martes, 27 de agosto de 2019

CRÍTICA: "INFIERNO BAJO EL AGUA" (Alexandre Aja, 2019)


Acosados
“INFIERNO BAJO EL AGUA” êêê
(Alexandre Aja, 2019)


     El director francés Alexandre Aja (uno de los padres del New French Extremity) debutó con la distopía Furia (1999), pero fue con el estreno de su segundo largometraje, Alta Tensión (2003) cuando su nombre comenzó a sonar con fuerza entre los aficionados al género de terror, que con el tiempo la han convertido en una película de culto. Posteriormente, Aja realizó un musculoso remake de la mítica película de Wes Craven Las colinas tienen ojos (2006). Pero lo cierto es que, salvo aquella jugosa gamberrada titulada Piraña 3D (2010), el resto de su filmografía (Reflejos, Cuernos, La resurrección de Louis Drax) no ha conseguido alojar ningún poso en mi memoria.

   
   No obstante, Infierno bajo el agua es una pequeña pero entretenida película que cuenta la historia de una chica, Haley (Kaya Scodelario) que durante un huracán de categoría 5 en Florida, lucha por salvar la vida de su padre (Barry Peper) atrapado en su vieja casa inundada y acosado por una legión de salvajes caimanes.


   Un argumento sencillo, y por qué no decirlo, muy trillado dentro del fantaterror, le sirve al director para crear una película de monstruos marinos muy aseada, una temática nada extraña para él tras realizar aquella revisión de la recordada Piraña de Joe Dante. La premisa no es nada sorprendente, pero Alexandre Aja encierra a sus dos casi únicos personajes (padre e hija) en el sótano de una casa inundada para convertirla en una ratonera infernal. Los dos sentirán en sus carnes la fuerza de las temibles mandíbulas de los depredadores en secuencias filmadas con nervio, tensión y un tono claustrofóbico. El director nacido en París rueda de maravillas, sólo le hace falta elegir mejor los proyectos, lo demuestra en los inquietantes planos cortos y en cómo encaja como guantes de seda unos flash-backs que ofrecen pistas sobre el origen de los conflictos paternofiliales, que en los últimos tiempos ha ido deteriorando la relación entre padre e hija. 


    Nada esencial, porque lo que a Aja le interesa es la unión de fuerzas y la lucha por la supervivencia de los dos personajes sometidos a un acoso implacable por parte de unos caimanes a los que el ciclón ha dejado un espléndido hábitat para la caza. Y lo hace con un pulso firme tanto en las escenas más gores (los ataques de los caimanes a los chicos que están asaltando la gasolinera y a los policías que se acercan en una zodiac) como en esos escasos momentos de calma que anticipa algún encarnizado ataque. Infierno bajo el agua se pasa en un suspiro debido al ajustado metraje y al oficio del director, que sabe ir al grano para no otorgar ningún respiro al espectador.  



lunes, 19 de agosto de 2019

CRÍTICA: "ÉRASE UNA VEZ EN... HOLLYWOOD" (Quentin Tarantino, 2019)


Una hermosa oda al cine
“ÉRASE UNA VEZ EN… HOLLYWOOD” êêêê
DIRECTOR: Quentin Tarantino.
INTÉRPRETES: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Margaret Qualley, Timothy Olyphant, Kurt Russell.
DURACIÓN: 165 minutos / PAÍS: EE.UU / AÑO: 2019


   Las últimas películas de Quentin Tarantino (Malditos bastardos, Django desencadenado y Los odiosos ocho) no han estado en mi humilde opinión a la altura de lo que se espera de uno de los mayores genios del Séptimo Arte surgidos en las cuatro últimas décadas. A diferencia de gran parte de la crítica oficialista, me gustó mucho más aquella divertida gamberrada titulada Grindhouse: Death Proof (2007), que los films anteriormente citados. Pero si tuviera que elegir las tres mejores películas de su filmografía hasta la fecha las situaría en este orden: su gran obra maestra Pulp Fiction (1994), su brutal ópera prima, Reservoir Dogs (1992), y la salvaje Kill Bill (2003), contándola como una sola película. Eso sí, estaremos de acuerdo en que ninguna de sus obras debe ser calificada como despreciable, pues todas tienen momentos que han quedado grabados como muescas en mi saturada memoria cinéfila.

    
   Érase una vez en… Hollywood (título extraído de Érase una vez en el Oeste y Érase una vez en América, las dos firmadas por uno de los ídolos del director, Sergio Leone) nos traslada al Hollywood de finales de los 60 para seguir a la estrella del western televisivo en decadencia Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) que intenta hacerse un hueco y adaptarse a la nueva ola en Hollywood junto al especialista que hace de su doble en las escenas de riesgo, Cliff Both (Brad Pitt), que además pone un poco de orden en la caótica vida del actor. Una vida que discurre ligada a Hollywood, y además es vecino de la bella y prometedora actriz Sharon Tate (Margot Robbie), esposa del cineasta polaco Roman Polanski, uno de los más cotizados de la época tras el estreno de La semilla del diablo.


    Como apuntaba, Érase una vez en… Hollywood es la mejor película de Tarantino desde Kill Bill, la más tarantiniana porque tal vez sea la que mejor muestra su amor por el cine de serie B y por géneros tan populares como el Spaguetti Western y de artes marciales, un cine en los márgenes, carne de videoclubs y sesiones dobles en cines de barrio. Sin olvidarnos de las míticas series televisivas de aquella década. Al director nacido en Knoxville le gusta atiborrar a sus criaturas de ecos y referencias cinéfilas, en su nueva película, entre un viejo Hollywood que agoniza y otro nuevo que emerge con nuevas formas e ideas, mezcla personajes reales con ficticios para componer un escenario apasionante, chispeante y dinámico en una ciudad luminosa, Los Ángeles, en plena ebullición, rebosante de glamour, sueños y tentaciones que atraía a todo tipo de personajes… también a los más siniestros. Como aquel mesías de baratillo llamado Charles Manson y su “Familia”, una cohorte de hippies que ejercen de siervos y que van todo el día puestos de ácido hasta las cejas. 


   Así, la función homenajea también a Sharon Tate, cuya pavorosa y trágica muerte en la matanza perpetrada en su casa del 10050 de Cielo Drive por los mansonitas Tex Watson, Susan Atkins, Patricia Krenwinkel y Linda Kasabian, acabó con los juegos florales del largo verano del amor y el hipismo. Tarantino ejerce de cronista para explorar una época irrepetible y que el espectador sienta el latido de lo que fue el inicio de la última gran época dorada de Hollywood, y en el film encontramos, el aroma, el color, la textura y muchas de las claves que abonaron aquel fascinante momento.


    Sin el ingenio en los diálogos al que nos tiene acostumbrados en otras películas suyas y con un guión de estructura lineal pero sólido, Tarantino se apoya en un excelente reparto para regalarnos momentos como el de un Dalton depresivo conversando con una niña en una pausa del rodaje, o ese maravilloso en que Sharon Tate, tratada siempre con exquisita sensibilidad e inocencia, se acerca para comprar una primera edición de “Tess de los d´Urberville” con intención de regalársela a su marido, poco antes de entrar ilusionada en el cine para ver su propia actuación en La mansión de los siete placeres, o el breve pero muy inquietante momento en que Charles Manson se acerca decidido a la casa de Tate, un personaje que queda muy desdibujado debido a esa fugaz aparición. Porque Tarantino es consciente de que cada vez rueda con mayor virtuosismo, como lo demuestra la forma en que tensiona el ambiente a plena luz del día en esa arriesgada incursión de Cliff Both en el rancho Spahn, filmada de un modo tan alarmante, terrorífico y realista. 


   Érase una vez en… Hollywood, con un bestial clímax final que sirve de desagravio a Sharon Tate y se ensaña con sus asesinos, es una hermosa película sobre un momento crucial (descrito de forma magistral por Peter Biskind en su libro “Moteros tranquilos, toros salvajes”) en el que unos cineastas tomaron el relevo y mudaron la piel del viejo Hollywood, pero también un sentido relato sobre la amistad de dos personajes que se necesitan y una preciosa crónica sentimental de aquella ciudad de Los Ángeles que Tarantino conoció en su niñez y juventud y que marcó para siempre su condición cinéfila y su existencia. Queda una película para completar las diez que según afirma el director pondrá fin a su filmografía. Ojala todo sea una mala broma.


viernes, 16 de agosto de 2019

“HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD” (André Ovredal, 2019)


Leyendas y pesadillas
“HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD” êêê
(André Ovredal, 2019)

  
   El director noruego André Ovredal dirige su segunda producción hollywoodiense tras habernos regalado joyitas como Troll Hunter (2010) film fantástico que en formato de falso documental sigue a un grupo de estudiantes que tratan de destapar una conspiración del gobierno que implica a Trolls gigantes que viven en Noruega. Pero con soporte de producción británica, su mejor película hasta la fecha es La autopsia de Jane Doe (2016) que narra cómo un padre y un hijo que trabajan en una funeraria reciben un día el cadáver  de una joven víctima de un misterioso crimen que no ha dejado ningún signo aparente de la causa de la muerte. 


    Producida por Guillermo del Toro, Historias de miedo para contar en la oscuridad nos presenta a un grupo de adolescentes intentando resolver el misterio de las repentinas desapariciones que se están produciendo en el pueblo. Stella (Zoe Colletti) es una chica que sufre por la desaparición de su madre en el día de Halloween. Ramón Morales es un joven latino que será reclutado pronto para ir a la Guerra de Vietnam. Stella y sus amigos se ven envueltos en una broma pesada de Halloween que sale mal. Un vengativo fantasma y otros seres malignos se interpondrán en sus pesquisas.


  Basada en los tres volúmenes en los que Alvin Schwartz, contando con las ilustraciones de Stephen Gammell, recogió en los años 80 una serie de leyendas y relatos de terror, el film de Ovredal nos invita a disfrutar de esta refrescante apuesta veraniega que nos traslada al año 1968 en un ejercicio nostálgico y virtuoso que entrelaza varias historias en las que monstruos y fantasmas se convierten en el elemento central y aglutinador. Y lo cierto es que la cohesión narrativa funciona con el barniz gótico que tanto le gusta a su productor, tan amante de las atmósferas mágicas, espectrales y sobrecogedoras. 


    Pero lo realmente monstruoso es la figura intermitente de Nixon durante todo el relato, icono de la decadencia moral de toda una nación (su espejo hoy es Trump), o el racismo como una vergüenza viscosa adherida al tejido social de la sociedad de la época, o la corrupción en la médula de las instituciones. En la función late el universo de Stephen King, de las Pesadillas de R. L. Stine, de series como Stranger Things para conformar una propuesta bien dirigida e inteligente que invoca un terror tan básico como eficaz.

sábado, 3 de agosto de 2019

"MIDSOMMAR" (Ari Aster, 2019)


Terror florido y bucólico
MIDSOMMARêêê
 (Ari Aster, 2019)

    
   Tras media docena de cortos, Ari Aster sorprendió el pasado año a crítica y público con Hereditary, auténtico sleeper de la temporada convertido en un estudio psicológico de personajes que se desarrolla fluctuando entre el psicodrama y los ritos recurrentes de las presencias sobrenaturales que encuentran en la aflicción y desesperación de una familia un fértil sustrato.


       En su segundo largometraje, Midsommar, narra cómo una pareja que atraviesa una crisis sentimental, Dani (Florence Pugh) y Christian (Jack Reyner) deciden darse una oportunidad disfrutando de unas vacaciones en una idílica isla sueca. Junto con los amigos de él, se embarcarán en un viaje a un festival de verano que se celebra una vez cada 90 años en una remota aldea sueca. No obstante, y a pesar de la paradisíaca apariencia, el lugar no es lo que parece. Pronto comienzan a darse cuenta de que los anfitriones realizan perturbadores rituales paganos que pondrán a prueba la relación de cada uno de los huéspedes y su instinto de supervivencia.


    A la protagonista del film, Dani, a la que da oxígeno de forma sobresaliente Florence Pugh, el viaje con su pareja y amigos a la idílica campiña sueca, le sirve para descongestionar su alma tras las terribles muertes de su familia. Y es su frágil espíritu, su vulnerabilidad lo que le sirve a Ari Aster para configurar el eje narrativo tras el dramático prólogo, construyendo los cimientos de una historia que entre la tradición bucólica y naturista de la comunas hippys y los rituales paganos de una secta y sus escalofriantes sacrificios, avanza con un in crescendo de la tensión realmente inquietante, imprimiendo valor a cada detalle con la luz radiante del sol. 


   Midsommar toma como referencia a El hombre de mimbre (film de culto que está en el contexto y el subtexto del relato rozando el plagio) para articular un relato que se toma su tiempo para crear un ambiente cada vez más enfermizo y malsano en el útero de una comunidad endogámica que reparte bienaventuranzas a la vida al mismo tiempo que monta tremendas carnicerías para celebrar sus sangrientas ofrendas. Acorde con los siniestros y decadentes tiempos que vivimos, la película se impone como una perversa ceremonia de sexo, muerte, folclore y juegos florales.