miércoles, 25 de febrero de 2015

HOMENAJE A TINTO BRASS (I)

SALÓN KITTY (1976)
        

            En plena Segunda Guerra Mundial, los alemanes sustituyen a las prostitutas polacas de un famoso burdel, Salón Kitty, por bellas e inteligentes mujeres alemanas simpatizantes del partido nazi. Pero Kitty, la dueña del burdel, no está de acuerdo con las nuevas reglas y decide plantarle cara a los nazis. La Gestapo, sin tener en cuenta las quejas de Kitty, sigue adelante con su proyecto de entrenar a las alemanas para lograr que sean experimentadas prostitutas. Brass reflexiona sin mucho acierto sobre el poder con la excusa de los excesos y depravaciones nazis y sus disparatadas obsesiones.


CALÍGULA (1979)
       

          Con producción de la revista erótica Penthouse, Brass nos introduce en una trama de elevado contenido erótico que narra el ascenso y caída del emperador romano Calígula, sobrino e hijo adoptivo del emperador Tiberio. Su crueldad insoportable para hacerse con el trono y su afición a las orgías, humillaciones y vejaciones. Con guión de Gore Vidal y Bob Guccione, banda sonora a cargo de Morricone y unos actores competentes, Calígula es un film irregular debido a las constantes intromisiones de Guccione, el fundador de Penhouse, y lo más destacable son las intrigas palaciegas, aunque en una versión extendida el espectador podrá darse un festín de sangre y sexo.


LA LLAVE SECRETA (1983)
       
        
       Drama erótico impregnado de todas las constantes y obsesiones de su director, que aquí nos remonta a la Italia fascista de los años 40 y nos presenta a un matrimonio compuesto por una atractiva mujer madura (Stefanía Sandrelli) y su marido, un hombre insatisfecho sexualmente. Al cumplir el vigésimo  aniversario de boda, descubren sus respectivos diarios íntimos en donde especifican sus fantasías sexuales. Inician entonces un perverso juego sexual donde tendrán cabida otras personas. En Italia el film produjo un sonoro escándalo por la crudeza erótica de la función y porque una actriz del prestigio de Stefanía Sandrelli (con 37 años entonces) decidió rodar escenas muy subidas de tono.
            

MIRANDA (1985)
          

      Miranda (Serena Grandi) es la encargada de un hostal en un pequeño pueblo italiano que empieza a probar a los distintos hombres disponibles. Comedia muy simple de la que únicamente salvamos las impresionantes curvas de la morbosa Serena Grandi, que en ausencia de su marido por los avatares de la guerra, se cepilla a todo aquel que llega a la cantina, sea éste un marqués o un turista americano


AMOR Y PASIÓN (CAPRICCIO, 1987)
             

        Una pareja norteamericana llega con su pequeño hijo a Capri. Allí, cada uno se embarca en una historia personal con antiguos amantes que conocieron en tiempos de guerra. Él se irá con una joven voluptuosa y alegre; ella buscará el encuentro con su primer amante, un camarero italiano que nunca pudo olvidar. Una de las películas más flojas de Tinto Brass, que roza el esperpento en muchos momentos y que sólo los estimulantes desnudos de los protagonistas evitan el bochorno de un erotismo de muy baja calidad.
       
LOS BURDELES DE PAPRIKA (1991)
         

       Mimma (Deborah Caprioglio) es una joven de campo y llena de encanto que se prostituye durante 15 días para ayudar a su novio económicamente, un trabajo que le vale el sobrenombre de Paprika que le pone la madame y al que su novio empuja engañándola. Cuando descubre el engaño, Mimma intenta huir, pero el novio la amenaza con devolverla a su pueblo con un informe. Ay, la Caprioglio, con su exuberancia e inocencia, nos hace disfrutar en escenas sexuales explícitas tamizadas por un toque de humor y siempre transmite una naturalidad impresionante.
      

COSI FAN TUTTE (1992)
           
       Diana (Claudia Koll) está felizmente casada con Paolo, pero a raíz de su furor sexual descontrolado, siempre termina atrapada en cortas aventuras eróticas que no esconde. Al contrario, al contárselas a Paolo, su vida sexual se llena de frescos estímulos. Comedia con altas dosis eróticas en la que podemos degustar los atractivos encantos de la exquisita Claudia Koll y cómo la rutina de una relación matrimonial se puede encender con estímulos libidinosos.
     

martes, 17 de febrero de 2015

CRÍTICA: "CINCUENTA SOMBRAS DE GREY"

Gran espectáculo para el espectador masoca
CINCUENTA SOMBRAS DE GREY ê
DIRECTOR: SAM TAYLOR-JOHNSON.
INTÉRPRETES: DAKOTA JOHNSON, JAMIE DORNAN, MAX MARTINI, ELOISE MUNFORD, LUKE GRIMES.
GÉNERO: ROMANCE / EE. UU. / 2015  DURACIÓN: 124 MINUTOS.   
          
      
     Incluso para alguien como yo, que manejo un blog de cine y erotismo, resulta difícil entender un fenómeno que ha convulsionado el imaginario colectivo femenino sin discriminación de clases en nuestra sensible sociedad. Más si uno piensa que, ausente del relato y, por supuesto de la película, el acto de la sodomización (tan ligado al ritual del BDSM) y eliminada la escena comprometida del tampón que Chistian Grey le quita a Anastasia como preámbulo de una de sus tibias sesiones sadomaso, todo queda en un sonrojante teatro adornado con ataduras y unos azotes. Vamos, en un pueril gatillazo. Y es que, amigos lectores, son mujeres el público principal en la mayoría de las salas, un reflejo del perfil de lectores de que devoró la trilogía de E. L. James, dejando alojadas en lo más íntimo de sus mentes unas fantasías infantiles muy poco transgresoras. Ellas serán testigos de cómo en esta adaptación a la pantalla grande se han dulcificado y descontextualizado algunas secuencias eróticas hasta despojarlas de cualquier cariz impío y embriagarlas con el perfume de un cuento de hadas. Como apuntaba, no sé lo que la gente busca en este pastelazo en un mundo atiborrado de porno. No lo sé, pero si algo consigue la película es usurpar al sexo de su deliciosa chispa y su disfrute natural y espontáneo.
     

      Anastasia Steele (Dakota Johnson) es una estudiante de literatura de la Universidad de Washington (Seattle) que recibe el encargo de entrevistar al popular y joven empresario Christian Grey (Jamie Dornan) un millonario de 27 años que deja a Anastasia impresionada con su fuerte atractivo y magnetismo. La inocente e inexperta Ana intenta olvidarlo, pero no lo consigue. Cuando la pareja, por fin, inicia un tórrido romance, a Ana le sorprende las peculiares prácticas eróticas de Grey, al tiempo que descubre los límites de sus más oscuros deseos.


       Todo eso, entre comillas. Siendo sincero, pocas cosas pueden sorprender a alguien que, como el abajo firmante haya crecido en las salas de cine viendo El último tango en París, El imperio de los sentidos, Crash, Fóllame o las más recientes El Anticristo o Ninphomaniac. La directora Sam Taylor-Johnson, que demostró talento en su anterior película Nowhere Boy (2009) un magnífico biopic sobre la infancia y adolescencia de John Lennon, templa en exceso el pulso para que la película puede ser degustada hasta por las más ancianas mamás, y se supone que la coartada es el sexo, pero eso es algo que aquí está muy diluido, tanto como la forma rácana, fugaz de mostrar los desnudos en el gozo de unas prácticas sexuales poco abruptas y nada estimulantes. Que ningún espectador busque en Cincuenta sombras de Grey la descriptiva representación de un sexo guarro, aquí todo huele a perfume caro, a spot largo e insufrible, nadie gime de forma bestial ni chorrea placer, las bragas están impolutas y los planos de genitales brillan por su ausencia, y si uno espera que encontrar a los personajes exhaustos tras alcanzar el límite del paroxismo, Christian Grey le sorprenderá con un magistral solo de piano, así de sibarita es este macho alfa. ¿De dónde la viene la inspiración? No importa, sabe camuflar sus traumas, tiene mucho dinero y toda reticencia, incluso la nula química entre la pareja, acaba vencida por ese don, el verdadero fundamento de toda esta mierda.



      Cincuenta sombras de Grey es un film aburrido, que es lo peor que se puede decir de una película, superficial y ridículo en incontables tramos de su extenso metraje, que tiene el mérito de convertir a la en su tiempo tan polémica como mediocre 9 semanas y media en una obra maestra. Tan cruel y hortera en su esteticismo rimbombante como plomiza es su línea de diálogos, verborrea sincopada de una relación que se inicia como un contrato de mínimos y máximos de unos juegos sadomasoquistas convertidos en toda aspiración de unas vidas mediocres que se aferran a la única rama del acantilado para no  enfrentarse al vacío de su existencia; el masoquismo lo sufre el que se sienta en la butaca y el sadismo lo ejerce la mano que te sirve el ticket de la entrada. Luego están los intérpretes, con un Jamie Dornan excesivamente pétreo y el torso desnudo para presumir de musculatura pues tiene imposible hacerlo de sus dotes artísticas; y una Dakota Johnson (que no tiene, precisamente, lo que se podría calificar como un cuerpo de infarto) penalizada en su rol por sus esfuerzos de contención en su afán de representar a una chica apocada, frágil y cohibida, sin darse cuenta de que cuando más nos gusta es cuando se emborracha, extravía su mirada, se muerde el labio y sus gestos se contraen dejando entrar en erupción su volcán uterino. Me la trae al pairo lo que piensen sobre el asunto del bondage y la sumisión las asociaciones feministas, lo que me molesta es la asepsia quirúrgica de la función, que todo resulte tan falso y tramposo, su carencia absoluta de oscuridad y quebranto… Nada que ver con el espectáculo grotesque que protagonizaron Carmen de Mairena derramando placeres sobre un Dinio confundido.



jueves, 12 de febrero de 2015

CRÍTICA: "FOXCATCHER"

Los oscuros abismos de la condición humana
FOXCATCHER êêêê
DIRECTOR: BENNETT MILLER.
INTÉRPRETES: CHANNING TATUM, MARK RIFFALO, STEVE CARREL, VANESSA REDGRAVE, SIENNA MILLER.
GÉNERO: DRAMA / EE. UU. / 2014  DURACIÓN: 134 MINUTOS.   
          

      El director estadounidense Bennet Miller (Nueva York, 1966) debutó allá por 1996 con el documental inédito en nuestro país The Cruise, un film que documenta la dura vida de un peculiar guía turístico de la ciudad de Nueva York que fue filmado con pequeñas cámaras digitales y un presupuesto de guerrilla. Miller es un cineasta con una carrera escasa y lacónica, y no es hasta 2005 cuando estrena su primer largometraje de ficción con actores profesionales, el espléndido drama biográfico Capote, que con una magistral interpretación del finado Philip Seymour Hoffman que, metido en la piel de Truman Capote, nos relata el periplo del genial escritor en un pueblo perdido de Kansas  para narrar el sangriento asesinato de los cuatro miembros de una familia que dio lugar a su gran obra maestra A sangre fría. Tampoco estuvo nada mal Moneyball: Rompiendo las reglas (2011), un relato protagonizado por Brad Pitt en la piel del director general de un equipo modesto de béisbol que consigue grandes éxitos empleando métodos estadísticos a través de un ordenador.
     

      Foxcatcher sitúa la acción en 1987, tres años después de que los hermanos Mark y David Schultz (Channing Tatum y Mark Ruffalo) hayan ganado la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en sus respectivas categorías de lucha grecorromana. Mark no atraviesa su mejor momento: vive solo en un destartalado apartamento atestado de trofeos, se alimenta de comida basura y gana 20 dólares por impartir unas conferencias en colegios. Pese a todo, sigue entrenando junto a su hermano David, quien parece disfrutar de una vida plena junto a su mujer y sus dos hijos. Mark se muestra como un tipo introvertido, apocado y parco en palabras; el reverso de su hermano, que muestra un carácter abierto, sociable y gran apasionado de la teoría y la práctica de la lucha o Wrestling. Un día, Mark recibe la llamada de un rico heredero de una compañía de la industria química, John Du Pont (Steve Carrell), un tipo misterioso, inquietante y aficionado a la lucha que le contrata para crear en su mansión un campo de entrenamiento de alto rendimiento en el que preparar a un equipo para los Juegos Olímpicos de Seul de 1988. Las razones que llevan a Mark a aceptar son conseguir concentrarse en los entrenamientos y evitar que su hermano le supere como siempre. Da comienzo entonces una tormentosa relación entre Mark y Du Pont que tendrá graves consecuencias para David.


      Foxcatcher es una película de actores, una triste y enorme película con sublimes interpretaciones. Una historia basada en hechos reales a la que vale la pena acercarse sin saber nada y conectar de manera envolvente con su sinuosa y perturbadora trama, una de esas absurdas crónicas negras que de vez en cuando saltan a las páginas de sucesos de la prensa norteamericana. Todo gira en torno a un singular y magnético triángulo formado por los hermanos Mark, tan reservado, solitario, arisco y maleable; su hermano Dave Schultz, hermano, padre y mentor del que Mark necesita sus abrazos para no viajar a la deriva en un mundo que parece asustarle y en el que se siente perdido; y John Du Pont, cobrando vida a través de un soberbio Steve Carrell con enorme apéndice nasal dando oxígeno a un tipo vulgar, egocéntrico, inútil, patriotero y trastornado, heredero de una fortuna y que está obsesionado por la lucha aunque su mayor anhelo es que su anciana, venerable y rigurosa madre se sienta orgullosa de él y dejar una huella indeleble en una familia de raigambre ancestral, una cuestión complicada debido a su evidente patetismo y porque a ella no le interesa nada la lucha, sólo los caballos. Todos ellos buscan el afecto, el respeto, el prestigio y el reconocimiento y se sienten incapaces de desbordar sus traumas, sin ser conscientes de la factura tan cara que el éxito te hace pagar por encontrar un lugar en el sol.   
     

      A Bennett Miller le interesa mucho menos los ritos, la liturgia y coreografía de la lucha que la introspección psicológica de unos personajes marcados por las reacciones torpes e insensatas (David Schultz parece ser el único capaz de aportar un poco de cordura en el relato) y que llevan la herida del sufrimiento grabada como un tatuaje íntimo. Así, entre la melancolía, el infortunio y la decadencia, sentimos la vulnerabilidad de todos ellos tras sus fachadas de virilidad, que sólo esconden un trasfondo de fragilidad y desesperación. La mayor habilidad de Miller consiste en captar de manera traslúcida las angustias existenciales y los desolados parajes por donde transitan las almas de los personajes, sus silencios, sus enfermizas relaciones, tan tensas que parece inevitable que con la presión del enrarecido ambiente y las personalidades en conflicto purguen sus celos y frustraciones con la venganza. Foxcatcher es ante todo una película sombría y por momentos escalofriante que aun con su ritmo letárgico resulta tan incómoda y turbia como predecir el futuro a través de los posos del sueño americano o asomarse a los oscuros abismos de la condición humana. Muy recomendable.


domingo, 8 de febrero de 2015

CRÍTICA: "EL DESTINO DE JÚPITER"


Nubes negras sobre los Wachowski
EL DESTINO DE JÚPITER êê
DIRECTOR: ANDY Y LANA WACHOWSKI.
INTÉRPRETES: CHANNING TATUM, MILA KUNIS, SEAN BEAN, EDDIE REDMAYNE, TUPPENCE MIDDLETON.
GÉNERO: CIENCIA FICCIÓN / EE. UU. / 2015  DURACIÓN: 127 MINUTOS.   


      Mi conocimiento sobre el trabajo de los hermanos Wachowski se remonta a su época de guionistas antes de debutar con aquel aceptable thriller de tintes lésbicos titulado Lazos ardientes (1996). Mucho ha llovido desde entonces y los negros nubarrones se ciernen sobre la carrera como cineastas de estos peculiares brothers que un día fueron tildados de visionarios. Tres años después de su ópera prima detrás de las cámaras nos presentaron Matrix (1999), una cinta mítica que consiguió un extraordinario éxito en taquilla influyendo en casi todo el cine posterior, que se alzó con cuatro estatuillas técnicas y supuso un bombazo que renovó la ciencia-ficción haciendo uso de una tecnología visual impresionante que fue el inicio de una irregular trilogía: Matrix Reloaded (2001) de nuevo con un despliegue visual deslumbrante aunque con el factor sorpresa muy diluido, y Matrix Revolutions (2003) la más trivial y monótona de la saga, atascada en un puñado de interrogantes cósmicos que finalmente dejó muchos cabos sueltos. Tras producir y firmar el libreto de la magnífica V de vendetta (James McTeigue, 2006) comienza la penosa decadencia de Andy y Larry (actualmente Lana tras una operación de cambio de sexo), que nos presentaron Speed Racer (2008) adaptación de la popular serie anime japonesa de los setenta, un juguete aburrido y aparatoso. Decadencia que alcanza su cenit con El atlas de las nubes (2013), un film pretencioso y farragoso al que ni siquiera su fascinante aspecto visual salva del ostracismo.  

     
       A la búsqueda de un blockbuster  que pueda otorgarles un respiro y con el peligro de verse relegados a las tinieblas creativas, los Wachowski presentan ahora El destino de Júpiter, cuya acción transcurre en un futuro lejano y distópico en donde las castas poderosas y aristocráticas tienen la posibilidad de explotar otros planetas con fines económicos. Júpiter Jones (Mila Kunis) es una joven terrícola que trabaja como limpiadora y que sueña con una vida mejor. Un día, Júpiter es salvada de una muerte segura por Caine Wise (Channing Tatum) un ex legionario y pirata espacial modificado genéticamente con rasgos de hombre lobo que le revelará que su linaje y herencia genética corresponde a la realeza galáctica y que está destinada a reinar lejos de la Tierra. Ambos tendrán que enfrentarse a Balem Abrasax (Eddie Redmayne) un gobernador extraterrestre perteneciente a una de las familias más poderosas de la galaxia que ha puesto precio a la cabeza de Júpiter.


       Tras abandonar la sala a este cronista le invade la triste sensación de que a los Wachowski (antaño gran esperanza de la ciencia-ficción) han perdido la inspiración, la chispa y el ingenio y se muestran cada vez más reiterativos. Al fin y al cabo, su nuevo film, con insultantes resonancias en su premisa a Terminator, no es otra cosa que un trivial entretenimiento que desarrolla la clásica aventura romántica de la chica en peligro salvada por el héroe y el villano caricaturesco como eje gravitatorio de la acción del relato. Un cine muy ligero que apenas arriesga en la vertiente dramática y suspendido por un tono infantil en el férreo control de las emociones. Si a este crítico le preguntaran cuál es el factor determinante en la construcción de una buena película, contestaría sin pestañear: el guión. Es ese elemento clave el que falla estrepitosamente y penaliza la función por su simpleza y carencia de lógica interna, nunca en consonancia con el brillante look visual, sin duda su aspecto más reseñable, muy por encima también de la mediocre dirección artística.


Del reparto, el único que mantiene el tipo es Sean Bean (que podía haber dado más juego), ya que Mila Kunis parece estar encima de las tablas del teatro de un instituto sin creerse nunca su rol y con carencia absoluta de química con un Channing Tatum que aunque ha demostrado ser un actor competente aquí aparece como una especie de Silver Surfer enredado en salvar a la damisela en peligro. Es posible que El destino de Júpiter se pueda disfrutar sin prejuicios como un pasatiempo tan ligero como una pluma (a mí me ha costado mucho aguantar hasta final) si uno se olvida de de lo previsible y redundante de su trama, su molesta pretenciosidad, un engranaje en donde jamás encuentran huecos sus pueriles denuncias sobre la burocracia, la igualdad de clases y la dignidad humana. Reconozcamos, eso sí, la habilidad de los Wachowski para rodar las secuencias de acción, siempre rebosantes de atractiva imaginería y sugerencias visuales, que se elevan por encima de la coherencia y el caos del relato. Película sólo recomendada para los amantes de la ciencia-ficción kitch y la parafernalia digital que defraudará a los cinéfilos más exigentes por su vana ilusión creativa.



jueves, 5 de febrero de 2015

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "APOCALYPTO"

APOCALYPTO  
DIRECTOR: MEL GIBSON.
INTÉRPRETES: RUDY YOUNGBLOOD, DALIA HERNÁNDEZ, JONATHAN BREWER, GERARDO TARACENA, RAOUL TRUJILLO.
GÉNERO: AVENTURAS/ EE.UU./ 2006. DURACIÓN: 139 MINUTOS.
      
     
Convertido desde hace tiempo en director, escritor y productor, Mel Gibson (1956) neoyorquino de nacimiento aunque australiano de adopción, es un tipo que me cae muy bien, además de afinidades ideológicas, su trabajo como director siempre me ha resultado mucho más fascinante que como intérprete, mi debilidad por su trabajo detrás de la cámara se remonta a su ópera prima, El hombre sin rostro (1993) que aunque tocada por innumerables referencias cinéfilas y literarias, constituye un aceptable drama psicológico sobre la relación de un niño huérfano y un misterioso hombre con el rostro deformado. Pero lo mejor estaba por llegar, un par de años más tarde estrenó Braveheart, también en labores de actor y director, fue un título clave en la resurrección del cine histórico de aventuras, rescatando la figura del noble escocés William Wallace que durante el siglo XIII se enfrentó al ejército del rey inglés Eduardo I por la independencia de su país. Un gran espectáculo que consiguió cinco Oscars de Hollywood (incluidos el de Mejor Película y Mejor Director) y solamente lastrada por su abusivo metraje. Bajó el listón  con su siguiente experiencia mística, La pasión de Cristo (2004) sin lugar a dudas la película independiente de más éxito de la historia y, también, la más polémica. Centrada en las últimas doce horas de vida de Jesucristo, además de un testamento sobre la fe de su autor, la película se ve como un auténtico ejercicio de estilo: su hermosísima puesta en escena, su contundencia hiperrealista, secuencias conmovedoras hasta las lágrimas y el magnífico trabajo de todo el elenco, sirvió, con su éxito y su mensaje, para dar un nuevo empujón al cine de temática épico/bíblica y como demostración de la fuerza y el talento creativo de este autor, que se atrevió a rodar en lenguas muertas como el arameo, el latín y el hebreo.



        Aunque a veces se le vaya la olla y se comporte como su alter-ego, el policía Riggs de la saga Arma Letal (borracheras adornadas de conducción temeraria y soflamas antisemitas) “mad” Mel (el Loco Mel) es un tipo muy inteligente que vuelve a utilizar una lengua ancestral y exótica casi desaparecida -el maya yucateco- porque, como explica “oír un lenguaje diferente y extraño permite al espectador abstraerse de su propia realidad”. Documentándose en textos sagrados tan antiquísimos como el Popol Vuh, en las crónicas del evangelizador Fray Diego de Landa y con ecos del film de Cornel Wilde La presa desnuda (1966), APOCALYPTO es una poderosa producción histórica que sitúa la acción en los estertores del imperio maya, para contarnos las peripecias de un cazador, Zarpa de Jaguar (Rudy Youngblood) nativo de una aldea con un particular sentido del humor, pero que nunca abandona sus responsabilidades de padre de familia, el respeto hacia su padre, el patriarca Cielo de Sílex (Morris Birdyellowhead), la dedicación hacia su esposa embarazada, Siete (Dalia Hernández) y a su hijo de cinco años, Paso de Tortuga (Carlos Emilio Báez). La tranquilidad en la tribu termina cuando guerreros Holcanos de una metrópolis maya, liderados por el temible Cero Lobo (Raoul Trujillo) llegan a la aldea para arrasarla, perpetrar una masacre y llevarse a sus mejores miembros para venderlos como esclavos. Antes de ser apresado, Zarpa de Jaguar consigue esconder a su mujer y a su hijo en un pozo, mientras él es conducido junto a los demás a la ciudad maya, donde contemplan como desde de lo alto de una pirámide se suceden los sacrificios a los dioses. Zarpa de Jaguar consigue escapar del inminente sacrificio y , herido, comienza una terrorífica huida para reunirse con su mujer y su hijo, que sin ayuda no pueden salir del pozo... pero Cero Lobo y sus secuaces le siguen los pasos sin intención de perdonarle la vida.
      
     
         Pocos cineastas son capaces de encender el patio de butacas con la fuerza, el vértigo y la pasión con que lo hace el carismático Mel Gibson (qué persecución tan terrorífica la sometida al prócer Zarpa de Jaguar) y me importa un huevo de pato viudo que se le acuse de xenófobo, fundamentalista religioso, machista y reaccionario (el ungido pensamiento único imperante está tamizado por los mismos peligrosos tics y por otros igual de reprobables). Él es un genio cuya inventiva se sitúa muy por encima de las absurdas etiquetas y que pasa como de la mierda de las críticas de la influyente, sensiblera y babosa progresía dominante, no necesita para nada el apoyo y la bendición del poderoso lobby judío de Hollywood. Gibson es un maestro al que adora la cámara, demostrando con cada una de sus producciones un inmenso amor por el cine. Para introducirnos en el mayor espectáculo de acción adrenalínica desatado en muchos años en una pantalla de cine, se sirve de una cita del historiador y aventurero Will Durant, “una gran civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro”, un aserto que cobra mayor importancia en estos tiempos de carroña. Da igual el tema elegido, en este caso el colapso de una de las culturas más importantes de la América precolombina, pues, como siempre, su visión incendiaria será el foco de la polémica. Sorprendentemente lo logra con una narración minimalista, parca en diálogos y absolutamente conmovedora, concediendo un valor esencial al poderío visual, el magnetismo de un paisaje salvaje, en consonancia con el atractivo diseño de producción y la gran altura a la que rayan todos esos actores neoprofesionales.

      
       
        Para la reconstrucción del ocaso de una mitología que se fagocita a pasos agigantados (presa de la degradación y la crueldad de sus ritos, la corrupción de sus líderes, la incontenible demografía y la destrucción del hábitat) el cineasta hace uso de una abismal brutalidad, sin detenerse demasiado en la dolorosa agonía, de todas formas de una belleza hiriente. El ambicioso director firma el libreto junto a Farhad Safinia, dotando a la estructura y el desarrollo de la trama de vetas de thriller trepidante, action movie y film de aventuras. Empero, el carácter visceral de Gibson necesita profundizar en las lacras de la vida política y la perversión de las creencias (aristócratas depravados y sacerdotes corruptos segando vidas como ofrendas a dioses imposibles) para evidenciar que el futuro y la supervivencia de las civilizaciones en proceso de viciada decadencia (como la actual) se haya dentro del núcleo familiar, como pilar férreo e indivisible, en las divisas de la dignidad y el honor, en el orgullo de un revolucionario individualismo (por supuesto, lejos de los intereses espúreos de la religión y la política). Así, APOCALYPTO es un artefacto volcánico, un curso de cinematografía acelerada, una obra magistral, hermosa, plena de viveza y dominio, la sima de un cineasta colosal, capaz de perpetrar imágenes, secuencias y situaciones memorables cuando azota la tragedia... y, sin duda, una experiencia hipnótica. Por su ingobernable talento espiritual, su conservadurismo moral y su ostentosa virilidad puede ser tachado de retrogrado y de sadismo cinematográfico, pero yo le prefiero a él como amigo que a todos los tibios cagabandurrias del mundo.