domingo, 17 de julio de 2016

CRÍTICA: “INFIERNO AZUL” (Jaume Collet-Serra, 2016)


INFIERNO AZUL (THE SHALLOWS) êêê


     El director catalán afincado en Los Ángeles Jaume Collet-Serra debutó con La casa de cera (2005), un film de terror defenestrado por la crítica pero que obtuvo una buena aceptación del público. Mejor acogida entre la crítica especializada obtuvo La Huérfana (2009), eficaz fusión entre la intriga y el terror que cuenta cómo la adopción de una niña de rostro angelical se convierte en una maldición para sus padres adoptivos. En 2011 el director español comienza su serie de colaboraciones con el carismático actor irlandés Liam Neeson en una sucesión de thrillers que siempre han tenido buena respuesta en la taquilla: Sin identidad (2011), Non-stop (2014) y Una noche para sobrevivir (2015). Para 2017 tiene previsto el estreno de una nueva colaboración con el actor en un nuevo thriller, The Commuter, película que cuenta con la presencia de Vera Farmiga.

  
    Infierno azul (The Shallows), que se estrenó el pasado 15 de julio en España, nos narra la historia de Nancy (Blake Lively), una joven que trata de superar la pérdida de su madre. Un día, cuando se encuentra practicando surf en una playa solitaria, queda atrapada en un pequeño islote a apenas unos metros de la costa, y aunque está a sólo a 100 metros de la salvación, para alcanzarla tendrá que poner a prueba todas sus habilidades y voluntad, pues un enorme tiburón blanco se interpone entre ella y la costa.

  

     Infierno azul es un film de encargo (estaba previsto que lo dirigiera Louis Leterrier) con ínfulas de serie B de culto y premisa nada original cuya acción minimalista se sitúa en el  entorno de una playa paradisíaca (de México, pero en realidad es Australia) y que, en clave de cine suspense, terror y drama, nos presenta un espeluznante duelo entre el ingenio y el instinto, el raciocinio y la brutal fuerza de la naturaleza. La tensión crece al compás de las dentelladas del enorme escualo en un angustioso in crescendo que clava al espectador en la butaca sin poder adivinar la suerte que correrá esa hermosa Andrómeda varada en una insignificante roca tras ser mordida en una pierna por el tiburón, al acecho permanente del lujo de la sangre derramada.  Jaume Collet-Serra va directo al grano sin más prólogo que una breve aparición de Oscar Jaenada como cicerone de la protagonista (una Blake Lively bella y empática) y unas hermosas imágenes de unos surferos cazando olas. A partir de entonces, el director catalán juega con el espacio, el tiempo y el lugar en un ejercicio que pulsa los códigos del suspense con varios elementos básicos muy bien aprovechados: una mujer herida, un pequeño islote, la vigilia de un tiburón que huele su sangre y una marea que sube hasta hacer invisible la roca.


   
    Entendida como un sentido homenaje a Tiburón (Steven Spielberg, 1975) la película parte de un guión de cinco líneas para fiarlo todo al aspecto visual, los efectos digitales y las pautas de una tragedia vivida por un solo personaje en una situación extrema de supervivencia. Premisas parecidas ya las hemos visto en producciones como las australianas Black Water (Andrew Traucki, David Nerlich, 2007) en esta ocasión con un cocodrilo como amenaza, y en el film firmado también por Traucki El arrecife (2010) en la cual unos amigos ven cómo su barca vuelca y son atacados por un tiburón blanco, o la también australiana Bait (Kimble Rendall, 2012) en la que un tsunami ha dejado a los clientes de un supermercado a merced de un gran tiburón blanco. De Marea letal (John Stockwell, 2012), mejor será olvidarse. Utilizando algunos guiños hitchcockianos (ay, esa gaviota), la función, nada pretenciosa, requiere la complicidad del espectador para lo que no es sino un ejercicio lúdico que no admite demasiadas preguntas como elegir a una estudiante de medicina, lo que viene muy bien para su supervivencia y la de la gaviota, o esa cámara que graba demasiado. Con bellísimas secuencias acuáticas y submarinas, Infierno azul es sobre todo un vehículo para el lucimiento de su atractiva y neumática protagonista, una Blake Lively en una lucha contrarreloj y regalándonos un auténtico tour de force que sostiene la tensión desde la primera aparición del tiburón hasta el final algo decepcionante del relato. Mínimo y simpático film para disfrutar de un rato de evasión palomitera.

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