miércoles, 29 de agosto de 2012

CANON LITERARIO: SOY SÁNCHEZ DRAGÓ, HOY NO HABLO DE CINE


      Son muchos los lectores que, a través de la dirección de correo electrónico que figura en el margen derecho de la cabecera de la página -y supongo que debido a mi esporádica sección Mis películas favoritas, a las citas y textos que suelo mencionar en mis críticas cinematográficas- constantemente me animan a confeccionar un canon literario en el que queden reflejadas mis obras favoritas. Es una misión ardua y extremadamente selectiva, porque seguramente hablamos de miles de libros que, en mi promiscua condición de lector voraz e inasequible al sueño y al cansancio, han hecho y hacen más llevadero mi tránsito por este valle de lágrimas y sonrisas verticales, habiendo alcanzado todas ellas el estatus de obras de cabecera. 

       Lo que he considerado más conveniente ha sido realizar una primera selección sin alejarme mucho en el tiempo para así acotar un periodo corto y  cercano, con la intención de que si algún lector tiene intención de adquirir alguno de los textos seleccionados, y contando con la mala política de descatalogación y fondo general que actualmente tienen las editoriales y librerías, le sea más fácil localizarlos.  A lo peor mis gustos nada tienen que ver con los de el común de los mortales y se me tache de injerencia y oscurantismo,  quien me conoce más íntimamente sabe de mi fobia por los best-sellers de diseño y los libros-churros convertidos en simples y ortopédicas operaciones comerciales -lease El código Da Vinci-, pero ya que ustedes han insistido, aquí queda expuesto un listado de algunos de mis libros más apreciados...  y no olviden nunca que una de mis nociones más claras de la felicidad doméstica es una familia dormida y un buen libro.
       
      1- SIGFRIDO, de Harry Mulisch (Tusquets)
A través un alter-ego, Rudolf Herter, Mulisch nos presenta un musculoso texto sobre la inquietante ficción de una Eva Braun embarazada de Hitler que da a luz un varón llamado Sigfrido, como el mítico, fuerte y bello héroe de las leyendas escandinavas y germánicas. Un hecho que, por supuesto, se mantiene en el más absoluto de los secretos. Cuando la segunda gran guerra da sus últimos coletazos, todo terminará en una tragedia de tintes wagnerianos, como apunte de esa idea sobre la banalidad del Mal ingeniada por mi querida filósofa judía Hannah Arendt. Una nueva obra maestra del- me vale la redundancia-  maestro holandés.
        
      2- FELICES COMO ASESINOS, de Gordon Burn (Anagrama)
Los asesinatos cometidos por el matrimonio Fred y Rosemary West en la casa de los horrores (25 de Cronwell Street, Gloucester, Inglaterra). Burn, uno de los mejores columnistas ingleses, crea una obra de no ficción que también indaga en el enigma del Mal, una investigación angustiosa y terrorífica que, como bien escribe Brian Masters, obliga al lector a abrir una ventana, salir a pasear, escuchar música... y aun así eres incapaz de desprenderte del olor del mundo fétido narrado. Una obra espeluznante, en la que cada detalle está plenamente justificado.
       
      3- AMÉRICA, de James Ellroy (Ediciones B)
Primera novela de la Trilogía Americana del escritor nacido en Los Ángeles y autor de otras obras maestras como La Dalia Negra, L.A. Confidencial y Mis rincones oscuros. Considerado, con toda justicia, el mejor escritor actual de novela negra y haciendo un uso magistral de su prosa punzante, descarnada y adictiva, Ellroy documenta el submundo de la América de los 50 y 60 mostrando el escenario, la sangre y las bambalinas.
       
     4- SIN DESTINO, de Imre Kertész (El Acantilado)
La historia del año y medio de la vida de un adolescente en diversos campos de concentración. Aunque el autor húngaro vivió esa experiencia en sus carnes, no es un texto autobiográfico, sin embargo, la precisión quirúrgica con que Kertész describe la triste e hiriente realidad de los campos de exterminio, la hacen una de las más grandes novelas del siglo XX. Dolorosa ironía y  grafismo demoledor.
     
      5- MOTEROS TRANQUILOS, TOROS SALVAJES, de Peter Biskind (Anagrama)
Su título hace referencia a dos películas legendarias, Easy Rider (Dennis Hooper, 1969) y Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980). La primera, marca el inicio de una nueva era en Hollywood, la de una generación -Coppola, Scorsese, De Palma, Spielberg, De Niro, Al Pacino, Nicholson- que se convirtieron en los nuevos dueños de la meca del cine. El segundo film, de principios de los 80, clausura esa última época dorada de Hollywood. El periodista Peter Biskind escribe una crónica salvaje sobre una generación de exaltada y sublime creatividad viciada por las drogas, el sexo y el rock and roll, haciendo un recorrido alucinante por el Hollywood de los 70. Para un cinéfilo obsesionado con esta década -como es mi caso- el libro resulta de lectura obligada, pues se ha convertido en referencia para millones de estudiosos del tema.
     
       6- LIBRA, de Don DeLillo (Ediciones B)
DeLillo se mete en la piel del magnicida Lee Harvey Oswald para hacer una precisa introspección sobre su pensamiento ¿qué le pasó por la cabeza en el momento de apretar el gatillo? Oswald jamás supo que su muerte estaba programada como parte de una conspiración al más alto nivel. El enigma Kennedy, un cabeza de turco y una época fascinante.
       
      7- LAS MÁSCARAS DEL HÉROE, de Juan Manuel de Prada (Valdemar)
Probablemente la mejor novela española de las últimas décadas (muy superior, por ejemplo, a Soldados de Salamina, La sombra del viento y La catedral del mar). El autor nacido en Baracaldo, demostrando una exquisita madurez para su insultante juventud, nos invita en su primera novela a un viaje por el fracaso de una generación de perdedores, un relato coral que es a la vez una crónica de vidas atormentadas en medio de la sordidez, y que murieron desangradas de tinta o de sangre. Imprescindible.
       
      8- EL ADVERSARIO, de Emmanuelle Carrére (Anagrama)
Todo en la vida de Jean-Claude Romand era mentira. El 9 de enero de 1993 mató a su mujer, a sus hijos y a sus padres e intentó, sin éxito, suicidarse. Mentía desde los 18 años, se hacía pasar por médico de la Organización Mundial de la Salud, estafó a sus padres y  amigos, a punto de verse descubierto, decidió eliminar a aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar. Una historia real que conmocionó toda Francia y que supone un viaje al corazón del horror. Ha leído varias veces esta excelente obra de Carrére.
       
      9- LA INFORMACIÓN, de Martin Amis (Anagrama)
Los temas recurrentes del escritor británico, la amistad y la rivalidad, en este caso de dos escritores, conforman el núcleo narrativo de una de las más grandes joyas publicadas el pasado siglo. Con su lenguaje y estilo depurados profundiza en lo efímero de la felicidad, el fracaso la sensación de vacío y la muerte. ¡ Qué bueno es este libro!.
       
      10- AMPLIACIÓN DEL CAMPO DE BATALLA, de Michelle Houellebecq (Anagrama)
La primera y mejor novela -para mí- del autor de Las partículas elementales y Plataforma. A través de la vida de un antihéroe, un ingeniero informático hastiado de su trabajo, el escritor francés crea todo un retablo decadente sobre el campo de batalla de la uniforme sociedad actual, con sus perdedores en el ámbito económico y sexual. Un escupitajo certero en el ojo de nuestro absurdo modelo de sociedad del bienestar. 
 
      Venga, a leer, alejénse del estercolero catódico con su orla de semen y sangre, a ver si subimos la media nacional, que vienen tiempos de braserito y recogimiento... y, por favor, absténganse aquellos lectores que sólo tienen como faro y guía las listas de los más vendidos. Nada de lo anteriormente expuesto les servirá. Lo siento.

martes, 28 de agosto de 2012

FOTOGRAMAS EN LA RETINA: ÁTAME


        
      En opinión de este crítico, ÁTAME (Pedro Almodóvar, 1990) es, con diferencia, la mejor película del polémico director manchego, un cineasta que todavía no ha visto cuajada su obra maestra y que, mucho me temo, si sigue por el camino emprendido en sus últimos trabajos, jamás lo logrará. Átame no es un film magistral, pero sí una cinta chispeante, peculiar y deshinibida que nos narra la historia de Ricky (Antonio Banderas), un huérfano que ha pasado toda su vida en instituciones sociales y reformatorios. Ricky está absolutamente fascinado por Marina (Victoria Abril), una actriz con problemas con las drogas que trabaja como actriz en películas pornográficas baratas. Un día Ricky la rapta dispuesto a hacer todo lo posible para que Marina corresponda a su amor. La animadversión inicial de la mujer y sus vanos intentos de huir, irán dejando paso a una relación en donde brotará el verdadero amor.    

       Es curioso que la escena que más se recuerda de esta sugestiva y desvergonzada cinta sea esa en la que Victoria Abril en la bañera practica juegos eróticos con un buzo de juguete que funciona a pilas, y que, como vemos en los fotogramas que ilustran el artículo, explora su “bajo vientre”. Aunque la secuencia es atrevida y original no puede restar protagonismo a un relato que es mucho más; de un romanticismo absolutamente desgarrador que evoluciona entre el drama y la comedia y que toca todas las fibras sensibles del espectador, con sus protagonistas dando una clase magistral de interpretación. Una función donde la poética urbana alcanza su máximo esplendor cotidiano, moviéndose entre el crudo naturalismo y la más dulce inocencia, con diálogos inteligentes ligados a un guión que desarrolla como eje una obsesión enfermiza y concluye con una aplastante lógica. Con reminiscencias a El Coleccionista (William Wyler, 1965), esta excelente fábula llena de personajes pintorescos, soledades, obsesiones, tormentos y toques de humor geniales pasará con letras de oro a la historia del cine español. Insisto, el mejor Almodóvar.

miércoles, 22 de agosto de 2012

CRÍTICA: LOS MERCENARIOS 2


Ruido, furia y humo
LOS MERCENARIOS 2
DIRECTOR: SIMON WEST.
INTÉRPRETES: SYLVESTER STALLONE, JASON STATHAM, ARNOLD SCHWARZENEGGER, JEAN-CLAUDE VAN DAMME, CHUCK NORRIS, BRUCE WILLIS.
GÉNERO: ACCIÓN / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 102 MINUTOS.   
           
      Sylvester Stallone es, le pese a quien le pese, una leyenda viva del cine. No ya porque su debut cinematográfico con la inolvidable Rocky (John G. Avildsen, 1976) acaparara 3 Oscar partiendo de un libreto suyo y con el potro italiano como eficaz protagonista, también, cómo no, porque su imagen forma parte del imaginario colectivo de toda una generación que vio representada en él la figura de action-hero que el cine de acción necesitaba. Tras varios años de arrastrarse por producciones pedorras, Stallone reverdeció viejos laureles con Rocky Balboa (Sylvester Stallone, 2006) y Los Mercenarios (Sylvester Stallone, 2010), film que con un presupuesto de 80 millones de dólares acabó recaudando 274. La sorpresa fue mayúscula para todo el mundo menos para él, que venía observando que el público estaba cansado de peleas coreográficas y el abusivo uso del ralentí y los efectos infográficos, demandando una acción pura y dura, donde los combates viscerales, secos, violentos, tremendamente físicos, sirvieran como aproximación y homenaje a aquellos actioners de la vieja guardia.
     
      En esta secuela Sly logra reunir de nuevo a la crème de la crème de aquellos tipos rudos (faltan algunos como Mickey Rourke, que sí apareció en la primera, y Steven Seagal, con el que seguro contará para la próxima entrega), un equipo de mercenarios formado por Barney Ross (Sylvester Stallone), Lee Christmas (Jason Statham), Yin Yang (Jet Li), Gunnar Jensen (Dolph Lundgren), Toll Road (Randy Couture), Hale Caesar (Terry Crews), Billy El Niño (Liam Hemsworth) y Maggie (Yu Nan), que vuelven a aceptar una misión prácticamente rutinaria que les ofrece el Sr. Church (Bruce Willis). Pero algo sale mal y uno de sus compañeros muere a manos del retorcido Jean Vilain (Jean-Claude Van Damme), que junto con su ayudante Héctor (Scott Adkins), lidera un grupo de mercenarios en poder de un peligroso tesoro: cinco toneladas de plutonio para uso militar. Ross y los suyos se enfrentará a ellos con ahínco para vengar la terrible muerte de su colega y evitar una catástrofe nacional. Empresa para la que contará con la ayuda de viejos compañeros de armas como Trench (Arnold Schwarzenegger) y el veterano Booker (Chuck Norris).

      Stallone, concentrado ahora en su papel, deja que sea el británico Simon West (Con Air) el que en esta ocasión se encargue de la tarea de dirigir a esta banda de destroyers con sus infinitos egos. El aficionado debe comprender que no estamos ante una obra cumbre del realismo poético francés. No, estamos en el terreno de las explosiones, las tremendas balaseras y las ostias sin h y sin consagrar. LOS MERCENARIOS 2 cumple con la  misión que se impone, sin atenuar la violencia desplegada en la peli seminal, toneladas de testosterona para hacer progresar una historia trilladísima que tiene como mayores estímulos el desfile de gloriosas momias, los cambios de escenarios y el humor autoparódico. Ya saben, todos esos chistes malos y las características frases lapidarias como lenguaje cortante y sarcástico que utilizaban todos aquellos tipos duros en su época dorada. West sabe ser equitativo y sirve a cada estrella momentos para el lucimiento (aunque el bueno de Stallone se lleva algunas de propina), tampoco se corta en el arranque de la cinta, aliñando una ensalada de tiros como preludio para lo que nos espera: una película sin más pretensiones que hacer caja e, insisto, que homenajea a los films de acción de serie B de los 80 y 90, tan desprejuiciada como para no darse cuenta de su carácter caricaturesco.   

       Nunca he sido fan de esas pelis ni de sus anabolizados protagonistas, por lo que la nostalgia no tiene en mí una naturaleza depresiva, pero como creo que LOS MERCENARIOS 2 es al mismo tiempo una película desmitificadora en tanto que se burla de los códigos y claves que hicieron célebre este tipo de cine, nada me cuesta recomendarla a ese público que cansado de ñoñeces busque el entretenimiento puro y duro con dosis elevadas de acción, casquería y violencia gratuita. Ahí tenemos la aparición estelar de Chuck Norris para elevar hasta el infinito la hipérbole de los millones de chistes que ha generado. Cualquier excusa puede ser buena para armar una espectacular orgía de sangre; la venganza por el compañero caído o el siniestro complot de unos mercenarios terroristas. No faltan las referencias a míticos films como Terminator, Rambo o La jungla de cristal, y por si fuera poco, dos mitos del género, Stallone y Van Damme, se enfrentan en una contundente pelea a cara de perro. Lo que más  me hace dudar de la verosimilitud del invento es la edad media del elenco (Stallone tiene ya 66 años), un detalle sin importancia que me hace pedir la jubilación para todos estos viejos vendedores de humo.


martes, 21 de agosto de 2012

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: DELIVERANCE

Mis películas favoritas
DEFENSA (DELIVERANCE)
DIRECTOR: JOHN BOORMAN.
INTÉRPRETES: BURT REYNOLDS, JOHN VOIGH, NED BEATTY, RONNY COX.
GÉNERO: ACCIÓN / EE. UU. / 1972  DURACIÓN: 105 MINUTOS.    
   
     Dirigida por el británico John Boorman y basada en la primera novela (Liberación, 1970) del extraordinario poeta norteamericano James Dickey (un relato que, por cierto, ha servido de inspiración a muchos autores contemporáneos y que hace unos años fue reeditado por la editorial Destino), DEFENSA narra la brutal aventura sufrida por cuatro amigos, Lewis (Burt Reynolds), Ed (John Voigh), Bobby (Ned Beatty) y Drew (Ronny Cox), que durante un fin de semana deciden bajar en canoa por el río Cahula antes que el bellísimo y salvaje paraje quede inundado por las aguas de una presa que se va a construir. Todo transcurre con normalidad, los amigos se entretienen el primer día observando el precioso enclave situado en los montes Apalaches e ironizando sobre la rara idiosincrasia de los aldeanos. Pero al día siguiente son asaltados y agredidos violentamente por dos lugareños, comienza así una terrible pesadilla para los amigos cuyo final puede ser la muerte.


       Sólo era un niño pero recuerdo bien la especial turbación que produjo en mí este magistral film, todavía no acababa de entender bien su mensaje último, el crescendo brutal como esencia de su trasfondo argumental, sin embargo, quedé fascinado por el modo en que Boorman había diseñado secuencias tan feroces y humillantes como la de la sodomización de Bobby, por el magnetismo visual de un paisaje inhóspito de naturaleza virgen, subrayado con una atmósfera tan envolvente como agobiante. DELIVERANCE, film de un intenso ritmo y desafiantemente violento, desarrolla un argumento que encierra muchas de las obsesiones y constantes temáticas del realizador de Excalibur, y se nos presenta, a través de un tratamiento descarnado, como un certero discurso sobre el insalvable abismo existente entre dos culturas, la urbana y la rural, civilizaciones que cohabitan no muy lejos la una de la otra, mas tienen un modo muy diferente de subsistencia y de encarar la vida.

       Los nativos hillbillies (término que se usa en Estados Unidos para denominar a los peculiares lugareños de las zonas más remotas, rurales y montañosas como los Apalaches), habitantes de comunidades endogámicas, cerradas y dueños de una violencia animal reposada durante años – a veces durante toda la vida- y que estalla en un instante, han tenido excelentes aproximaciones en las obras de distintos cineastas (recuérdese Perros de paja de Sam Peckinpah, Furtivos de José Luis Borau, Pascual Duarte de Ricardo Franco, Terciopelo azul de David Lynch, El séptimo día de Carlos Saura). Empero la película de Boorman no trata sólo de reflejar ese hecho, pues se atisba un interés por demostrar cómo la naturaleza, lejos de ser un lugar idílico, puede convertirse en demasiadas ocasiones en un campo de minas, en una peligrosa y mortífera trampa, y como frecuentemente y de manera festiva e inconsciente, el hombre de ciudad cree estar preparado para invadir frívolamente sus dominios, como si de un juego se tratara, por puro entretenimiento.



       Es por eso que la película también se puede ver como una llamada de alerta a todos esos exploradores y aventureros de salón que, sin apenas experiencia, se lanzan alocadamente a romper la rutina con grandes dosis de emoción practicando deportes de riesgo. La brillante iluminación de Vilmos Zsigmond eleva admirablemente el tono del relato, la angustia de unos personajes que, si sobreviven, no se sentirán a salvo hasta que no pisen el asfalto. Film también famoso por la virtuosa música de banjo que incluye.

domingo, 19 de agosto de 2012

LAS FOTOS HIPNÓTICAS: ÚRSULA CORBERÓ


     
     La razón principal de que la joven actriz ÚRSULA CORBERÓ (Barcelona, 11 de agosto de 1989) aparezca en esta sección se debe a las múltiples peticiones de fans que me lo han pedido en persona y a través de Internet (incluidos seguidores de su club de fans de Francia), entre los que se encuentran algunos amigos, más pesados que un abrigo de pana mojado. Y sí, la chica es mona, más, la chica se acerca mucho a mi estereotipo de mujer soñada: manos de pianista con dedos largos y finos, labios carnositos bien perfilados, rostro con un cierto toque exótico, sonrisa fresca, blanca y hermosa, culito respingón, piernas largas, y escasas aunque preciosas tetitas (esto es un gran punto a su favor, las grandes mamas me devuelven a la lactancia). Mi agradecimiento por el descubrimiento a todos esos compadres porque mi desconocimiento del medio televisivo y el escaso currículum de la actriz catalana han sido las claves de mi desconocimiento.

      Úrsula se hizo famosa a raíz de su papel protagónico en la popular serie Física o química, si bien ya había trabajado en varias series en la televisión autonómica catalana con alguna que otra aparición en otras a nivel nacional como Cuenta atrás y El Internado. El pasado año se unió al reparto del serial La República y también ha intervenido en un telefilm sobre la figura de Mario Conde titulado Los días de gloria. Todo ello ha pasado desapercibido para este cronista (sólo tengo la tele para hacer útil el DVD y el Blu-ray), pero espero ver pronto un par de cortos en los que ha participado (Crónicas de una voluntad y Slides), y también asistí al estreno de su debut cinematográfico en la horrorosa XP3D (Sergi Vizcaíno, 2011), un irrisorio film de terror que de malo que era ni con la ayuda del formato estereoscópico me fijé en el reparto femenino. Pero como yo de caldo siempre tomo dos tazas, asistiré, Dios mediante, al estreno en otoño de su próxima película de terror After Party (Miguel Larraya, 2012). Por cierto, según me dicen, Úrsula es la actual novia oficial del mediocre tenista Feliciano López.

       Recuerdo unos versos del gran Ezra Pound: “¡Bah! He cantado a las mujeres en tres ciudades, pero siempre es lo mismo ahora cantaré al sol / Labios, palabras, y ya las tienes. / Sueños, palabras, y se vuelven joyas. / Hechizos extraños de viejas deidades, cuervos, noches, encantamiento y ya no están. / Se han convertido en las almas de la canción”. El perseguido poeta de Idaho creaba musas para luego comérselas, a mí me alegra comprobar que existe relevo para  mis musas sagradas. Eso, Úrsula, hace que recobre la emoción, el espíritu y el coraje. Me gustaría vivir contigo el último amor fou, el salvaje arrebato de mi corazón comiéndose a dentelladas el desnudo de tu carne tan humana, el deseo y la locura del ardor guerrero. Llegaré a tu casa con las desiertas sombras de la noche, caminando sobre los helechos, dejando atrás un paisaje calcinado, buscando el descanso definitivo. Junto a ti, todo será belleza.

viernes, 17 de agosto de 2012

ROCK OF AGES


Fallido tributo al extravagante glam rock de los 80
ROCK OF AGES
DIRECTOR: ADAM SHANKMAN.
INTÉRPRETES: JULIANNE HOUGH, DIEGO BONETA, TOM CRUISE, PAUL GIAMATTI, ALEC BALDWIN, RUSELL BRAND, CATHERINE ZETA-JONES.
GÉNERO: MUSICAL / EE. UU. / 2012  DURACIÓN: 123 MINUTOS.   
          
      El cienciólogo Tom Cruise es un tipo muy camaleónico, se chifla por los cameos estrambóticos y le encantan los cambios de registros. En esta adaptación a la gran pantalla de un exitoso musical de Broadway, la primera vez que aparece enseña el culo. El glam rock de los 80 no le dice gran cosa a este cronista, una corriente a la que se apuntaron bandas como Bon Jovi, Journey, Whitesnake, Quiet Riot, Twisted Sister, Skid Row, Poison, Cinderella, White Lion o Europe, y que están entre lo más granado del aquel estilo de estética rebuscadamente hortera y afeminada (mallas de leopardo, toneladas de laca, purpurina, botas de plataforma, maquillaje a granel, peinados imposibles) que buscaba una impostada y provocativa teatralidad creando una música festiva, hedonista, con una fuerte carga sexual y potentes, repetitivos riffs de guitarra. 
     
      ROCK OF AGES nos traslada a esa época para narrarnos como Sherrie Christian (Julianne Hough) llega a Los Ángeles con toda la ilusión del mundo para triunfar en el mundo de la música. Sin sus pertenencias, porque se las han robado, y una vez en la zona de clubs de Sunset Strip, es descubierta por Drew Boley (Diego Boneta) que trabaja en uno de los clubs más populares, El Bourbon Roon, propiedad de Dennis Dupree (Alec Baldwin), quien está sufriendo las consecuencias de una crisis económica, pero que siempre cuenta con el apoyo de su mano derecha, su querido Lonni (Russell Brand). Una situación difícil que quiere acabar de rematar Patricia Whitmore (Catherine Zeta-Jones), la esposa del alcalde que está empeñada en cerrar todos los garitos que promueven el rock. Drew consigue que Dupree acepte a Sherrie como empleada en el local, donde los dos comparten ambiciones por el triunfo en la música y salir así de la ruina económica. Pero como todo es susceptible de empeorar, cuando Stacey Jaxx (Tom Cruise), la más grande estrella del rock hace su aparición por el local para una actuación, su agente Paul Gill (Paul Giamatti) se queda con todo lo recaudado sin permitir que nadie más vea un solo dólar.

      Pues no, no han estado atinados los responsables de este invento que pretende servir de homenaje al rock más glamourosamente chirriante de los 80, a uno puede caerle simpática la inicial propuesta de su discurso (la típica historia de superación y la persecución del rock como música lasciva y violenta que desata el infierno) pero el director Adam Shankman se toma demasiado en serio lo que no es otra cosa que una parodia grotesca sobre unos personajes horteras estereotipados hasta el vómito. Es precisamente esa constante hipérbole un lastre que arrastra de forma pesada un argumento estéril, atiborrado de clichés bufonescos y forzosamente previsible, algo posiblemente perdonable si los números musicales estuvieran bien ejecutados, extrañamente (Shankman es coreógrafo y bailarín) carecen de toda emoción y son tan simples como los de aquella nadería para marujas titulada Mamma mía. Lucen incluso muy por debajo de los temas orquestados que, para ser sinceros, tampoco son nada del otro mundo. Peor todavía son las aburridas  secuencias en que los protagonistas no cantan, donde podemos apreciar las costuras de un birrioso libreto muy en la línea de ese cagarro titulado High Scholl Musical: chico conoce a chica, se enamoran y se separan, se vuelven a juntar y son felices comiendo perdices de aquí hasta la eternidad.

       Si la trillada propuesta puede echar para atrás a más de un espectador despistado que busque en la cinta un tributo estimulante al glam ochentero furiosamente promocionado por la roñosa MTV, se sentirá defraudado al encontrarse con un inocente vodevil pop de diseño con una carencia total de química entre sus protagonistas. Tom Cruise es un gran profesional y demuestra que se encuentra en buena forma a sus 50 tacos cumplidos, irrumpiendo como personaje secundario y dotando de cierta chispa a sus egomaníacas actuaciones, no podemos decir lo mismo de la sosa pareja Julianne Hough y Diego Boneta, sin energía ni carisma para elevar el nivel del fallido artefacto. Irreconocible Alec Baldwin con su look gay/macarra que junto con Russell Brand protagoniza la única escena realmente cómica y aprovechable de la función. ROCK OF AGES es una película artificiosa, superficial y exagerada en todos sus caracteres, en la que ni los  bochornosos covers ni las historias paralelas como relleno de los tiempos muertos logran hacer progresar la trama de forma dinámica, conformando un espectáculo aséptico e insustancial sobre una época y una música que ya quedó excelentemente retratada en la inolvidable This is Spinal Tap.