martes, 26 de marzo de 2019

"TAXI A GIBRALTAR" (Alejo Flash, 2019)


Otro pestiño para la colección
TAXI A GIBRALTAR
(Alejo Flash, 2019)


    
    El tal Dani Rovira hace películas como churros y me temo que dentro de pocos años contará con una filmografía parecida a la de Nicolas Cage pero aún más zarrapastrosa. Incluso hay meses que coinciden en la cartelera dos estrenos suyos, como fue el caso de Superlópez y Mi Amorperdido (así, todo junto) lo que representa una verdadera tortura. En este nuevo pestiño titulado Taxi a Gibraltar, que está dirigida por el argentino afincado en España Alejo Flash (Sexo fácil, películas tristes, un film mucho más aseado que el que nos ocupa), nos presenta a dos hombres desesperados en un loco viaje a Gibraltar: León (Dani Rovira) un taxista acosado por las deudas y enfadado con el sistema y el mundo en general, y Diego (Joaquín Furriel) un argentino tan encantador como embaucador que acaba de salir de la cárcel. En el camino, se cruzan con Sandra (Ingrid García Jonsson), una alocada joven que está espantada con la vida que lleva. Tres personas sin rumbo que se embarcarán en la mayor aventura de sus vidas: encontrar el cargamento de oro perdido en los túneles del Peñón de Gibraltar. Una aventura en la que los tres descubrirán los verdaderos valores de la vida.

     
     Alejo Flash nos presenta una road movie que acapara todos los clichés posibles para armar una comedia blandita y tontorrona partiendo de una leyenda urbana: los lingotes de oro escondidos en los túneles de Gibraltar desde el asedio alemán a Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. Como premisa o MacGuffin cualquier cosa puede servir siempre que la narración tenga una cierta coherencia, que algunas briznas de humor salve de la quema el invento y que el formato road movie contenga alguna lógica interna. 


    Nada de esto ocurre en Taxi a Gibraltar: chistes burdos sobre la identidad o nacionalidad de los personajes, diálogos simples con escasa gracia centrados en los problemas del taxista León, asfixiado por la hipoteca, con un hijo en camino y la dura competencia de las VTC, o el pícaro argentino al que da vida con poco chispa el argentino Joaquín Furriel, obsesionado con el oro de Gibraltar. A ellos se unirá una novia que escapa de su propia despedida de soltera. Un disparate que no aporta nada nuevo y para el que hay que dejar suspendida la credibilidad en situaciones que provocan sonrojo. De las secuencias con una mínima acción, mejor no hablamos.

domingo, 17 de marzo de 2019

"ESCAPE ROOM" (Adam Robitel, 2019)


Un puzzle mortal
“ESCAPE ROOM” êê
(Adam Robitel, 2019)


     Adam Robitel (The Taking of Deborah Logan, Insidious: La última llave) nos presenta una nueva película de terror, género en el que se ha especializado y que ya tiene prevista una secuela en 2020. La sinopsis del film es la siguiente: seis desconocidos reciben un misterioso paquete. En su interior se encuentran un mensaje que promete al propietario una oportunidad de ganar diez mil dólares y alejarse de la vida rutinaria. El grupo llega al local señalado y se dan cuenta de que se disponen a competir en una “Escape room”. Pronto descubrirán que sea quien sea el que ha organizado el juego, conoce todos y cada uno de los detalles de sus vidas. Ahora no tendrán más remedio que encontrar las pistas y resolver el puzzle. Sólo así saldrán con vida de esa habitación.


    Cogiendo el testigo y la evidente inspiración de Saw y Cube, Escape room se desarrolla a buen ritmo y con medidas dosis de adrenalina. Todos estaremos de acuerdo en que la premisa de la película está ya muy trillada, pero Robitel sabe cómo sacar partido al aspecto visual y hacer uso del suspense con una creatividad no excesivamente macabra. Hablamos de una película realizada con mimo, con momentos de humor corrosivo y unos intérpretes semidesconocidos que aportan lo que se les exige. 

    Construida a partir de los códigos estructurales del subgénero Escape room (habitaciones mortales rebosantes de trampas de las que sólo es posible escapar resolviendo rompecabezas), la acción va directamente al grano encerrando a los seis desconocidos en una claustrofóbica sala de la que tratarán de escapar con vida cuando se convierta en un horno y posteriormente saltarán a otro escenario ambientado con un frío glacial. Con menos hemoglobina y gore que Saw pero con un perverso juego de puzles, Escape room tiene su punto de ingenio y logra crear una cierta empatía hacia los personajes arquetípicos pero muy humanos. No pasará a la historia pero tampoco resulta despreciable.

jueves, 14 de marzo de 2019

CRÍTICA: "MULA" (Clint Eastwood, 2019)


El ocaso de un mito
“MULA” êêê
DIRECTOR: CLINT EASTWOOD.
INTÉRPRETES: CLINT EASTWOOD, BRADLEY COOPER, TAISSA FARMIGA, MICHAEL PEÑA, DIANNE WIEST, ALISON EASTWOOD.
GÉNERO: DRAMA / EE.UU / 2018 / DURACIÓN: 116 MINUTOS.
   

   Cerca de 40 películas (creo que ésta hace la número 37) lleva dirigidas el casi nonagenario (88 años) director californiano Clint Eastwood desde su debut con Escalofrío en la noche (1970), y por su trabajo en Sin perdón (1993) y Million Dollar Baby (2004) fue galardonado con los Oscars al Mejor Director y Mejor Película. Nacido en San Francisco en 1930, debuto como actor en pequeños papelitos en Lady Godiva (Artur Lubin, 1955), El regreso del monstruo (Jack Arnold, 1955) y Tarántula (Jack Arnold, 1955), pero su gran oportunidad le llegó cuando un olvidado actor llamado Eric Fleming (entonces compañero de Eastwood en la serie televisiva Rawhide) rechazó protagonizar un western hispano-italiano titulado Por un puñado de dólares (1964). La película resultó un hito del género Spaghetti western y el éxito de la película convirtió a Eastwood en un ídolo en Europa. Aunque las últimas películas del director Poder absoluto me han decepcionado (15:17 Tren a París es horrorosa), le estaré eternamente agradecido por su legado cinematográfico, que incluye un buen puñado de películas entretenidas y un ramillete de obras maestras.


    Mula nos presenta a Earl Stone (Eastwood) un octogenario cultivador de flores que vive solo, está en quiebra y se enfrenta a la ejecución hipotecaria de su casa y su negocio. Un día se le ofrece un trabajo aparentemente fácil en el que sólo tiene que conducir. Pero, sin saberlo inicialmente, se convierte traficante de drogas para un cartel mexicano, y pese a estar bajo el radar del agente de la DEA Colin Bates (Bradley Cooper) seguirá haciendo de “mula” para ayudar a su distanciada familia.


    Película superior a sus últimas obras, Clint Eastwood se vuelve a dirigir a sí mismo desde que lo hiciera en Gran Torino, su última gran película y con la que guarda gran similitud: la soledad del personaje, un hombre jubilado, ex combatiente de Corea y desubicado en un mundo cambiante que no entiende. Sólo que aquí no ha perdido a su esposa, sino que vive desde hace años separado de ella, de su hija y de su nieta, con la única que mantiene un vínculo cercano. Los apuros económicos le empujan a aceptar un trabajo que parece fácil pero que esconde una misión peligrosa. A punto de perder su casa porque su labor como cultivador de lirios no le da para pagar la hipoteca, los narcos ven en él a la “mula” perfecta porque nadie sospechará de un anciano que consume ya los últimos años de su vida y al que jamás le han puesto una multa. Inspirada en el caso real de Leo Sharp, que trabajó para el cartel mexicano de Sinaloa por los mismos motivos que el protagonista y cultivaba rosas para George Bush padre, el interés de Eastwood se centra sobre todo en la visión de un mundo decadente y la mirada de arrepentimiento que desde un aspecto crepuscular puede ser entendida como un testamento fílmico y personal del propio director y su reflejo en el espejo.


    La investigación que lleva a cabo el agente de la DEA encarnado por Bradley Cooper (un actor mediocre) no tiene mucho interés, pero sí algunas reflexiones que plantea la historia en su vertiente social y emocional: el humor negrísimo que aguijonea sobre las identidades sociales y los comportamientos racistas endémicos de una sociedad construida a base de acontecimientos violentos, el turbio egoísmo humano que hace que descuides lo más importante de la existencia que es la familia, la redención que te obliga a hurgar en los errores y pecados cometidos sin la certeza de que serán perdonados y una herida abierta que supura desde hace años. Con un guión económico y una espléndida iluminación, en este ejercicio de introspección sobre la culpa (su veneno) y la expiación, Earl Stone/Clint Eastwood se encuentra ante una toma de conciencia teniendo que recapitular en el final de su vida, cuando siempre se mostró amable con todo el mundo menos con los suyos (prefirió quedarse bebiendo mientras se casaba su hija), y su dolor, su confusión, sus dilemas morales le llevan a una huida hacia adelante en la que nada tiene que perder, todos pensamos que el anciano camello se merece una segunda oportunidad, al fin y al cabo, hablamos de un antihéroe arrepentido y autocrítico… De la salvación de su alma.  

lunes, 4 de marzo de 2019

CRÍTICA: "LORDS OF CHAOS" (Jonas Âkerlund, 2018)


El sonido de la bestia
“LORDS OF CHAOS” êêê
(Jonas Âkerlund, 2018)
     

   Hace pocas fechas, con el motivo del estreno en Netflix de Polar ya tuve la oportunidad de hacer un recorrido por la filmografía del director sueco Jonas Âkerlund, que incluye varios documentales sobre artistas del pop y del rock y alguna otra película destacable de ficción cono Spun (2002) un film independiente en formato de comedia ácida sobre el mundo de las drogas, y el mediocre thriller Los jinetes del Apocalipsis (2009). Para entender Lords of Chaos sería bueno, aunque no necesario, que el espectador tuviera algunas nociones de lo que representó la escena black metal en la década de los 80 y 90 en Noruega.


    Ostein Aarseth, que se hace llamar Euronymous (Rory Culkin) es un joven de 17 años que muestra su rebeldía con las tradiciones y la forma de pensar que impera en su país. Por eso centra toda su energía en crear una banda de black metal llamada Mayhem y así poder expresar su enfado y frustración ante el estado de las cosas. El ascenso a la fama es difícil, pero poco a poco gracias al fenómeno que él y su grupo han creado se abren un hueco en el panorama musical extremo de su país. La cosa no tarda en desmadrarse y el límite entre espectáculo y realidad se van difuminando y derivando en la quema de iglesias e incluso en el asesinato.


    Para quien esto firma, siempre interesado en la historia de los movimientos musicales, nada de lo que narra Lords of Chaos resulta una novedad. Sin embargo, he de reconocer que Âkerlund nos relata los trágicos episodios reales con bastante fidelidad sin grandes licencias narrativas y manteniendo siempre un ritmo dinámico durante todo el metraje. Centrada en el proceso de creación de la banda Mayhem, pioneros del Nuevo Black Metal noruego (nombre que cogieron de una canción de la banda Venom) y liderada por Euronymous, el film se mueve entre el biopic, los conflictos sociales de una juventud que, tal vez porque lo tienen todo, se siente desencantada y el terror, como consecuencia del aspecto y filosofía satanista y fanática de los miembros de la banda, finalmente abocados a una espiral de violencia en la que pierden las riendas de sus vidas cometiendo crímenes y delitos execrables.


    En Lords of Chaos asistimos a los primeros ensayos de la banda en un sótano; la llegada del siniestro vocalista sueco Per Yngve Ohlin (que se hace llamar Dead), un tipo que se cortaba los brazos con cristales durante los conciertos, que estaba obsesionado con la muerte y acabó suicidándose de un disparo de escopeta; la irrupción de Varg Vikernes interpretado por Emory Cohen y conocido como Count Grishnackh, el hombre orquesta y único componente de la banda Burzum; la quema de iglesias; el asesinato de un hombre homosexual a manos de Faust, baterista de la banda Emperor; la feroz competencia entre Euronymous y Vikernes, que va fermentando un odio desde casi el principio de la relación amistosa y profesional. Y que concluye en la tragedia final debido a una lucha personal cruel e interesada por el dominio del black metal (y el Inner Circle, el movimiento de este estilo musical del cual la banda Mayhem fue fundadora) y su tétrica y brutal leyenda.


La aproximación que hace Âkerlund a aquellos años en donde en una Noruega rica, tradicional, civilizada y temerosa de Dios (aunque con una alta tasa de suicidios), el mal y la locura se va apoderando de unos muchachos amantes de la provocación y la impostura resulta aún más terrorífica porque el relato nunca impone un discurso didáctico ni moral, y el director sólo se limita a levantar acta sobre unos hechos reales tal y como sucedieron sin fundir el clímax con ninguna moraleja. Deberán ser los espectadores los llamados a reflexionar sobre cómo unos niños pijos sin ninguna carencia y con mucho tiempo libre, llegaron a realizar una serie de acciones delictivas y tan macabras. La lucha de egos entre Oistein Aarseth/Euronymous y Varg Vikernes/Count Grishnackh por alcanzar el éxtasis de la popularidad es lo más interesante de un film que provocará repulsa y una mórbida fascinación.