domingo, 27 de octubre de 2013

CRÍTICA DE: "INSIDIOUS: CAPÍTULO 2"


Secuela resultona aunque innecesaria
INSIDIOUS: CAPÍTULO 2 êê
DIRECTOR: JAMES WAN.
INTÉRPRETES: PATRICK WILSON, ROSE BYRNE, BARBARA HERSHEY, LIN SHAYE, TI SIMPKINS, LEIGH WHANNELL.
GÉNERO: TERROR / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 105 MINUTOS.   

    A diferencia de otros seguidores de James Wan (que recientemente nos ha presentado la magistral Expediente Warren: The Conjuring), este cronista no creía necesaria una secuela de la exitosa Insidious (2011) y me decantaba por dejar algunos secretos e interrogantes al albur de la imaginación del espectador. En realidad, cada vez me gusta menos el cine excesivamente masticado y repleto de subrayados. Pero el director malayo criado en Australia sabe hacer cine, y cualquier cosa surgida de su efervescente imaginación debe ser visionada por el aficionado. Lo cierto es que la película recaudó 40 millones de dólares en su primer fin de semana de exhibición en Estados Unidos, un dato que nos puede dar una idea del enorme gancho que tiene este cineasta aun en tiempos muy malos para la lírica.


      El film comienza con un intrigante flash back que nos muestra cómo fue la niñez de Josh (Patrick Wilson) y su encuentro con la médium Elyse (Lyn Shaye). Trasladados al presente y enlazando con el final de la primera entrega, los Lambert han abandonado su residencia para vivir una temporada en la casa familiar de la madre de Josh, Lorraine (Barbara Hershey), un enorme caserón de estilo victoriano. En un primer momento, todo parece discurrir en armonía, aunque pronto de que aquello que les acosaba y torturaba en su vivienda también les ha seguido hasta aquí. Algunas señales así lo indican: aparatos que se conectan solos, un piano que hace sonar una melodía sin que nadie toque sus teclas, y el cada vez más extraño comportamiento de Josh. No sólo eso, a su madre y a su esposa Renai (Rose Byrne) se les aparece una novia fantasmagórica con muy malas pulgas. Suficiente para que la familia quede convencida de que hay que pedir ayuda.


        Con un guión firmado por Leigh Whannell y el propio Wan, INSIDIOUS: CAPÍTULO 2, en la línea obsesiva del director por los entes, poltergeist, fantasmagorías y casas encantadas, no aporta elementos novedosos e incide en la misma cosmovisión de la película original convirtiéndose en una prolongación de aquella tan fácil de ver como prescindible. Insisto, Insidious no pedía a gritos una secuela porque sus enigmas no reclamaban unas vueltas de tuerca que a la postre resultan irrelevantes. Aun así, nos regala una primera media hora rodada de forma elegante, en donde Wan demuestra su pericia en la dirección de actores, planificación y control del suspense, aunque muchos trucos y sustos resulten ya muy trillados.

         Lo peor es que queda una hora desconcertante y confusa a modo de tótum revolútum en donde vemos deshilacharse las costuras de lo que no es más que un pastiche multi y autoreferencial que desbarata la sutil sugestión de los primeros compases, asistiendo a una sucesión de sustos y golpes de de sonido que nos alertan sobre la presencia de los entes demoníacos, y aunque existe una cierta coherencia en el modo de enlazar las dos entregas, la cohesión  no impide que algunos momentos parezcan impostados y otros rocen la comicidad.
      
  La verdad es que no se ha puesto demasiado interés en los diálogos y los personajes se nos aparecen más planos que en el anterior film. Todos sabemos que a estas alturas es muy difícil ser mínimamente original en el cine de terror, y de lo que se trata realmente es de reelaborar fórmulas y estilos que en esta continuación va más por el camino de la acumulación y la reiteración que por el de la calidad  y la peculiaridad. Estaremos de acuerdo en que Wan consigue plasmar momentos verdaderamente perturbadores (el impactante hallazgo en la casa abandonada del anciano Parker), que sabe crear una ambientación tan bella como intrigante y que juega siempre con presupuestos muy ajustados (5 millones para una película que ha recaudado ya más de 120 en todo el mundo), razones poderosas por las que este crítico le pide más, sin que se acomode en el abuso de clichés en un terreno que tiene excesivamente trillado.


      En definitiva, INSIDIOUS: CAPÍTULO 2 es una película menor en la filmografía de este director que rodada con el piloto automático no se muestra demasiado pulcra con los pequeños y sugerentes detalles, un artefacto apenas resultón y poco consistente, que nos regala un clímax final tan previsible como los sustos que jalonan todo el metraje.

sábado, 19 de octubre de 2013

CRÍTICA DE: "PRISIONEROS" (Denis Villeneuve, 2013)


Los renglones torcidos de Dios
PRISIONEROS  ★★★★
DIRECTOR: DENIS VILLENEUVE.
INTÉRPRETES: JAKE GYLLENHAAL, HUGH JACKMAN, PAUL DANO, TERRENCE HOWARD, MARÍA BELLO, VIOLA DAVIS, MELISSA LEO.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 146 MINUTOS.   
  
   
    El director canadiense Denis Villeneuve (Gentilly, 1967) no es un desconocido en esto del cine, debutó en 1996 con Cosmos, película episódica sobre un grupo de personas que condimentan sus vidas con pinceladas filosóficas. Yo le descubrí con Maelström (2000), interesante drama sobre una mujer que atropella con su coche a un hombre y al fugarse entra en una etapa de caos y depresión. Recuerdo también su magnífico corto titulado Next Floor (2008), original y tremebunda fábula sobre la sociedad clasista. Fue con Polytechnique (2009) que supe advertir que me encontraba ante un cineasta muy bien dotado, un film que narraba cómo la vida de unos estudiantes da un vuelco cuando en 1989 un hombre entra en la Escuela Politécnica de Montreal con la idea de llevar a cabo una carnicería. La confirmación absoluta llegó con Incendies (2010), un thriller demoledor que debería haber ganado el Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa y que estaba basada en la obra teatral de Wajdi Mouawad.


      Prisioneros, que es para este cronista la mejor película de Villeneuve hasta la fecha, nos narra una de las peores pesadillas que pueden vivir unos padres: Keller Dover (Hugh Jackman) y su esposa Grace (María Bello) se disponen a celebrar en la casa de sus amigos y vecinos Franklin y Nancy Birch (Terrence Howard y Viola Davis) el Día de Acción de Gracias. Les espera una opípara cena acompañados de sus hijos. En un momento dado, las pequeñas hijas de Keller y Franklin piden permiso a sus padres para ir un momento a la casa familiar de los Dover con la intención de buscar un juguete, estos aceptan con la condición de que les acompañe el hijo mayor de Keller, Dylan (Ralph Dover). Pasado un tiempo, caen en la cuenta de que las niñas han desaparecido y Dylan no las acompañó.

  
 La búsqueda por el barrio no arroja ningún resultado, por lo que deciden poner el hecho en conocimiento de la policía y el caso le es asignado al joven detective Loki (Jake Gyllenhaal), un tipo solitario del que no sabemos nada y que centra sus pesquisas en la localización de una furgoneta que estaba aparcada en el barrio cuando las niñas desaparecieron. Cuando finalmente es encontrada la furgoneta, su conductor, un joven retrasado llamado Alex Jones (Paul Dano), intenta huir, pero es detenido e interrogado en la comisaría. Tras el interrogatorio y ante la falta total de pruebas, queda claro que no ha sido él y sale en libertad. Sin embargo, Keller, totalmente fuera de control, está convencido de que miente y que conoce el paradero de las niñas. Decide entonces encargarse del asunto personalmente, aunque sus métodos de interrogatorio serán menos ortodoxos que los de la policía.


        Prisioneros es un potentísimo thriller que te engancha desde los primeros planos por varias razones a cual más atractiva: un reparto sólido e infalible en el que cabe destacar a un Jake Gyllenhaal estelar en el papel de un sagaz detective (con tic incluido) que ha resuelto todos sus casos pero al que vemos comer solo un día tan  señalado como el Día de Acción de Gracias en un restaurante vacío de mala muerte. Un Hugh Jackman aprovechando todos los registros dramáticos que le brinda una situación tensa y desesperada, y un Paul Dano (me encanta este actor) dando oxígeno a un pobre diablo con las facultades mentales disminuidas y que es capaz de soportar la presión y la tortura como si de un sacrificio se tratara; los escenarios y la ambientación decididamente atmosférica y malsana dentro de una comunidad en la que, aparentemente, lo más peligroso que puede pasar es que un ciervo se te cruce en la carretera; el impecable guión de Aaron Guzikowski, que plantea con inteligencia los conflictos ético-morales y nos descubre el depredador que todos llevamos dentro; y, por último, el pulso certero de un realizador que se confirma como un gran director de actores.


        Prisioneros es thriller denso, complejo y envolvente que comienza con una inquietante escena de cacería en la que oímos a Keller rezar un padrenuestro mientras su hijo mayor tiene en el punto de mira a un hermoso ciervo. El mantra cristiano se nos antoja fundamental en la tenebrosa deriva de Keller de ángel a demonio, un pulso a un Dios que le guiará por sus más tortuosos renglones torcidos.


        En el film podemos encontrar influencias de otras grandes películas del género: El silencio de los corderos, Se7en, Mystic River, Zodiac, referencias que se citan más por su oscura atmósfera que por el sentido estricto de su estructura y narrativa. El director de fotografía, Roger Deackins, modula con talento la luz en los momentos más perturbadores y siniestros (la sórdida y fétida ambientación de ese sótano en donde se encuentra una de las claves del laberinto y que al detective le pasa inicialmente desapercibida). Unos laberintos que actúan como metáfora sobre las vías cismáticas (el profesionalismo y paciencia del detective y la ansiedad e inabarcable dolor del padre) que los dos protagonistas emprenden para resolver un caso que no es sino una representación más de las psicopatías que anidan en los tenebrosos senderos de este valle de lágrimas, caracteres antagónicos porque, pensará el padre, donde sólo hay rutina no hay sitio ya para la emoción.


      Dijiste que a tu lado no nos pasaría nada, que siempre nos protegerías”, le dice abatida y sollozando el personaje de María Bello a su marido interpretado por Hugh Jackman. Pero sí pasa, y todavía nos cuesta creer que el hombre es un lobo para el hombre, un brutal axioma sobre el que actúa como un opiáceo la venganza.



viernes, 18 de octubre de 2013

¡GRAN SORTEO DE UN COMBO-PACK DE R3SACÓN!

Si quieres ser el ganador de este fantástico Combo-Pack solo tienes que participar en el test de SUPERFAN que aparece en esta aplicación y postear tu resultado dejando un comentario debajo de la entrada. Anímate y consigue BLU-RAY + DVD + COPIA DIGITAL de R3SACÓN, una película con la que disfrutarás hasta partirte la caja con tu familia y amigos. ¡Anímate! Clickea sobre el fotograma de R3SACÓN, responde al test y deja tu comentario.



TRAILER DE LA PELÍCULA






SORTEO VÁLIDO SÓLO PARA ESPAÑA

martes, 15 de octubre de 2013

TARANTINO Y SU OBSESIÓN POR LOS PIES FEMENINOS



     La podofilia o fetichismo de los pies es una de las parafilias más extendidas entre los hombres. Aclaremos de entrada que algunos puristas prefieren emplear el término parcialismo, ya que aseguran que el fetichismo sólo hace referencia a obsesiones por objetos como el calzado y el cuero, es decir, objetos inanimados. Sin embargo, cuando la fijación erótica se proyecta sobre partes del cuerpo humano, es más exacto referirse a esta obsesión como parcialismo, pues la excitación se obtiene por la reducción de todo el cuerpo a una de sus partes.


      Un fetichista del pie puede obtener placer y excitarse sexualmente al ver, tocar, acariciar, chupar, lamer o besar los pies de otra persona. En otra variante también existen fetichistas que disfrutan castigando los pies de otra persona, en lo que no es sino otra práctica más del BDSM alejada del fetichismo convencional de los pies.
    
       Es conocido por el aficionado que Quentin Tarantino adora los pies de las mujeres a los que rinde húmedos homenajes, una fijación que le lleva a buscar el momento propicio para que las heroínas de sus películas enseñen los pies. Una obsesión de la que incluso ha hecho gala protagonizando escenas tan curiosas como inolvidables, como aquella de su rechupeteo de pies a la actriz mexicana Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer, film que tiene como base un guión suyo pero que estaba dirigido por su colega Tex-Mex Robert Rodríguez. Son muchas las actrices que han prestado sus extremidades para el disfrute visual y erógeno de Tarantino: Juliette Lewis, Uma Thurman, Angela Jones, Jennifer Beals, Bridget Fonda, Lucy Liu, Sidney Tamiia Poitier, Rosario Dawson, Zoe Bell, Melanie Laurent.


     El caso es que Tarantino siempre que ha podido (en Reservoir Dogs no pudo porque no aparecía ninguna mujer) ha colado múltiples planos de pies femeninos en todas sus películas: Pulp Fiction, Jackie Brown, Kill Bill, Death Proof, Malditos bastardos. No sólo eso, en Pulp Fiction Samuel L. Jackson y John Travolta mantienen un diálogo sobre un tipo al que su mafioso jefe había asesinado tras practicarle un masaje en los pies a su chica, Uma Thurman.


           Atención a la siguiente historia: Beejoli Shah, con intención de subir otro peldaño en su carrera,  mantuvo una conversación con Tarantino en una de tantas fiestas que se celebran en la meca hollywoodiense, una conversación que, por supuesto, acabó en la casa del cineasta. Shah, graduada en políticas de 23 años, comentó después que su noche terminó con Tarantino (50 años) lamiendo sus pies mientras se masturbaba. Lo cierto es que la desconocida joven colgó fotos para corroborar su historia (fotos de que estuvieron juntos, no de lo que hicieron). Y es que la obsesión de este tipo, tan simpático como inquietante, no tiene límites.




sábado, 12 de octubre de 2013

CRÍTICA DE: "EL MAYORDOMO"


Un film academicista y encorsetado
EL MAYORDOMO êê
DIRECTOR: LEE DANIELS.
INTÉRPRETES: FOREST WHITAKER, OPRAH WINFREY, JOHN CISACK, JANE FONDA, CUBA GOODING J.R., TERRENCE HOWARD.
GÉNERO: DRAMA / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 132 MINUTOS.   

    No hace mucho le comentaba a un amigo en un foro que tenía ganas de ver una película redonda del realizador afroamericano Lee Daniels, porque hasta ahora ninguno de sus films ha logrado conmoverme como para dejar una huella indeleble en mi memoria, y eso que es un director que vengo siguiendo desde aquel irregular thriller titulado Shadowboxer (2005), en el que la explicitud sexual era lo más atractivo. Su obra más conocida hasta la fecha es Precious (2009), que con 6 nominaciones a los Oscars se alzó con los de Mejor Guión Adaptado y Mejor Actriz de Reparto, y que es una resultona historia de maltratos y superación personal que en raros momentos consiguió emocionarme. En este año hemos asistido al estreno de la infumable El chico del periódico (2012), mediocre thriller de tintes dramáticos  protagonizado por el inefable Zac Efron en donde lo único reseñable es la interpretación de Nicole Kidman y su maravillosa piel de nata.


      EL MAYORDOMO nos narra la historia de Cecil Gaines (Forest Whitaker), un joven que huye de la segregación racial que se respira en los estados sureños de Norteamérica en la búsqueda de una vida mejor. En su proceloso viaje a la madurez, Cecil adquiere habilidades inestimables que le ofrecen una oportunidad única en la vida: un trabajo de mayordomo en la Casa Blanca. Allí, Cecil se convertirá en testigo directo de la historia y del funcionamiento interno del despacho oval, mientras se gesta el movimiento por los derechos civiles, los asesinatos de John Fitgerald Kennedy y Martin Luther King, los movimientos del Freedom Riders y los Panteras Negras, la guerra de Vietnam y el escándalo del Watergate. Pero, al mismo tiempo, la dedicación de Cecil comienza a distanciarlo de su mujer, Gloria (Oprah Winfrey) y crea un conflicto con su hijo Louis (David Oyelowo).


        Basada en un artículo de Wil Haygood que fue publicado en el Washinton Post (algo muy de moda ahora en Hollywood) y contando con el mayor presupuesto que Daniels ha manejado hasta ahora, EL MAYORDOMO nos depara pocas sorpresas, pues como suponía el film apunta a una empresa demasiado ambiciosa, intensa y lacerante en donde algunos recursos tramposos quedan al descubierto. La historia del mayordomo de la Casa Blanca que estuvo al servicio de siete presidentes estadounidenses a lo largo de tres décadas, le sirve al director como vehículo para realizar un apasionado viaje en el tiempo y levantar acta sobre los avatares de la comunidad negra en su lucha por los derechos civiles. El problema es que su pulso academicista, el frío y encorsetado libreto de Danny Strong y la amplitud de la mirada hacen que el film navegue sin asumir riesgos, de manera rutinaria, pueril y convencional.




        EL MAYORDOMO es un film de visionado fácil, agradable si se quiere, su naturaleza intimista y sensiblera no debería confundir al espectador sobre el sentido trascendental de los acontecimientos en su vertiente didáctica, pero es Lee Daniels quien se empeña en deslizarse con torpeza y un rancio estilo por el terreno de los tópicos y los formulismo buscando sólo la implicación emocional.

        Apoyándose en multitud de imágenes de archivo (lo mejor de la función) que le sirven al espectador para evocar y convocar el alma desnuda del relato, el director de Precious nos presenta un film aseado, elegante en su puesta en escena aunque poco inspirado en su apuesta por dejar la crudeza de algunas de sus acciones fuera de plano, utilizando el recurso de la elipsis como medida higiénica o de precaución, algo que penaliza el sentido dramático de la propuesta pero que tiene un único objetivo: apuntar al corazón de los Oscars, y que conociendo como se cuecen estos le otorga bastantes posibilidades. Su compromiso se queda corto en su proyección universal y en exceso empalagoso su discurso y carácter de documento histórico, algo así como un Forrest Gump en pro de la causa de la comunidad afroamericana pero sin la osadía del magnífico film de Zemeckis. El perfil muy difuminado de cada presidente y la simplona línea de diálogos no ayuda al loable esfuerzo de sus intérpretes, con un Forest Whitaker algo robótico y una Oprah Winfrey cuyo magnetismo está fuera de toda duda.


      Lo peor es que, aunque cuidada con mimosos detalles, la función carece de sutilidad y le sobran automatismos, se podía haber indagado más en la relación paternofilial y el  dilema moral que representa el servil mayordomo y su hijo activista. No se preocupen, ahí aparece Obama para elevar el clímax final en una victoria tan emotiva como decisiva.

martes, 8 de octubre de 2013

EL CINE QUE HAY QUE RECUPERAR: "LONE STAR"


LONE STAR
Drama Fronterizo - USA, 1996 - 138 Minutos.
DIRECTOR: JOHN SAYLES.
INTÉRPRETES: CHRIS COOPER, ELIZABETH PEÑA, JOE MORTON, KRIS KRISTOFFERSON, MATTHEW McCONAUGHEY, FRANCES MACDORMAND.


    John Sayles, cineasta independiente norteamericano, debutó sin que muchos de nosotros nos enterásemos en el año 1980 con una pieza titulada Return of the secaucus seven, algo no muy extraño, ya que las primeras películas de este director apenas se han distribuido en nuestro país, donde conocíamos más su labor como guionista en films como Piraña o La dama de Rojo. En los primeros noventa un par de películas suyas encontraron  -aunque con retraso- un hueco en nuestras carteleras, es el caso de Passion fish (1992) y El secreto de las islas de las focas (1994), otras se han estrenado directamente en el mercado del vídeo. Para muchos críticos -no para mí- Hombres armados (1997) una película que nos habla sobre la situación socio-política de Latinoamérica, está considerada su obra maestra. Sunshine State (2002) es un film protagonizado por Edie Falco que todavía no he tenido la oportunidad de ver.
    
      Sam Deeds (Chris Cooper) es el sheriff de Frontera, ciudad texana situada cerca de Río Grande en la frontera con México. Su padre, Buddy ( Matthew McConauguey) ocupó su mismo puesto durante más de quince años y al que los lugareños que le conocieron tienen idealizado como una figura legendaria, pues fue capaz de parar los pies al sheriff Charles Wade (Kris Kristofferson) al que echó de la ciudad, un hombre prepotente, violento y racista que desapareció de forma enigmática una noche del año 1957 llevándose dinero del erario público. 

     En un terreno cercano a la localidad aparece un día un esqueleto humano, junto a él una vieja chapa de sheriff, según el forense los restos pertenecen a Charles Wade. Sam está decidido a llevar a cabo una investigación sobre el asunto, pero en la ciudad a nadie le interesa remover el pasado y le aconsejan que se olvide de la historia. No obstante, él quiere conocer la verdad, saber qué pasó aquella lejana noche de la desaparición de Wade, averiguar qué sucesos y qué verdades se ocultan tras la mítica figura de su padre, pues es el menos convencido de su honestidad.
    
    Tengo que reconocer mi debilidad por los relatos fronterizos, en donde el trasiego de la vida parece funcionar dentro de un entramado que esconde historias apasionantes y secretos demasiado peligrosos o dolorosos para salir a la luz. Lone Star es un bello discurso sobre la necesidad del hombre por descubrir la verdad en la búsqueda de sus raíces, en medio de la aridez de un paisaje donde el calor y la luz dan a sus gentes un toque especial y la fuerza de los mitos hechos leyenda se perpetúan formando parte de su cultura, un relato que nos habla sobre la tolerancia, el mestizaje, la descendencia, el amor y la amistad. 

      A través de repetidos flash-backs vamos conociendo lo que realmente ocurrió una misteriosa noche ya lejana, incidentes que Sam intenta desentrañar  para definir su propia historia, para construir su vida sin el vacío que provoca la evocación de unos recuerdos ocultos que llevan demasiado tiempo enterrados. John Sayles emplea para este melodrama sureño -elevando a obra mayor lo que en otras manos hubiera resultado un aburrido folletín- elementos costumbristas con un cercano aire de vecindad, y así nos cuenta una historia que bucea por los orígenes y la memoria colectiva, tratando de captar, a través de diversos testimonios y opiniones, la desazón de vivir sin sombras del pasado ¿hasta qué punto nuestra experiencia nos viene ya marcada? ¿de qué manera somos responsables de la vida que nos ha tocado vivir? Son algunos de los interrogantes que plantea este denso film tan genuinamente americano, con un estupendo guión del propio Sayles que fue nominado al Oscar.


sábado, 5 de octubre de 2013

CRÍTICA DE: "GRAVITY"


Una descomunal obra maestra que te dejará ojiplático
GRAVITY êêêêê
DIRECTOR: ALFONSO CUARÓN.
INTÉRPRETES: GEORGE CLOONEY, SANDRA BULLOCK.
GÉNERO: CIENCIA-FICCIÓN / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 112 MINUTOS.   

    El mexicano Alfonso Cuarón es un realizador interesantísimo al que cualquier cinéfilo puede poner como ejemplo de versatilidad temática, mutabilidad que le ha hecho gravitar sobre el cine infantil, La Princesita (1995), el romance, Grandes Esperanzas (1998), pasando por la comedia dramática, Y tu mamá también (2001), e incluso por el más puro cine fantástico, firmando la mejor entrega de Harry Potter, aquella titulada Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (2004), para posteriormente dar forma la que era su mejor película hasta la fecha, Hijo de los hombres (2006), cine futurista y apocalíptico que basado en una novela de P. D. James se encuentra entre lo mejor del género que este cronista ha visto en las últimas décadas. Ahora nos presenta una magistral odisea espacial que parte de una idea original de su hijo Jonás Cuarón, y que con un libreto escrito por padre e hijo, se ha cambiado la ambientación y el contexto de la historia original, situando la acción en la termosfera, la cuarta capa de la atmósfera de la Tierra, a 600 kilómetros de nuestro planeta.


      GRAVITY nos presenta a la Dr. Ryan Stone (Sandra Bullock), una brillante ingeniera especializada en medicina que se embarca en su primera misión en un transbordador con el veterano astronauta Matt Kowalsky (Geroge Clooney), al mando de su último vuelo antes de retirarse. Pero en su paseo espacial, una operación aparentemente de rutina, se desencadena el desastre: el transbordador queda destruido por la basura espacial dejando a Stone y Kowalsky completamente solos, unidos el uno al otro y dando vueltas en la oscuridad. El terrible silencio les indica que han perdido cualquier vínculo con la Tierra… y cualquier posibilidad de rescate. A medida que se apodera de ellos el pánico, cada bocanada de aire va consumiendo el poco oxígeno que les queda. Pero el único camino que puede encontrarse es adentrándose más y más en la aterradora inmensidad del espacio.     


        Este cronista no sabe si han sido ciertos problemas personales (en parte sí, o al menos eso es lo que me asegura alguien en quien tengo confianza) la causa de que el magnífico cineasta mexicano haya estado siete años alejado de la pantalla grande. Me  gustaría pensar que gran parte de ese tiempo lo ha dedicado a elaborar de forma pausada y metódica la que sin duda es la mejor odisea espacial de la historia. Han leído bien, mejor que 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) a la que hace algunos guiños, y Solaris (Andrei Tarkovsky, 1972). GRAVITY está a otro nivel, su visionado en 3D logra un grado y una calidad de inmersión que hace que el espectador se sienta tan perdido en el espacio como sus protagonistas, una sensación de misterio, desolación y plenitud que te convierte en un personaje más de la acción. Rodada con larguísimos planos secuencia (el film arranca con un plano secuencial que dura 16 minutos sin ningún corte) que aumenta hasta el delirio la sensación de ingravidez, dejándole a uno al albur de un espacio infinito no apto para agorafóbicos con problemas de tensión arterial o emocional.


        GRAVITY es una experiencia sensitiva arrebatadora e innovadora, una maravilla visual narrada con gran pericia técnica y un control exquisito de las emociones, excitación y estremecimiento ante la trágica certeza de que ese ciego, abisal vagabundeo al que está expuesta nuestra principal heroína sólo puede tener un destino fatal. Jamás la soledad fue tan sinuosa en la desventura, tan tétricamente bella en su marcada y lacerante profundidad, en su electrizante y desnuda crueldad.


        Insisto, es en películas así en donde el formato estereoscópico alcanza su más diáfano sentido, su objetivo de enaltecer un arte convertido en un espectáculo arrollador, en una aventura espacial conmovedora capaz de fusionar la lírica y el horror. La otra gran noticia es que Sandra Bullock impresiona, en su esfuerzo, preparación y dando rienda suelta a un abanico de registros (desde la indefensión al coraje, de la inteligencia a la confusión), es casi imposible que otra actriz pudiera aportar más dosis de verosimilitud a un personaje, tal vez Vera Farmiga. George Clooney no ocupa mucho tiempo en pantalla, el suficiente para dejar un rastro indeleble de su imponente carisma. Talento, encanto y sentido del humor en una presencia insustituible que ilumina a su compañera como lo haría un faro en una espesa noche de niebla. La película supone también la superación a un nivel sublime del director de fotografía Emmanuel Lubezki, que realiza un trabajo impecable humanizando el blindaje frío y aséptico de la tecnología, virtuosismo al que pone énfasis el apenas conocido Steven Price, ajustando una banda sonora que sincroniza cada movimiento y coreografía y creando una ambientación climática absolutamente envolvente.


      Alfonso Cuarón ha creado una obra para la posteridad de una concisión prodigiosa, una referencia insustituible que ha visto la luz por una asombrosa conjunción de talentos en su momento más alto de inspiración y lucidez. Cuando caen los títulos de crédito, las lágrimas resbalan por mis mejillas, trato de salir del trance y doy gracias a la providencia por haber podido vivir lo suficiente para disfrutar del visionado de esta descomunal obra maestra.