martes, 31 de mayo de 2016

SOLUCIÓN AL CONCURSO: “ADIVINANZA CINÉFILA”

   
 
    Las imágenes gif pertenecen al biopic dirigido por Mary Harron The Notorious of Bettie Page (2005), que narra la historia de la famosa pin-up Bettie Page, protagonista de unas legendarias sesiones fotográficas que provocaron el escándanlo y la investigación del Senado de Estados Unidos por acusaciones de pornografía.

  
   La actriz que aparece en las imágenes es la deliciosa Gretchen Mol, que pone toda la carne en el asador dando vida a la sensual y maravillosa modelo en esta simpática y resultona producción de la HBO. Una cinta con una excelente ambientación de la época y en la que se alternan imágenes en blanco y negro y technicolor. Tal vez, Mary Harron (American Psycho) debería haber asumido un mayor riesgo al narrar el itinerario de la protagonista desde que alcanza la popularidad con posados eróticos inasumibles para la retrógrada, gazmoña e hipócrita sociedad de la época, hasta el momento en que comienza a plantearse si es honesto ganarse la vida con ese trabajo. The Notorious of Bettie Page refleja ese enfrentamiento entre el liberalismo sexual y el componente sano y natural del erotismo, contra la mentalidad castrante y prejuiciosa que consideraba una perversión y un atentado contra la moral unas fotos que incitaban a la lascivia y a prácticas aberrantes como el fetichismo o el masoquismo.


      Lo que nadie ha podido evitar es que, pasado el tiempo, Bettie Page (1923-2008) sea considerada un icono pop de la cultura underground y el mundo spanko, que con su particular, sugerente e imitada estética (mujer maciza bien proporcionada, pelo negro y genuino flequillo) sea reivindicada como un mito fundacional y un fenómeno de los placeres culpables que contribuyó a socializar la sexualidad y estimuló la fantasía de millones de personas de varias generaciones en todo el mundo libre. Se estima que alrededor de 20.000 fotografías siguen circulando de la hermosa modelo nacida en Nashville, y que fue el objetivo de medio millón de imágenes. Todo ello a pesar de que nuestra modelo pin-up favorita desapareció de la escena pública a finales de la década de los 50. Para saber más, busca en este mismo blog: “Bettie Page, la pin-up que cambió el horizonte sexual en los años 50”.


domingo, 29 de mayo de 2016

CRÍTICA: "EL PAÍS DEL MIEDO" (Francisco Espada, 2015)

España, un país de cobardes
EL PAÍS DEL MIEDO êêê
Director: Francisco Espada.
Intérpretes: José Luis García Pérez, Moisés Ortega, Marina Recio, Cristina Plazas, Eduardo Velasco, Olga Lozano.
Género: Drama / España / 2015  Duración: 102 minutos.                 

      
       Lo vengo denunciando desde hace mucho tiempo: España es un país de cobardes, de miedosos, y su deplorable salud democrática amplifica esa realidad y las opresivas sensaciones que nos atenazan.  Una sociedad con miedo es una sociedad esclava y en nuestro país existen los mismos miedos que sufrieron nuestros padres en plena dictadura, sólo que ellos a pesar de tenerlo más difícil, demostraron ser mucho más valientes en la resistencia y el asco ante un régimen brutal en donde nunca faltaba trabajo a sus verdugos. Se puede alegar que en aquella época se detenía a la gente por sus ideas políticas, que estaba vigente la pena de muerte, que aún existía en el código penal una figura como la “ley de vagos y maleantes” referente a todos aquellos individuos que eran tildados como antisociales, pero todo ello no evita que, actualmente, otro tipo de sentencias de muerte igual de atroces se estén cebando con las personas excluidas socialmente: el suicidio, la depresión, la miseria... No hay salida para las personas que lo han perdido todo y se sienten abandonadas por el sistema, y sobran motivos para que este país arda por los cuatro costados y nadie mueve un dedo. Cuando Isaac Rosa escribió “El país del miedo” en 2008, las masivas matanzas terroristas habían provocado una psicosis que hizo que la sociedad se sintiera vulnerable ante la amenaza del terrorismo global, pero ya empezaba a dar sus primeros aguijonazos una crisis devastadora que poco a poco iba a ir laminando la clase media y dejando en la cuneta a millones de personas.

     
    Francisco Espada (Badajoz, 1965), productor de la premiada película Un novio para Yasmina (Irene Cardona, 2008) debuta con esta cinta que combina el thriller con el drama social para narrarnos la historia de Carlos (José Luis García Pérez), un padre de familia y un tipo tranquilo que trabaja de bibliotecario, cuya vida cambia cuando Marta (Marina Recio) se cruza en el camino de su hijo, Pablo (Moisés Ortega). Marta comienza a extorsionar primero al niño y luego al padre. Incapaz de defenderse, se ve envuelto en una espiral de situaciones angustiosas que acabarán desencadenando una serie de respuestas desproporcionadas.

  
     Carlos, el personaje al que da oxígeno de manera afectada García Pérez, sólo es el estereotipo de la siniestra realidad ambiental, del hombre corriente en el hábitat de esta inmensa ciénaga con forma de piel de toro. Toda la cultura recibida en los 40 años de dictadura y los 40 de democracia sólo ha servido para hacer más físico, más tangible, más pegajoso el miedo en un país de cobardes. El miedo forma parte indivisible de la política económica y social, la mejor herramienta al alcance de los grandes grupos empresariales y los políticos para controlarnos y manipularnos. La crisis, los eres, el paro, los recortes… sólo representan las coartadas legales para la más cruel extorsión.


    Con grandes problemas de exhibición y financiación (alrededor de un millón de euros de presupuesto) y el desprecio de esa prescindible, deficitaria y absurda inanidad llamada Canal Extremadura con la inútil Beatriz Maeso al frente (y eso que la cinta está rodada íntegramente en Badajoz), pero con el beneplácito de TVE, Canal Sur y el 20 % del presupuesto aportado por la Junta de Extremadura, Francisco Espada crea una punzante fábula sobre el acoso escolar, las aristas de la crisis, la inseguridad, la mentira y el miedo, para levantar acta sobre los fallos del sistema y su repugnante maquinaria burocrática. Lo hace, relatando la impotencia y el descenso al infierno de un padre debido al acoso que está sufriendo su pequeño hijo por parte de una insignificante niña con pinta de macarra poligonera que, como vive en un centro de acogida, goza de toda la protección del sistema. Como no acaba de controlar la situación, el conflicto se agrava, debido en parte a sus desafortunadas acciones para tratar de proteger a su familia, y en parte por el desamparo que sufre de las instituciones, por lo que la historia acabará bifurcándose por trágicos derroteros.

    
     El país del miedo se ve necesitada de una poda de 15 o 20 minutos que hubiera dotado de mayor dinamismo a la historia, sobre todo porque se emplea demasiado tiempo en el tema de la extorsión cuando con varias pinceladas hubiera quedado perfectamente subrayado sin que resultase reiterativo, y se pone poco énfasis en el desastre al que nos vemos abocados por la dictadura económica y el ignominioso papel de los políticos, de unas leyes absurdas y de la inoperancia de la justicia. Así, la función resulta más interesante por el mensaje de su denuncia; el carácter pusilánime de una generación poco comprometida, sin referentes morales ni heroicos que ha hecho de su hogar un refugio y que, bajo el paraguas de un empleo estable, siente pánico ante la posibilidad de perder todo lo que tiene cuando se enfrenta al más mínimo problema y ver que todo su mundo se derrumba; que por sus valores puramente cinematográficos, que con una pobre puesta en escena y una dirección excesivamente rígida y contenida no explora los límites para llevar la acción a situaciones extremas y verdaderamente perturbadoras, más allá del explosivo y crudo desenlace, optando por la vertiente didáctica y advirtiendo sobre las carencias y falta de control del sistema educativo, un buen sustrato para que enraícen las semillas del mal.


     Cierto que el film nos enfrenta a situaciones inverosímiles, y no parece que una mocosa de actitud chulesca por mucha cabeza rapada y ropa rapera que use pueda atemorizar hasta ese punto a un hombre maduro, ni tampoco que tenga mucho sentido ese retrato grotesco del policía gañán y desquiciado al que da vida Eduardo Velasco como cuñado del protagonista, aunque sí cumplen con su papel el matrimonio que forman García Pérez y Cristina Plazas. Carlos tiene miedo de casi todo lo que le rodea, un miedo exacerbado, enfermizo, delirante que no puede evitar. Nadie quiere problemas, pero los problemas están ahí y muchos de ellos no se resuelven con un carácter afable y una actitud conciliadora, pues para eso todas las partes deben adoptar una actitud receptiva y el mal hace pocos amigos, sino tomando las decisiones acertadas, que suelen ser siempre las más racionales y sencillas. Sin embargo, opta por una huida hacia adelante, miente, se vuelve cada vez más paranoico y peligroso en su errática táctica para atajar  un problema que crece con cada paso que da. Sabemos que algunos de los crímenes más horripilantes de la historia han sido cometidos por menores, y nuestros mediocres políticos "demócratas" no acaban de entender que el mal y la violencia nada tienen que ver con la edad, pues como dijo Einstein: “Nuestra sociedad no está en peligro por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad”. Es decir, por ellos.


viernes, 27 de mayo de 2016

MANHATTAN NIGHT (Brian DeCubellis, 2016)



CRIMEN Y EROTISMO

    Tomando como base la novela de Collin Harrison, la ópera prima de Brian DeCubellis nos presenta a Porter Wren (Adrien Brody) un periodista de sucesos con gran habilidad para ir detrás de la noticia y convertir sus artículos en sobrecogedores reportajes periodísticos. En casa es un marido encantador y un padre ejemplar para sus hijos, o por lo menos así lo cree su adorable esposa, Lisa Wren (Jennifer Beals). Pero un día, conoce en una fiesta a una seductora y bella desconocida, Caroline Crowley (Yvonne Strahovski) que le incita a resolver el complicado asesinato de su marido, Simon Crowley (Campbell Scott) y su rutina cambia por completo. De esta forma, se ve envuelto en un desagradable caso de obsesión sexual que acaba poniendo en peligro su trabajo, su matrimonio y su vida.


       Con aromas de cine negro clásico, Manhattan Night se adapta bien al estereotipo de hombre corriente que representa Adrien Brody, un periodista que escribe una columna en un periódico de papel que tiene los días contados debido a las nuevas tecnologías y con una alta hipoteca que mantiene gracias al trabajo de cirujano de su mujer. Wren se deja seducir por Caroline (relación que nos regala algunas secuencias eróticas) y se ve inmerso en una trama criminal que se va enredando con chantajes y abusos sexuales que tiene como protagonista a una hermosa e irresistible femme fatale, una Yvonne Strahovski manipuladora que sumerge al reportero en una espiral peligrosa que puede tener dramáticas consecuencias para el reportero y su familia.

       
    El film contiene una pátina noir de otra época y algunas escenas perturbadoras, para lo que es imprescindible la sinuosa y melancólica música de saxo y una luz sombría que potencia deliciosamente el paisaje urbano de Manhattan. No estamos ante una gran película, pero sí ante un ejercicio de estilo interesante que incluye algunas vueltas de tuercas imposibles de predecir, que tienen que ver con traumas del pasado y el asesinato del marido de la preciosa Caroline, un director de cine excéntrico y aficionado a los juegos macabros. La investigación se irá complicando con la búsqueda de un comprometedor vídeo que tiene como protagonista al editor del periódico y, por supuesto, las dos historias están conectadas. Así, la trama nos aboca a un impactante clímax final en donde todas las piezas acaban por encajar. En fin, Manhattan Night es un film resultón en el que adivinamos una moraleja que puede servir de advertencia e incluso de exhortación: “ten cuidado con lo que haces porque alguien podría estar vigilándote en cada momento”.



miércoles, 25 de mayo de 2016

TRILOGÍA “MANIAC COP”: WILLIAM LUSTIG Y SU POLICÍA MANÍACO

    
     
     Como tendremos tiempo de analizar otros títulos del director y productor William Lustig (1955, El Bronx, Nueva York) he querido detenerme en una trilogía muy querida por el aficionado al cine de serie B y exploitation, Maniac Cop, que producidas y escritas por el también director y guionista Larry Cohen, se han convertido con el tiempo en películas de culto que representan un tipo de cine muy anclado a su época (años 80 y principios de los 90) y que, con sus virtudes y defectos, sigue siendo muy reivindicado. Un cine para el que no se necesitaban coartadas morales y a sus responsables les importaba un carajo lo políticamente correcto. El caso es, y esto no hay quien lo ponga en duda, que esta clase de películas y esta manera de hacer cine siguen viviendo en la nostálgica cinéfila de millones de espectadores de varias generaciones en todo el mundo.
              
             
        MANIAC COP (William Lustig, 1988)

        Una serie de brutales asesinatos aterrorizan a la ciudad de Nueva York. El caos se apodera de las calles y las víctimas son despedazadas sin ningún tipo de compasión. Mientras, los ciudadanos se defienden como pueden y la prensa anuncia que el asesino es un policía. Para calmar los ánimos de la gente, la policía arresta al oficial Jack Forrest (Bruce Campbell) que está considerado un tipo problemático, pero su compañera, Theresa Mallory (Laurene Landon) está convencida de su inocencia. Cuando el detective Frank McCrae (Tom Atkins) su superior, aparece muerto, Forrest decide involucrarse en el caso. Cuando está a punto de descubrir la verdadera identidad del asesino, se revelará un hecho insospechado, y es que el difunto oficial Matt Cordell (Robert Z´Dar) parece haber vuelto a la vida, sediento de sangre y de crímenes y convertido en el temible “Maniac Cop”. Así, Cordell que había sido brutalmente asesinado en la cárcel por los reclusos arrestados por él, parece haber resucitado y nadie está salvo.


    Sólo 85 minutos son suficientes para componer una sórdida sinfonía de horror y muerte que se mueve entre el thriller de justicieros urbanos y el slasher, subgénero éste último que había iniciado ya su decadencia tras su visceral explosión en los 70 y 80, pero al que la pareja Lustig/Cohen desean rendir un sentido homenaje. No diré que Maniac Cop, que parte de una premisa poco original, sea un film deslumbrante, pero sí que el género no sería lo que es hoy sin la influencia de este tipo de películas grindhouse, de ahí su halo de pequeña joya. Antes de continuar, sería conveniente señalar que el imponente rostro de Robert Z´Dar (que aunque trabajó en una treintena de películas es recordado por este papel) se debe a una enfermedad genética caracterizada por el crecimiento anormal de los huesos de la cara, tanto el maxilar inferior como el superior. Z´Dar falleció el 30 de marzo de 2015 a los 64 años.


      Aunque estoy seguro de que la cinta tendría más fuerza si Cohen hubiera pulido un poco más el guión dando más relevancia a la situación de una ciudad aterrorizada con la simple visión de un policía (algo que plantea solamente en una ocasión con una chica en un coche) la función resulta entretenida tanto en la primera parte; con la policía desconcertada ante la posibilidad real de que uno de los suyos sea un maníaco asesino; como en la segunda, con el clímax delirante de la entrada de Maniac Cop en la comisaria. Con un presupuesto ajustado incluso para la época de un millón de dólares, Maniac Cop contiene un ritmo frenético y unas escenas de acción rodadas de manera contundente, al mismo tiempo que lanza una denuncia velada sobre la inseguridad ciudadana en urbes como la Nueva York de la época, y creando un nuevo mito del terror, un policía maníaco de tintes sobrenaturales y con la cara desfigurada a quien da oxígeno de forma eficaz el fallecido Robert Z´Dar. Aunque a la cabeza del reparto encontramos actores de culto como Tom Atkins y Bruce Campbell, al espectador le interesará saber que realizando un cameo aparecen Sam Raimi y el boxeador Jake LaMotta, a quien Robert De Niro dio vida en la Magistral Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980).  


MANIAC COP 2 (William Lustig, 1990)



           Para mí la mejor entrega de la trilogía. Está claro que se notan los tres millones más invertidos en esta secuela que se inicia justo donde lo dejó la primera, con el policía asesino que creían muerto sembrando el pánico por las calles de Nueva York, pero en lugar de seguir la historia de forma lineal, da un giro que agradecemos y que sirve para introducir nuevos personajes y elementos sobrenaturales que presentan a Matt Cordell (Robert Z´Dar) como una presencia espectral y convertido en juez, jurado y verdugo. Una evolución que puede tener cierta resonancia al mito Jason Voorhees, que engrandece la historia y la eleva a otro nivel.


     Maniac Cop 2 comienza con un pequeño prólogo que nos recuerda el final de la primera entrega, seguidamente surgen unos créditos más elaborados y enseguida se va al grano con Matt Cordell enfangado como un criminal más en atracos y trifulcas callejeras, y transformado en un ente mucho más terrorífico. La película incluye más escenas de acción y mejor planificadas, con una trama que se centra más en la ira diabólica de Cordell, en su condición de víctima ultrajada por el sistema. A lo largo del metraje diremos adiós a Jack Forrest (Campbell) y su compañera Theresa (Mallory), algo que no sentó demasiado bien a sus fans pero que se debe asumir con un desenlace coherente en venganza por la caza implacable que iniciaron en la primera parte tratando de atrapar al oficial asesino.


      Será un nuevo detective, Sean McKinney (Robert Davi) y su compañera, Susan Riley (Claudia Christian) quienes se encarguen del caso. Desplegando unos efectos especiales más depurados, algo que notaremos en esa escena en que Susan Riley es esposada desde fuera al volante de un coche que cada vez coge más velocidad, resulta sugerente que Cordell se vea acompañado en esta ocasión por un psicópata asesino de prostitutas, que le ofrece refugio cuando comete sus crímenes. A destacar las secuencias de la masacre en la comisaría y la de la de la galería de tiro, la disculpa del detective a Matt por lo ocurrido en su juicio, ofreciéndole la posibilidad de que se defienda de nuevo y el fugaz cameo de Danny Trejo en el calabozo. Un film muy recomendable y uno de los favoritos de Quentin Tarantino.


 MANIAC COP 3: BADGE OF SILENCE (William Lustig, 1993)

      
    Sin duda, la peor entrega de la saga. Tanto es así que William Lustig renegó de la cinta que apareció firmada por Alan Smithee, que es el pseudónimo que utilizan los directores que no quieren tener nada que ver con la película aunque hayan trabajado en su creación. Lustig sólo trabajó 51 de los 85 minutos de metraje, el resto lo filmó Joel Soisson, uno de los productores. Con el protagonismo de nuevo de Robert Davi, tenemos a un sacerdote vudú que devuelve la vida a Matt Cordell (Robert Z´Dar) el temible e impresionante policía maníaco, que se dedicará a lo suyo, matar a quien se interponga en su camino. Pero esta vez requiere los servicios de un santero para resucitar a una oficial de policía muerta en un tiroteo, Katie Sullivan (Gretchen Becker)  y víctima como él de las injusticias del sistema. La tía le hace tilín, y juntos formarán una pareja tan demencial como letal, provocando una carnicería sin precedentes. El detective encarnado por Davi, lo intentará impedir.


      Las varias reescrituras del guión, no podía traer nada bueno, de ahí un libreto con más agujeros que un campo de golf. Matt Cordell y su compañera de correrías (otro ángel caído y abandonado por las instituciones y el sistema) forman una pareja criminal en la onda de Bonnie and Clyde, aunque mucho más decadente, el problema es que con un reducidísimo presupuesto (un millón de dólares como en el film seminal pero cinco años más tarde), casi todo se nos muestra cutre y rudimentario. Y eso que, aún con esa rémora, algunos efectos resultan logrados. Pero uno tiene la sensación de que se guionizaba sobre la marcha sin mucho sentido y preguntándose a cada momento, y ahora ¿cómo continuamos? En fin, una tercera entrega disparatada debido a los problemas de producción y el penoso libreto pergeñado por Larry Cohen. Tal vez por ello, William Lustig, con el padrinazgo de Nicolas Winding Refn, y colocando en la dirección a John Hyams, esté trabajando ya en una cuarta entrega que cuyo estreno está previsto para 2017.


PARA LEER

                                              Cohen & Lustig (varios autores)
Edita: Semana del Cine Fantástico y de Terror de San Sebastian