domingo, 24 de noviembre de 2013

CRÍTICA DE LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS

Unos juegos aburridos
LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS êê
DIRECTOR: FRANCIS LAWRENCE.
INTÉRPRETES: JENNIFER LAWRENCE, JOSH HUTCHERSON, LIAM HENSWORTH, PHILIP SEYMOUR HOFFMAN, WOODY HARRELSON, STANLEY TUCCI, DONALD SUTHERLAND.
GÉNERO: CIENCIA-FICCIÓN / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 146 MINUTOS.   

      A nivel comercial la saga Crepúsculo representó un filón que parecía inagotable para Summit Entertainment y un enorme respiro para las taquillas en unos tiempos en donde la hemorragia de espectadores sitúa a las salas de exhibición y a la industria del cine al filo de la navaja. Cuando por fin la franquicia puso el punto y final, todos los estudios intentaron imitar la misma fórmula comprando los derechos de nuevas sagas literarias juveniles para su adaptación cinematográfica en la búsqueda de la gallina de los huevos de oro. Así, hemos asistido al estreno de multitud de artefactos que pretendían apostar por el mismo caballo ganador: las dos entregas de Percy Jackson, The Host (La Huésped), Cazadores de Sombras: Ciudad de Huesos… Pero ni éstas ni otras lograron captar el interés del público al que estaban dirigidas. Sí lo logró Los Juegos del Hambre (Gary Ross, 2012), primera de la serie de novelas de Suzanne Collins que llegó a recaudar casi 700 millones de dólares en todo el mundo partiendo de un presupuesto de apenas 80. Utilizando la misma maniobra que la citada Crepúsculo, la última entrega, Los Juegos del Hambre: Sinsajo, estará dividida en dos partes que verán su estreno en 2014 y 2015 respectivamente.


      Esta segunda entrega titulada LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS comienza donde lo dejó la primera: Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) vuelve sana y salva a su casa tras ganar los 74º Juegos del Hambre anuales, junto a su compañero Peeta Mellark (Josh Hutcherson). No obstante, ganar significa tener que hacer el Tour de la Victoria por todos los distritos dejando atrás familia y amigos. A lo largo de su camino, Katniss se da cuenta de que se está gestando una rebelión en la que está implicado su amigo Gale Hawthorne (Liam Hensworth), pero en el Capitolio todo sigue bajo control, y el presidente Snow (Donald Sutherland), organiza una nueva edición de Los Juegos del Hambre llamada “El Vasallaje”, que ocurre cada 25 años y que cambiará Panem para siempre. Determinado a exterminar el rayo de esperanza que suponen Katniss y Peeta, el político quiere enfrentarlos a ganadores de anteriores ediciones de los Juegos con la intención de que no sobrevivan.


        Había oído comentarios que aseguraban que esta segunda película era mucho mejor que la primera en todas los aspectos (técnicos, artísticos y narrativos), sinceramente, no me lo ha parecido. Francis Lawrence ha intentado dotar de una mayor profundidad a una fábula de premisa distópica para subrayar su carácter de denuncia política, así como los dilemas morales que sitúan en una encrucijada a sus protagonistas, sobre los que Gary Ross realizó un apañado esbozo en la anterior película. El problema es que la función resulta en exceso discursiva y le falta acción, pues hasta pasada la hora y media de metraje no hay nada en ese aspecto que resulte reseñable y, cuando lo hay, no es como para tirar cohetes.


        Como citaba en mi crítica de la primera película, la premisa argumental no es nada original, surgida bajo la influencia de aquella película de culto titulada Battle Royale (Kinji Fukasuku, 2000), de clásicos de la literatura de anticipación como 1984, de George Orwell, o el más reciente The Running Man, novela de Stephen King llevada al cine con el título de Perseguido (Paul Michael Glazer, 1987) y que estaba protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Con fidelidad al texto de Suzanne Collins, LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS denota un celo exquisito por la puesta en escena y en que cada personaje, con más o menos protagonismo, contenga unas constantes sólidas que le definan, pero aunque encontramos momentos muy conseguidos (el ataque de la niebla venenosa y de los monos), los dos primeros tramos de metraje se nos muestran muy plúmbeos, lentos y sin fuerza dramática.


        Supongo que a los fans de la obra de Collins, la adaptación cinematográfica les hará visualizar los inquietantes escenarios a modo de aventura épica del Imperio Romano, una sociedad cruel gobernada con mano de hierro en aras del sometimiento brutal y perpetuo de los pueblos (gran eufemismo que las terroríficas fuerzas del orden se llamen “Agentes de la Paz”). Pan y circo, el gran espectáculo televisado en donde los contendientes a modo de gladiadores se les invita morir con honor en la arena de los letales Juegos del Hambre. Al vencedor, claro, se le dotará de provisiones y confort. Pero eso es sólo un espejismo, sobre todo si alguno de ellos representa una esperanza para el pueblo oprimido. Es ahí donde entra esa líder mesiánica llamada Katniss Everdeen, una Jennifer Lawrence como lo mejor de la función, la gran heroína capaz de sacrificar su vida por la libertad. Nada me interesa, por otra parte, el triángulo amoroso de los tres destacados protagonistas, que me hace recordar aquel tan fastidioso de la infumable Crepúsculo.



       No hace falta insistir sobre la crítica implícita a esa sociedad clasista donde los privilegiados viven en el Capitolio y el pueblo llano en la miseria, es por eso que se está gestando una revolución que tiene como misión acabar con la injusticias y abusos del poder. Normal, un pueblo con miedo es un pueblo esclavo, pero esa idea ya se desarrolló mucho mejor en la magnífica V de Vendetta

jueves, 21 de noviembre de 2013

LOS MEJORES CARTELES DE CINE: VÉRTIGO

En la sección dedicada a los mejores carteles de cine no podía faltar el gran Saul Bass (1920-1996), no sólo por la esencial aportación del neoyorquino en el terreno del diseño gráfico cinematográfico, pues al diseñador se le atribuye la dignificación y la evolución de los títulos de crédito como un arte, un elemento estimulante más de la película que nos introduce en la trama del film a través de un estilo abstracto de tipografías manuscritas con una marca personal e intransferible. Bass, tras trabajar en diversas agencias de diseño de nueva York y de forma independiente como artista comercial, decidió mudarse a Los Ángeles en 1946, abriendo su propio estudio en 1950. En esa tierra de promisión repleta de rutilantes estrellas del celuloide abandonadas al lujo y el glamour, fue Otto Preminger quien le invitó a diseñar el póster para “Carmen Jones”, obteniendo un éxito impresionante. Enseguida fue reclamado tanto para realizar los carteles de las películas como para diseñar los títulos de crédito de las mismas. El estilo de Bass (animación de recortes, ejemplar uso del color y del movimiento) es grafismo perdurable, distinción económica y alta relevancia, atreviéndose a lanzar propuestas francamente originales entre las que destacan “Éxodo”, “Anatomía de un asesinato” y “El hombre del brazo de oro”.



      De Saul Bass se dice que fue él quien ideó el story board de la clásica y escalofriante escena de la ducha de “Psicosis”, aunque Hitchcock jamás lo reconoció. De entre todos sus trabajos mi  preferido es su original creación para el afiche de la que es mi película favorita del mago del suspense, VERTIGO (De entre los muertos), en la que Hitchcock, contando de nuevo con su actor fetiche, James Stewart, realiza algo prodigioso y a contracorriente de los tradicionales films de misterio, como es revelar el enigma a poco más de la mitad del metraje, lo que no impidió que el interés siga in crescendo, fundamentalmente por la sensual química de la pareja Stewart/Novak, el extraño laberinto cerebral del antiguo inspector Scotie y el hábil empleo del zoom, esas imágenes en espiral que usó el genial director para poner en imágenes las agobiantes efectos del vértigo que sufre el protagonista. Un film inquietante y atormentado cuya última dimensión está aún por descubrir.

viernes, 15 de noviembre de 2013

CRÍTICA DE: "BLUE JASMINE"

Visión de la impostura
BLUE JASMINE êêê
DIRECTOR: WOODY ALLEN.
INTÉRPRETES: CATE BLANCHETT, ALEC BALDWIN, PETER SARSGAARD, SALLY HAWKINS, BOBBY CANNAVALE, ALDEN EHRENREICH.
GÉNERO: TRAGICOMEDIA / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 98 MINUTOS. 

       Hacía mucho tiempo que el incombustible y enormemente prolífico Woody Allen no nos presentaba una película tan corrosiva, pesimista y dramática como BLUE JASMINE, y recordemos que es un cineasta que desde 1992 no se ha quedado ni un solo año sin presentar al menos una película (creo que en 1991 no estrenó nada), e incluso ha habido muchos años en los que ha estrenado hasta dos films. Tras la correcta Medianoche en París (2011) y la fallida A Roma con amor (2012), al director neoyorquino le da por ponerse serio para lanzar una abrasiva diatriba sobre las falsedades e imposturas de una época que rinde pleitesía al dinero y la superficialidad.  


      Veamos: Jasmine (Cate Blanchett) era el retrato perfecto de una ama de casa rica y glamourosa de la alta sociedad de Nueva York, pero ahora todo su mundo se ha derrumbado y se encuentra sin casa, sin dinero y su matrimonio con Hal (Alec Baldwin) que ha sido condenado por fraude, se ha ido al carajo en parte también por los devaneos sentimentales de éste. Todo ello le obliga a mudarse a San Francisco para vivir con su hermana Ginger (Sally Hawkins), que vive en un pequeño apartamento con su novio, Chili (Bobby Cannavale). Jasmine, sumida en una grave crisis existencial, acostumbrada a veranear en los Hamptons, codearse con la high society, orquestar los más suculentos banquetes, con 40 años ya y sin haber pegado un palo al agua en toda su vida, debe enfrentarse a la terrible pregunta ¿cómo voy a ganarme la vida?


        Al aficionado se le hace fácil adivinar que BLUE JASMINE es una actualización apenas camuflada de Un tranvía llamado deseo (la obra de Tennessee Williams llevada al cine por Elia Kazan en 1951 y que le sirvió el Oscar en bandeja a Vivien Leigh), en cualquier caso, un homenaje con el que Allen ha conseguido su mejor película desde Match Point (2005), reveladora, amarga y al mismo tiempo conmovedora radiografía sobre los avatares de la existencia humana y las inconsistencias de las relaciones de pareja, siempre al filo de la navaja. Alejado, al fin, de la comedia ligera y algunas licencias narrativas que han hecho tan reconocible su cine en su periplo por Europa en estos últimos años, el director nacido en Brooklyn toma como guía a una socialité de Park Avenue caída en desgracia para profundizar en la vacuidad y las miserias morales de esa clase opulenta a la que resulta imposible encontrar la felicidad, en contraposición con una clase humilde que a pesar de sus carencias le pone chispa a la vida y límite a sus aspiraciones, aunque la mirada de Allen no es amable ni complaciente  con ninguno de los dos mundos, pues a ambos los cubre con una pátina hortera con su sarcástico y sutil pincel.  


        Con dos vías narrativas claramente diferenciadas: un anclada en el pasado y contada a través de magníficos flash backs que nos muestran la época de lujo y oropel; y otra en el presente, que nos narra la sórdida y penosa travesía del desierto a la que se ve abocada su desgraciada protagonista. Una Cate Blanchett pluscuamperfecta en el papel de su vida. Víctima colateral de una estafa financiera que pasa instantáneamente de vivir en una situación de lujo asiático, con todo el confort y glamour imaginable, a verse instalada en la depresión y la demencia, recreando momentos de un patetismo demoledor: atención a su deambular por las bulliciosas calles de San Francisco sin apenas maquillaje, como un perro abandonado bajo la lluvia y farfullando desorientada.


        Estamos ante uno de esos guiones de hierro a los que nos tenía acostumbrado el maestro en sus mejores obras (Annie Hall, Manhattan, Delitos y faltas), un libreto desde donde surge el dibujo perfecto  de un personaje magnético y rasgos inolvidables: Blanchett como disección de lo humano y lo divino, de las luces y las sombras; Blanchett como contradicción; Blanchett como retrato íntimo y complejo; Blanchett como expresión parabólica de lo trágico y lo cómico; Blanchett como estudio sobre la levedad del ser y la imposibilidad de una isla.



        BLUE JASMINE, que cuenta con la impagable luz de Javier Aguirresarobe, contiene los gags y diálogos inteligentes que marcaron desde el inicio su personal e intransferible sello, aunque se hace preciso señalar que todos los secundarios (el ex marido de la protagonista, su hermana, el novio de ésta,  y los amantes con los que busca combatir su asfixiante soledad) están perfilados a brochazos, y no sé si será algo buscado, pero ninguno causa la mínima empatía en el espectador. A una distancia considerable de las magistrales películas anteriormente citadas (un peldaño por debajo incluso que Match Point), nos encontramos con un ejemplo más de la vitalidad creativa de un autor que cuenta ya con 77 años, pulso, control y construcción narrativa para dar forma a una historia interesante a la que le sobran algunas subtramas. Pero como el espectador sabe separar el grano de la paja, se sumergirá en un relato riguroso e hiriente para conocer los demonios que vigilan la destrucción de los sueños, la degradación de vidas construidas sobre los débiles cimientos de la ilusión y esas hermosas fachadas  con vistas al vacío.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

¡GRAN SORTEO DE UN COMBO-PACK DE "EL HOMBRE DE ACERO"!

Si quieres ser el ganador de este fantástico Combo-Pack solo tienes que participar en el test de SUPERFAN que aparece en esta aplicación y postear tu resultado dejando un comentario debajo de la entrada. Anímate y consigue BLU-RAY + DVD + COPIA DIGITAL de EL HOMBRE DE ACERO, una aventura épica e intensa. ¡Anímate! Clickea sobre el fotograma de EL HOMBRE DE ACERO, responde al test y deja tu comentario.



TRAILER DE LA PELÍCULA





SORTEO VÁLIDO SÓLO PARA ESPAÑA

lunes, 11 de noviembre de 2013

UN RYAN GOSLING TAN GIF


      El actor canadiense RYAN GOSLING (London, Ontario, 12 de noviembre de 1980) es con toda seguridad el mejor actor de su generación, pero es cierto que debería limar algunos de sus odiosos tics y amaneramientos, su impostada intensidad que incluye un catálogo de miradas esquinadas y afligidas caídas de ojos, esa aborrecible sensación de vivir aislado en el tormento con una cargante afectación, seguramente influenciado por los míticos actores salidos del Actor´s Studio. Repasemos su filmografía:


       Aunque comenzó como estrella infantil de la Disney y en programas de entretenimiento televisivo, muchos aficionados le conocimos por su papel protagónico en El Creyente (Henry Bean, 2001), magnífico film que ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance y que está inspirado en la historia real de Dan Burros, un joven judío que se convierte en neonazi. Sigue siendo una de las películas que más me gustan de su carrera. Tampoco pasó desapercibido su trabajo en Asesinato 1, 2, 3 (Barber Schroeder, 2002), un thriller resultón en el que tenía como compañeros a Michael Pitt y Sandra Bullock y que sigue a un par de estudiantes que creen haber cometido el crimen perfecto.  


      Ese mismo año también interviene en Tiro de gracia (Alex Smith), película que protagoniza junto a David Morse y que ambientada en Montana trata sobre la relación de un jugador de fútbol con su entrenador. En el año 2003 participa junto con Kevin Spacey y Michelle Williams en El mundo de Leland (Matthew Ryan Hoge), un drama que nos narra cómo un asesinato afecta a las vidas de los familiares y amigos de la víctima y del asesino. Al año siguiente protagoniza junto a Rachel McAdams el exitazo El diario de Noah, película que lanzó definitivamente al estrellato a sus dos protagonistas, una cinta romántica y tintes dramáticos que narra el amor puro de una joven pareja a pesar de las diferencias de clase. Un bombazo para las taquillas que, sin embargo, no logró conmoverme.


      En Tránsito (Marc Forster, 2005) encuentra un papel a su medida dando oxígeno a un chico muy peculiar que le confiesa a su psiquiatra (Ewan McGreor) que va a suicidarse. El psiquiatra intentará evitarlo pero al mismo tiempo queda atrapado en el laberinto del joven y esto afectará a su relación con su novia (Naomi Watts). Me convenció más Half Nelson (Ryan Fleck, 2006), en donde da vida a un autodestructivo profesor de instituto adicto a la cocaína que entabla una relación particular con una estudiante. En 2007 se estrena Fracture (Gregory Hoblit), thriller que le enfrenta a Anthony Hopkins y en el Gosling interpreta a un fiscal enredado en un caso en el que el personaje de Hopkins ha disparado contra su mujer. Ese mismo año protagoniza Lars y una chica de verdad (Craig Gillespie), en la que encarna a un joven sensible que se enamora de una muñeca hinchable.


      A las órdenes de Derek Cianfrance rueda Blue Valentine (2010) una cinta indie que narra el deterioro de un matrimonio y en la que se encuentra de nuevo con Michelle Williams. No me gustó nada la comedia dramática Crazy, Stupid, Love (Glenn Ficarra, John Requa, 2011) en la que Gosling da vida a un metrosexual que ayuda a Steve Carrell a dejar de ser un desgraciado. Su mejor película hasta la fecha es Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), un thriller magistral en donde encarna a un tipo solitario, hierático y frío que se gana la vida como especialista de cine en secuencias automovilísticas de alto riesgo, pero que se lo juega todo por ayudar a la mujer de la que está enamorado, Carey Mulligan.


      George Clooney cuenta con su concurso para el drama político Los idus de marzo (George Clooney, 2011), film en donde interpreta al asesor de campaña de un gobernador. 2013 está siendo un año muy fructífero para el actor canadiense; aparece en la película clásica de gángsteres Gangster Squad (Ruben Fleischer), mediocre relato que se nos presenta como una especie de remake de del La Brigada del Sombrero; Derek Cianfrance solicita de nuevo su presencia para la irregular Cruce de caminos, en donde junto a Eva Mendes y Bradley Cooper da vida a un mítico piloto de motos en un espectáculo ambulante; Nicolas Winding Refn también cuenta otra vez con él para la fallida Sólo Dios perdona, film aburrido y abucheado con razón en Cannes en el que se mete en la piel de un tipo que dirige un club de Thai-boxing que no es más que una tapadera para una organización ilegal de drogas; por último, Gosling encabeza el reparto de Lawless film aún por estrenar dirigido por  Terrence Malick que junto a un potente reparto (Christian Bale, Rooney Mara, Cate Blanchett) nos narra un triángulo amoroso entre tres personas relacionadas con la música.

     
     




viernes, 8 de noviembre de 2013

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: LA CARNAZA (L’APPÂT)



LA CARNAZA  (L’APPÂT)
Drama Social - Francia, 1994 - 115 Minutos.
DIRECTOR: BERTRAND TAVERNIER.
INTÉRPRETES: MARIE GILLAIN, OLIVIER SITRUCK, BRUNO PUTZULU, RICHARD BERRY.

    Bretrand Tavernier, hijo del escritor René Tavernier, fue periodista y crítico antes de debutar en la dirección con un episodio de Les Baisers (1963). En el año 1973 rodó su primer largometraje El relojero de Saint Paul. Entre sus mejores películas cabe destacar: El juez y el asesino (1975), Coup de torchon (1981), Un domingo en el campo (1984), Alrededor de la medianoche (1986), Ley 627 (1992), Capitán Conan (1996) y La vida empieza hoy (1999). En Salvoconducto (2002) el director galo se ocupa de las vicisitudes de la industria cinematográfica francesa durante la ocupación alemana.
    
      En La Carnaza nos encontramos a tres jóvenes: Nathalie (Marie Gillain) una chica de 18 años que trabajaba en una boutique de París y que por las noches busca por los locales de moda contactos que le ayuden a entrar en el mundo del espectáculo. Eric (Olivier Sitruck) su novio, que comparte apartamento con ella, y Bruno (Bruno Putzulu) un amigo de Eric, con una personalidad inestable y algo retrasado. Un día, hastiados de malgastar el tiempo comiendo, durmiendo y viendo películas violentas -una de sus preferidas es El precio del poder, de Brian De Palma- Eric les convence para llevar a cabo un plan que les reportará diez millones de francos, justo lo que necesitan para montar una cadena de tiendas al estilo de Naf-Naf. El plan consiste en que Nathalie sirva de cebo -de bellísima carnaza- para engatusar a algunos hombres que forman parte de la lista de amistades que ella guarda en su agenda, logrando -cosa fácil por como está la niña- que la inviten a su domicilio, y una vez allí, Eric y Bruno entran para robar todo el dinero y objetos de valor que encuentren, aunque debido a ello tengan que asesinar a sangre fría. De esta forma, y en poco tiempo, verán realizado su sueño.


     La Carnaza es un film inspirado en un suceso real ocurrido en 1984 que conmocionó a toda la sociedad francesa, con el que el cineasta nacido en Lyón completa el interesante díptico policíaco iniciado con Ley 627. Pero si en aquella la cámara captaba una visión rutinaria puramente policial, aquí se sitúa al lado de los criminales para acompañarlos por su cotidiano discurrir. Bertrand Tavernier, con el ojo público de un periodista, analiza la historia con un naturalismo casi documentalista, de forma fría, aséptica, sin concesiones sentimentales para un relato que no las necesita, puesto que lo que el director desea y consigue -por eso utilizó actores por entonces desconocidos- es hacer un fiel relato que muestre de manera realista la actitud parasitaria, la conducta amoral y sin escrúpulos de una juventud sin valores, esclavos de la imagen y las apariencias. Lo más aterrador de la película es que los personajes no son el típico ejemplo de basura blanca (jóvenes marginados que han tenido una infancia traumática, con padres alcohólicos y madres prostitutas y drogadictos, y que viven en chabolas de alguna zona residual). 

      No, aquí no hay coartada ni excusa, son jóvenes de familia bien, típicos pijos, gente corriente que mata para enriquecerse, y que no están dispuestos a “desaprovechar” su vida como cualquier hijo de vecino estudiando o trabajando. Lo que Tavernier nos cuenta a través de este trío de muchachos absurdos y asesinos chapuceros, es que vivimos en un mundo psicológicamente teledirigido, de tanto tienes tanto vales, un mundo en el que la imagen y la publicidad han ganado todas las batallas, y los jóvenes, por una simple cuestión estructural son más vulnerables a su impacto, alejándose cada vez más de cualquier tipo de postulado, compromiso ético o ideal, viviendo impulsados por un único motor: su inconsciencia. 


     El realizador deja que sus personajes sean juzgados por sus acciones, situando a la policía al margen de los sucesos y creando un estado de fascinación y repulsa por tan descabellado trío protagonista. Con el gran Tavernier el espectador es un invitado de lujo que se asoma como testigo directo a realidad del mundo, la frescura que logra imprimir a sus historias asusta y conmueve, sin necesidad de torpes pirotecnias y excesivos recursos poéticos, sus personajes son de tan de carne y hueso que uno se olvida que lo que ve en la pantalla es ficción. A pesar de no ser bien distribuida en nuestro país, su estilo sobrio, conciso y falto de calor, la excelente fotografía de Alain Chocuart y la preciosa Marie Gillain, hacen de esta cinta una de mis películas de cabecera. El film ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín en el año 1995.