jueves, 21 de julio de 2016

MARYLAND (Alice Winocour, 2015)


MARYLAND (DISORDER) êêê
     


      La directora francesa Alice Winocour debutó en el año 2012 con el apreciable drama romántico Agustine, que con Vincent Lindon de protagonista nos sitúa en el París de 1885 con el profesor Charcot estudiando una nueva enfermedad conocida por el nombre de histeria, para lo que toma como conejillo de indias a una joven de 19 años. En su segundo largometraje, Maryland (Disorder) nos presenta a un veterano ex soldado Vincent (Matthias Schoenaerts) que padece de estrés postraumático y que es el encargado de proteger a la mujer Jessy (Diane Kruger) de un rico hombre de negocios, en la ausencia de éste.


     Maryland se impone como una inmersión en el cine de género en clave de autor que sigue la vida de un ex combatiente que sufre un estado de ansiedad con tientes paranoicos debido a la tensión vivida en las misiones de guerra. A pesar del estrés postraumático, su instinto y celo profesional demostrado sobradamente en las labores de seguridad, que junto a otros soldados, desarrolla durante una fiesta en la mansión de Maryland, perteneciente a un oscuro empresario libanés (que él presume que debe su fortuna al tráfico de armas), le lleva a ser elegido por el millonario para confiarle la protección de su esposa y su hijo, una Diane Kruger cuya belleza no le había pasado desapercibida. A partir de ese momento, el espectador tiene ya claro por dónde va a transitar la historia, y Winocour traza el camino con sobriedad y un ritmo pausado, creando una atmósfera perturbadora en la que se masca el peligro y nos acerca a la fisicidad de los actores con planos cortos y un alarmante sonido ambiental.


      Con resonancias  a la obra maestra de Tony Scott El fuego de la venganza (Man On Fire, 2004), la directora francesa maneja bien los mecanismos psicológicos de unos personajes encerrados en una lujosa mansión; un afligido vigilante de parco diálogo que se debate entre su alterado estado mental y la atracción que siente por su bella protegida, que empieza a temer que jamás volverá a ver a su marido. Poco a poco se van estrechando los lazos entre la pareja, sobre todo después del violento incidente del automóvil (una secuencia sangrienta e impactante que está muy bien rodada), aunque él sabe que su hombría está castrada como consecuencia de su tormenta cerebral, que descarga terribles rayos en su cabeza.


      Disorder avanza sobre la vigilia de este hombre al que da oxígeno de manera eficaz Matthias Schoenaerts, un tipo desconfiado, rudo, solitario y silencioso que se mantiene alerta ante cualquier ruido o movimiento tanto dentro como fuera de la casa, para lo que se ayuda de las cámaras de seguridad. Winocour pasa de puntillas por el tema del tráfico de armas, el terrorismo  y la seguridad ciudadana, pero logra mantener la tensión hasta la cruda escena final del asalto a la mansión, que se eleva como el colofón sangriento a los signos de paranoia y el nudo de sospechas que se van fraguando en la mente del ex soldado.

     
   En conclusión, Maryland, debido a su ritmo pausado, no es un film recomendable para los aficionados a la acción destroyer con interminables balaseras, pero se impone como un film apreciable de una directora que está en el camino de regalarnos una obra mayor. La tensión sexual entre la pareja protagonista y el carisma del taciturno guardaespaldas, son alicientes que dotan a esta pequeña película de un cierto poder de fascinación, consiguiendo introducir al espectador en una atmósfera de tristeza y suspense desde donde sus protagonistas buscarán un nuevo horizonte  de paz y redención.

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