Se
cumplen 50 años del estreno de este clásico film de culto imitado hasta la
náusea que nos narra la terrorífica pesadilla en que se ven envueltos un grupo
de chicos que viajan en una típica y sesentera furgoneta Volkswagen para
visitar la tumba profanada del abuelo de uno de ellos, situada cerca de un
matadero, y que desconocen el trágico destino que les espera. Una calurosa
tarde de verano estos jóvenes idealistas pseudo hippies, amantes de la
astrología y el amor libre van a descubrir el horror, van a traspasar la línea
que separa sus vidas de la de Leatherface(Cara de
Cuero) y su siniestra familia de carniceros palurdos.
Con un guión firmado por el propio Hooper y Kim Henkel, esta obra
cumbre de las splatter-movies titulada La matanza de Texas, una
auténtica tabla de carnicero, se realizó con escasísimos medios y un director
amateur, un producto con vocación subversiva y rodado con un tono
semi-documental tremendamente efectivo, que recrea hasta la exasperación un
clima asfixiante y malsano, para lo que su joven realizador se apoya en una
fotografía granulosa derivada de un rodaje en 35 mm.
La matanza de
Texas supuso un antes y después en el género marcando para
siempre a su director: elogio de la maldad, tensión in crescendo, pérdida
traumática de la inocencia, atmósfera claustrofóbica, violencia hiperrealista y
descarnada, tratado de comportamientos demenciales: Leatherface cuelga de un
gancho para reses a Pam. El abuelo, el mazo… y Sally. Leatherface persiguiendo
a Sally con la sierra mecánica. Los ojos desorbitados de Sally, jadeos,
escalofríos, falta de respiración. Taquicardia. Pánico.
Nota: el dibujo que
ilustra la cabecera del artículo es una creación del autor del mismo.
INTÉRPRETES:
Ana Wagener, Omar Banana, Alba Flores, Jesús Carroza, Carmen Orellana, La Dani.
España
/ 2023 / 107 minutos
El director malagueño Alejandro Marín firma su mejor película situando la acción en la ciudad
de Sevilla en 1977, cuando Franco llevaba ya dos años muerto y la
homosexualidad en España todavía era un delito. Esto era sí porque aún estaba
vigente La Ley de Peligrosidad Social, una de las más aberrantes de la
dictadura que sustituyó a la igualmente repugnante Ley de Vagos y Maleantes. En
ese contexto, Reme (Ana Wagener), una madre tradicional movida por el
amor a su hijo, Miguel (Omar Banana), un adolescente gay que, aunque su
madre quiere que sea abogado, él aspira a ser artista y concursar en el
programa televisivo Gente Joven. Cuando Miguel es detenido por la policía, Reme
se involucra en el movimiento LGTBI andaluz, gestado paradójicamente en el seno
de la iglesia con la ayuda y complicidad de un sacerdote, el Padre Manolo (Jesús Carroza).
El director de la serie Maricón perdido toma como título la popular canción de Las Grecas “Te
estoy amando locamente”, y a pesar de un cierto desorden narrativo, rinde
un sentido homenaje a aquella generación de la Transición y deja clara su
denuncia contra la política autoritaria de la época y unas fuerzas del orden
que perseguían a homosexuales, transexuales, mendigos, hippies y a cualquier
persona que ellos consideraran moral o socialmente peligrosa. En cualquier
caso, salvo en la escena de la detención de Miguel y la visita al cuartel de su
madre acompañada de su pandilla de amigos, esas fuerzas represoras del Estado
solo tienen un protagonismo fuera de campo, porque lo que más le interesa al
director subrayar, siempre en un tono nostálgico, es la implicación de un grupo
de personas en la lucha por los derechos y oportunidades de la comunidad LGTBI
y la abolición de la execrable ley citada, batalla en la que se involucran toda
la banda de Miguel e incluso su madre, que ya había sufrido el suicidio de su
marido, un militante comunista.
Y lo hacen con un carácter festivo
empujados por la ilusión y los aires de cambio de aquel tiempo, seguros de su
victoria porque les asiste el derecho y la razón. Te
estoy amando locamente es de una
autenticidad demoledora en cuanto a la labor de maquillaje, vestuario y
dirección artística, salpimentada por una magnífica partitura de Nico Casal y
canciones de la época como “Yo no soy esa” de Mari Trini o “El
Garrotín” interpretada por Smash entre otras. Así, en junio de 1978
asistimos a la considerada primera manifestación del Orgullo Gay de España en
Sevilla, que conmemoraba la primera marcha celebrada en Barcelona un año antes,
y yo, que estaba allí, recuerdo bien esa génesis.
Sabemos que lo que en el fondo late es un
drama, pero Te
estoy amando locamente es tan
dolorosa como jovial, pues en su trama se mezclan las lágrimas con las
carcajadas, también la reflexión, la angustia, la solidaridad y la empatía,
ayudando a comprender lo que pasó en aquellos tiempos, pues la libertad sólo se
puede apreciar por las cosas que con ella se consiguen. Tras ser detenido
Miguel, su pandilla de amigos homosexuales y transexuales liderados por la
guerrillera Lole (Alba Flores), con Manolo el cura, su madre, que ya
ha evolucionado, y una abogada, harán posible su liberación. Cuando ésta se produce y Miguel concursa
finalmente en Gente Joven con el tema “Yo sólo quiero amor” (de Rigoberta
Bandini), todo cobra una energía luminosa, contagiosa, vitalista, esperanzadora…
y reivindicativa, porque no olvidemos que, como leemos en el rótulo final, “las
cosas están cambiando, pero no han cambiado todavía.” Entre otras razones,
porque ni ahora ni nunca hemos gozado de una democracia real, y sería de
estúpidos pensar que para ser demócratas basta con introducir un voto en una
urna.
INTÉRPRETES: Andrew Scott,
Paul Mescal, Jamie Bell, Claire Foy.
GÉNERO: Drama romántico / DURACIÓN: 105 minutos /
PAÍS: Reino Unido / AÑO: 2023
El director británico Andrew Haigh, el
cineasta actual más interesante de temática queer, firmante de la
también magnífica Weekend (2011), un drama romántico gay que nos
muestra el amor espontáneo como una explosión de emociones reales entre dos
desconocidos, nos presenta ahora Desconocidos (All Of Us
Strangers), con la guarda una cierta conexión. La película nos muestra
a Adam (Andrew Scott), un guionista de cine y televisión que vive en un
edificio casi vacío de Londres y que un día tiene un encuentro con su único y
misterioso vecino, Harry (Paul Mescal), lo que trastocará el ritmo de su
vida cotidiana. A medida que va surgiendo una relación entre ellos, a Adam le
preocupan los recuerdos del pasado y regresa una y otra vez a su ciudad natal y
el hogar de su infancia, donde sus padres parecen estar vivos, tal y como lo
estaban antes de morir en accidente de tráfico 30 años antes.
Con un guión firmado también por Haigh que
adapta la novela “Strangers” de Taichi Yamada, la historia nos recuerda
que algunos traumas nos persiguen toda la vida, sobre todo si se han producido
durante la infancia. Desconocidos, que discurre alternando la
realidad con la fantasía, es una película que apunta directamente al corazón
con una sensibilidad conmovedora, logrando momentos de intensa emoción y un
lacerante dolor, por la orfandad del protagonista, la amargura de los
recuerdos, la soledad y la dificultad de restañar las heridas en un lastimoso
proceso de expiación de culpas a través de la pureza del amor.
Los recuerdos son el oasis y el veneno, la
tristeza y la sonrisa, la oscuridad y la belleza. Adam guarda como un tesoro un
puñado de fotografías de sus padres. Se sumerge en la memoria y muestra sus
sentimientos más profundos tratando de comprender por qué no tuvo el apoyo de
sus progenitores cuando siendo un crío más lo necesitaba, cuando sufría
bullying en el colegio por su orientación sexual y se encerraba en su
habitación para desahogarse con un llanto desbordante. Así, Adam emprende un
itinerario emocional en busca de respuestas y redención, alentado por la
soledad y el dolor, hacia el que fue su hogar en la infancia para encontrarse
allí con sus padres tal y como eran antes del fatal accidente que acabó con sus
vidas. En sus conversaciones con ellos (que realmente nunca se produjeron y que
nos remiten a la en música y escenarios a la década de los 80), asistimos a confesiones sinceras,
sentimientos de vergüenza y arrepentimiento, aceptación de culpas, situaciones
de ternura y piedad que pueden servir de bálsamo para un duelo que no tiene
fin.
Adam, un cuarentón que ha vivido con la
ausencia de sus padres desde los 11 años amarrado a los recuerdos, ha conocido
a Harry, otro solitario carismático y desaliñado que es el único vecino de su
bloque de apartamentos, entre ellos hay química, magia, y con él tiene
encuentros sexuales, pero también un amigo en el que confiar y abrazar para
calmar su aflicción, aunque también parece dueño de una tristeza intrínseca, de
una soledad insondable. Las oníricas visitas de Adam a la ciudad y hogar de su
infancia están llenas de detalles hirientes debido a la homofobia que reinaba
en la época y cuando creció y pudo ser más libre se encontró con el espectro
castrante del SIDA profundizando más en su angustia vital.
En Desconocidos los sueños,
el agitado oleaje de la memoria y la realidad se fusionan y desdibujan con las
lágrimas de un hombre tierno, vulnerable y herido, que respira y transpira,
solloza y sonríe a través del dolor. Nada quedó resuelto entonces y todo sigue
igual ahora, pues de nada sirve salir del armario y desnudar el alma ante unos fantasmas…
o tal vez sí, y la conciencia pueda por fin transitar por parajes apacibles.
Contando con bellas transiciones y una energía casi celestial, estamos ante un excelente
drama íntimo de aristas punzantes, nostalgia corrosiva y un romanticismo sobrecogedor.