una verdadera catástrofe, porque lo seguro es que el piloto no estaba en condiciones para ponerse a los mandos de un aparato. Pero es a partir de entonces cuando comienza lo más interesante de la función que, en una azarosa progresión dramática, seguirá la evolución del protagonista que no quiere asumir sus problemas con el alcohol y en su lacerante soledad nos mostrará la estampa del héroe caído.    

      En ese descenso a los infiernos, Whip conocerá a una jóven drogadicta que intenta rehabilitarse, Nicole (Kelly Reilly) con la que mantendrá una relación en la que actuará como el dictado morál que hace más patente la vergüenza del piloto. Un personajes éste que apenas tiene incidencia en la trama y que el guionista sitúa al lado del protagonista para enfatizar su ruína moral y el doloroso proceso autodestructivo en que está inmerso. Otro tanto podemos pensar del camello al que da vida John Goodman, un estrafalario e innecesario personaje que suministra cocaína a Whip pero que no resulta nada divertido y chirría dentro del desarrollo fatalista de la trama. De todos modos, los personajes se sostienen gracias a las brillantes dotes interpretativas de actores como Don Cheadle, el avispado abogado elegido por la aerolínea para defender a Whip, y Bruce Greenwood, el mejor amigo del piloto dentro de la compañía. 

      EL VUELO es un magnífico film que tiene su más eficaz activo en el inmenso trabajo de Denzel Washington, un actor camaleónico -¡pleonasmo!- con prestancia, carisma, magnetismo y variados recursos interpretativos que estimulan la vía emocional hasta el llanto, dotando de peso y hondura a ese clímax final del interrogatorio que se eleva como la única oportunidad que concede al espectador para empatizar con él, y el espectador deseoso de mostrar su afecto definitivo, cae rendido ante una confesión purificadora que le conducirá por el camino de la redención y la esperanza. The End. ¡Aplausos!