domingo, 29 de enero de 2017

CRÍTICA: "MÚLTIPLE" (M. Night Shyamalan, 2016)


Shyamalan recupera sus mejores esencias
MÚLTIPLEêêê
      

    Cuando los hermanos Weinstein (de la productora Miramax) despreciaron su segunda película, Los primeros amigos (1998) dedicándole una distribución horrorosa, M. Night Shyamalan se vengó creando uno de los más grandes éxitos de la historia del cine, El sexto sentido (1999), film que también escribió y que ha acabado convirtiéndose en uno de los grandes hitos cinematográficos tanto a nivel crítico como de taquilla que dejó a los Weinstein brothers con su clavel como unos gilipollas. Es cierto que tras firmar la que es para este cronista su mejor película, El protegido (2000) y la entretenida Señales (2002) entró en una etapa de decadencia artística (como cuando el marinero pierde la gracia del mar) hasta que en la reciente La visita (2015) pudimos observar algunos halos de luz a través del túnel.

      
    Y es que este tipo, que sabe filmar tan bien, sólo necesita tomarse en serio su faceta como guionista para resurgir de las humeantes cenizas sin que se extinga el fuego del ingenio. Múltiple es su mejor película desde El protegido, y es hora de reconocer que nunca se puede matar a un artista (mucho menos cuando tiene 46 años) que ha demostrado tanto derroche de talento. De nuevo con un poderoso y atractivo libreto propio, Shyamalan nos cuenta la escalofriante historia de Kevin (James McAvoy) que ha demostrado a su psiquiatra, la Dra. Fletcher (Betty Buckley) que posee 23 personalidades. Pero aún queda una por emerger, decidida a dominar a todas las demás. Obligado a raptar a tres chicas adolescentes encabezadas por la avispada y observadora Casey (Anya Taylor-Joy), Kevin lucha por sobrevivir contra todas las personalidades y la gente que le rodea, a medida que su estructura mental se derrumba.

     
  Coincido con críticos y aficionados en que Airbender, el último guerrero y After Earth son puro material de deshechos, y que El bosque, La joven del agua y El incidente resultan insuficientes para un talento como el de Shyamalan, pero sin llegar a la altura de El sexto sentido y El protegido, Múltiple despliega las exquisitas esencias que impregnaron nuestros sentidos durante (y tras) el visionado de esas dos magníficas cintas
   

    El arranque del film en el parking es un prodigio de síntesis, planificación y montaje al alcance de muy pocos; una secuencia que debería ser estudiada en las escuelas de cine por su escueta composición, su eficacia e insobornable estilo. El secuestro de tres adolescentes por parte de un psicópata que sufre Trastorno de Identidad Asociativa y del que brotan incesantemente 23 personalidades distintas, le sirve al realizador para navegar por el abrupto oleaje de almas con la existencia quebrada desde su infancia, y de un ser cuya mente escindida hace imprevisible y amenazante su presencia. 

      
    James McAvoy  nos regala una interpretación sostenida y memorable que sabe equilibrar en el punto exacto para que su inmanente presencia resulte siempre inquietante y casi siempre terrorífica. El actor escocés despliega sus mejores recursos en los diferentes registros que se ve obligado a interpretar debido a las diferentes personalidades de la moderada Patricia, el inocente Hedwig y el adusto Dennis, refugios identitarios entre los que se abrirá paso la oculta, latente y temida Bestia. Tal vez el juego resulte a veces reiterativo y estéril el empeño de la psiquiatra por desentrañar la maraña cerebral de Kevin, que advierte en Casey (una correcta Anya Taylor-Joy) un vínculo especial porque viaja con una espeluznante herida que el tiempo no ha podido restañar. 


   Fluctuando entre el drama desgarrador, el terror y el thriller psicológico, Múltiple se impone como un proceloso viaje a los más recónditos pasadizos de una mente laberíntica y fracturada, en donde anida la más letal y poderosa de las criaturas. Con una atmósfera turbadora y momentos de tensión claustrofóbica, Shyamalan finalmente cierra el círculo invisible que une a dos espíritus atormentados.  

viernes, 27 de enero de 2017

MILA KUNIS EN “CON DERECHO A ROCE” (2011)

      
   
   La actriz Mila Kunis, de nacionalidad estadounidense pero nacida el 14 de agosto de 1983 en Chernivtsi (Ucrania) protagonizó junto a Justin Timberlake la comedia romántica Con derecho a roce (Friends with Benefits, Will Gluck, 2011). La trama sigue a Jamie (Kunis) una joven cazatalentos que conoce a Dylan (Timberlake) para que se quede a trabajar en Nueva York como director artístico. Una vez allí, los dos, solteros y atractivos, entablan una relación estrictamente sexual sin dejar por ello de ser amigos. Naturalmente, esta anómala situación acabará deparándoles complicaciones.

  
     Poco chispeante resultó esta comedia que hace equilibrios para mantener la trama hasta que el argumento toma el camino del amor tradicional, abandonando el de la atracción puramente sexual. Es decir, desde que Kunis y Timberlake dan el salto emocional desde su condición de follamigos para intentar convertirse en una pareja convencional en donde la cuestión emocional conlleva ciertas normas y compromisos. Tras sufrir ambos un desengaño amoroso,  piensan que tal vez el amor está muy sobrevalorado y que de lo que se trata es de disfrutar haciendo uso del instinto animal sin atender la llamada de los sentimientos. Al principio, la cosa funciona pero…

       
    Timberlake se traslada una temporada desde Los Ángeles a Nueva York por cuestiones laborales. Allí conoce a Mila Kunis y conectan rápidamente. Ella le convence para que se quede. Como los dos tienen la herida abierta de sus respectivas rupturas sentimentales, se proponen iniciar una relación básicamente física, sexual. Pero seguir siendo amigos viviendo circunstancias tan íntimas, haciéndose casi inseparables y divirtiéndose tanto juntos, resulta muy difícil. Finalmente, la pareja se replantea esa situación haciendo su relación más seria, aburrida y previsible, con los típicos enredos de este tipo de comedias románticas que nos llevan a visitar todos los lugares comunes mil veces transitados. Algunos gags graciosillos, algo de chicha para exhibir pero ni mucho menos estamos ante la película gamberra e irreverente que la publicidad parecía anunciar.

jueves, 26 de enero de 2017

LAS MEJORES PELÍCULAS DEL NUEVO MILENIO (V): "SHUTTER ISLAND" (2010)


El sueño de la razón produce monstruos
"SHUTTER ISLAND
(Martin Scorsese, 2010)


      Leonardo DiCaprio no necesita repetir cien veces que Martin Scorsese es el mejor director vivo para convencerme. Asimilé este axioma irrefutable mucho antes de que él tuviera un nombre en esto del cine. Y fíjense que todavía anda por ahí Francis Ford Coppola firmando engendros pretenciosos como “Tetro”, confirmando lo que ya sabíamos hace décadas: que no es ni la sombra de aquel genial cineasta que abanderó junto con Scorsese la generación que cambió la faz de Hollywood en los años setenta. En fin, la obra de Dennis Lehane esta resultando un verdadero filón para la meca del cine, pues al igual que ocurrió con “Mistyc River”, novela también de este autor bostoniano trasladada magistralmente a la pantalla grande por Clint Eastwood, cuando un talento innato como el del director italoamericano se une en combinación perfecta con una sugerente base literaria (de la que Laeta Kalogridis extrae un espléndido libreto) el resultado sólo puede ser deslumbrante. Por cierto, no fueron los únicos, Ben Affleck logró un film excelente, de gran éxito crítico, adaptando la novela de Lehane “Adiós, pequeña, adiós”.
      
    
   Vayamos con el argumento: Verano de 1954. Los agentes federales Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) son enviados a una remota isla de Boston donde tiene su enclave el hospital psiquiátrico Ashecliffe (algo así como una especie de Alcatraz para locos) para investigar la desaparición de una paciente, Rachel Solando (Emily Mortimer) peligrosa asesina allí recluida. Durante sus pesquisas y bajo el azote de un temible huracán que puede dejar aún más aislada la isla, se entrevistan con el responsable médico del centro, el siniestro Dr. John Cawley (Ben Kingsley) que les recibe con una amabilidad muy sospechosa. Así mismo, los agentes interrogan al Dr. Jeremiah Naering (Max Von Sydow), al alcaide Warden (Ted Levine) y al tarado y avieso recluso George Noyce (Jackie Earle Haley). Los curtidos policías descubrirán pronto que el centro oculta oscuros secretos y que los pacientes no son lo más peligroso que esconde la isla, algo que afectará a la estabilidad mental de Teddy haciendo aflorar los fantasmas del pasado.     
     
     
    Shutter Island es una pequeña joya de culto que se eleva como una rara avis en la filmografía de su autor, un thriller psicológico y  kafkiano de estética pulp con resonancias al cine negro de serie B de los años 40 y 50 y cierta pátina hitchcockniana. Apoyándose en un soberbio elenco, un montaje ágil y una dirección de actores impecable, Marty bucea por la psique humana desde parámetros visuales y narrativos clásicos, obligando a caminar a su protagonista por el filo de la navaja con la sensación escalofriante de abocarle a la locura, demostrando una vez más su debilidad por las personalidades escindidas y los estados alterados del alma.  


    Perfectamente integrado en el mainstream hollywoodiense, nadie a estas alturas es tan necio como para negar la maestría y el pulso artístico de Scorsese, que nos presenta un primer acto afectado por todos los códigos tradicionales del más sombrío cine policíaco, premisa que revierte en relato de terror gótico a medida la acción avanza por los oscuros e intrigantes laberintos de ese fantasmal manicomio, cuyos pasillos abren paralelismos con la maraña cerebral de ese policía perturbado por lacerantes recuerdos, sumergido en un mundo febril y pesadillesco que parece atrapar el hálito barroco y decadente creado por las hermanas Brontë, paraje onírico que esconde tras sus brumas una galería de personajes sufrientes, ensoñaciones paranoicas y brutales dramas latentes.

     
    Con una excelente fotografía de Tony Richardson saturada de filtros ocres y azules, la cuarta colaboración Scorsese-DiCaprio atrapa desde el primer momento con una sensación opresiva y vertiginosa; la llegada en ferry de los dos agentes a esa isla tenebrosa plagada de policías que transmiten mucha ansiedad y el corto e inquietante trayecto en jeep hasta el corazón de la locura da paso a una  trama que se desdobla. Así, la rutinaria investigación policial ceñida a los patrones del género se ve trufada de trampas, giros inesperados y flash-backs inconexos (episodios pesadillescos, dramas familiares, crueles experimentos, recuerdos de horribles vivencias en un campo de exterminio) que finalmente quedan hilados con coherencia en un twist de imágenes que destilan emotividad y amargura, enfrentando a nuestro protagonista a la mayor de las tragedias, al más negro de los abismos: el infierno de la demencia. Con un chispeante cóctel de géneros y estilos, en Shutter Island Scorsese dosifica el suspense y manipula a su antojo las emociones del espectador, hipnóticamente atrapado en la angustiosa espiral de un argumento desquiciado, un viaje al verdadero confín del horror donde nada es lo que parece, un perverso juego de espejos deformantes que te hace repetir: “El sueño de la razón produce monstruos”. Un film complejo y admirablemente realizado.  

domingo, 22 de enero de 2017

CRÍTICA: “LOS DEL TÚNEL” (Pepón Montero, 2017)


"LOS DEL TÚNELêêê


   Tras foguearse en el campo de la televisión junto a Álex de la Iglesia en series como Plutón BRB Nero (2008) y Plaza de España (2011), Pepón Montero debuta con este largometraje titulado Los del túnel que nos narra cómo un grupo de personas han estado quince días atrapados en un túnel tras sobrevivir a una catástrofe. Así, conocemos al héroe, a la adolescente rebelde, al garrulo poligonero, a los temen las consecuencias de salir del armario, al matrimonio en crisis… y al idiota, pero… ¿y ahora qué? ¿Qué pasa después de la catástrofe y cómo ésta ha cambiado la vida de los personajes? Pues que forman un grupo de WhatsApp y se reúnen para comer todos los viernes y celebrar de esta fraternal manera que están vivos. Y además, por una vez, Toni (Arturo Valls), el idiota, va a ser el protagonista. Mientras los demás celebran estar vivos, Toni, asimila su condición de “idiota del grupo”, algo que le va a sumir en una severa crisis, mayor que la catástrofe que ha experimentado. ¿Conseguirá ver la luz al final del túnel?

    
    Berlanga y Azcona repican como una campana en el crepúsculo en esta película absolutamente inclasificable, y por lo tanto con ese toque de frescura tan necesario en el insustancial panorama actual de la comedia española. Es precisamente su condición de perro verde lo que otorga el mayor atractivo a Los del túnel, pues se aferra a las ancestrales esencias tragicómicas del cine patrio para armar un relato punzante sobre las miserias que nos asisten, las taras y el patetismo de una sociedad rebosante de náufragos


     Pepón Montero rasca la cascarilla de las fachadas uniformes para hacer visible la triste realidad de las falsas apariencias, los falsos héroes y el falso compadreo, fachadas donde se proyecta una realidad alejada de lo que realmente -e íntimamente- somos, todo con tal de sentirnos integrados… Y así dejarnos arrastrar por una corriente de mediocridad y prejuicios que desemboca en una vida gris, anodina e insatisfactoria que no puede camuflar lo solos que estamos. Los grandes éxitos del dúo Los Pecos pone la banda sonora a la función, dotando de un tono amargo y melancólico a las risas que provocan las situaciones en las que se ven envueltos el heterogéneo grupo, risas que ni siquiera sirven de catarsis a la triste y conmovedora imagen que nos devuelve el espejo. Interesante propuesta. 

viernes, 20 de enero de 2017

NATALIE PORTMAN EN “HOTEL CHEVALIER” (2007)


"HOTEL CHEVALIER" (Wes Anderson, 2007)
    

    En el año 2007 Wes Anderson estrenó una comedia tan ácida como dramática titulada Viaje a Darjeeling (The Darjeeling Limited) que nos narra la historia de tres hermanos, Francis, Peter y Jack (Owen Wilson, Adrien Brody y Jason Schwartzman) que con el tiempo se fueron distanciando y ya ni siquiera se hablan. La muerte del padre es el detonante que les vuelve a reunir con la voluntad de estrechar los lazos familiares. A Francis, el mayor, no se le ocurre mejor idea para ello que un viaje en tren por la India a bordo del Darjeeling Limited, la línea ferroviaria que recorre el país de un extremo a otro. Una vez en el tren, comienzan pronto las disputas verbales e incluso físicas. Y su comportamiento llega a tal extremo que incluso son obligados a apearse del tren. Así, abandonados a su propia inventiva, comienza para los tres un viaje que nunca habían imaginado.


      Hotel Chevalier es un cortometraje que actúa de prólogo de esta irregular y por momentos ingeniosa comedia, una rara avis si no estuviera firmada por ese perro verde llamado Wes Anderson, que consiguió armar un artefacto hermoso visualmente y punteado por algunos gags muy ingeniosos. Bill Murray tuvo una aparición estelar en la función, y el título en español provoca el equívoco porque Darjeeling no es ningún lugar sino un tren legendario. Hotel Chevalier, que nos muestra la relación entre Jack Whitman (Jason Schwartzman) y su extraña novia (Natalie Portman) es una precisa y en cierto modo preciosa pieza introductoria rodada con un tono intimista tan parca en diálogos como cálida en los gestos de la pareja protagonista y la escenografía, pincelada con un extasiante cromatismo en el que domina el amarillo.

    
    El escenario es una habitación de un lujoso hotel de París, y en el cortometraje aflora el absurdo, la impostura, el surrealismo  y la mordacidad inherentes al universo del director, que sólo necesita del andamiaje de una peculiar historia de amor para lanzar a la deriva de los sentimientos una espiral de amores y desengaños, de pasión y recelos. Y aunque todo ello late con sutileza en los 13 minutos de metraje, la lacónica propuesta es todo un tesoro que cincela con maestría sublime la belleza y sensualidad de Natalie Portman. Todo ello condimentado con algunos apuntes técnicos prodigiosos (medidos travellings, el uso del ralentí y el ojo de pez…), una hipnótica fotografía y una música envolvente.

miércoles, 18 de enero de 2017

“TEENAGE COCKTAIL” (John Carchietta, 2016)


TEENAGE COCKTAILêê
        

     No abrigaba grandes expectativas cuando me dispuse a ver la ópera prima de John Carchietta tal vez debido a que su premisa desprendía un tufillo déjà vu para alguien que, como este cronista, ha visto ya demasiadas películas sobre la misma temática. Teenage Cocktail nos presenta a Annie (Nichole Bloom) una adolescente que acaba de mudarse a una pequeña ciudad y no tiene amigos, aunque a su madre le gustaría ser su amiga. En el instituto, tras ser acosada por una matona, conoce de manera fortuita a Jules (Fabianne Therese) que en ese momento se encuentra bailando danza. Entre las dos se enciende una chispa y pronto se convierten en inseparables. La amistad da paso a algo más íntimo en la privacidad de los dormitorios y nos sirven alguna secuencia de bollería fina aunque sin demasiada pasión y sin apenas enseñarnos nada. El sueño de Jules es marcharse a Nueva York, que considera el epicentro del universo, pero no tiene dinero para tal aventura, por lo que le enseña a Annie su modo de ganar dinero fácil posando para una webcam y anima a su amiga para formar una pareja. El método no les proporciona la pasta que necesitan y apuran los límites, pero el camino que van a transitar ahora es peligroso y las consecuencias pueden ser dramáticas.


      Película rodada en 17 días, cine independiente realizado con pocos medios y que propone un tema muy trillado: la incendiaria fusión de internet y juventud. Carchietta no juzga a los personajes ni cuando experimentan con las drogas, el sexo y el alcohol ni cuando toman la temeraria decisión de prostituirse para conseguir el dinero que necesitan para su huida a Nueva York, un salto cualitativo que incluye un chantaje sin medir las consecuencias. Porque Teenage Cocktail es ante todo una historia de amour fou de dos adolescentes separadas de sus padres por un abismo de incomunicación sin puentes para el entendimiento. De ahí que el momento más sentido sea el largo abrazo que Annie le da a su madre en lo que para ella es una despedida.


      Annie y Jules viven en una burbuja adolescente alejadas de la realidad, sin importarles lo que ocurra mañana. La pregunta que se impone es ¿qué hacen los adolescentes cuando no están cerca? Pero Annie parece una chica con una vida convencional hasta que se cruza con Jules, ella es el detonante y su embrujo va mucho más allá de los sentimientos, dueña de una turbiedad que para Annie resulta tan tentadora y emocionante como aterradora. En el último tramo la función bucea por la marea tormentosa del thriller cuando las chicas entran en contacto con un tipo casado e insatisfecho que descubre a las dos gatitas en un sitio web. Esa mala decisión puede destruir sus vidas, su futuro. Ni mucho menos estamos ante una película redonda, pero tampoco el debut resulta desdeñable.


martes, 17 de enero de 2017

CRÍTICA: “IRRÉPROCHABLE” (Sébastien Marnier, 2016)


“IRRÈPROCHABLE” êêê
     

    El debut del director francés Sébastien Marnier centra su trama en Constance (Marina Foïs) una mujer de mediana edad que tras ser despedida de su trabajo en París, regresa a su ciudad y a la casa familiar con la excusa de cuidar a su madre que se encuentra enferma y hospitalizada. En realidad, no tiene a dónde ir ni a quién acudir, por lo que intenta trabajar de nuevo en la pequeña agencia inmobiliaria donde comenzó su carrera. Cuando se presenta en la agencia, su antiguo jefe le dice que su lugar lo ocupa ahora Audrey Pailleron (Joséphine Japy) una joven hermosa y competente, pero ella está convencida de que recuperará su antiguo trabajo debido a su experiencia y comienza a obsesionarse con Audrey.


      La ópera prima de Marnier se sostiene gracias al gran trabajo de Marina Foïs, dando oxígeno a una mujer perturbada que tras tener diversas aventuras sexuales, acosa a los hombres con los que se acuesta e intenta chantajearlos cuando sólo obtiene de ellos la indiferencia o el desprecio. Constance cree que regresando a su ciudad natal puede recuperar su vida, que las cosas no han cambiado y que allí todo sigue igual porque el tiempo pasa más lentamente. De ahí que intente recomponer las relaciones que abandonó hace más de un lustro e incluso se viste con la ropa que dejó en el hogar familiar cuando se marchó. Se equivoca, ya nada es como antes y pronto lo comprobará en carne propia con su naufragio sentimental y profesional.


      Constance regresa en tren y tras la primera mirada que cruza con uno de los pasajeros, un asesor fiscal llamado Gilles Lenquin (Benjamin Biolay, un tipo que se parece mucho a Benicio del Toro) se ve enredada en un volcánico encuentro sexual, pero cuando él no quiere saber nada de ella, le acosa amenazándole con contarle a su mujer su aventura con ella. El espectador detecta enseguida que algo no funciona en la cabeza de Constance en su manía de espiar a la gente, en su disciplina casi militar para mantenerse en forma, en su manera de tratar a su madre que se encuentra en un aparente estado vegetativo y en su retahíla de mentiras. Es entonces cuando nos damos cuenta de que no se va a detener ante nada, ni siquiera ante una acción criminal, con tal de conseguir su objetivo. Con la influencia de Escalofrío en la noche (Clint Eastwood, 1971) y Atracción fatal (Adrian Lyne, 1982), Marnier sostiene bien el interés de la trama que irá transitando por el terreno del cine social para llegar hasta los más oscuros páramos del drama criminal, y aunque su argumento pueda resultar previsible esto no resta ningún interés a la acción. Puede que la ansiedad de Constance acabe traicionándola… o tal vez no.