lunes, 29 de octubre de 2018

CRÍTICA: "LA NOCHE DE HALLOWEEN" (David Gordon Green, 2018)


 Una pesadilla recurrente
 LA NOCHE DE HALLOWEEN  êêê
(David Gordon Green, 2018)
    

   David Gordon Green cuenta en su irregular carrera con algunas películas decentes, Recuerdo, por ejemplo, Undertotw (2004), un drama ambientado en el sur de los Estados Unidos que narra la huida de dos hermanos del hogar tras la muerte de su padre. Tampoco estuvo nada mal Joe (2015) otro drama sureño protagonizado por Nicolas Cage que cuenta la vida de un ex presidiario y un joven de 15 años que desea huir de un hogar destruido por un padre alcohólico y que deciden colaborar en un plan que cambiará sus vidas.

  
   Secuela directa de la mítica película dirigida por John Carpenter en 1978 y que este año cumple su 40 aniversario. La noche de Halloween nos presenta a Jamie Lee Curtis enfundándose de nuevo la piel de Laurie Strode en un épico enfrentamiento con el psicótico enmascarado Michael Myers (Nick Castle). Laurie, logró escapar de la matanza provocada por Michael cuatro décadas atrás, pero el incombustible psicópata no ha olvidado aquel fatídico encuentro con la que fue la única superviviente. Laurie es ahora abuela y ha convertido su casa un bunker infranqueable… o eso cree ella. Pero cuando la amenaza de Myers es un hecho, tres generaciones de mujeres (abuela, madre e hija) se convertirán en la única esperanza de acabar con la eterna pesadilla que representa Myers.


   Para ser un producto mainstream he de reconocer que esta oportunista secuela me ha resultado muy entretenida, está dirigida de manera competente y contiene momentos muy conseguidos. Pero para ser sincero, de la retahíla de secuelas y revisitaciones del mito, fue el remake dirigido por Rob Zombie, Halloween, el origen (2007) el que más me ha gustado. No obstante, David Gordon Green opta por marcar el territorio para planificar un duelo crepuscular, rabioso y visceral: el de una Laurie Strode decidida a acabar de una vez por todas con esa bestia llamada Michael Myers en una venganza que además de contener su propia lógica interna, desnuda el espíritu más violento de los dos contendientes.

   
   La noche de Halloween de desarrolla con un aspecto formal y un clasicismo de otra época, pero contiene hallazgos muy originales como ese tenso y espeluznante prólogo que tiene lugar en el patio de la prisión donde Myers está recluido, y acierta diseñando escenas como la del ataque del psicópata a la pareja de periodistas en el lavabo de una gasolinera y sobre todo, el angustioso deambular de Myers hasta la casa de Laurie, un clímax bestial en donde tres enérgicas mujeres unidas por un vínculo de sangre abrirán las puertas del infierno al monstruo que perturba sus más recurrentes pesadillas.


miércoles, 24 de octubre de 2018

CRÍTICA: "ANIMALES SIN COLLAR" (Jota Linares, 2018)


 Los demonios del ayer
 ANIMALES SIN COLLAR  êê
(Jota Linares, 2018)
    

  Tras realizar los cortometrajes 3,2 (Lo que hacen las novias) (2011), Ratas (2012), Dead Celebrities (2014), Rubita (2014) y Pezuñas (2017), el director malagueño Jota Linares debuta en el largometraje con este thriller que nos sitúa en Andalucía y sigue a Abel (Daniel Grao) un político entregado a la lucha por los más desfavorecidos que acaba de hacer historia. Por su parte, su mujer, Nora (Natalia Molina) guarda un secreto que puede cambiarlo todo. La promesa de una nueva vida para ambos se ve truncada por la aparición de Víctor (Ignacio Mateos) un alto cargo caído en desgracia y de dos antiguos amigos, Virginia (Natalia Mateo) y Félix (Borja Luna), amistades de una época que desean olvidar.   

  
   Un poco frío me ha dejado la ópera prima de este director que cuenta con algún corto prestigioso, y que con las intrigas y la corrupción política como fondo se centra en la historia de una mujer, Nora (a quien otorga el oxígeno suficiente Natalia Molina), tan sacrificada, sufriente y siempre en la sombra de su ambicioso marido, pero guardiana de un lacerante secreto que permanece oculto debido a un chantaje, un secreto que puede dar al traste con la carrera de Abel, su amor y el hombre llamado a presidir la comunidad andaluza, sobre la que sobrevuelan los cuervos negros de los ERES y las orgías de coca y putas de muchos altos cargos de esa región. Adaptación libre de La casa de muñecas de Ibsen, el problema de Animales sin collar es que carece de garra, que su arco dramático no encuentra nunca un punto álgido de tensión, dolor ni desgarro, con personajes que naufragan entre las traiciones, las mentiras y los fantasmas del pasado que vuelven para ajustar cuentas, tan tópicas como las de aquellos criados con los señoritos andaluces. 


"SLENDER MAN" (Sylvain White 2018)


SLENDER MANê
(Sylvain White, 2018)
     
   
   Forjado en la televisión y en subproductos como Sé lo que hicisteis el último verano 3 (2006), Sylvain White quedó muy descontento con el montaje que le obligó a realizar la productora de esta película basada en un creepypasta (microrrelatos de terror compartidos a través de la red con la intención de asustar a los lectores). Y si decepcionado ha quedado el director con el montaje final, imagínense los espectadores que hemos sufrido el invento. Las constantes del personaje estaban bien definidas en internet tanto en su aspecto gráfico como narrativo: “El hombre más pálido”, “Más grande que el gigante más grande”, advirtiéndonos de que había que temer a Slender Man porque hace lo que nadie puede. Ahora, el personaje de ficción surgido de la fiebre imaginativa de los internautas, llega a la pantalla grande con el prestigio de ser la leyenda urbana más popular de la web, a base de la recopilación de imágenes del foro Something Awful.


    Insustancial película de terror sobre esta especie de hombre del saco delgadísimo y gigantón al que da vida de forma tan profesional como siempre Javier Botet. Una criatura extraña de traje oscuro y figura imponente que se ramifica y que sólo tiene un cometido: secuestrar a jóvenes para llevarlos a un lugar del que jamás se vuelve. Pero este icono digital, aquí tan desaprovechado, tuvo la facultad de alarmar a millones de jóvenes en la red y apoderarse de sus pesadillas. La historia es sencilla: cuatro amigas íntimas realizan un conjuro delante de del ordenador para invocar a Slender Man. A partir de entonces, sus vidas se verán sacudidas por espeluznantes sucesos. Porque, claro, Slender Man existe y su figura difusa y sobrenatural emerge de la oscuridad y se extiende por infinitas pantallas como un veneno incontenible. Slender Man aporta muy poco al género y nos remite a mitos como Freddy Krueger, Candyman o Boogeyman, aunque ninguno perdurará en la memoria colectiva como el cínico y cruel visitante de Elm Street.

martes, 16 de octubre de 2018

CRÍTICA: "LA SOMBRA DE LA LEY" (Dani de la Torre, 2018)


Érase una vez en Barcelona
LA SOMBRA DE LA LEYêêê
DIRECTOR: DANI DE LA TORRE.
INTÉRPRETES: LUIS TOSAR, MICHELLE JENNER, VICENTE ROMERO, ERNESTO ALTERIO, MANOLO SOLO, ADRIANA TORREBEJANO, PACO TOUS.
GÉNERO: THRILLER / ESPAÑA / 2018 / DURACIÓN: 126 MINUTOS.


    Dani de la Torre contaba con un guión de Alberto Marini para su ópera prima El desconocido (2015) pero no fue hasta que se subió al proyecto Luis Tosar que pudo conseguir financiación para aquel digno thriller que, contando también con el concurso de Javier Gutiérrez, narra el fatídico día del ejecutivo de un banco al que han colocado una bomba debajo del asiento en el trayecto que va de su casa al colegio con sus hijos. Deberá reunir una jugosa cantidad si no quiere que el coche vuele por los aires con ellos dentro.  Tres años después nos presenta esta lujosa producción ambientada en la convulsa Barcelona de los años 20.    

    
   La acción del film nos sitúa en 1921en Barcelona, año del Desastre de Annual. España vive tiempos de agitación y caos. Son los años del plomo, fruto de los violentos enfrentamientos callejeros entre policías, matones y anarquistas. El gansterismo y los negocios ilegales están instalados en la sociedad. En esta situación de disturbios, Anibal Uriarte (Luis Tosar) es un policía de la Brigada de Información que es enviado desde Madrid a Barcelona para colaborar en la detención de los culpables del robo de armas de un tren militar. Anibal no encuentra mucho apoyo allí y enseguida comienzan los enfrentamientos con el corrupto inspector Rediú (Vicente Romero). Pero Anibal no tarda en entrar en contacto con los bajos fondos de la ciudad y los grupos anarquistas más radicales. Allí conocerá a Sara (Michelle Jenner) una joven luchadora revolucionaria, un encuentro con consecuencias inesperadas para ambos.


     Con un espectacular diseño de producción, una superlativa labor de vestuario y una fantástica ambientación, Dani de la Torre, un director cinéfilo amante del cine negro americano, firma esta exuberante producción de tono multirreferencial (Érase una vez en América, Camino de perdición, La Brigada del Sombrero, Muerte entre las flores, Los Intocables de Elliot Ness son homenajeadas en algunas escenas) que no termina de cuajar debido a las múltiples subtramas que a pesar de quedar finalmente bien hilvanadas dejan muy difuminados a los personajes que las protagonizan. Relato criminal y político de una de las épocas más tormentosas de la historia de la populosa e industrial ciudad de Barcelona, en donde policías corruptos, burgueses y obreros hacían la guerra por su cuenta chapoteando en un lodazal de sangre en lo que seguramente fue el germen de la Guerra Civil. La sombra de la ley logra envolverte en la atmósfera de la época para respirar el caos en que estaba sumida la ciudad, las revueltas obreras, las drásticas intervenciones de la policía, el pistolerismo anarquista y ese grupo zafio de policías matones que dibujan a brochazos Vicente Romero, Ernesto Alterio y un Luis Tosar más contenido.  

     
   Más inclinada por la crónica negra gansteril que por la fidelidad del relato histórico, la película se sostiene más por elementos estéticos que por el pedestre mensaje sobre el idealismo como pilar para aunar fuerzas y dinamitar los cimientos de una sociedad corrupta hasta la médula, tomando como escenario una ciudad en donde el anarquismo siempre gozó de cierta efervescencia. Los locos años 20 fueron aquí más violentos que en ninguna otra parte del país, y sólo una década antes se había vivido la Semana Trágica derivada de la decisión del gobierno de Maura de enviar a los reservistas del ejército padres de familia a las posesiones españolas en Marruecos. Dani de la Torre es un gran creador de imágenes, sabe filmar muy bien las secuencias de acción y planifica metódicamente cada escena, pero su película de acaba de digerir bien esa mixtura de géneros (cine de gánsteres, relato político-social y drama romántico), tal vez debido a la dispersión de una historia cuyos golpes de efecto resultan reiterativos y algunos personajes prescindibles. Aun así, una película aseada que se ve con facilidad.

martes, 9 de octubre de 2018

CRÍTICA: "OLA DE CRÍMENES" (Gracia Querejeta, 2018)

Sin pizca de gracia, Querejeta
OLA DE CRÍMENESê
(Gracia Querejeta, 2018)
   

   Con una filmografía que consta de media docena de títulos, (recordemos que debutó en 1992 con el largometraje Una estación de paso) y cuyo mayor logro a nivel crítico lo obtuvo el drama adolescente Héctor (2004), Gracia Querejeta nos presenta ahora esta fallida comedia titulada Ola de crímenes, cuyo argumento sigue a Leyre (Maribel Verdú), una ama de casa divorciada que vive cómodamente hasta que su hijo adolescente mata en un arrebato a su padre y exmarido (Luis Tosar). Ella decide hacer lo imposible por ocultar el feo asunto, desatando una ola de crímenes en Bilbao. Mientras, la nueva esposa del difunto (Paula Echevarría) y su implacable abogada (Juana Acosta) tratan de ocultar  la jugosa trama de corrupción en la que se movían. Pero no habían contado con la perseverancia de dos inspectores de la ertzaintza (Antonio Resines y Raúl Peña).

   
   Producida por una canal de televisión que me produce grima citar, Ola de crímenes no es seguramente la película que a Gracia Querejeta le hubiera gustado firmar, pero así está el patio del cine español, en donde es difícil que te produzcan otra cosa que no sea una comedia pedorra y burda por el miedo a no comerte un rosco en la taquilla. Pero este cine alimenticio, puramente crematístico, sólo provoca hastío en el espectador mínimamente exigente, que no encuentra sentido a tantas situaciones estúpidas y diálogos zarrapastrosos que pretendidamente están ideados para resultar cómicos, pero que lo único que provocan es vergüenza ajena. 


    Aun contando con intérpretes solventes como Maribel Verdú, Antonio Resines y cameos de Luis Tosar, Javier Cámara y Raúl Arévalo, que nos regalan actuaciones olvidables, Ola de crímenes es una comedia chusca que jamás encuentra  el ritmo ni el tono por la deriva de un guión pésimo, un cóctel que mezcla sin concierto ni sentido la corrupción, el maltrato psicológico, el sexo y la violencia para conformar una comedia negra tonta plagada de histrionismo y con un tufo a discurso ya muy desfasado.

CRÍTICA: "VENOM" (Ruben Fleischer, 2018)


Tom Hardy cómo único aliciente
 VENOM  êê
(Ruben Fleischer, 2018)
    

   El director Ruben Fleischer debutó en el año 2009 con Bienvenidos a Zombieland, resultona comedia sobre un mundo plagado de zombis que ganó el Premio del Público en el Festival de Sitges. Antes de esta gamberrada convertida en un placer culpable, había dirigido un par de cortos y realizado alguna incursión en la televisión. Su siguiente película, 30 minutos o menos (2011) contaba con el mismo protagonista, Jesse Eisenberg, pero el resultado quedó muy por debajo de su ópera prima. Decente podemos considerar su incursión en el thriller con Gángster Squad: Brigada de élite (2013), película con un gran reparto coral encabezado Por Josh Brolin, Sean Penn y Ryan Gosling que nos traslada a Los Ángeles de 1949 para seguir a una brigada especial de la policía de Los Ángeles en su lucha por destruir el imperio creado por el mafioso Mickey Cohen.


  Venom nos presenta al periodista Eddie Brock (Tom Hardy) que lleva tiempo intentando desenmascarar al científico al frente de la Fundación Vida, Carlton Drake (Riz Amed). Esa obsesión ha hecho que pierda su trabajo y su relación con su novia Ann (Michelle Williams). Un día, en los laboratorios de Drake, el ente alienígena Venom se fusiona con el cuerpo de Eddie, y el periodista adquiere unos increíbles superpoderes que le permite hacer cualquier cosa que se le antoje. Empujado por la cólera, Venom obliga a Eddie a luchar por controlar sus habilidades al mismo tiempo que le hace sentirse poderoso, siendo conscientes de que necesitan mutuamente para conseguir lo que quieren.


     Venom es poca cosa, tan poca cosa que si no fuera por el magnetismo que desprende siempre el actor británico Tom Hardy, se quedaría en nada. Con secuencias de acción pésimamente rodadas, unos efectos digitales pobres y una cutre labor de maquillaje, la primera película protagonizada por esta especie de némesis de Spider-Man creada por el historietista David Michelinie y el artista canadiense Todd McFarlane en 1984, decepciona tanto en su torpe guión como en su desafortunado diseño de producción, cuestión que para una producción sobre un personaje Marvel siempre suele ser un lastre importante. Y es que sus responsables, con Ruben Fleischer a la cabeza, en ningún momento se toman el invento en serio (lo cual no tiene que ser malo necesariamente), y sin embargo, tratan de crear una metáfora hilarante sobre la lucha interior de dos personalidades antitéticas; la más cerebral y temerosa del reportero y la visceral y expeditiva del parásito con resultados paupérrimos. El simbionte, que siempre tiene hambre, está creado con varios trazos gruesos digitales, un penoso CGI hace que incluso en algunos momentos vislumbremos el croma. Así, la función nunca encuentra el tono cómico que pretende en muchos momentos ni resulta espectacular en las atropelladas secuencias de acción. El buen actor Riz Ahmed está muy desdibujado como villano, Michelle Williams tiene un papel insustancial y las escenas poscréditos nos llevan a pensar que será imposible que la secuela sea peor que este film seminal.


lunes, 1 de octubre de 2018

CRÍTICA: "EL REINO" (Rodrigo Sorogoyen, 2018)


El asqueroso estado de las cosas
EL REINOêêêê
DIRECTOR: RODRIGO SOROGOYEN.
INTÉRPRETES: ANTONIO DE LA TORRE, JOSEP MARÍA POU, NACHO FRESNEDA, ANA WAGENER, BÁRBARA LENNIE, LUIS ZAHERA.
GÉNERO: THRILLER / ESPAÑA / 2018 / DURACIÓN: 122 MINUTOS.


    Tras haber firmado tres largometrajes en solitario (recordemos que codirigió junto Peris Romano la comedia de 2008 8 citas) podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Rodrigo Sorogoyen es hoy uno de nuestros más sólidos valores cinematográficos. Sorprendió (y mucho) su ópera prima Stockholm (2013), descarnada radiografía de la juventud con un giro absolutamente brutal. Pero fue su segundo largometraje el trampolín que  le hizo saltar a un público más amplio, Que Dios nos perdone (2016) que cosechó un puñado de premios y se impone como uno de los mejores thrillers de la historia de nuestro cine, con unas interpretaciones primorosas y un mensaje devastador sobre nuestras más pútridas miserias cotidianas.


   Sin apartarse del thriller, ahora con tintes políticos, nos presenta El reino, cuyo argumento sigue a Manuel (Antonio de la Torre) influyente vicesecretario autonómico que lo tiene todo a su favor para dar el salto a la política nacional, pero ve cómo todo se derrumba a raíz de unas filtraciones que le implican en una trama de corrupción junto a Paco (Nacho Fresneda) uno de sus mejores amigos. Los medios se hacen eco del escándalo, pero el partido cierra filas y sólo Paco sale indemne. Manu es expulsado del partido, señalado por la opinión pública y traicionado por todos los que hace poco eran sus amigos. Manuel no está dispuesto a cargar solo con la responsabilidad y está dispuesto a tirar de la manta, pero tendrá que enfrentarse a una maquinaria de corrupción bien engrasada.

   
   Lo cierto es que quien tiene cerca la caja, mete la mano. Y no es ninguna novedad que la administración pública se imponga como la mayor ciénaga de corrupción. Aun así, lo más hiriente y lo que más le interesa subrayar a Sorogoyen es la impunidad de la que gozan esos gángsteres de coche oficial y la lasitud de las penas que les son impuestas cuando son juzgados, fijando su mirada en esos cortafuegos que representan los peones, su anunciado sacrificio para evitar que la mano de la justicia condene a sus jefes, inmunes en la más alta atalaya del reino. Manu (superlativo Antonio de la Torre) es sólo un débil eslabón de un engranaje bien engrasado por los políticos profesionales desde tiempos ancestrales, una casta que mantiene el sistema de partidos para lucrarse de las mordidas del dinero procedente de la UE, las recalificaciones de terrenos, el tráfico de influencias y el enchufismo, gozando de una vida de lujo asiático mientras esos cómplices y tontos necesarios que son los votantes alimentan el repugnante estado de las cosas.
     
   
   Manuel queda señalado por una filtración interesada, se sabe culpable, pero no el mayor culpable, acompañado por la insoportable sospecha de la traición, la cámara le sigue de forma impenitente y viscosa para mostrar su angustia (atención a la escena de la fiesta) y la de su familia, pero también su firme decisión de levantar las alfombras para no comerse el marrón solo. Una decisión peligrosa para sus intereses como le advierte Frías, el boss, al que da oxígeno de manera brillante Josep María Pou. Lo comprobará en sus propias carnes.

     
   El reino recrea con virtuosismo el vértigo, el abismo que se abre bajo los pies del vicesecretario autonómico que estaba llamado para causas mayores y ve cómo todo su mundo (su comodísima vida, las travesías en yates de lujo, las mariscadas, los obsequios…) se derrumba. El sistema continuará igual aunque caigan reyes y peones, una certeza que no servirá de consuelo a Manu, viviendo su propia pesadilla entre la culpa, la redención y la paranoia, atrapado en su frenética espiral para tratar de encontrar las pruebas que demuestren que en esa red mafiosa, corrupta y cruel de la política, él es sólo un simple emisario, un jornalero. Pero su incisiva denuncia caerá en el vacío… y serán los muertos de hambre que les votan los que tendrán que interrogarse por ello. Una gran película que explora un tema siempre de actualidad en repúblicas bananeras como la nuestra.