viernes, 26 de abril de 2019

LAS MEJORES PELÍCULAS DE CULTO: "PUSHER, UN PASEO POR EL ABISMO" (1996)



"PUSHER: UN PASEO POR EL ABISMO"
Drama - Dinamarca, 1996 - 105 Minutos.
Director: Nicolas Winding Refn.
Intérpretes: Kim Bodnia, Mads Mikkelsen, Zlatko Buric, Laura Drasbaek, Slavko Labovic, Vanja Majicic.


    Winding Refn, joven cineasta danés instruido en Nueva York, hechizado a buen seguro por reiterados films míticos de los setenta -lease Taxi Driver, Malas calles- y tras ensayar, como es preceptivo, en el terreno del corto, da el salto al largometraje con esta espeluznante película que pasó de puntillas, sin hacer el más mínimo ruido por las pantallas de cine. Hora es de recuperarla y saborearla. 


    El film gira alrededor de Frank (Kim Bodnia), un camello que tiene una deuda de diez mil dólares con un pequeño gángster llamado Milo, éste le presiona para que devuelva el dinero, y para ello Frank se arriesga con un trabajo de compra-venta de mayor magnitud. Pero, la intervención de la policía hace que todo el cargamento acabe diluido en el agua, Frank es arrestado y poco después puesto en libertad. Ahora, en la calle, su vida no vale nada porque Milo (Slavko Buric) desea cobrar su deuda como sea, por lo que se verá obligado a lanzarse a una agitada carrera contra el tiempo para conseguir el dinero.
    
    Cuando el realizador vasco Daniel Calparsoro debutó con su modesta (once millones de pesetas) y sobrecogedora Salto al vacío (1995) de manera nada calculada rellenó un importante hueco dentro del siempre deshilvanado panorama cinematográfico español. Como era de preveer, esta insólita ópera prima anduvo vagando por todo el espectro fílmico nacional, con más pena que gloria, sin demasiado entusiasmo crítico y una floja andadura comercial, aunque consiguiendo, eso sí, acotar un espacio único de reflexión para espíritus insomnes que vieron en Alex, su protagonista, el arquetipo de antihéroe (perdón antiheroína) más sugestiva del cine patrio contemporáneo. Además de otros paralelismos, Pusher es también el relato urbano de un antihéroe que tiene empeñada su supervivencia -como Alex- en el trapicheo del mundo de las drogas por los laberínticos barrios húmedos de Copenhague. Winding Refn explora las simas de la desesperanza y la autodestrucción y nos presenta unos personajes fríos, poco definidos y enfrentados a su implacable destino. La soledad, las relaciones adulteradas y poco profundas, la falta de afecto en las miradas, en los gestos, en las palabras, la incomunicación, hace que los personajes batallen siempre entre el miedo y la rabia, la desconfianza y la sombra de la traición. 


    El empleo de la cámara en mano, de una fotografía sucia y granulosa, elevan el efecto tonal hacia un realismo documentalista, donde los movimientos rápidos, zigzagueantes de cámara, no son ni mucho menos decorativos, pues ensalzan el pulso naturalista que el autor desea imprimir. Refn, que toma como referente la magistral Malas calles (1973), no tan alejado de la pureza de estilo de sus compatriotas del Dogma’95 e influenciado tal vez por los cómics -en los que abunda el loser solitario y desarragaido- y los films setenteros, logra un sensacional film-documento con todo el atractivo de las películas indies: actores desconocidos -el único conocido es Kim Bodnia, buen actor de teatro danés que ya había hecho alguna incursión cinematográfica-, pocos recursos económicos y un guión bien elaborado. Pusher es una dura película sobre los infiernos, los destrozos y terrores reales, que necesita más de un visionado para poder paladear su fascinante mundo visual y el decrépito microcosmos de unos personajes sin horizontes, atrapados en los pantanosos arrabales de la fulgurante sociedad del bienestar.




sábado, 20 de abril de 2019

CRÍTICA. "LA LLORONA" (Michael Chaves, 2019)


El espectro herido
LA LLORONAêê
(Michael Chaves, 2019)


     Michael Chaves debuta con este film de terror patrocinado por los productores de Expediente Warren y será el encargado de dirigir Expediente Warren 3 prevista para el 2020. La Llorona es una aparición tenebrosa atrapada entre el Cielo y el Infierno, con un destino terrible sellado con su propia mano. La simple mención de su nombre ha causado terror en todo el mundo durante generaciones. En vida, ahogó a sus hijos en un ataque de celos y después se arrojó al río. Ahora sus lágrimas son eternas, letales, y se arrastra entre las sombras atacando a los niños, desesperada por reemplazar a los suyos. A medida que los siglos han pasado, su deseo se ha vuelto más voraz y sus métodos más terroríficos.


       Basada en la leyenda mexicana que da título al film (el espíritu maligno que secuestra niños para reemplazar a los hijos que mató violentamente en un ataque de celos), el avispado James Wan cede el testigo a Michael Chaves para construir una pieza sacada de la imaginería popular y ampliar así los distintos laberintos de Expediente Warren. El problema estriba en que uno no encuentra novedad alguna en un relato armado con todos los clichés del género (efectos estridentes de sonido, sustos y giros muy rutinarios), lugares comunes muy trillados en donde se nos invita a seguir a una madre soltera que acompañada de un sacerdote lucha por impedir que el espectro de la Llorona le arrebate a sus hijos. 


   La leyenda daba para algo mejor si se hubiese incidido en el arco dramático de una leyenda anclada en el folclore popular del pueblo mexicano, y en donde la culpa, el arrepentimiento tardío y el insufrible dolor elevan el tono trágico de la maldición. El film está bien rodado, tanto en su puesta en escena como en su medida planificación, pero no deja de ser una película formularia, poco ingeniosa, cuya historia deriva en clímax de aquelarre escasamente imaginativo.

lunes, 15 de abril de 2019

CRÍTICA: "LO DEJO CUANDO QUIERA" (Carlos Theron, 2019)


Sólo los delincuentes triunfan
“LO DEJO CUANDO QUIERA” êê
(Carlos Theron, 2019)

    
   Remake de la exitosa comedia italiana de 2014 Lo dejo cuando quiero dirigida por Sydney Sibilia que incluso tuvo una secuela, Carlos Theron (Es por tu bien) firmante de otras comedias infumables, nos presenta a tres amigos y profesores universitarios, Pedro, Arturo y Eligio (David Verdaguer, Ernesto Sevilla y Carlos Santos) a los que la crisis ha dejado sin trabajo. Hastiados, sin dinero ni ilusiones, encuentran accidentalmente la solución a sus problemas en un proyecto científico que Pedro (el químico) lleva tiempo desarrollando. Un complejo vitamínico que, para sorpresa de ellos, hace que quien lo tome tenga un subidón importante y una euforia desmedida. Los tres, con el apoyo de Anabel (Miren Ibargúren) una abogada que trabaja en una gasolinera, y de J (Mero) una estudiante más interesada en las fiestas que en las matemáticas, se lanzarán al mundo de la noche y los negocios turbios para colocar la mercancía. Algo para lo que no parecen estar preparados.


    Cómo crítica al zarrapastroso estado del mercado laboral y los problemas que incluso la gente con estudios (licenciados, diplomados) tiene para encontrar un empleo decente, la película presenta a tres profesores que tienen que recurrir al tráfico de drogas que uno de ellos, casualmente, ha creado para dejar atrás sus miserables vidas y los trabajos basura. Y la verdad es que uno echa unas carcajadas (tampoco muchas) con la inmersión en el mundo del narcotráfico y el ambiente nocturno de las discotecas, de un trío que tiene que hacer negocio con el peligroso dueño, Tacho (Ernesto Alterio) de unos de esos templos de la música, que quiere pillar cacho gordo del negocio que se traen entre manos los tres pardillos. 


   Lo dejo cuando quiera discurre con dinamismo mezclando las miserias de la crisis económica, el fracaso laboral y la alternativa de reinventarse para tratar de salir del agujero aunque sea cometiendo actos delictivos. Como dice Pedro: “Antes hacía lo que estaba bien y todo me salía mal, ahora hago lo que está mal y todo me sale bien”. “Esto es España”, le contesta un gracioso, macarra y caricaturesco Ernesto Alterio. Amén. Una película que al menos raya por encima de la media de la comedia española reciente.

jueves, 4 de abril de 2019

CRÍTICA: "DOLOR Y GLORIA" (Pedro Almodóvar, 2019)


De lo sufrido y amado
“DOLOR Y GLORIA” êêê
DIRECTOR: PEDRO ALMODÓVAR.
INTÉRPRETES: ANTONIO BANDERAS, ASIER ETXEANDÍA, ASIER FLORES, NORA NAVAS, PENÉLOPE CRUZ, JULIETA SERRANO, RAÚL ARÉVALO
GÉNERO: DRAMA / ESPAÑA / 2019 / DURACIÓN: 108 MINUTOS.


     Sin ser ni mucho menos una obra maestra como he leído que algunos críticos la han calificado en varios medios, Dolor y Gloria es la mejor película de Pedro Almodóvar desde Volver (2006), y ya ha llovido. Ni la tediosa Los abrazos rotos (2009), ni la artificiosa La piel que habito (2011), ni la cochambrosa Los amantes pasajeros (2013), una peli que olía a glande, dejaron el más mínimo poso en mi saturada memoria cinéfila. Se podría hacer un collage grotesco con todas. El director manchego levantó un poco el vuelo (raso) con Julieta (2016) pero más allá del buen trabajo de Emma Suárez, la historia de esa madre rota y distanciada de su hija, no consiguió emocionarme.


    Dolor y Gloria narra una serie de encuentros en la vida de Salvador Mallo (Antonio Banderas), un director de cine en el ocaso de su carrera. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como los retazos de su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna (Valencia), en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor, la ruptura de ese amor cuando aún estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad de volver a escribir.


    Como alter ego de Almodóvar, Antonio Banderas crea una espléndida composición interpretativa. Él es Almodóvar en el espejo, con sus laceraciones físicas (múltiples dolencias y operaciones quirúrgicas) y del alma (el imborrable recuerdo de su madre en el ocaso de su vida, la herida del amor anclada en la memoria). Sin ser estrictamente un biopic, Dolor y Gloria tiene un tono testamentario, no sólo porque nos abre el corazón del director con el legado de su infancia, sino por ajustar cuentas con un pasado del que queda mucho más que las cenizas: el episodio de la Filmoteca de Madrid en donde se proyecta la película “Sabor” (que puede ser entendida como La ley del deseo) que dirigió hace ya 32 años, y que sirve de excusa para hacer las paces con el protagonista Alberto Crespo (Asier Etxeandía) (émulo de Eusebio Poncela), con quien no ha contactado desde el rodaje de aquella película. El propio Mallo expondrá las claves de ese largo distanciamiento pues la relación no acabó bien.


    Las escenas en las que Mallo recrea su infancia (las más logradas e interesantes de la película) junto a su madre, Penélope Cruz lavando la ropa en el río, la precariedad económica de su familia viviendo en una cueva, el despertar sexual, su pasión por el cine y la literatura, su mala educación en un colegio religioso, se ven alternadas con el itinerario actual en donde un Salvador Mallo casi aislado tiene unos encuentros cruciales:  primero con Cecilia Roth cuando abandona las instalaciones de una piscina, y será ella la que le ponga en contacto con Alberto Crespo, a quien no ve desde el rodaje de “Sabor”; y más tarde con un antiguo amor refractario llegado de Argentina con quien vivió una apasionada relación (Leonardo Sbaraglia), que le hace una visita tan inesperada como agradecida.


      El dolor físico y la depresión, y el anhelo de un tiempo varado en los meandros de la memoria conforman los saltos temporales de Dolor y Gloria, que se ve con facilidad e incluso con gratitud, aunque uno quede un poco saturado del calvario físico y emocional del tal Mallo, más esclavo de los recuerdos que de un presente que asume sin ilusión y sin retos, proyectando la sensación de que el esfuerzo sólo merece dedicárselo ya a lo vivido. Un esfuerzo que al menos sirve para tranquilizar su conciencia y volver sin rencor sobre los pasos perdidos.