lunes, 27 de julio de 2015

JOYAS DEL CINE ERÓTICO: “LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER” (1987)


         Primera incursión del director norteamericano Philip Kaufman en un film de temática erótica a la que seguirán Henry & June (1990) sobre el triángulo formado por el novelista Henry Miller, su mujer June y su amante Anaïs Nin en el bohemio París de los años 30; e el biopic sobre el Marqués de Sade Quills (2000). Adaptación de la novela homónima del escritor checo Milan Kundera, La insoportable levedad del ser nos sitúa en la Praga inmediatamente anterior a la invasión soviética de 1968. Tomás (Daniel Day-Lewis) además de cirujano es un hombre mujeriego que sólo tiene como aspiración encontrar una felicidad que no se vea alterada por cuestiones como la libertad, el compromiso, el consumismo… lo que le provoca conflictos existenciales, sentimentales y sexuales. Su vida se debate entre su esposa, Teresa (Juliette Binoche) que sufre las infidelidades de su marido pero se resigna a aceptarlas por temor a perderle; y Sabina (Lena Olin) su eterna amante, que es quien verdaderamente siente la levedad, la ligereza de las cosas, sin otorgar importancia a la infidelidad y a casi ninguna cosa, consecuencia de su actitud amoral y anodina.  


       Ni mucho menos me decepcionó esta traslación a la pantalla grande que realizó Kaufman de uno de los libros más comentados y populares de la década de los 80, una empresa ciertamente arriesgada. Rodeado de un potente elenco (no muy conocido en aquel tiempo), una soberbia ambientación, sugerentes cambios cromáticos y dotando a la acción de ciertos matices históricos-políticos que nos sumergen en un tiempo y un lugar tan apasionantes como convulsos, logra una obra perdurable de la que aún se recuerdan escenas y detalles jugosos. Tomás se erige en el km 0, el tótem de un triángulo en donde convergen las vidas de dos mujeres antitéticas: Teresa, su mujer, soñadora, introvertida, romántica y poseedora de una belleza pura provinciana; y Sabina, su amante, desinhibida, despreocupada, sofisticada, estereotipo de la mujer sexy y urbana.


       La insoportable levedad del ser no está exenta de lirismo, de tristeza y fracaso (la invasión soviética de un país, Checoslovaquia, que estaba dando los pasos adecuados para situarse en los parámetros de la socialdemocracia europea) y la naturaleza liberadora, catártica, del sexo, o, probablemente, la más dulce forma de la esclavitud. Tal vez, en el film las escenas de sexo se nos muestren excesivamente contextualizadas por el componente dramático derivado por la esencia opresora del comunismo y el carácter sórdido de la existencia que inflige. El elemento más sensual y dinámico lo aporta la bella actriz sueca Lena Olin, dueña de una exuberancia sideral sin caer nunca en la vulgaridad. Despojada de la complejidad intelectual del texto de Kundera, en la cinta (que incluye secuencias sugerentes como la de Sabina y el sombrero) quedan bien definidas las vías en litigio del dilema existencial: la levedad (la vida hedonista o disipada, la falta de compromiso y responsabilidad, el desenfreno sexual, el extravío, la inmoralidad); y el peso de la existencia (las ataduras del matrimonio, el orden, la angustia vital, la responsabilidad, los celos, el estado de las cosas). Pero por encima de todo está el miedo a perder la libertad, de ahí que el desfile de tanques soviéticos ponga fin los sueños evanescentes, a la levedad, obligando a los protagonistas a guardar sus vidas en una maleta y emigrar a otros lugares, amanecer bajo otro cielo donde vivir no sea un martirio perpetuo.


domingo, 26 de julio de 2015

STAR 80: SANGRE TRAS EL BIOMBO

    
     
       Como rezaba el lema de una excelente serie de televisión española, la historia de Hollywood es también la historia de sus crímenes. Dororhy Stratten nació en Vancouver (Canadá) el 28 de febrero de 1960 en el seno de una familia humilde. Su vida quedó marcada por el encuentro en 1978 con un chuloputas que se movía por los alrededores de Beverly Hills, Paul Snider, en una cafetería de Vancouver, en donde ella trabajaba por horas de camarera. El vulgar y apuesto proxeneta vio enseguida el potencial de la chica y en sus kilométricas piernas dos torres petrolíferas que le podían proporcionar dinero a paladas. Nada extraño, todos los hombres que se acercaban a Dorothy, que entonces tenía 18 años, quedaban hipnotizados por su belleza. Snider comenzó a agasajarla con golosos regalos, pero su mente no dejaba de pensar en el dinero que podía ganar explotando a aquella voluptuosa rubia de 1´75 cm de estatura.


      Un día, Paul Snider contrató a un fotógrafo para que retratara su rostro y su cuerpo desnudo y envió una serie de fotografías a Playboy. Hugh Hefner, el dueño del imperio Playboy, la citó enseguida para una prueba cuyos resultados fueron fantásticos debido a la excelente fotogenia de la joven canadiense. Así, Dorothy comenzó a trabajar como conejita en el club Playboy de Los Ángeles hasta su celebrada aparición en las páginas del ejemplar de agosto de 1979 de la popular revista. Su belleza no pasó desapercibida para nadie en la ciudad de los oropeles y las bambalinas. Snider y Dorothy se fueron a vivir a una casita de estilo español situada en el Boulevard Santa Mónica, próxima a Bel Air, lugar de residencia de artistas, productores y directores de cine. Entre ellos, Peter Bogdanovich, con debilidad por las chicas rubias, altas y hermosas, y al que conoció en el programa “Roller disco and pijama party”, una fiesta televisiva celebrada en casa de Hug Hefner que resultó una bacanal visual. Sin importar sus dotes interpretativas, bastaba con su presencia para encandilar los ojos de millones de espectadores en series como La isla misteriosa, Buck Rogers en el siglo XXV o en películas como Galaxina (William Sachs, 1980) o Todos rieron (Peter Bogdanovich, 1981).


         Snider intentaba mantener a Dorothy al margen de su sórdida vida como promotor de toda clase de putiferios, pero la mantenía a raya con unas normas estrictas: no la dejaba fumar ni tomar café para que no se mancharan sus dientes, le controlaba el alcohol que bebía y le enseñaba como deshacerse de los moscones que zumbaban a su alrededor en el club o la mansión Playboy. Se habían casado por lo civil en 1979 en Las Vegas en contra de los deseos de Playboy poco antes de que apareciera el número de agosto de 1979 con Dorothy como principal reclamo. Snider decoró la casa con fotografías de su musa y se compró un lujoso Mercedes con una matrícula en la que se leía “STAR80”. Snider, un tipo narcisista, celoso y machista recalcitrante, comenzó a tener celos de las atenciones de Hugh Hefner hacia su mujer en forma de carísimos regalos y sentía que ya no controlaba su carrera. Lo peor es que Snider se tenía que preocupar también de Bogdanovich que se había encoñado con Dorothy a quien veía como la mujer perfecta. Durante el rodaje de Todos rieron en Nueva York, nadie se enteró de que Dorothy se había trasladado a la suite que el director ocupaba en el Hotel Plaza.


        A Snider le llegó el mazazo cuando ella canceló las cuentas bancarias que tenían en común y llegó la notificación legal de divorcio. Deslumbrado por Dorothy, Bogdanovich pasó 15 días inolvidables con ella en Londres y luego se trasladaron a la lujosa residencia del director en Bel Air. El viernes 8 de agosto de 1980 se citó con su marido para recoger algunos vestidos y trató de convencerla para que volviera con él. Ante la negativa, Snider quedó abrumado y se obsesionó con conseguir un arma, una escopeta Mossberg que decía era para su protección. El jueves siguiente se produjo una nueva cita para llegar a un acuerdo financiero definitivo. Dorothy llegó a la casa de Snider al mediodía en su viejo Ford Mercury. Una modelo amiga de Paul, Patty, pasó por la casa sin encontrar a nadie y halló extraño que el dormitorio de Snider estuviera cerrado. Más tarde telefoneó insistentemente sin obtener respuesta, por lo que decidió llamar a la policía.


      Cuando llegó la policía, una hilera de hormigas les condujo hasta el dormitorio donde se encontraban sus ocupantes, desnudos y muertos. La Chica del Año Playboy 1980 (Playmate of the Year 1980, número de junio de ese año) estaba en completo rigor mortis tendida sobre la alfombra y tenía el rostro destrozado por un disparo. Paul Snider se encontraba sentado con la espalda apoyada sobre la pared, con la mejilla derecha abrasada por un disparo a bocajarro y los sesos desparramados. Sobre sus piernas descansaba la escopeta Mossberg y en una de sus manos conservaba todavía un mechón de pelo rubio, una señal de que el asesinato-suicidio se había producido tras una pelea salvaje. El trágico suceso hizo que se tambaleara el imperio Playboy, no sólo porque Dorothy era la actual Playmate, también porque de entre todas ellas era la que más prometía convertirse en una fulgurante estrella de Hollywood, uno de los sueños más anhelados de Hugh Hefner.

     
      El sueño acabó convirtiéndose en pesadilla y un desquiciado Bogdanovich culpó a Hefner por la explotadora destreza de su maquinaria sexual. Sin embargo, está claro que fueron los celos de Snider el motor que generó la tragedia, pues viendo que perdía su fábrica de dinero pensó que si Dorothy no era para él no sería para nadie, y en todo caso, sería Bogdánovich una pieza importante de ese puzzle maldito al convertirse en amante encoñadísimo de la exuberante Dorothy. Una chica hermosa y una muerte fea. Como publicó la revista People: Tan hermosa que parecía resplandeciente; como si la luz surgiera de su interior”. Una belleza sólo indestructible en el recuerdo indeleble de los que un día la conocieron. En el año 1983 Bob Fosse llevó al cine esta nueva crónica de un fracaso, un relato nada inocente del cruel e inmoral mundo del estrellato con el título Star 80 y el protagonismo de Mariel Hemingway y Eric Roberts, fue el último film dirigido por Fosse e inspirado en un artículo que ganó el premio Pulitzer.        
              

viernes, 24 de julio de 2015

RITA ORA, MÁS CURVAS PARA LA MÚSICA POP

      
    
     Puedo pasar perfectamente de su música y todavía es pronto para juzgar sus trabajillos como actriz… pero  me gusta Rita Ora (Pristina, Kósovo, 26 de noviembre de 1990), la cantante británica de origen kosovar es una éxito internacional, y mujer muy sensual que comenzó a tener un cierto reconocimiento artístico en 2011 en países como Reino Unido y posteriormente en Irlanda, Nueva Zelanda y Australia. Tras colaboraciones con DJ Fresh y Tinie Tempah, en 2012 lanzó su disco debut, ORA, que no alcanzó un gran  éxito, y sólo algunos sencillos extraídos del álbum obtuvieron cierta repercusión en los países anteriormente citados.


        Rita Ora aparece en la película Cincuenta sombras de Grey (Sam Taylor-Wood, 2015) en el papel de Mia Grey, hermana adoptiva del protagonista Christian Grey, y aparecerá también en las secuelas previstas para los años 2017 y 2018. La cantante y actriz aún no tiene listo se segundo disco, por lo que ha continuado promocionando el de su debut con el lanzamiento de otro sencillo titulado “Radiactive”. Rita ha seguido desarrollando también su rol de actriz en series de televisión como 90210 y en una aparición en la película Fast & Furious 6 (Justin Lin, 2013). La cantante es también el rostro de la línea de ropa “Material girl”, perteneciente a Madonna y su hija.


      Como apuntaba, su estilo musical entre el pop, el R&B y el soul no me dice gran cosa (yo soy más de rock y música electrónica), una expresión que tiene una influencia clara de divas musicales como Beyonce y Rihanna aunque luce una estética con resonancias a Gwen Stefani. Rita nos gusta por su atrevida forma de vestir, con transparencias, faldas y tops que son una golosina para erotómanos. Su extravagancia y cambios de look acaparan todas las miradas en cualquier fiesta o evento. Además de contar con su propia línea de cosméticos con Rimmel London y una colección de ropa y zapatillas Adidas, ha posado de manera muy sugerente para el célebre fotógrafo Terry Richardson, una sesión en donde aparece en unas poses muy sexys y provocativas aunque nosotros siempre le pediremos más. Te queremos, Rita.
       

lunes, 20 de julio de 2015

CRÍTICA: ELIMINADO"

Internet y la puerta al más allá
ELIMINADO êêê
DIRECTOR: LEVAN GABRIADZE.
INTÉRPRETES: SHELLEY HENNING, MOSES JACOB STORM, CAL BARNES, HATHER SOSSAMAN, CAL BARNES, COURTNEY HALVERSON, MATTHEW BOHRER.
GÉNERO: CIBERTERROR / EE.UU / 2014  DURACIÓN: 82 MINUTOS.   
       
         
      Mucho ha llovido desde que John Badham dirigiera aquella película pionera sobre el potencial de la red titulada Juegos de Guerra (1983), cinta que nos presentaba a un friki informático adolescente que armaba un auténtico caos accediendo con su computadora al Departamento Nuclear de los Estados Unidos. Otras películas como La Red (Irwing Winkler, 1995) en donde Sandra Bullock descubría una trama de corrupción que ponía su vida en peligro o Conspiración en la red (Peter Howitt, 1995) resultaron inspiradoras para que el género de terror encontrara un amplio campo para el desarrollo en el ciberespacio y las nuevas formas tecnológicas de comunicación. Films como Terror en la red (John Pieplow, 1998) sobre las misteriosas desapariciones de unos jóvenes relacionadas con unos chats de internet; Kairo, la cinta del japonés Kiyoshi Kurosawa que nos introducía en una siniestra web; hasta la más reciente Open Windows (Nacho Vigalondo, 2014) en donde Elijah Wood gana en un concurso on-line una cena con una actriz famosa, la bella Sasha Grey, a la que espiará desde su portátil, consiguieron dar un nuevo giro a un género fosilizado y necesitado de adaptarse a los nuevos tiempos.

     
     Ha pasado un año desde que Laura Barns (Heather Sossaman) se quitó la vida como consecuencia de un vídeo publicado en la red en el que aparecía borracha y habiéndose defecado encima. Su mejor amiga, Blair Lilly (Shelley Henning) trata de superar su muerte en compañía de su novio, Mitch (Moses Jacob Storm). Una noche, mientras se hallan reunidos en una inocente sesión de Skype, un misterioso contacto entabla conversación con ellos sin que exista ninguna forma de expulsarlo del programa. Avanzada la noche, unos sucesos extraños acontecen en el entorno del grupo de amigos y Blair comienza a recibir crípticos mensajes en las redes sociales que la hacen creer que se trata de su malograda amiga Laura, que busca venganza desde el más allá a través de la tecnología. Así, lo que parecía una rutinaria sesión de chat se irá convirtiendo en la última experiencia de sus vidas.
     

      
      Fusionar el slasher y el Skype no parecía una empresa fácil, pero al director Levan Gabriadze le ha salido bien el invento, y eso que me albergaban serias dudas desde que tuve noticias de que todo el film se desarrollaba en la pantalla de un ordenador. Eliminado tiene su punto de originalidad, cierto toque de modernidad y, por supuesto, sus limitaciones. Una premisa que tiene su origen en una reunión grupal a través de Skype interrumpida por un ser desconocido que se presenta como una chica que se suicidó un año antes tras haber sufrido una campaña de ciberacoso al publicarse un vídeo en el que aparecía en un estado lamentable, ofrece el juego suficiente para generar un clima de verdadera tensión sin la necesidad de que la protagonista se mueva de la silla que tiene frente al ordenador, obligando al espectador a especular sobre quién será la próxima víctima. Skype, Spotify, Facebook, Instagram, Youtube juegan un papel decisivo en el suspense y el crescendo dramático de la acción, y el peligro de ese ojo de cíclope que es la webcam, sin saber quién está al otro lado y con qué aviesas intenciones, puede acabar dinamitando esa falsa intimidad de la que creemos disfrutar.


        El guionista Nelson Greaves y el director Levan Gabriadze se muestran contenidos, sin arriesgar demasiado en el escaparate gore buscando una calificación admisible para un amplio segmento del público (imaginamos lo que podría haber hecho con algo así Lucio Fulci o Dario Argento), de ahí que los típicos ruidos digitales y los pixelados difuminen el muestrario de la carnicería. Aun así, y dentro de la previsible progresión de la trama, el director georgiano demuestra la suficiente pericia utilizando con precisión los escasos medios de que dispone (el film ha contado con un presupuesto de sólo un millón de dólares) para sacar provecho de cada situación, haciendo tangible ese terror virtual que esconde las verdaderas identidades en un icono de perfil sin foto o con una más falsa que un dólar de chocolate.

       
      Con un limitadísimo metraje, Eliminado es una historia de venganza, y aunque parecía inevitable, agradecemos a sus responsables que no abusen de los efectos de sonido y de otros manidos trucos o artificios, manteniendo el foco sobre los participantes del videochat, con el talento suficiente para dejar a los personajes y el público con la duda inicial de si se trata de una broma, de un hacker con pérfidas intenciones, o como es el caso, de una presencia fantasmagórica. La alerta  y reflexión sobre el acoso escolar y el ciberacoso, la invasión de la intimidad en la red, la difusión de contenidos no deseados y la impunidad para cometer delitos a través de internet se impone como una pedagogía necesaria en un universo donde todo queda registrado y hasta los niños padecen una dependencia crónica de las nuevas tecnologías; la insensatez con que algunos adolescentes manejan este campo puede acabar pasando trágicas facturas. Porque el terror puede encontrar sus parajes más tenebrosos en la red, en donde millones de personas pueden deleitarse con un vídeo en donde se somete a una chica a una humillación extrema. Cosas de la condición humana.
       

jueves, 16 de julio de 2015

ANTICRISTO, VON TRIER Y LA NATURALEZA DEL MAL


        El cine nos asusta, y Lars von Trier es de los que más miedo transmite. Olvidémonos de hueras polémicas infantiles, de insidiosos escándalos, de abucheos, insultos, desmayos y vomitonas en las salas. Olvidémonos por un momento de las airadas protestas de la gilicrítica en Cannes –incapaz de soportar la suficiencia genial del artista-, del carácter egomaníacodepresivo del director... y centrémonos en lo que realmente importa: los valores estrictamente cinematográficos de su última obra, Anticristo, más que una película, un desafío: una pareja (Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg), sumida en el dolor por la trágica muerte accidental de su hijo mientras practican sexo (enlace siniestro entre Eros y Tánatos), deciden retirarse a una cabaña situada en el corazón del bosque con la esperanza de reencontrar la serenidad necesaria e intentar rehabilitar su matrimonio. El marido es psicólogo y piensa en ese lugar porque fue allí donde ella pasó el último verano con su hijo. Lo cierto es que la terapia no funciona y ella comienza a comportarse de un modo extraño, y la naturaleza también.
             
           
      En primer lugar se confirma que Von Trier es un gran esteta (atención al espléndido y ultrasensorial prólogo y a la confección de bellísimos encuadres que adornan las imágenes y secuencias más inquietantes y terroríficas), un esteticismo radical de tintes góticos y expresionistas. Puede que también sea la obra de un perturbado (terrible la depresión sufrida por el director que le ha mantenido observando monstruos en el abismo cerca de 2 años) pero, ¿qué pasa, ya no nos interesa Van Gogh ni Verlaine ni el Marqués de Sade? ¿Ahora toca despreciar y criminalizar al artista desbordante de creatividad y genialidad asociándolo con la locura? Pues vaya mundo de mierda que me ha tocado vivir, como si la línea que separa la genialidad de la locura fuera tan evidente. 


         El arte debe comunicar, penetrar por los sentidos, situarse en la vanguardia para explorar las heridas y luchar contra los monstruos que produce el sueño de la razón, y Von Trier es un ego con heridas y cicatrices. Película episódica (un prólogo, cuatro capítulos y un epílogo), mezcla de thriller psicológico y cine de terror, Anticristo, que no es una obra de digestión fácil, incide una vez más en la guerra de los sexos (tema obsesivo y cardinal en la filmografía de su autor), en el sacrificio de la mujer capaz de soportar todo el dolor (en este caso la traumática muerte de su hijo) en la más absoluta soledad, sin que nadie, ni siquiera su distante marido psicólogo, encuentre la manera de aliviar su padecimiento. Un crescendo de dolor y culpa que sólo encuentra el camino de la expiación a través del martirio y la autodestrucción. La carga del pecado original (origen de la culpabilidad en la fe cristiana) y la búsqueda de la naturaleza del Mal.
     

        Hay quien ha querido ver en el nuevo film del director danés una relectura nunca confesa de Secretos de un matrimonio (Ingmar Bergman, 1973), película que aunque adolecía de la energía de otros títulos del maestro sueco, funcionaba como un juego de espejos en el que se iban reflejando las distintas fases por las que pasa un matrimonio burgués. Pero, dotando de un nuevo valor estético a la narrativa cinematográfica, por Anticristo sobrevuelan un sinfín de apuntes referenciales que van de Dreyer a Lynch pasando por Kubrick, y en el sentido caótico de su dramaturgia resuenan ecos audibles del teatro de Artaud y Strindberg, así como una manifiesta evocación de las pinturas de El Bosco. Las turbadoras y hermosas primeras imágenes de la función, rodadas en blanco y negro, con cámara superlenta y el fondo musical del aria “Rinaldo” de Händel, trasmiten ya el sufrimiento venidero, la aflicción como enfermedad casi irreversible, la posterior bajada a los infiernos como terapia teñida de exorcismo. 


      Así será: estilismo de tinieblas, decorados austeros, iconografía cristiana, atmósfera opresiva y malsana, montaje abrupto, el recurso esencial de los primeros planos para remarcar el padecimiento y la ansiedad en los rostros demacrados, la perfecta utilización de la música y la fastuosa luz, la habilidad para jugar con los tiempos, conforman un cosmos asfixiante donde el miedo es palpable y profundo, donde el delirio nos empuja en caída libre por una vertiente tenebrosa hasta expulsar la intrademencia al exterior. Activada la polémica, en el último y desasosegante tercio nos adentramos en el puro terror, y si bien una parte sustancial de la crítica y el público reprueban la extrema violencia física y psíquica, las truculentas imágenes salpicadas de sexo explicito, mutilaciones y perforaciones de miembros (la naturaleza humana presa de la locura), el solemne epílogo que parece abrir camino a la redención desactiva la polémica y nos enseña una verdad imposible de ocultar y difícil de aceptar: el Anticristo situado en el vértice de la pirámide es uno mismo porque el infierno somos nosotros. Un film dolorosamente sincero de un autor esencial.