martes, 4 de septiembre de 2018

CRÍTICA: "YUCATÁN" (Daniel Monzón, 2018)


Ni pizca de gracia
YUCATÁNê
DIRECTOR: DANIEL MOONZÓN.
INTÉRPRETES: LUIS TOSAR, RODRIGO DE LA SERNA, STEPHANIE CAYO, JOAN PERA, TONI ACOSTA, ADRIÁN NÚÑEZ.
GÉNERO: COMEDIA / ESPAÑA / 2018 / DURACIÓN: 130 MINUTOS.

    El cine de Daniel Monzón, que anteriormente se dedicaba a la crítica cinematográfica, me empezó a interesar a raíz de la excelente Celda 211 (2009) merecidísimo Goya a la Mejor Película aquel año y tal vez el mejor thriller carcelario de nuestro cine. Y es que a mí ni su ópera prima El corazón del guerrero (2000), ni El robo más grande jamás contado (2002), ni La caja Kovak (2006) me aportaron suficientes elementos como para perdurar en mi memoria. Su penúltima película El niño (2014) sí me resultó un film entretenido con el tema del narcotráfico en la raya de Gibraltar como tema central.


    Con Yucatán Monzón idea una comedia coral con un guión firmado por el propio director y el prestigioso Jorge Guerricaechevarría. Su trama sigue a Lucas (Luis Tosar) y Clayderman (Rodrigo de la Serna) dos estafadores y profesionales del engaño que viven de engañar a turistas ingenuos en cruceros de lujo. Hace años trabajaban juntos, pero la rivalidad por Verónica (Stephanie Cayo) la bellísima bailarina del barco, les hico perder la cabeza y dio al traste con su sociedad. Ahora trabajan por separado, Lucas en el Mediterráeo y Clayderman en el Atlántico. Ese fue el acuerdo, pero un inesperado botín impulsa a Lucas a irrumpir en el barco de su exsocio, lo que convierte la exótica travesía de Barcelona a Cancún, pasando por Casablanca, Tenerife, Brasil y la selva de Yucatán en un encarnizado duelo de tramposos sin ninguna regla, pero muchos golpes bajos.


     Uno no entiende bien este empeño por la comedia de Daniel Monzón. Sí, está en todo su derecho de hacer lo que le plazca, pero es que, demostrado está, sólo acierta con el thriller, género en donde demuestra una gran pericia. Nada funciona en Yucatán si exceptuamos los fugaces paseos por paisajes exóticos y la bella bailarina de la función. Partiendo de un libreto fallido, los momentos de pretendido humor resultan rancios y provocan un cierto rubor, por no hablar de los desnortados personajes, tan estereotipados como cansinos con sus tonterías y memeces… o de las subtramas, que se imponen como simple relleno y que carecen del más mínimo interés. Errática fusión de comedia, drama, musical, romance y película de timadores, la plomiza trama no tiene chispa en ninguno de estos ingredientes, mucho menos si un tiempo excesivo se va en números musicales que bien se los podían haber ahorrado y así acortar el larguísimo metraje de un relato que se bifurca por el terreno de la comedia romanticona con mensaje.


     No creo que los responsables de esta inanidad pensaran que con estos mimbres aportarían alguna novedad a un género ya de por sí muy castigado. No, por supuesto, con gags como el de las pedorretas o esa bochornosa escena de la estafa en Casablanca. Sólo la belleza de la cantante y actriz peruana Stephanie Cayo (¡qué cuerpo!) merece ser resaltada, y sólo cuando ella aparece en la pantalla capta la acción mi interés, por razones de puro embeleso, puesto que las situaciones pensadas para hacernos sonreír son sólo un banal despropósito. Poca cosa más se puede extraer de un libreto flojísimo que alcanza la cumbre del disparate cuando en el giro final se intenta dar coherencia con un mensaje escrito a todo lo sucedido, a tantos bandazos y giros estériles. Todo el reparto está muy desaprovechado y sólo Joan Pera aporta empatía a la platea, aburrida de estas olvidables vacaciones en el mar.