jueves, 29 de diciembre de 2016

SIGOURNEY WEAVER EN “ALIEN”


     Desde su estreno en 1979 se ha escrito mucho sobre la calidad tanto técnica como artística de Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott), que goza del estatus de película de culto y clásico imperecedero. Nada extraño, porque Alien es para este cronista una de las tres mejores películas de ciencia ficción (y tecno-terror) de la historia, un film que logro hacer converger una serie de mentes brillantes e imaginativas, un puñado de talentos concentrados que perseguían crear una obra que marcara una época y supusiera un punto de inflexión en el género. Así, tanto los productores Walter Hill y David Giler, el guionista Dan O´Bannon, el diseñador Ron Cobb, el artista gráfico y escultor H. R. Giger, el director Ridley Scott y el mayúsculo protagonismo de Sigourney Weaver forman una de las cátedras más compactas y mejor fusionadas del Séptimo Arte.


     Por supuesto, parte del éxito de Alien se debió a la autenticidad que exhalaban sus personajes, especialmente a la teniente Ellen Ripley, a la que da oxígeno de forma prodigiosa Sigourney Weaver, que inicialmente sólo abre la boca para señalar el buen sabor del café, pero que irá adquiriendo todo el protagonismo a medida que se vayan sucediendo las muertes dentro de la impresionante nave Nostromo, tomando el mando y demostrando su capacidad de decisión y coraje, una serenidad pasmosa y un conocimiento que ya veníamos advirtiendo cuando acertó a traducir los códigos alienígenas.

  
    Alien nos muestra a una teniente Ripley de ambigua sexualidad (cuestión que se acentúa cuando está delante de la hermosa y delicada Verónica Cathwright (Lambert)-, regalándonos escenas absolutamente turbadoras. Un personaje protagonista femenino pero dotado de la fuerza, el arrojo y la sangre fría que sólo otorga el afán de supervivencia. Pero el aficionado siempre recordará sus pucheros, su rostro sudoroso y el striptease final en la sublime escena que la enfrenta al impresionante alienígena de más de dos metros. Resulta morboso y emocionante ver a la altísima Sigourney Weaver, mezcla de guerrera y reina alien, con sus diminutas braguitas y el ajustado top blanco que sin sostén se pegaba a sus tetitas, con la cara a milímetros de las fieras mandíbulas y la baba de la atroz bestia extraterrestre. Al salir del cine, mi amigo Jordi, con el que compartí muchas sesiones cinéfilas, me preguntó:
-Oye tío, ¿el bulto en las bragas de Sigourney Weaver es vello púbico?
-Claro tío, eso y que lleva las bragas a medio culo.
Éramos unos adolescentes y todavía estábamos en la década de los 70. En fin, disfruten del post. 


miércoles, 28 de diciembre de 2016

YULIYA SNIGIR EN “A GOOD DAY TO HARD”


"LA JUNGLA: UN BUEN DÍA PARA MORIR"
       
    La modelo y actriz rusa Yuliya Snigir (Donskoy, 2 de junio de 1983) se ha dado a conocer internacionalmente tras su aparición en la birriosa última entrega de La Jungla de Cristal de reciente estreno en nuestras pantallas con el título La Jungla: Un buen día para morir. Tal vez pocos sepan que Yuliya fue una jugadora muy competente de ajedrez, afición que adquirió de su padre, profesor de este noble deporte de la mente, que la entrenó a conciencia para competir en campeonatos como parte de su educación.

   
    La modelo, como imagen rusa de Loreal y Mac, ha rodado anuncios en Los Ángeles, París y Berlín. Su currículum académico nos dice que se graduó en magisterio en la Universidad Estatal de Moscú y que fue profesora de primaria antes de ser descubierta como modelo. Estudió interpretación en la Escuela Teatro Shukin y en 2011 coprotagonizó junto a Gerard Depardieu el drama televisivo Rasputín, en el que encarnaba a una estrecha colaboradora del infame místico ruso.

       
    Yuliya ha protagonizado el horroroso film ruso de ciencia ficción Obitaemmy Ostrov (The Inhabited Island, 2008), que tuvo una secuela igual de zarrapastrosa en el año 2009. No he tenido la oportunidad de ver Delirium (Lee Roy Kunz, 2013), un thriller en el que la modelo rusa es la protagonista absoluta y trata sobre un secuestro en el que se ve implicada la mafia rusa y la Interpol. El papel que más fama ha otorgado a Yuliya Snigir es el de la letal villana Irina en La Jungla: Un buen día para morir (A Good Day to Hard, John Moore, 2013) una secuela absolutamente infumable en la que sólo es posible resaltar la impactante belleza de Yuliya. 


    El último film en el que ha intervenido es Freezer (Michael Salomon, 2014), un thriller cochambroso protagonizado por Dylan McDermott, un tipo normal que se queda encerrado en un congelador industrial. En fin, espero que les haya servido esta sucinta biografía para conocer un poco más a Yuliya Snigir, y si no han visto la última entrega de La Jungla, no se preocupen, pueden acotar sólo las secuencias en donde aparece la bellísima actriz rusa. Todo lo demás es irrelevante.




    

YULIYA SNIGIR: INACCESIBLE BELLEZA

martes, 27 de diciembre de 2016

CRÍTICA: "ANIMALES NOCTURNOS" (Tom Ford, 2016)

   
      
"ANIMALES NOCTURNOS" êêêê

     Segundo trabajo del diseñador de modas reconvertido en director de cine Tom Ford, que ya sorprendió a propios y extraños con su ópera prima Un hombre soltero (A Single Man, 2009), un film melancólico, sensible e inteligente en el que Colin Firth da vida a un maduro profesor británico y homosexual que intenta buscar sentido a su existencia tras la muerte de su compañero sentimental.


     Animales nocturnos nos presenta a Susan Morrow (Amy Adams) una galerista de Los Ángeles con una vida privilegiada y casada en segundas nupcias con Hutton Morrow (Arnie Hammer). Un fin de semana, cuando su marido se encuentra en uno de sus incontables viajes de negocios, Susan recibe un paquete en el buzón. El paquete contiene la primera novela de su exmarido, Edward (Jake Gyllenhaal) de que lleva casi dos décadas sin tener noticias. Como ella siempre fue su más dura crítica, le pide en una nota que lea la novela y contacte con él, pues estará unos días en la ciudad. Susan acepta y se sumerge en la narración. Atrapada por la lectura, se da cuenta de que a su vida le falta algo y rememora su pasado y se cuestiona su futuro.

    
   Adaptación de la novela de Austin Wright, Animales nocturnos juega con los saltos temporales y de escenario para componer un relato que oscila entre la sordidez y truculencia de las escenas ficcionales que sitúan su acción en los áridos paisajes de Texas y la pulcritud y el lujo de las secuencias reales en las suntuosas mansiones de Los Ángeles. Dos escenarios disímiles que se entrelazan con el contraste de sus señas diferenciadoras. Tom Ford siempre cuida el estilo, pero mucho más la estética, la plasticidad de las formas que esconden la pulsión de vidas en la hoguera. 


    Pero Animales nocturnos es ante todo una historia de venganza, la de un examante herido de por vida que ha creado una obra escrita para procurar el dolor y la humillación de la mujer que un día le abandonó, que nunca tuvo fe en su talento y que veía en su sensibilidad un signo de debilidad. Y hay pocos sentimientos que puedan causar más dolor que la culpa.

  
    Con una meticulosa puesta en escena, Ford confronta esos dos mundos en un espejo dual en el que si miras hacia un lado te encuentras el mundo real sofisticado y falsamente feliz por el que trajina la protagonista (una Amy Adams hermosa y soberbia), y si miras para el otro lado se te abre una ventana abisal a un mundo ficticio salvaje, violento e irracional en el que un magnífico Jake Gyllenhaal, acompañado de un macilento y no menos espléndido Michael Shannon se hacen cruces por ejecutar una terrible venganza en la que uno de los objetivos es un joven delincuente de la white trash al que da vida de forma magistral Aaron Taylor-Johnson en un papel secundario. Porque la herida profunda de Susan es sentir el latido de la tragedia que se desarrolla en la ficción como en carne propia y en la de su hija desde la privilegiada atalaya de una vida de lujo y glamour. Una venganza que es a la vez sofisticada e intelectual y maquiavélica y lacerante. La historia nos aboca a un final pesimista que aguijonea los recuerdos y con ellos el peso de la culpa, la evocación de vidas quebrantadas y la soledad como estigma.  

AMY ADAMS HOT


lunes, 26 de diciembre de 2016

CRÍTICA: “ASSASSIN´S CREED” (Justin Kurzel, 2016)

   

"ASSASSIN´S CREEDêêê
    

    Nada sé de este famoso videojuego de Ubisoft que tanto han trajinado mis hijos. Si me he decidido a ver una película que aparentemente no contiene para mí grandes atractivos es por el hombre detrás de las cámaras, Justin Kurzel, que nos regaló aquel potente drama criminal titulado Snowtown (2011), que versa sobre un adolescente que bajo la influencia de su tío se deja arrastrar a un mundo de fanatismo y violencia. Con el concurso de la misma pareja protagonista, Michael Fassbender y Marion Cotillard, que ya utilizara en MacBeth (2015) resultona versión del conocido texto shakesperiano, Kurzel acepta el encargo de adaptar libremente a la pantalla grande uno de los videojuegos más exitosos de las últimas décadas.

    
    Veamos: Callum Lynch (Michael Fassbender) es un criminal que espera ser ejecutado por sus incontables delitos. Pero Lynch gozará de una nueva oportunidad concedida por la organización Abstergo, que está dirigida por Alan Rikkin (Jeremy Irons). Con la ayuda de la científica Sophia Rikkin (Marion Cotillard) y a través de una tecnología revolucionaria que permite rastrear su ADN y desbloquear sus recuerdos genéticos, Lynch experimenta las aventuras de su antepasado Aguilar de Nehra, un asesino miembro de una hermandad secreta llamada Assassins y ascendiente suyo que vivió durante la España del siglo XV, en pleno auge de la Inquisición española. De esta manera, Lynch se meterá en Animus para revivir en primera persona las correrías de su ancestro, y llevar a cabo una serie de peligrosas y secretas misiones por toda Tierra Santa. Dueño de increíbles conocimientos y habilidades, se enfrentará a la poderosa Orden Templaria.


     Ante la misión no precisamente sencilla de contentar a los fans al mismo tiempo que intenta atraer a los neófitos de los videojuegos, Justin Kurzel se las apaña para salir sin demasiadas magulladuras del intento de poner la primera piedra a una historia que tendrá sus secuelas. Así, Assassin´s Creed actúa como prólogo, como introducción a una saga que el tiempo y la recaudación en taquilla nos dirá si promete ser longeva. Porque lo que ya sabemos es que hay muchos fans que no comulgan con los cambios sustanciales que han introducido los guionistas. Siendo sincero y situándome muy lejos del apasionamiento, me hubiera gustado que las secuencias regresivas hubieran ocupado muchos más minutos del metraje, y restado más tiempo a las escenas del presente que suceden en la sede  de Abstergo en Madrid, que de forma un tanto chusca frenan el ritmo de la acción de manera constante.


       Pero si tomamos Assassin´s Creed como un preámbulo de entregas venideras, todo parece estar milimétricamente estudiado, tratando de situar la aventura en un punto en que pueda resultar coherente o al menos comprensible para cualquier espectador. Y el invento no resulta desdeñable, con las típicas y adrenalínicas escenas de persecuciones por tejados y violencia seca y con un elenco de primer nivel que cumple aceptablemente. Así, una vez explicado el origen y esencia de la hermandad Assassins y el valor de la reliquia “El Fruto del Edén”, todo queda clarificado en una guerra cruenta en la que Aguilar tendrá enfrente a los poderosos y temidos templarios y a la siniestra Inquisición.

      
     Cullen aparece aquí engarzado por las caderas a un engendro mecánico que conecta sus circuitos neuronales y reproduce así los movimientos de su antepasado Aguilar, licencia cinematográfica que busca una mayor plasticidad cinematográfica. El problema es que las secuencias de acción son escasas aunque la cinta cuenta con los suficientes alicientes como para no defraudar: la guerra sangrienta entre Assassins y templarios, la visualización sórdida pero cautivadora de la España del siglo XV, las figuras casi pétreas de los  omnipresentes Reyes Católicos, Cristobal Colón, el rey Moro entregando el fruto sagrado y Javier Gutiérrez dando oxígeno al brutal Torquemada, cabeza visible y arquitecto de la Santa Inquisición. Del mismo modo hay que subrayar el contraste entre esa sociedad distópica del presente y una Sevilla encolerizada por el fanatismo y de una belleza casi onírica que atrapa al espectador dispuesto a sacar un billete para la máquina del tiempo. Por cierto, hay otro templo sagrado que alumbra de pasada el film: el Santo Coliseo del “Vicente Calderón”. 

sábado, 24 de diciembre de 2016

BRIGITTE BARDOT, LA DIOSA CON PERFUME A SEXO

    
   
    La actriz y modelo francesa Brigitte Bardot nació en París en 1934, y fue uno de los rostros (y cuerpos) más visibles y venerados del cine europeo de la posguerra debido a su innata belleza y sensualidad, convirtiéndose pronto en un símbolo sensual y de la moda.

    
   Debutó en el cine con un papelito en la película Le trou normand (1952), y su matrimonio cinéfilo con el director Roger Vadim fue el trampolín que la lanzaría definitivamente a la fama con películas como Y Dios creó a la mujer (1956), aunque entonces ya había realizado algunas películas con títulos tan sugerentes como La chica del bikini (1952).


  Títulos como La pícara colegiala (1956), El amor es un oficio  (1958), La femme et le pantin (1959), ¿Quiere usted bailar conmigo? (1959), Una vida privada (1962) o El desprecio (1963), lograron que esta hermosísima actriz y cantante dotada de un erotismo salvaje forme parte del imaginario colectivo de varias generaciones de cinéfilos impenitentes que veían en ella el reflejo de la vecina de al lado, tan deseada y cercana como inalcanzable.


    Conocida por las iniciales “BB”, la secuencia en la que en presencia de Jean-Louis Trintingnant baila descalza sobre una mesa en Y Dios creó a la mujer, sigue siendo considerada como una de las más eróticas de la historia del cine.