jueves, 29 de noviembre de 2012

GANADOR DEL SORTEO DEL DVD DE "PROYECT X"

EL SORTEO DEL DVD DE  "PROYECT X" QUE TAN AMABLEMENTE WARNER BROS NOS CEDIÓ PARA REGALAR ENTRE NUESTROS LECTORES, YA TIENE UN GANADOR: JUAN FERNANDO ESCUDERO HIDALGO.

¡ENHORABUENA! PREPARA LAS PALOMITAS, EN UNAS SEMANAS RECIBIRÁS ESTE FANTÁSTICO DVD EN TU DOMICILIO. 

martes, 27 de noviembre de 2012

PAUL NEWMAN EN LA MEMORIA

Por su interés, recupero este artículo publicado en el "Semanario Vegas Altas y La Serena" tras la muerte del recordado actor el 26 de septiembre de 2008.

PAUL NEWMAN EN LA MEMORIA: MUERE VIEJO Y DEJA UN LEGADO ENVIDIABLE
   
    Es curioso que, siendo aún un adolescente y aunque ya había visto otros trabajos suyos por televisión, la primera película protagonizada por Paul Newman que este crítico vio en una sala de cine fue Marcado por el odio (Robert Wise, 1956), ocurrió en los primeros años ochenta en una reposición veraniega programada por el barcelonés cine Verdi. Tal vez pueda resultar baladí, pero no lo fue para mi interés por este descomunal intérprete y mi posterior formación cinéfila, pues además de ser un film clave en la filmografía del actor, ayudando al buen encarrilamiento de una carrera que había comenzado dos años atrás con el horroroso péplum El cáliz de plata (Victor Saville, 1954), jamás podré olvidar el impacto y el poderoso arrebato que me produjo su volcánica actuación dando vida al mítico boxeador Rocky Graziano, en un papel destinado en un principio al fallecido James Dean, pues no en vano la réplica femenina en esa cinta la ponía Ana María Pier Angeli, que fue en su día presentada en los medios como la novia -¿impostada?- del joven y malogrado protagonista de Rebelde sin causa.

     
      Aun estando filmada en glorioso blanco y negro, en Marcado por el odio estaba ya el alud incontenible, el embrujo hipnótico y seductor, la atracción sensual, el torrente visceral y salvaje de una mirada hermosa e incendiada de pasiones, una mirada que marca el canon del azul telúrico allá donde podamos distinguir los vestigios más bellos y primitivos, dos chispazos azules desde un faro sólido y magnético que comenzaba a iluminar una de las carreras más longevas, lúcidas y regulares de la historia del Séptimo Arte. 


      Perteneciente a la generación de Marlon Brando y el citado James Dean, Paul Newman nació en 1925 en Cleveland (Ohio) donde su padre, de origen judío alemán, tenía un almacén de artículos deportivos, pero pronto quedó claro que las miras de Paul estaban muy lejos del mostrador y las baldas del viejo negocio familiar y del bucólico entorno de los campos de maíz. Aprovechando su salida para cumplir el servicio militar y tras combatir en la segunda gran guerra, se graduó en ciencias económicas y posteriormente se unió a una compañía de teatro, en donde conoció a su primera esposa, Jacky Witte, unión que duró una década y fruto de la cual nacieron Scott (fallecido en 1978 víctima de las drogas), Susan y Stephanie.


   Tras realizar múltiples y variados trabajos, estudia arte dramático en el Yale Drama School y en el Actor´s Studio de Nueva York, donde como Brando y Dean, su formación estará guiada por el legendario Lee Strasberg con una metodología inspirada en el método Stalisnavski, alumno aventajado de una generación que se acabaría (re)conociendo como “actores del método”. Tras debutar en Broadway,  en la televisión y a raíz de su primer éxito en cine con el reseñado biopic firmado por Wise, la crítica –siempre con sus odiosas etiquetas y similitudes- le comparó con Brando, para quien Newman sólo era un mal imitador suyo, pero eso era sólo la pata de cabra de un actor prepotente que disfrutaba metiendo el dedo en cualquier ojo, Newman le cerró la boca con un trabajo memorable metido en la piel de Billy el niño en la película de Arthur Penn El Zurdo (1958), un excelente y atípico western con ciertas connotaciones psicoanalíticas. 


      Ese mismo año rueda a las órdenes de su amigo Martin Ritt la adaptación del célebre drama sureño escrito por William Faulkner El largo y cálido verano, film interesante por el enfrentamiento entre el larvado terrateniente interpretado por Orson Welles y el mozo de cuadras encarnado por Newman, y sobre todo porque durante el rodaje conocería a la que iba a ser su segunda esposa, la actriz Joanne Woodward, con la que, hasta su reciente muerte, ha compartido cincuenta años de amor, convirtiéndose en la verdadera luz de su vida, un matrimonio de una inusual estabilidad en Hollywood, lugar del que, inteligentemente, se mantuvieron alejados en su casa de Connecticut. Juntos tuvieron tres hijas: Eleanor, Melissa y Claire.


      Destacamos 1958 como un año crucial en la vida del actor con la mirada más azul del cine, su matrimonio con Woodward dio estabilidad a su vida sentimental y a su carrera, con una cosecha de la que también forma parte La gata sobre el tejado de zinc (Richard Brooks), un film de pasiones desatadas en el que formaba pareja con Elizabeth Taylor y que levanto un inusitado morbo en su estreno en nuestro país. Tras encarnar al líder sionista Ari Ben Canaan en el oportunista film de Otto Preminger Éxodo (1960), nos regaló uno de sus papeles más recordados en la obra maestra de Robert Rossen El Buscavidas (1961), punzante y descriptiva disección clínica sobre la filosofía del éxito, en la que nuestro llorado actor da vida a Eddie Felson, un perdedor que quiere expiar su catastrófico pasado con el juego. 


      Aun así, la década de los sesenta, con algunos títulos de interés, como Dulce pájaro de juventud (1962) donde es de nuevo reclamado por Brooks para la adaptación de otra obra de Williams y La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967) un clásico del cine penitenciario, la malgasta con producciones de poca miga, un puñado de ellas producidas por él y dirigidas por su amigo Martin Ritt, por lo que decide emprender una carrera paralela como realizador en películas protagonizadas por su mujer, entre las que destacan Rachel, Rachel (1968) y El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (1972), dramas en formato teatral creados como vehículos para que la Woodward ponga en práctica todo el catálogo de tics aprendidos en el Actor´s  Studio. Todavía tendrá tiempo de disfrutar de dos grandes éxitos bajo la batuta de George Roy Hill, el western de acción Dos hombres y un destino (1969) y el policíaco de ambientación retro El Golpe (1973). Su última aparición cinematográfica fue junto a Tom Hanks en la esteticista Camino a la perdición (Sam Mendes, 2002) magnifico film adaptación de una novela gráfica que transcurre en el gangsteril Chicago de los años 30.


      Nominado nueve veces a los Oscar, lo consiguió con aquella especie de continuación de El Buscavidas titulada El color del dinero (Martin Scorsese, 1986), además del honorífico a toda su carrera que le concedió la Academia.  Paul Newman fue un gran tipo, uno de los actores más característicos e importantes de la segunda mitad de la historia del cine, esa que marcó la edad de oro. Un actor comprometido con las causas sociales y alejado del glamour, el oropel y las bambalinas hollywoodienses. Sinceramente, no creo que haya sido el más bello de la historia (si de mi dependiera ese frívolo galardón se lo llevaría Alain Delon), ni mucho menos el de mayor talento interpretativo (algunos actores surgidos al calor del Nuevo Hollywood, como Robert De Niro, son, en ese aspecto, superiores a él y a Marlon Brando), pero me ha encantado conocerle, ser testigo de su obra y su legado moral, conocer su envidiable dignidad a la hora de decir adiós, admirar como envejecía con elegancia, decoro y gallardía, sin adulterar su decadencia, preparando el foso en la intimidad y el calor de los suyos, con su rutilante y diáfana mirada en tránsito de iniciar el camino hacia la inmortalidad y el Olimpo de los dioses. Desde este foco inmundo de náufragos y parados, gracias por todo, amigo, descansa en paz, siempre serás uno de los nuestros. 

  

domingo, 25 de noviembre de 2012

CRÍTICA DE "FIN"


El MacGuffin como elemento totalizador
FIN êê
DIRECTOR: JORGE TORREGROSSA.
INTÉRPRETES: MARIBEL VERDÚ, DANIEL GRAO, CLARA LAGO, BLANCA ROMERO, ANTONIO GARRIDO, CRAMEN RUÍZ, MIQUEL FERNÁNDEZ, ANDRÉS VELENCOSO.
GÉNERO: INTRIGA / ESPAÑA / 2012  
DURACIÓN: 90 MINUTOS.   
           
     Parece evidente que el cine español busca nuevos caminos surcando el cine de género, una apuesta por evaporar los hedores de la comedia bufa, el cine de carácter social y el drama guerracivilista, que han sido las corrientes generalistas de la mayoría de las producciones en las últimas décadas. El cambio de tendencia resulta muy estimulante para este crítico, cansado de sacudirse la caspa y el pelo de la dehesa cada vez que el cine patrio asaltaba la pantalla grande con algunos de sus mediocres enredos. FIN, basada en la novela de David Monteagudo, supone el debut del cortometrajista Jorge Torregrossa en el largometraje bajo el paraguas de la productora Apache, una propuesta irregular  que se apunta al cine de tono apocalíptico tan de moda.
     
      Veamos: Tras dos décadas sin verse, un grupo de amigos se reúne en una aislada casa en la montaña un fin de semana. Algunos van con pareja y otros solos, pero falta uno de ellos, Ángel, al que llamaban El Profeta, precisamente el que más interés tenía en que se celebrase la reunión. Parece que nada haya cambiado entre ellos, pero pronto aparecen las tensiones debido a un turbio suceso del pasado que les sigue atormentando. De repente, un extraño relámpago ilumina el cielo, el incidente corta la electricidad, los teléfonos no funcionan y tampoco el encendido del motor de los coches. Así, el grupo se  queda aislado y sin posibilidad de comunicación con el exterior. Deciden buscar ayuda e ir caminando al pueblo más próximo, pero el grupo se va desintegrando y algunos componentes desaparecen sin explicación. Parece que un nuevo orden natural se impone entre sus atónitos ojos, una situación anómala en la que no hay rastro de otras personas

      A medio camino entre el cine apocalíptico y el thriller psicológico, FIN está filmada de manera aseada, con una aceptable puesta en  escena y un tramo inicial dinámico en el que asistimos a la reunión del grupo con sus recuerdos, anécdotas, envidias, recelos y tensiones, y Torregrosa mueve hábilmente los hilos para dotar de matices a un elenco coral que desprende pocas simpatías. 

     El gran problema de esta cinta es su molesta indefinición, las constantes variables de una epopeya que no se sabe bien qué persigue, dando bandazos para salirse de la línea recta que marca su aplastante esquematismo. La función cuenta con una imponente luz creada por José David Montero, que baña los impresionantes paisajes pirenaicos, también el apartado técnico resulta moderadamente eficaz (perfecta planificación de esa escena de la estampida de los carneros por el sendero de la montaña), pero el conjunto se ve castigado por el corpus estructural de un libreto endeble, muy poco trabajado y que elimina piezas de un puzzle que quedará para siempre incompleto, como el coitus interruptus de una metáfora.
     
      Si lo que lo que perseguía Jorge Torregrossa es rodar una alegoría aliñada con vagas reflexiones sobre el destino del hombre y el fin de la humanidad, lo que en realidad ha parido es el retrato movido de un grupo de amigos detestables aventurándose hacia la nada en desafinada sintonía y sin apenas profundidad psicológica. Poco se podía exprimir la cargante novela de David Monteagudo, en la que se adivinan ecos de El Incidente (M. Night Shyamalan, 2008), un film, por otra parte, nada original que dejó muy poco poso, aunque no recuerdo que aquella irregular propuesta incluyera los enormes agujeros que el avispado cinéfilo podrá apreciar en FIN: perros desesperadamente hambrientos cuando sólo ha pasado un día desde el desastre y que no habían sido capaces de localizar los alimentos hasta que el grupo da con ellos; la compostura y reacción tibia del grupo cuando se produce la primera desaparición; la ilógica reflexión sobre el cadáver de un tipo, esencial para la trama, del que se deduce que ha muerto en accidente antes de que se produjera la catástrofe porque su reloj se ha parado a una hora distinta. 

     Grietas que ahondan en la deslavazada narrativa de un guión que juega con el misterio y las incógnitas, cuando es fácil adivinar que el enigma sobre la extraña situación solo actúa como MacGuffin de una aventura que lo fía todo a la imaginación –y paciencia- del espectador, un espectador que también tendrá que encargarse de ponerle fin al relato cuando desaparezca tras las brumas.

FOTOGRAMAS EN LA RETINA: LA ÚLTIMA PELÍCULA


       
      Una de las más grandes obras maestras de la historia del cine, LA ÚLTIMA PELÍCULA (The Last Pictures Show, Peter Bogdanovich, 1971), supuso el debut de la preciosa y un tanto desaprovechada actriz Cybill Sepherd. El film, que está basado en la novela de Larry McMurtry y nos sitúa en un pueblo polvoriento de Texas en los primeros años 50, nos narra el paso de la adolescencia a la madurez de un grupo de jóvenes, haciéndose eco de las costumbres, el clima gris de una sociedad cerrada y opresora y los designios variables de una nación. Una sociedad en la que el cine y todo lo que ha representado para muchas generaciones, agoniza a favor de la televisión. Bogdanovich, un formalista irreductible con veneración por los clásicos, cede el protagonismo a actores nóveles como Timothy Bottoms, Jeff Bridges, Cybill Sepherd o Randy Quaid, y los enfrenta a veteranos de la talla de Ben Johnson o las maduritas Cloris Leachman y Ellen Burstyn, para crear un microcosmos decadente y desolado al que una impresionante fotografía en blanco y negro dota de una pátina de melancolía y desaliento.

     No obstante, el director neoyorquino se aleja de la sensiblería para atacar directamente a los verdaderos sentimientos, un ejercicio de sobriedad y precisión de un afectado purista que despliega un abanico de emociones que brotan de la amargura y la soledad, historias de vidas marcadas por la tragedia, la pérdida y el desencanto, y para las que el sexo es sólo una vía de escape para huir del aburrimiento y el alma mortecina de ese pueblo cuya atmósfera opresiva y hostil se hace por momentos asfixiante. Bogdanovich filma el polvo más triste de la historia teniendo como protagonistas a un ingenuo Timothy Bottoms y a la madura mujer de su entrenador Cloris Leachman, dueña de un doloroso vacío emocional que no encuentra consuelo, y dio a conocer al mundo a una Cybill Shepherd de sólo 21 años que, invitada a una orgía en la piscina de la casa de un niño pijo, nos regala un streptease tan pueril como tentador. Shepherd se convertiría en toda una sex symbol tras su protagonismo junto a Robert De Niro en Taxi Driver, y alcanzaría una enorme popularidad formando pareja con Bruce Willis en la exitosa serie televisiva Luz de Luna… pero eso es otra historia.

domingo, 18 de noviembre de 2012

CRÍTICA DE "EN LA MENTE DEL ASESINO"

Un telefilm tan caro como mediocre
EN LA MENTE DEL ASESINO  ê
DIRECTOR: ROB COHEN.
INTÉRPRETES: TYLER PERRY, MATTHEW FOX, EDWARD BURNS, JEAN RENO, RACHEL NICHOLS, GIANCARLO EXPOSITO.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 101 MINUTOS.   
          
     Las dos veces que el psicólogo forense Alex Cross, personaje creado por el novelista James Patterson, ha surcado la pantalla grande en películas como El coleccionista de huesos (Gary Fleder, 1997) y La hora de la Araña (Lee Tamahori, 2001), ha tenido el rostro y el porte del veterano actor Morgan Freeman. Surgidas ambas al rebufo de éxitos como El silencio de los corderos o Se7en,  ninguna logró convencerme aunque el film de Tamahori mantenía un cierto tono que no la dejaba caer en el ridículo. La elección de Tyler Perry como sustituto de Morgan Freeman dando vida al detective psicólogo mantendrá contenta a la extensa comunidad afroamericana estadounidense, para quien es todo un ídolo, pero el cambio efectuado se nos antoja desafortunado o al menos muy discutible a pesar de que alguien quiera convencernos de su cercanía a la figura más neutra, sin los dilemas existenciales ni las contradicciones del personaje literario.
     
      Vayamos con el argumento: Alex Cross (Tyler Perry) es un detective de la policía de Detroit, además de psicólogo forense, que vive feliz con su familia y tiene una excelente relación con sus compañeros de trabajo, Tommy (Edward Burns) y Monica (Rachel Nichols). Su rutina laboral se ve truncada cuando se cruza en su camino el asesino a sueldo sociópata Michael “El Carnicero” Sullivan (Matthew Fox), cuyas habilidades siempre le han permitido eludir a las autoridades… hasta que Cross se enfrenta a él cuando intenta un asesinato y casi le atrapa. Herido, ninguneado y rabioso, Sullivan decide vengarse de Cross matando a su esposa María (Carmen Ejogo) cuando se encuentran celebrando su aniversario en un restaurante. El dolor por la inmensa pérdida hará que el detective se salte todas las leyes morales y legales para atrapar al asesino, lo que le hará descubrir cosas que ni siquiera imaginaba.

      EN LA MENTE DEL ASESINO, con una premisa nada original, está penalizada por un guión endeble, muy deslavazado y lleno de agujeros: profusión de diálogos absurdos (la secretaria drogada que recibe en la mansión a los detectives, los tres tipos que acosan a Matthew Fox en el metro); situaciones realmente ridículas (Fox entrando en la acorazada mansión por el conducto del aire acondicionado y escapando por una alcantarilla). 

      El primer error que se comete es la elección de Perry para dar oxígeno al detective, un actor absolutamente imposibilitado para ponerse al frente de una función necesitada de un tono más severo y un intérprete capaz de desarrollar registros dramáticos más acusados; la segunda elección pésima es situar detrás de las cámaras a un director cuyos mayores logros han sido en el cine palomitero más vulgar con propuestas como Dragonheart o Pánico en el túnel; por último está el tufo a telefilm que desprende el invento, con peleas cuerpo a cuerpo y secuencias de acción torpemente planificadas y unos personajes dibujados a brochazos. Lo peor es que el espectador se queda en demasiados momentos sin asideros, preguntándose de dónde le vienen al detective esos poderes sobrenaturales que le hace entrar sin esfuerzo ni trance en la mente del asesino.
     
      Pese a todo lo escrito, la cochambrosa apuesta puede resultar atractiva para ese público de telefilms de sobremesa y para el cual el cine es sólo un vehículo para la evasión, un público al que le trae sin cuidado la lógica de la trama y el uso pueril de los condicionantes dramáticos. Aun así, cualquier chaval podría superar con un simple programa los mediocres efectos especiales que, de todas formas, carecen de relevancia. 

      Es curioso que el protagonismo en el cartel de la peli se lo lleve Matthew Fox –al que lanzó a la fama la serie Perdidos- y no veamos ni rastro de Perry, curioso si uno no ha visto el film, porque Alex Cross pierde mucha fuerza cuando en el desarrollo progresivo de la trama vemos que todo sucede en la mente del implacable asesino, un Fox que tuvo que adelgazar 15 kilos para meterse en la piel de un psicópata solitario y estridente, al que es incapaz de dotar de una verdadera dimensión y carisma, y que roza en demasiados momentos la caricatura. Nos le pintan como un hábil tirador y terrorífico en sus métodos de tortura, pero sólo es un monigote si lo comparamos con otros psicópatas cinematográficos como Buffalo Bill o Jhon Doe. EN LA MENTE DEL ASESINO gasta todo su potencial en el enfrentamiento de dos personajes antitéticos –tanto como lo son el Bien y el Mal-, un desafío que carece de interés y en el que ni siquiera funciona el giro final, una tuerca inservible para ajustar el desastre.

domingo, 11 de noviembre de 2012

" TU CORAZÓN COMO ALIMENTO": PARA TODAS LAS MUJERES QUE LLORARON CONMIGO


“Tu corazón como alimento”

Bajo un palio de tristeza y una quietud mortuoria, he enterrado mi libertad. / Con ella las cláusulas del tiempo, los documentos de la fe, los protocolos serviles de una vida infame. / No acudiré a mi cita contigo para mostrarte esta estúpida ceremonia en el abandono de todo rastro de vida. / Me duelen ya los pasos compasivos por este sendero de vulgaridad, en dónde sólo los destellos azulados de tu negra cabellera resplandecen. / Ay amor peregrino, cuántas violetas manchadas de sangre, cuántos ecos atormentan mi despedida, cuántos desvelos de amores y, el mío, yerto en el frío. / Un aldabonazo bestial marca la hora y el reino se incendia, caen las torres y los vigías, yo me llevo tu corazón como alimento, quédate tú con la inviolable mirada de mi herida.

DEBILIDAD POR OLIVIA WILDE



      Tengo debilidad por la actriz neoyorquina OLIVIA WILDE (10 de marzo de 1984), muy conocida por los fans de la popular serie televisiva House, en la que da vida a la Dr. Remy Hadley, conocida por “13”. De ascendencia irlandesa por parte de padre e hija de periodistas, Olivia siempre deseó ser actriz, y tras pasar por The gaiety School Acting de Dublin, comenzó a trabajar como asistente de casting. Con sólo 19 años contrajo matrimonio con el príncipe Tao Ruspoli, un tipo bohemio (es fotógrafo y guitarrista) perteneciente a una de las más prestigiosas dinastías de Italia. 

      La unión duró 8 años, y actualmente mantiene una relación con el actor Jason Sudeikis. Debutó en la pantalla grande con la olvidable comedia La vecina de al lado (Luke Greenfield, 2004), y fue una de las protagonistas de la excelente y brutal Alpha Dog (Nick Cassavetes, 2007). También intervino en la fallida Tron: Legacy (Joseph Kosinski, 2011), secuela del film de culto Tron (Steven Lisberger, 1982), y en la horrorosa Cowboys & Aliens (John Favreau, 2011). En España muchos aficionados recordarán su famoso streptease a Ryan Reynolds en la insulsa comedia El Cambiazo (David Dobkin, 2011). Su último papel relevante es en el film comentado en estas mismas páginas, Deadfall, un dramático thriller que aún no se ha estrenado en nuestro país y donde queda claro que la chica promete.   

CRÍTICA DE "DEADFALL"

La familia como el primer nido de corrupción de un ser humano
DEADFALL êêê
DIRECTOR: STEFAN RUZOWITZKY.
INTÉRPRETES: ERIC BANA, OLIVIA WILDE, CHARLIE HUNNAM, SISSY SPACEK, KATE MARA, KRIS KRISTOFFERSON, TREAT WILLIAMS.
GÉNERO: THRILLER / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 94 MINUTOS.   
ESTRENO EN ESPAÑA: 4 DE ENERO 2013.          
     
      El director austriaco Stefan Ruzowitzky se lanza a la aventura de dirigir este thriller violento y perturbador que tiene como escenario el bello y nevado paisaje del norte de Michigan. El realizador, que ganó el Oscar a La Mejor Película de habla no inglesa por Los Falsificadores (2007), estimable cinta que teniendo como telón de fondo un campo de concentración nos plantea el dilema moral de unos falsificadores judíos que están cooperando con sus verdugos, hace su debut en Hollywood con un cambio total de registros (temática, género, espacio telúrico) con respecto a su obra anterior con un film que fue presentado en el pasado Festival de Tribeca y en el que un entregado Eric Bana con una psique atormentada por los traumas de su infancia, se convierte en el epicentro de la función convertido en un asesino de extraña moral y gatillo fácil.
     
      La historia nos presenta a los hermanos Addison (Eric Bana) y Liza (Olivia Wilde), que se encuentran en plena huida por una carretera nevada tras haber atracado un casino. Tras chocar el vehículo en el que huyen con un ciervo tiene lugar un aparatoso accidente del que los dos hermanos salen indemnes. Addison mata a un policía estatal que ha parado su coche patrulla para prestarles su ayuda. Con la policía pisándoles los talones, los dos hermanos deciden separarse y así poder llegar a la frontera con Canadá. Mientras tanto, el problemático ex boxeador Jay (Charlie Hunnam) sale de cárcel y recoge a Liza con síntomas de hipotermia cuando se dirige a casa de sus padres, June (Sissy Spacek) y Chet  (Kris Kristofferson), un sheriff retirado con el que Jay tiene una relación distante, para pasar juntos el día de Acción de Gracias. Un giro del destino provocará que todos los personajes confluyan en la casa de los padres de Jay provocando una serie de acontecimientos inesperados.   

      Lo que realmente resulta muy atractivo de DEADFALL es su poder atmosférico (ese agorafóbico clima glacial tan bien representado en películas como El tren del infierno, Fargo o Un plan sencillo, por poner unos ejemplos), una ambientación determinante para definir las gélidas relaciones entre los miembros de todas las familias representadas: El sheriff encarnado por Treat Williams que ejerce de manera déspota y sexista con su hija -Kate Mara- a la que no deja realizar trabajos de campo y sólo quiere ver en la oficina; la tensa relación del ex boxeador Jay con su padre, el sheriff jubilado,  por dejarse ganar en un escándalo con el tema de las apuestas; y la ambigua relación que bordea el incesto entre los hermanos Addison y Liza. 

      El director de Anatomía logra un buen equilibrio entre las conversaciones intimistas y las explosiones de violencia visceral prolongando un viaje a las negras profundidades del alma para el que no parece existir otras metas que el vacío o la redención. Con hechuras de thriller clásico la acción se desarrolla enmarcando momentos verdaderamente conmovedores, como ese en que tras recibir la bronca de su irascible padre, una magnífica Kate Mara se le encara diciéndole “Si yo fuera uno de tus muchachos lo que tendrías que hacer es estar orgulloso de mi”.

     
      Secuencias de acción bien planificadas, como esa emocionante y sangrienta persecución con las motos de nieve se ven alternadas con escenas introspectivas que ahondan en un oscuro y oculto pasado que como una herida infectada va gangrenando personalidades escindidas y vidas marcadas por las decisiones equivocadas (la ternura de June que recibe a su hijo que acaba de abandonar la cárcel y está arrepentido). DEADFALL es una interesante propuesta que te invita a acercarte a unos personajes tocados por tormentosas relaciones paternofiliales, que actúan como contenedores de emociones y prejuicios castrantes sin dejar a los personajes avanzar. 

      Es significativa esa pieza en que Addison asesina a un tipo que está aterrorizando a su esposa y a sus pequeñas hijas en una vieja cabaña del bosque. Una de las hijas pregunta a Addison si también la va a matar a ella, el peculiar y salvaje Adisson, un cáncer que extiende la muerte por donde pasa, una contradicción andante, le contesta “No, los niños deberíais estar protegidos siempre”. Cuando las tres familias confluyan en la casa de los padres del ex boxeador el día de Acción de Gracias sabes que algo electrizante va a pasar, el qué es algo terriblemente insospechado.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: " UN PROFETA"

Sublime, una invitación para amar el cine
UN PROFETA êêêêê
DIRECTOR: JACQUES AUDIARD.
INTÉRPRETES: TAHAR RAHIM, NIELS ARESTRUP, ADEL BENCHERIF, HICHEM YACOUBI, REDA KATEB.
GÉNERO: DRAMA CARCELARIO / FRANCIA / 2009  DURACIÓN: 155 MINUTOS.          
     
    Siempre he sentido debilidad por el cine francés, la única cinematografía que en solidez, calidad, creatividad, dinamismo y transgresión ha podido hacer sombra a la estadounidense. El nombre de Jacques Audiard (hijo del guionista y director Michel Audiard) no es desconocido para este cronista, de su filmografía anterior que consta de media docena de películas, he tenido la suerte de ver tres: Un héroe muy discreto ((1996), Lee mis labios (2001) y De latir, mi corazón se ha parado (2005), films todos interesantes que me han servido para trazar un mapa de sus constantes y obsesiones, aunque, para ser sincero, siempre me he quedado con ganas de más. 

      Pero vayamos con el argumento de esta magistral UN PROFETA: Condenado a seis años de cárcel, al joven magrebí Malik El Djebena (Tahar Rahim) se le abre un futuro muy negro en la prisión adonde ha sido enviado: está solo, no sabe leer ni escribir y la vida en prisión está regida con mano de hierro por la mafia corsa. Arrinconado por el jefe de esta peligrosa banda, César Luciani (Niels Arestrup) a Malik no le queda otra alternativa que cumplir una serie de misiones para ganarse su confianza. Una de ellas consiste en matar a otro preso que anteriormente le había ofrecido drogas. Cometido impunemente el crimen su situación cambia, aprende rápido, pero no deja de ser un árabe entre los corsos. Pasa el tiempo y obtiene permisos de fines de semana que aprovecha para realizar trabajos para Luciani fuera de la cárcel que ponen en peligro su vida, y tras un accidente del que sale milagrosamente ileso, Malik abre los ojos y empieza a tejer sus propios planes.
      
      Mi avidez se ha visto plenamente saciada con lo que supone la consagración absoluta de este director, un film intenso, complejo, lleno de aristas y matices que debe marcar un punto de inflexión en la filmografía de un cineasta despojado ya de vanas argucias intelectuales que parecían encorsetar su libertad tras la cámara. 

      Sin embargo, no me atrevo a apuntar que UN PROFETA sea  una película totalmente rupturista, pues en el desarrollo de su extenso metraje encontramos inmutables algunos de los temas recurrentes en la obra de un cineasta que es básicamente un director de actores, empeñado en moldear microcosmos viriles asfixiantes donde impera la violencia y las servidumbres, universos poblados por seres solitarios que transmiten verdad, extraños y emocionalmente castrados por la sombra o la presencia de la figura paterna, una siempre problemática relación  que aquí se ve representada con el vínculo servil que une a Malik con el capo corso Luciani, una marioneta ante la coacción de un tipo al que no puede sostener la mirada.  Así se construye un drama carcelario seco y apasionante que ahonda en las peculiaridades de un sistema penitenciario que pervierte su objetivo de reinserción.
     

   Audiard encuentra el cauce adecuado para que el lenguaje cinematográfico resulte eficaz sirviéndose de un guión ejemplar, especialmente rico en detalles y no exento de cierto lirismo, una estética de tono sucio muy estilizada y unos intérpretes que logran la cuadratura del círculo con el impresionante debut de Tahar Rahim dando réplica al veterano déspota Niels Arestrup, capaz de ahondar en la psicología de un personaje con encanto, conmovedor. 



    En el claustrofóbico submundo de la cárcel con clanes étnico enfrentados, funcionarios corruptos y jerarquías esculpidas con sangre, el joven Malik vivirá un proceso de maduración atravesado por experiencias brutales, una transformación marcada por el dominio del tempo narrativo e impregnada de una dimensión mística que parece determinar el itinerario vital de un profeta: bautismo bestial, el asedio de los propios fantasmas, lucha feroz por la supervivencia y el fulgor de la conquista en la que la providencia nunca le abandona. Estamos ante una obra maestra ajena a moralinas y superficialidades, de una transgresión conceptual que la aleja de la simple denuncia social y el thriller especulativo, filmada con energía, hiperrealismo y gusto por la puesta en escena.  Una película sublime y electrizante que trasciende el férreo corsé del cine de género.   
     

lunes, 5 de noviembre de 2012

LOS MEJORES CARTELES DE CINE DE LA HISTORIA: TAXI DRIVER


      TAXI DRIVER (Martin Scorsese, 1976)  es la historia de Travis Bickle (Robert De Niro) ex marine en la guerra de Vietnam que padece insomnio, una de las muchas secuelas que dejó esa larga contienda en los soldados que regresaron, por lo que decide trabajar de taxista en horario nocturno por las malas calles de Nueva York. Travis, observador asqueado cuando cae la noche de toda esa fauna variopinta que se revuelve en su propia miseria (putas, chaperos, drogadictos, chulos, macarras) y con esa carga de nihilismo autodestructivo que tienen algunos solitarios neuróticos, va acumulando frustraciones y desengaños. Un día Travis conoce a Iris (Jodie Foster) una prostituta de doce años a la que intenta redimir, lo que le llevará a realizar una sangrienta matanza de tintes apocalípticos.     
     
      Me mueve la melancolía, Taxi Driver es la película que más veces ha visto el abajo firmante a lo largo de su existencia –de ahí que, como homenaje,  haya bautizado mi blog con el nombre del personaje al que da oxígeno Robert De Niro- , un film que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y que a mediados de los setenta y en un plano conceptual marcó un punto de inflexión en la historia del cine: el tratamiento visceral de la violencia, el acertado cromatismo en la luz creada por Michael Chapman sobre las visiones nocturnas de la sucia realidad urbana, el carácter casi litúrgico en la utilización del travelling, y la tensión que crece a dentelladas a medida que el deterioro mental del protagonista se hace más evidente. Su cartel más emblemático es un auténtico clásico que refleja a la perfección el aroma del film, la soledad, alienación y desorientación del hombre contemporáneo y el espíritu de la Norteamérica de los años setenta. Esas calles de las grandes urbes convertidas en pudrideros humanos en las que tienes que pagar un peaje muy alto para encontrar, como mínimo, la supervivencia. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

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CRÍTICA DE "SKYFALL"

Brillante deconstrucción de un Bond para tiempos de infortunios
SKYFALL êêêê
DIRECTOR: SAM MENDES.
INTÉRPRETES: DANIEL CRAIG, JUDI DENCH, JAVIER BARDEM, RALPH FIENNES, NAOMIE HARRIS, BERENICE MARLOHE.
GÉNERO: ACCIÓN / GRAN BRETAÑA / 2012  DURACIÓN: 143 MINUTOS.   
       
     Este cronista lo tiene claro desde hace mucho tiempo: Daniel Craig es el mejor Bond de la historia, polemizar sobre esto sería como preguntarse por el sexo de los ángeles. SKYFALL supone la vigésimo cuarta aventura (si incluimos aquel remake no oficial de Operación Trueno titulado Nunca digas nunca jamás) de esta longeva franquicia que este año cumple sus bodas de oro desde que en 1962 nos  presentaran su primera entrega Agente 007 contra el Dr. No, que al igual que la segunda y superior Desde Rusia con amor dirigiera aquel gran artesano llamado Terence Young. El actor británico de 44 años se crece en cada nueva apuesta, y cuando encuentra esa perfecta trinidad compuesta por un guión inteligente, un competente director de actores y un villano a su altura, puede surgir la magia de que se saquen de la chistera la mejor película de James Bond jamás filmada.
     
      El oscarizado director inglés Sam Mendes fue el elegido por EON Productions para situarse detrás de las cámaras y narrarnos como la lealtad de James Bond (Daniel Craig) hacia M (Judi Dench) es puesta a prueba cuando el pasado de ella vuelva para atormentarla. Así, tras el fracaso de la última y fatídica misión de Bond y revelarse la identidad de varios agentes secretos en distintas partes del planeta, la sede del MI6 es atacada, obligando a M a trasladar la agencia. Debido a estos sucesos, su autoridad y  posición se verán amenazadas por Mallory (Ralph Fiennes), el nuevo Presidente del Comité de Inteligencia y Seguridad. Ahora, el MI6 se enfrenta a amenazas tanto externas como internas, por lo que M decide acudir al último aliado en quien puede confiar: Bond. El agente 007 desaparece en las sombras con una única aliada, la agente de campo Eve (Naomie Harris). Juntos le seguirán la pista al misterioso Silva (Javier Bardem), cuyas letales y ocultas motivaciones están aún por descubrirse.

      Mucho se ha escrito y comentado sobre la influencia de la saga Bourne en el cine de acción moderno y por consiguiente en el giro dado en las aventuras del agente secreto al servicio de su Majestad (nuevos aires acordes con los tiempos que vivimos y que personalmente me agradan). Pues bien, el efecto tonal áspero y sombrío se acentúa en esta nueva entrega con resonancias a otro mito fundacional: la saga Batman de Chistopher Nolan, tal vez con la intención de echarle más margaritas a los cerdos. Tras la irregular Quantum of Solace y olvidados los problemas financieros que pusieron en peligro la continuidad del invento, Mendes nos brinda una narración más profunda e intimista del perfil de los personajes y su peso específico, sin dejar de lado la acción espectacular inherente a la franquicia pero integrándola en el relieve dramático del relato de una forma estilizada. Así lo siento, así lo digo: a James Bond le ha sentado muy bien navegar a favor de la corriente del espíritu de los nuevos tiempos dentro de una fusión estética/reflexiva que le aleja de la anacrónica, distante y frívola impronta de las viejas novelas de espías de Ian Fleming y su inacabable Guerra Fría. 

      No están los tiempos para bollos, y como todos los míticos personajes cinematográficos, Bond tiene que reinventarse para sobrevivir, renacer de sus cenizas una y otra vez mientras generaciones enteras siguen abonando la tierra. De todas formas, en la era de los ordenadores ¿para qué coño sirven los gadgets? El espectador se encontrará con un 007 más maduro y triste, también más cercano y realista, una tristeza subyugante y crepuscular, su granítico rostro invita poco a la seducción de la enésima chica Bond y pisotea sin remilgos su propia caricatura.  

      Los responsables de SKYFALL han sabido aprovechar estos cuatro años de ausencia  para crear una vertiginosa entrega y situarla en el trágico devenir de unos tiempos convulsos, una época de incertidumbres donde Bond tendrá que lidiar con un villano de su nivel al que da oxígeno de manera superlativa un Javier Bardem que todavía no se ha sacudido el polvo del psicópata Anton Chigurh de la espléndida No es país para viejos. Bardem tarda en aparecer, pero cuando lo hace incendia la pantalla con su extravagante melena rubia y taimada crueldad, porque Silva, antiguo agente del MI6, es un malo temible y aterrador que hace supurar las heridas más dolorosas y vacía las almas para que se pudran al sol. Silva/Bardem conoce el punto más vulnerable de Bond y lo zambulle en las tinieblas de su pasado donde su sufrimiento alcanza un estado álgido de ebullición. 

      Una puesta en escena impecable, un acabado técnico brillante, una iluminación deslumbrante y un reparto pluscuamperfecto son elementos que superan todo lo vivido hasta ahora a través de un itinerario en que la acción (atención a la secuencia del desprendimiento del metro), el suspense e incluso el terror nos abocan a un clímax final realmente emocionante e inolvidable. 

      El film clausura la trayectoria de un personaje esencial y algunos detalles diseminados a lo largo del todo el metraje nos pueden hacer creer que estamos ante un Bond en el ocaso de su carrera (la edad resulta un hándicap para superar las pruebas de destreza), pero lo que estamos, realmente, es ante la imagen y el espíritu de un agente más maduro, sabio y experimentado, ante la medida deconstrucción de un personaje con una nueva filosofía para tiempos de infortunio.