lunes, 28 de agosto de 2017

CRÍTICA: "VERÓNICA" (Paco Plaza, 2017)


"VERÓNICAêêêê
 

   En el panorama actual del cine de terror español, Paco Plaza es ya por derecho propio uno de los nombres de referencia más destacados desde que debutara en 2002 con el Segundo nombre, un film sobre la doble personalidad que escondía un hombre que se ha suicidado. Algo inferior fue Romasanta: La cara de la bestia (2004) que nos sitúa en la Galicia de 1850 para seguir el rastro del hombre lobo. Pronto llegaron sus mayores éxitos codirigiendo junto a Jaume Balagueró [Rec] (2007) y sus más flojas secuelas de 2009 y 2012, ésta última rodada por Plaza en solitario, en las que anulado el factor sorpresa tampoco son cintas desdeñables.

    
  Bajo la inspiración de un suceso ocurrido en el barrio madrileño de Vallecas a principios de la década de los 90, que sigue siendo el único caso documentado por la policía española de un fenómeno paranormal, la trama se centra en una adolescente llamada Verónica (Sandra Escacena) que tras jugar a la ouija con sus amigas, su vida se ve asediada por aterradoras presencias sobrenaturales que además amenazan  con hacer daño a toda su familia.

    
    Con la pericia sobradamente demostrada para el cine de género, Plaza compone una magnífica pieza sobre los terrores más tangibles y cotidianos orquestando una exquisita ambientación. Y da igual que seas escéptico en lo concerniente a fenómenos paranormales porque la historia te la crees debido al tono hiperrealista, tan físico y cercano. Parte importante del éxito se debe al buen pulso en la dirección de actores y a que el espléndido reparto da en todo momento el do de pecho con unas interpretaciones llenas de verdad y matices. Así, la debutante Sandra Escacena, pese a su corta edad, se come la pantalla y nos regala un amplio abanico de recursos interpretativos que oscilan entre la tristeza, la madurez, la inocencia y el horror.

  
    El director valenciano echa mano de la página de sucesos para inspirarse en un caso muy sonado ocurrido en Madrid en 1991, y con el concurso del guionista Fernando Navarro, que firma un guión sólido sin grandes fisuras a pesar de las lógicas licencias dramáticas, nos sumerge de manera sorprendente en la atmósfera de un populoso barrio obrero con sus moles de edificios de ladrillos rojos, sus tendederos de ropa, su ajetreo en las calles y bares, el ambiente en los colegios de EGB, y se las apaña para crear una tensión in crescendo desde el minuto uno, o ese instante en que nos abandonan las defensas y nos hacemos vulnerables a los terrores más íntimos y las heridas.

    
   El relato está cosido a base de múltiples homenajes que conducen a la melancolía, sobre todo a la gente de mi generación: el primer tributo lo encontramos dedicado a la vida en los populosos barrios de las grandes urbes que marcó nuestra infancia y adolescencia, se homenajea a la famosa banda Héroes del Silencio, que en el año que se sitúa la acción editaron su álbum en directo Senda´91, a la influencia de la televisión en el ámbito familiar con esa cancioncilla de un anuncio televisivo de moda en la época que se repite como un mantra, a Ana Torrent, presencia obligada y actriz de referencia lo largo de cuatro décadas en varias obras maestras del cine español, y por supuesto, a Chicho Ibáñez Serrador, pionero, referente y maestro del cine de terror patrio y al que Plaza homenajea  con una escena calcada de ¿Quién puede matar a un niño? (1976) y con imágenes de esta película en su pase por televisión.

    
   Desplegando todo un manual de subterfugios inherentes al género (idea genial la de ese edificio a modo de cruz invertida), con una perfecta composición de esa escena inicial y esencial en la que Verónica y sus amigas juegan a la ouija en el sótano del colegio mientras se produce un eclipse solar y un inquietante plano de la Hermana Muerte, una monja ciega que todo lo ve, resulta fascinante el modo en que Paco Plaza nos introduce en un microuniverso reconocible dotando a la función de un clima de cotidianidad en el que Verónica se impone cómo víctima posesa de espectros y sinsabores, una adolescente que ha tenido que crecer deprisa para hacerse cargo de sus hermanos menores porque su madre, viuda, trabaja todo el día en el bar. Una estampa si se quiere costumbrista que el director transforma en un escenario pesadillesco no exento de la amargura que desprende la inocencia robada de la protagonista, que además de no poder compartir los momentos de ocio con sus amigas se ve acechada por presencias malignas. Un drama intimista aterrador construido con ingredientes familiares.

miércoles, 23 de agosto de 2017

TAYLOR MOMSEN, MI MUSA Nº 1 DEL ROCK


   Actriz, músico y modelo estadounidense, Taylor Momsen (St. Louis, Missouri, 26 de julio de 1993) se dio a conocer cuando interpretó a Cindy Lou Who en la mediocre película de Ron Howard El Grinch (2000) que protagonizada por Jim Carrey está basada en el cuento navideño con el mismo título. A su fama contribuyó otro papel, el de Jenny Humphrey de la serie televisiva Gossip Girl. Pero si soy sincero, para mí comenzó a tener relevancia cuando se convirtió en la vocalista de la banda de hard rock Pretty Reckless.

    
   Educada como católica, no terminó los estudios secundarios porque, como realmente sucedió, afirmó que no necesitaría la trigonometría porque ella era una artista. Tras el fallido film de Ron Howard citado que protagonizó con siete años, fue requerida para ponerse al frente del reparto de Hansel y Gretel: El cuento (Gary J. Tunnicliffe, 2002) pésima adaptación del cuento de los hermanos Grimm. En el mismo año participó en la película infantil Robert Rodríguez Spy Kids 2: La isla de los sueños perdidos, una paupérrima secuela de la original de 2001 que no era sino otro bodrio. Presente en el casting para la serie Hannah Montana, estuvo entre las tres finalistas, pero el personaje fue adjudicado finalmente a Miley Cyrus.

    
  Momsen también formó parte del reparto de la absolutamente fallida Superdog (Frederik Du Chau, 2007) basada en la serie de animación de igual título. La mejor película con diferencia en la que ha trabajado Taylor Momsen es Paranoid Park (Gust Van Sant, 2007) un film que tiene como trasfondo el mundo del Skateboard y que gira en torno a un crimen cometido en los alrededores de un parque público de Portland.

    
   Recordadas son sus intervenciones en la serie televisiva Gossip Girl que se emitió desde 2007 hasta 2012, y que suponen la adaptación para la pequeña pantalla de la serie de novelas homónimas escritas por Cecily von Ziegesar. Dejando de lado su faceta como actriz, que no da para más porque Taylor abandona la actuación para dedicarse casi exclusivamente a la música, es necesario comentar que llegó a firmar un contrato con la agencia de modelos IMG Models, que fue la cara de la colección primavera/verano 2010 de New Look, y que fue elegida por la línea de moda Madonna. Por otra parte, en 2013 firmó un contrato con la agencia NEXT Modelling Management.

  
  Voz y guitarra rítmica desde su creación en 2009 de la banda neoyorquina Pretty Reckless, cuyo estilo musical se engloba dentro del hard rock, el post-grunge y el rock alternativo, se ha convertido en el alma e icono carismático de la banda desde que debitara con el álbum de estudio Light Me Up (2010) que se encaramó al puesto 6 en el Reino Unido. Su primer sencillo extraído,  Make Me Wanna Die, llegó al puesto 16 de la lista. Pretty Reckless fue la banda soporte de The Veronicas en la primavera de 2009, en 2011 fueron teloneros de Evanescence durante su gira por los Estados Unidos y Canadá, y de Guns N´Roses en noviembre de ese mismo año. La banda cuenta con otros dos álbumes de estudio, Going To Hell (2011) lanzado con gran éxito,  y Who You Selling For (2016)

   
  Taylor Momsen es actualmente mi musa número uno del rock, más por su personalidad y atractivo (cercana a mi clásico canon ideal de belleza) que por la música que nos regala con su banda aunque he de confesar que su voz me resulta muy sugerente. Con 1´73 m de estatura, 54 kilos de peso, cabello rubio platino, ojos azules y el mimoso apodo de TayMom, pago en sus conciertos sólo para verla a ella situándome lo más cerca posible del escenario para poder olerla, y disfruto del morbo que me provoca, de la oscura sensualidad que destila. De hecho, si no estuviera Taylor al frente de Pretty Reckless ni me habría fijado en esta banda. Queda claro que quien mi inspira es ella, mi obsesión.



domingo, 20 de agosto de 2017

CRÍTICA: "LA TORRE OSCURA" (Nikolaj Arcel, 2017)


THE DARK TOWERê


    Del director danés Nikolaj Arcel sabemos que dirigió el potente thriller El juego del rey (2004), cinta que con el trasfondo del periodismo y la política es una crónica sobre la manipulación como instrumento para conquistar el poder. Más floja resultó La Isla de las Almas Perdidas (2007) una fantasiosa aventura adolescente. Tampoco tildaremos de despreciable la comedia The Truth About Man (2010), sobre un tipo que aparentemente lo tiene todo pero siente que le falta algo. Su mejor film hasta la fecha es Un asunto real (2012) drama histórico protagonizado por Mads Mikkelsen y Alicia Vikander que está ambientado en el siglo XVIII durante el reinado de Christian III.

    
   Veamos: en un mundo extrañamente parecido al nuestro,  un cowboy llamado Roland (Idris Elba) persigue a su eterno enemigo, El Hombre de Negro (Matthew McConauguey). Roland que es un tipo solitario, el último hombre de la orden denominada Los Pistoleros, camina sin descanso por un paisaje triste y desolado. Un día conoce a Jake (Tom Taylor) un chico de Nueva York pero venido de otro tiempo, y ambos unen sus destinos en la búsqueda de un edificio mitológico, La Torre Oscura, que dicen es el centro de convergencia de todos los universos.

    
   Libérrima y rácana adaptación de la obra magna de Stephen King (a mí me gustan más otras obras suyas), La Torre Oscura se eleva como un artefacto multigenérico y multirreferencial en el encontramos las manidas pinceladas del universo Tolkien, resonancias del spaghetti western, el terror y la ciencia ficción apocalíptica con una multiplicidad y diversidad de batiburrillo caleidoscópico. Nicolaj Arcel, en un brutal ejercicio de síntesis, concentra las 8 novelas en un escueto metraje de 95 minutos, con lo que se le hace imposible profundizar en las complejidades de la trama, las subtramas y detalles de la obra literaria, y se conforma con entregarnos un relato pobre tanto narrativa como visualmente, más o menos coherente y sin más trascendencia que servir de lanzadera para una franquicia o serie televisiva.

   
   De nuevo estamos ante la eterna lucha entre el bien (representado por el adusto y solitario pistolero Roland al que da vida Idris Elba), y el mal (cuya figuración física tiene la forma de McConauguey, un pérfido mago elegantemente vestido de negro que quiere destruir la torre, para lo que necesita reclutar niños tocados por “el Resplandor”). Roland se ve arrojado a parajes devastados y rebosantes de amenazas y peligros que tratará de sortear, junto al joven Jake, para llegar hasta la Torre Oscura, convertidos en la última esperanza para salvar la civilización. La pareja atravesará desiertos y bosques neblinosos en donde moran monstruosas criaturas, y lejos de su mundo, Jake desconoce ignora el drama que ha asolado su hogar.

   
   De manera tan simple como abrupta, Arcel se las ingenia para saltar de un mundo (el Nueva York actual) a otro (las inquietantes y salvajes tierras en donde se encuentra la torre que nos protege de los demonios del más allá), pero la simpleza de la ejecución, despojada de toda sutilidad y carente de interrogantes metafísicos, deja un tufillo a telefilm que lo aleja del cine distópico para adultos. Como no podía ser de otro modo, al intentar comprimir más de 4.000 páginas en hora y media de película, se obvia la ortodoxia narrativa para resolverlo todo de manera atropellada e inconsistente, y sólo las secuencias sobre la vida familiar del joven Jake, que será quien  nos sirva de guía, están dotadas de interés y cierta amargura.

   
    Con un paupérrimo diseño de producción, irrelevantes interpretaciones, una insulsa banda sonora y efectos especiales low cost, la película decepciona en sus veleidades de producto de serie B sin ambiciones, y es precisamente la falta de pretensiones una de sus mayores rémoras, pues no se puede adaptar una obra tan compleja de un modo tan pedestre e infantil, sin apenas briznas de poesía ni filosofía sobre las que inspirarse para imaginar algo más grande y sólido. De momento, estamos lejos de esa pesadilla tenebrosa surgida de la imaginación del escritor de Maine y que despierta nuestros miedos atávicos, y lo seguiremos estando si no se asumen mayores riesgos.